Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

QUIJOTERÍAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en QUIJOTERÍAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el tercero serán QUIJOTERÍAS Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE MAYO

Relatos

11. ¿DÓNDE VAS CAPERUCITA?

Mi madre me dice que no importa que esté solo en el cole, que es porque soy muy superior al resto y por eso me tienen envidia. Ella cree que algún día seré un gran jefe, que dirigiré una empresa  importante y que todos los que hoy me acosan, mañana vendrán a pedirme trabajo. Está segura de que me adoraran como un Dios y me llama “su lobo de Wall Street” aunque yo no entiendo bien que significa…

Con la cara hecha un cromo y llorando, le he contado a mi madre que hoy, un muchacho de tercero me ha acorralado en el despacho del orientador, que lleva más de dos meses de baja. Quería pegarme y aunque yo le decía que me dejase y haciéndote caso gruñía como un lobo feroz,  él se reía mientras me tiraba del pelo llamándome “Caperucita Rosa”. He logrado escabullirse de sus asquerosas y sudadas garras y  alcanzar un trofeo situado en la estantería. Lo reconocí al momento, lo había ganado mi grupo el año pasado en las Olimpiadas sobre Igualdad y Tolerancia. Lleno de rabia salí al pasillo aferrándome al frío metal como arma defensiva.

10. La última descarga

El hombre hurga en la caja de cebos por si encuentra alguna lombriz escondida. Ninguna, no hay más que serrín.

Es hora de irse, se dice resignado.

Al recoger el sedal se fija en los nubarrones que se acercan. Quita el anzuelo, mira alrededor y se da cuenta de que está solo en el espigón.

Será por este tiempo de locos, piensa en tanto dobla la caña.

Antes de marcharse, se sienta junto al cubo lleno de peces. Mientras observa como las olas se embrutecen arrojando su furia contra la escollera, se frota las manos, le huelen a una mezcolanza de tripas de pescado y algas que le fascina. Se pasa la lengua por los labios resecos y chupa el salitre que tienen adherido, un escalofrío le eriza la piel. Sonríe.

Cuando cae el primer relámpago en el mar, el hombre agarra el cubo lleno de peces y, con la caña bajo el brazo, camina dando zancadas como una bestia hasta llegar al coche.

Conduce sin pensar en nada. Ni en nadie. Enciende la radio y suena su canción. Se siente como un dios. Emocionado, saca un brazo fuera del vehículo, sin pensar siquiera en el cumulonimbus que tiene encima.

09. Conflictos interiores

Soy un ser solitario que se está volviendo viejo. Lo siento en mis huesos y en esos pensamientos que atormentan mi mente y hacen que cosas normales ahora me generan insólitos conflictos de conciencia.

Hoy me introduje en una casa, comí lo que encontré y me eché a dormir la siesta, Me costó conciliar el sueño por ese desasosiego que muchas veces me invade después de comer, pero al final me cubrí hasta las orejas y pude dormir.

Me sacaron del sueño unos ladridos agudos que, tras despertarme, se convirtieron en una voz de niña que llamaba: ¡Abu, Abu, Abu! No respondí; levanté una punta del cobertor y espié: vi los pequeños zapatos oscuros, unas bellas piernas que se perdían dentro de la falda breve y una capa de color sangre terminada en capucha que enmarcaba un rostro inocente y tentador.

–Hola, Abu, soy yo, Cape, te traigo tarta de fresas. –dijo la niña.

En ese momento mi conciencia me atacó con fuerza y yo me defendí: “Es la última vez que lo hago”, le mentí, y sin darle tiempo a réplica me dirigí a la niña:

–Hola, Cape. Ven, acércate y charlemos –le pedí con voz postiza.

08. LA PARTIDA (Sara Lew)

Azul y arena en su mirada, ahora desvanecida bajo una nube de sedantes y medicamentos. De sus labios entreabiertos se escapa un aliento leve y rítmico, como el murmullo de las olas rompiendo sobre la playa. Yo intento mecerme en ese vaivén mientras sujeto su mano pero no logro retenerlo, sus dedos laxos se me escurren. Se oye el pitido intermitente y fatalista de la máquina y entonces es él, en un último afán, el que tira de mí con fuerza. Me indica con apremio que su barca ya ha llegado a buscarlo, y que no quiere hacer ese último viaje solo.

