Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

QUIJOTERÍAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en QUIJOTERÍAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el tercero serán QUIJOTERÍAS Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE MAYO

Relatos

50. Leila y Alana/Iván (Belén Sáenz)

Nos asomamos desde la negrura sorda del líquido amniótico que compartíamos hacia la luz clamorosa del paritorio. Después, no sé cuántos minutos pasé sola en el vientre de nuestra madre; desde que naciste hasta que exigí a la vida que nos volviera a reunir. Antes de que el oxígeno llenara por primera vez mis pulmones, un tiempo que no podía medir sino por latidos, supe que tendría que esconderme de ti para probarme mi primer sujetador y acallar las dudas sobre el dolor del bajo vientre, la sangre pavorosa. Te acepté como hermano menor, aunque por aquel entonces aún eras la primogénita.

Doce años y has dicho basta. Te he sorprendido asomado desde la negrura clamorosa del balcón hacia la luz sorda del asfalto. Con tu pelo corto, el pecho aplastado bajo la camiseta y una nota de despedida que he hecho propia con mi firma. Hemos contemplado nuestra diferencia en el espejo y has aceptado mi compañía. Antes de saltar, me has cogido de la mano sin apretar y tarareabas una nana para distraerme del alarido de las ambulancias, de la amargura de saber que en el último momento la vida no me permitiría refugiarme contigo en las estrellas.

49. ACERCÁNDOME A LAS ESTRELLAS

El difícil e inevitable viaje a las estrellas para el que me estoy preparando se acerca.
¡Pero no quiero verlo como un tránsito oscuro, lúgubre, triste ….!
Es un destino a otra dimensión donde permanece el alma de quienes nos han precedido.
Deseo reencontrarme con el espíritu indomable y el amor inconmensurable de mi hermano.
Partió hacia las estrellas con 37 años, por el SIDA, al equivocarse, arrastrado por las drogas.
Al encontrarme con mi padre, reconoceré que tenía razón cuando insistía en que mi ex no me convenía. Aunque siga creyendo que se equivocó al echarme de casa, empujándome a casarme, cuando no quería.
Y ver ese espíritu imparable de mis abuelos.
Pretendo observar por ese agujerito mágico, como se arreglan «mis niños», sin mí.
¡Espero que encuentren buenas compañías en el sendero de la vida y me hagan abuela, aunque no pueda achucharlos!
Algún día me acercaré como estrella fugaz para protegerlos, al igual que a la familia, incluso a mi ex, al que he perdonado.
Y a amigos y compañeros les enviaré luz para que consigan felicidad y éxito.
Ya estoy lista. Espero ver desde su esplendor fulgurante y maravilloso todo lo que dejo atrás y que tanto amo.

48 Apagón (Juana Mª Igarreta)

Si no has conocido a tu abuelo, pero has crecido escuchando su nombre siempre rodeado de un rosario de alabanzas que tu padre repite una y otra vez cual fervorosa oración, tu abuelo se convierte en la estrella que ilumina tus pasos. Y al no haberlo visto nunca, ni siquiera en fotografía, porque defendiendo sus ideales tuvo que abandonar precipitadamente su casa y su tierra, sientes cómo la historia de ese héroe familiar va tomando visos de leyenda.

En una ocasión alguien susurra a tu alrededor que el abuelo, para evitar riesgos, se vio obligado incluso a parapetarse tras otro nombre. Es entonces cuando su estrella comienza a titilar dentro de ti agitada por el misterio y la incertidumbre. Quieres saber más, pero tus interrogantes chocan contra un muro de silencio.

Hasta que un día tu padre cree ver al suyo en tu rostro y, en ese mar de confusión, te pregunta: “Papá, ¿qué nos han hecho los de la estrella amarilla?”.

47. Algún año

Algún año me gustaría ver las Perseidas. He leído en mis libros que es un gran espectáculo y a mí siempre me han gustado mucho las estrellas. De momento, me tengo que conformar con leer mis libros de astronomía. Mamá no para de comprármelos, creo que se siente culpable por lo del accidente. Aún recuerdo su llanto cuando el médico nos dio la noticia. No paraba de llorar, me cogía la mano y la apretaba contra su corazón en un acto que acompañaba de unos gemidos indescriptibles; pero yo era feliz. Era mi oportunidad. Ya no encontraría ninguna excusa para negarme lo que hasta entonces había querido más en mí vida. Ahora, todas las noches duerme a mí lado para hacerme compañía y, cuando han salido las estrellas, me trae el bastón en la boca y agarrada a su arnés salimos a sentir el rocío de la noche. Yo me siento en el banco del jardín y mientras tanto Aries me cuenta, entre ladrido y ladrido, como se mueven las estrellas.