07. Lobo solitario ( Fernando Garcia del Carrizo)

Mi verdad me ha apartado hasta de mí. Nunca toleré que los demás no compartieran los principios y las ideas en la que he fundamentado mi vida. Eso me llevó a alejarme de mi familia, que llamaban extremismo a lo que yo determinación y claridad de pensamiento. Recuerdo la mirada de mi madre con esa mueca de culpabilidad el día que me largué de casa. Los amigos se distanciaron con acusaciones de fanatismo donde solo había coherencia. Imagino que era frustrante para ellos confrontarse y ver su mediocridad. Cuando encontré a los de mi grupo me sentí comprendido por vez primera en años. Al descubrir su hipocresía y debilidad moral me separé también de ellos. Solo, conmigo mismo, reconozco la dificultad creciente de ser fiel a mis juicios. Ni los castigos físicos acallan esos momentos de duda o flaqueza. Por eso y por la urgente necesidad de cambiar este sistema enfermo me encuentro rodeado de toda esta gente. Cuando el vagón de metro arranca de nuevo me fijo en el rostro de una anciana que me recuerda a mamá. Sus ojos es lo último que veo antes de apretar el botón.

06. O´SO´LO

La brutal tormenta de nieve zarandeaba la pequeña caseta de madera perdida en medio de los inmensos bosques, aislada de cualquier lugar habitado.

Salía arrastrándose cada media hora a palear delante de la puerta intentando no quedar sepultado.

El extravagante profesor dejó a sus colegas de universidad boquiabiertos al comunicarles que disfrutaría de un año sabático para preparar el ensayo definitivo sobre la esencia de la soledad. Dijo que quería ser recordado como el mejor filósofo del aislamiento.

Llevaba once meses absolutamente incomunicado pero sus apuntes eran exiguos. No conseguía avanzar hacia la verdad definitiva.

Sonó un fuerte golpe. Pensó que era una rama de abeto arrancada por el huracán.

Abrió la puerta para retirarla.

No tuvo tiempo de reaccionar. El enorme oso se abalanzó sobre él. Había olido su sangre caliente desde kilómetros de distancia.

Los dos entes solitarios por fin se habían encontrado.

Bajo el aliento del plantígrado ambos saciaron su hambre; el animal de alimento, el profesor de sabiduría.

Acababa de descubrir la verdadera esencia de la soledad en el instante mismo en que las descomunales fauces le arrancaban la cabeza, ahora sí, plena de conocimiento.

05. GRADOS DE DIFICULTAD (Ángel Saiz Mora)

Había sido sencillo, demasiado. El dependiente no puso cortapisas para venderle un revólver pese a su juventud y comportamiento poco desenvuelto.

Tampoco le resultó problemático volver al infierno, el que hizo de él un ser asocial. Si generaba una masacre en su antiguo colegio e instituto se convertiría en alguien poderoso. Bastaba mover un dedo, el del gatillo.

No esperaba contemplar la humillación de un muchacho por varios bravucones, arrojado al suelo entre burlas, ante la inacción general. Le recordó su propia experiencia pocos años atrás.

Los hostigadores desaparecieron en cuanto se acercó, al descubrir el cañón del arma. Con una facilidad aún más inesperada, inédita en él, conversó luego largo rato con los padres agradecidos del adolescente.

Tan simple como liberador fue dejar que se hundiese la pistola en un lago.

Con sus conocimientos informáticos, desarrollados durante años de soledad, lanzar ataques contra el negocio del armamento se convirtió en un juego divertido, de niños casi, de esa infancia que le robaron.

Mucho más complejo va a suponerle sacudirse el carácter retraído, pero está dispuesto a hacer ese esfuerzo por más que le cueste. Sabe que la asociación contra el acoso escolar necesita de su experiencia y apoyo.

04. Caperucita

A medianoche, mamá me levantaba de la cama y me hacía entrega de una cesta con comida para que la llevara al bosque. Siempre bajo el mismo árbol. Desde que papá huyó para evitar ser capturado por los hombres malos, me convertí en el hombre de la casa. Aquella excursión nocturna se hizo tan habitual que la mantuve aun cuando el fin de la guerra trajo de vuelta a nuestro padre. Y cada mañana, al retirar la cesta, la seguía hallando vacía.