46. Space Oddity

Miro alrededor. Solo quedo yo a este lado del universo. En el otro, el camarero. Nadie más. Bebo mi cerveza. La cuarta, creo. La televisión encendida. Sin voz. En la radio, Bowie. Expulso una risa estúpida. Bowie: vinimos juntos. Un tipo con suerte: buen puesto y viaje de vuelta a casa antes de tiempo. Doy otro trago. El sudor del vaso cae sobre mi mano. Miro las gotas. Como un tonto. Mojo el índice en el líquido y punteo tres veces sobre el mostrador. Orión, explico al camarero. Asiente mientras seca una copa, la misma desde hace media hora. Qué sabrás, pienso. Habría que irse a casa, sugiere. Sí, a casa, respondo. Me levanto del taburete y desde la gota central de mi húmedo cinturón de Orión arrastro el índice por toda la barra. Lo arrastro. Lo arrastro. Lo arrastro, hasta llegar al final. Bebo un último trago y aterrizo el vaso vacío junto a mi dedo. Aquí, le indico. Aquí está. El camarero lo recoge y pasa la bayeta. A la de Orión invita la casa, dice. Hago una mueca y salgo. Hace frío. Siempre. Abrocho mi abrigo y miro hacia arriba, a la oscuridad, más allá de Orión.

45. LA REVUELTA DE LAS PALABRAS

Me preguntaba cómo sería eso de publicar un microrrelato. Quién sabe si uno pudiese soñar con la inmortalidad efímera de una publicación y así alcanzar las estrellas. Encontrar el abracadabra.

INGREDIENTES (método)

200 gramos de «El vestido» de Yasmina.

El mechón de la «Hermana Mayor» de Catalina.

La pata de un diván de la marca «Delirium».

Medio kilo de babas de una suegra en «Penumbras».

Un monigote de barro recién cortado de «La creación».

Cuatro pétalos de «Malas hierbas».

Dos pastillas de «Chantaje» con sabor a hijo de puta.

”Un indiano” poco hecho, recién llegado por navidad.

Una cucharadita de lágrimas de “El hombrecillo» que amaba a Dorita.

Rellenar con agua del sendero hasta cubrir el puchero.

Cocer a fuego de metáforas, hasta que las anáforas se disuelvan.

Como en cualquier conjuro que se precie invoco a la diosa Eneida mientras repito como un mantra las palabras SIED ITUR AD ASTRA, SIED ITUR AD ASTRA…

Importante:

Esta receta de la artista, con SUS ANAtemas, te muerde y te hace sentir que la vida es otra cosa.

Me esfuerzo, pero en el camino sólo hay talento para el desasosiego.

Hasta la próxima «Siembra».

44. Morir de éxito

Estaba harto de lanzarse en paracaídas, salir ardiendo de coches despeñados, cruzar ríos de aguas heladas, caer abatido por los enemigos de turno, compartir escenas de cama embarazosas… Cuando llegó a la industria del cine sus sueños de triunfador eran otros. Un cazatalentos se fijó en él y lo llevó ante la estrella de la compañía. Eran idénticos. Un corto periodo de entrenamiento y ya estaba doblándolo. Le pareció todo muy rutinario.

No solo lo suplió en los rodajes de películas, sino también en actos benéficos y en las tediosas entrevistas promocionales. Incluso, aunque esto el contrato no lo contemplase, en el lecho conyugal, para tapar alguna correría nocturna del famoso actor. Es demasiado injusto ser solo la copia, se repetía.

Ahora recogía un premio por su última interpretación. Pero su impostura ya no tenía vuelta atrás. Arrepentido, les confesó a sus jefes el crimen y ellos lo escucharon sin inmutarse. Fingieron reprobarlo, pero el show debe continuar, sentenciaron. A estas alturas ni ellos recordaban al intérprete original, el que provocó toda la cadena de suplantaciones irreversibles que, mientras el éxito durara, no imaginaban cuándo pararía.

43. Del caos

Del caos, se quedó con trozos de recuerdos. Con retales de la noche del ataque. Con la visión de puentes y edificios convertidos en cascotes, rodando incandescentes por el suelo.
Del caos, se quedó con las oleadas de luces quebrantándoles la vida en sucesivas explosiones y con ese «¡Mamá, mira el cielo que bonito!», que le dijo su pequeña, viendo caer en ralentí cientos de proyectiles luminosos en forma de cascada, de aterradora belleza.
Del caos, se quedó con la voz de quien gritó: «¡corred!» y con la imagen del retrovisor reteniendo el lugar de la tragedia, mientras huían de la ciudad a toda prisa.
Del caos, le quedó el dolor en el pecho siempre que recuerda a los que no pudieron huir y el llanto por todas las ausencias y el bruxismo y el insomnio y las visiones recurrentes y la necesidad de estar siempre en alerta.
Y del caos, también le quedó la que posiblemente sea la peor y más terrible de todas las secuelas: el recelo que ahora siente al contemplar el cielo y el terror que le producen las noches de Perseidas.

42. A TRAVÉS DEL ESFUERZO EL TRIUNFO (Alicia Alguacil)

 

Siempre te sentiste inferior. No fui yo. Cuando te vi, no sabía nada de tu  infancia, tu guerra con las miserias y los piojos. Te vi, como la  persona  que yo quería, con ganas de prosperar de luchar por un mundo mejor. Caminé a tu lado, creí que tu paso era franco, limpio y me enamore te ti.

Tú en cambio tenías un caparazón donde escondías tus miserias, tus miedos de infancia y tus dificultades. Ese odio amor que me tenías  por venir de una familia acomodada. Tú habías vivido la dificultad financiera y culpabas a mi familia por ser banqueros. No me veías a mí, sólo tú envidia a lo que yo era.

Luchaste por quitarme de tu vida, yo no lo entendí. ¡Te quería tanto¡

Pero una tarde de abril,  estabas triste. Para ti yo había sido una estrella y me veías muy lejana, aunque siempre te tendí la mano, tú no  llegabas a alcanzarme, y esa estrella apago su luz y sin ruido murió.

41. Es el hombre

Amawole eh eh eh amawole, canta el niño de regreso a casa. La libreta orgullosa entre sus dedos teñidos de un color pardo tirano. Hoy ha sido el único en acertar la respuesta. Y la maestra le ha premiado, por fin, con su primera estrella de plata. Las cinco puntas centellean en la hoja de la adivinanza. Tan hermosa como los astros que iluminan su camino hacia la escuela. Tan serena como los mismos astros que le guían al terminar su jornada en la plantación de cacao.

Kintela A nga Nalela Suso, grita incauto por el camino. Él, que siempre se desplaza silencioso como los espíritus, se ha descuidado. No era el elefante ni el hipopótamo ni la pantera ni la serpiente. Ríe al recordar que sus compañeros ignoraban cuál es el animal más peligroso. Pero la vanidad le tapa los oídos. No escucha las pisadas. Cinco pares de botas le rodean de inmediato. Arrojan su cuaderno contra la tierra para cambiarlo por un Kalashnikov. Mientras le empujan con sus culatas, las suelas —­de un negro feroz—­­­­­, pisotean las cuartillas. Las convierten en desechos. En moribundo polvo de estrella.

HASTA SIEMPRE – EPI

HASTA SIEMPRE

Hoy me he dado cuenta al intentar escribir el relato para el Anonymous dos. Terminó el plazo el viernes pasado y como me descuide me quedo sin llegar a las estrellas.
Mi última caída fue hace 14 días y cada vez me cuesta más recuperarme y ahora cuando me he puesto al ordenador me doy cuenta de que no sé a dónde voy.
Me cuesta leeros, me cuesta escribir. Ah y tengo muy claro que, si algún día lograra llegar al recopilatorio, seguramente no podría acudir pues a dónde voy con mi silla obligo a los demás.
La chispa que tenía se apagó y ahora estoy cabreado con el Mundo mundial. Me estoy poniendo melancólico y no quiero.
Un beso para Jams, para Ángel, para Mel y para toda la familia de esta noche te cuento.

39. Fiesta de cumpleaños, astronomía y algo de física (Montesinadas)

En el techo de aquella nave transparente se acumulan estrellas oscuras nutridas con deshechos de tarta. Huyen fugaces de la tormenta de manos y patadas de los niños que salen despedidos del tobogán más alto. Con cada manotazo las nubes oscilan de un lado a otro, por la energía cinética, y en su movimiento pendular ocultan un sol enfermizo, manoseado y pegajoso, que apenas se deja ver unos segundos. El tiempo suficiente para dibujar la silueta de unos cráteres que recorren las paredes y absorben las últimas estrellas moribundas de cartón piedra, o se tragan a una niña con pecas con el vuelo desviado, víctima de la fuerza de la dinámica provocada por la lluvia ácida del confeti.

Al otro lado de los cristales, los adultos saludan, mueven las manos y tragan medianoches de jamón y cervezas a morro. Abajo, de repente, un hongo nuclear, un destello cegador y la onda expansiva de un gigante que lo arrasa todo. Es papá que, sin soltar la lata de cerveza, ha seguido mis pasos hasta un punto de no retorno y se ha lanzado al vacío sobre el océano de bolas. Luego se arrepentirá, pero a veces, la gravedad produce fenómenos inexplicables.

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