03. GENIO Y FIGURA

Era un narcisista de manual. Un líder nato, admirado por sus amigos y compañeros de trabajo y adorado por sus colegas de correrías nocturnas. Para él, eran sus súbditos.

Pero quienes lo vivían más de cerca, como su familia o sus parejas, conocían también su lado oscuro cuando no se salía con la suya. Entonces era prepotente, nada empático y, con frecuencia, agresivo. Creía firmemente que llevaba siempre la razón, que no lo entendían, y ni se inmutaba cuando quienes de verdad lo amaban, acababan huyendo para preservar su propia salud mental.

Cuando tuvo el fatal accidente que lo postró en una silla de ruedas, sólo su perro, su dinero y la foto de su deportivo destrozado le hicieron compañía.

Pero, genio y figura, él seguía considerándose la injusta víctima de todos los demás.

Esos imbéciles.

 

“Nota manuscrita de D. Raúl Gil de Prado, hallada junto a su cadáver, su silla de ruedas y un frasco de ansiolíticos vacío”.

02. Acecho y derribo

Más allá de la curva del mundo hay un hombre marrón robando miel a las abejas que anidan en un castaño centenario. Inmutable, fuma un cigarro apestoso mientras rebaña hasta la última gota dorada. Decenas de gatos verdes vigilamos sus movimientos sin decir ni miau. Estamos acostumbrados a ver lagartos hurgar en las entrañas de los exhaustos y culebras que chupan la sangre a los inocentes.

Después, con un velo en la mirada, se dirige como un autómata a un árbol cubierto de caracoles para recolectarlos en un saco. Su alma huele a amor podrido, a ego absoluto, a ambición insaciable. Esperamos pacientes que cometa un error para abalanzarnos sobre su rostro y sacarle los ojos. Lo hemos hecho otras veces, pero hay que tener cautela. Este tipo de bestias prepotentes suele cubrirse bien las espaldas.

Entonces, una niña blanca, como de nata, aparece cantando por el camino. Al hombre se le ilumina la cara: por fin un gesto de debilidad. Tensamos nuestras patas, afilamos las uñas.

Sin pensarlo demasiado le ofrece miel, le enseña los caracoles. Cuando abre su saco gris llega el momento. Un coro de maullidos le acorrala ensordeciendo su credibilidad, juzgando sus intenciones.

Ya es nuestro.

01. JUSTICIA

Augusto está contento. Esta mañana, mientras se preparaba la sopa de lentejas que tanto le gusta, ha recibido la notificación de su abogado. Ha sido un año incómodo desde el accidente. Que haya un joven guapo y deportista involucrado, y peor aún, que sea la víctima, hace que todo el mundo rastree la culpabilidad más fácil. Como si la vida fuera tan simple, piensa él.

Lo único probado es que el joven había bebido más de la cuenta y había incrustado su moto contra el coche a una velocidad no permitida en un cruce sin preferencia. Esa era la realidad. Él se había limitado a mantenerse sereno, pero los padres del chico le habían insultado en el juicio, le habían llamado canalla, bestia, insensible, asesino… Y ayer mismo el juez le había declarado inocente. Ahora qué…

Augusto está pensando llamar a sus abogados para agradecerles el buen trabajo realizado y de paso, pedirles que inicien las diligencias necesarias para denunciar a los padres del muchacho; les perdonará su comportamiento ofensivo, pero deberían correr con los gastos del arreglo del Toyota. Parece lo más justo.

75. Penurias

Tropiezo en los escalones de subida al escenario, las piernas me tiemblan. Mi mano escarba con torpeza en el bolsillo interior de la americana. Desdoblo el folio que escribí anoche, en donde la tinta de ciertas palabras se emborronaron salpicadas por las lágrimas de ausencia. Así las dejé porque la posibilidad de tener que leerlas era ínfima, y porque me las sabía de memoria. Un actor debutante y con un papel de mimo no tenía ninguna opción. Tras recoger mi estatuilla como mejor actor de reparto, mi voz entrecortada entona mirando hacia el techo: «Abuela, tu siempre serás mi Sirio, mi estrella más brillante. Gracias por tantos sacrificios».

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