Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

52. Herederos (Juana Mª Igarreta)

Un gran retrato preside el salón principal del viejo caserón. Desde él, Tomás Luzuriaga da la bienvenida a todo aquel que atraviesa la puerta de la estancia. Un conato de sonrisa parece escaparse al hermetismo de su boca, coronada con un rotundo bigote azabache, al que el tiempo no dio oportunidad de encanecerse. Dicen que, de joven, en sus mejores años de científico, tuvo una vida apasionante en un lugar muy remoto, pero, a su vuelta, nadie fue capaz de sonsacarle detalle alguno del mismo.

Han llegado de madrugada, flanqueados por los primeros rayos de sol.  Están desfallecidos, con las fuerzas al límite. No han encontrado en todo el trayecto ni un triste lugar donde reponer energías. Ya se lo advirtió en su día la tatarabuela G21 a la bisabuela G22 y ésta a su vez a la abuela G23 “son seres muy atrasados, están a años luz de nosotros”. Más vale que la mamá G24, antes de emprender el viaje, se acordó de proveerse de clavijas universales para todos. Sí, pero ¿dónde conectarse? De las lámparas de la casa todavía cuelgan densos goterones de cera.

51. Captcha

No tenía que haber subestimado la inteligencia de los robots. Parecía una gran oferta: pareja ideal, una casa de ensueño, hijos guapos e inteligentes y hasta puesto de trabajo y jefe por catálogo. Todo con un sencillo clic desde el ordenador. Acepté sin leer la letra pequeña y, desde entonces, sigo solo en este cuchitril trabajando gratis para ellos. Intento darme de baja, pero el sistema siempre me pide que demuestre que no soy un humano.

50. TRADICIÓN 2.0 (Belén Sáenz – Fuera de concurso)

Los primeros compases del pasodoble que ejecuta la banda dan inicio al festejo, y ninguno de los curiosos que se empiezan a congregar parece notar que son autómatas recién llegados de Tokio. Mientras, el technical consultant de Virtual Capea Inc. repasa los últimos preparativos para la lidia: Activados los audios de mugido de los morlacos animatrónicos. Sincronizados los efectos de destello del estoque y salpicaduras de sangre. Programado el holograma del alguacilillo mostrando las orejas y el rabo cortados. Quizás hoy los vítores le permitan estrenar la app de apertura de la puerta grande. La tecnología nunca ha fallado hasta la fecha, pero no puede por menos que estar inquieto. No ha tenido más remedio que ceder ante la bravuconada del desconfiado alcalde de la villa. Si el espectáculo no agrada a los lugareños, se ha comprometido a ser el diestro único y protagonista según el sistema analógico tradicional que, en forma de ruedo portátil y seis toros, seis, criados en dehesa, aún se conserva en las dependencias municipales.

49. Diferencias

Pequeñas lágrimas de aceite resbalan por su rostro insensible e inexpresivo de vigilante de museo, pero es al verse reflejado en el cristal de la vitrina donde se exhibe una dolorosa que las descubre. Entonces advierte que son muy parecidas y que tienen el mismo tamaño que las de resina sobre el rostro de madera de la talla de imaginería, que según los datos, representan el dolor y el sufrimiento. Procesa entonces la información y averigua que es afortunado. Las suyas solo son para evitar que le chirríen los  párpados.

48. Madre

La nueva unidad “Madre” está programada para criar, educar y proteger cualquier espécimen de cria desde su nacimiento hasta la emancipación total.

Ha sido diseñada con la última tecnología en inteligencia artificial, además, al estar formada de puro código y algoritmos, vive libre de apegos innecesarios.

Su última actualización ofrece un software revolucionario capaz de controlar uno de los virus más implacables: la adolescencia.

Pese a todo, Madre hoy no puede evitar sentir una sensación insoportable parecida a la angustia cuando, al llegar la noche, cae en la cuenta de que una de sus crias, en concreto la humana, aún no ha regresado de la escuela.

47. El regreso

«¡Qué desgracia!», me dijo Adela, aunque me consta que se alegró de que mi Antonio decidiera dejar este mundo. Lo sé porque mi Tonio, que solía llegar a casa un pelín bebido (que no borracho), no siempre atinaba a dar la luz de la escalera y terminaba aporreando la puerta que no era, es decir, la de Adela.

El caso es que cada día que pasa lo echo más de menos. Pero hoy, al volver de la compra, me paré frente a un escaparate en el que un robot parecía estar mirándome con esos mismos ojos de pasmado que tenía mi difunto. Entonces me decidí a entrar.

—¿Qué venden? —pregunté.

—Robots de segunda mano —me contestó un chico con cara de hamburguesa.

—¿Y qué sabe hacer ese del escaparate?

—Nada. Es para el desguace. No coordina movimientos, tira todo a su paso para detenerse a los dos minutos… y ya.

«Como mi Tonio, igualito que él», pensé para mis adentros.

Por dos duros me lo acaban de traer a casa, y lo tengo amodorrado en «su» sillón. Ahora me siento acompañada, y a eso de la una de la mañana lo dejaré salir a esparcir un ratito al rellano.

 

46. Mitología familiar

El techo de la casa de mi abuela era un cielo plagado de nubes blancas por donde revoloteaban los pájaros silvestres. Sobre las cuatro paredes de aquel refugio trepaban buganvillas de colores que, con disimulo, velaban mis agitados sueños. A menudo, se escuchaban susurros y pasos tímidos de espíritus traviesos que, al ser descubiertos, se esfumaban detrás de las cortinas y, ante mi extrañeza, la abuela se apresuraba a explicar que eran parientes venidos del bosque para protegerme. Alguna vez, los sorprendí humedeciendo mi frente sofocada con gotas de agua bendita, mientras ella trataba de hacerme cosquillas con unas ramas de laurel. Y, aunque resultaba en vano, también plantaba romero alrededor del jardín para que su aroma espantara mi pesadumbre.

Mi abuela era una Anjana generosa, hermana de una Ninfa de las Fuentes, prima de un Trenti y tía de un Nubero. Y por un insólito encantamiento, madre de una Ojáncana perversa que, una noche,  le arrebató la energía. Desde entonces, ese monstruo de mirada feroz y aliento turbio me acorrala en su niebla y vocifera, burlona, que soy la viva estampa de mi abuelo, un Musgoso solitario y melancólico que vaga sin descanso por el Valle de las Sombras.

45. Secretos de familia

Las tardes, de seis a siete, el abuelo era inmortal. Se enteró, contaba, cuando un obús, a las seis y diez, estalló a su lado. «Solo me hizo esto», y bajaba su calcetín para mostrarnos una cicatriz reseca en su tobillo izquierdo. Seguía con lo del camión que le arrolló, «sobre las seis y media», decía, y señalaba orgulloso una minúscula marca en su frente que mirábamos boquiabiertos. Más, pedíamos, y él explicaba su otro accidente: atravesó el parabrisas, voló por la barranquera y cayó en un pajar. «Siete menos veinte: ¡soy inmortal!», afirmaba mientras sacudía imaginarias briznas de paja de su chaqueta y nosotros aplaudíamos.
Una tarde, decidimos comprobarlo. Cogimos el revólver de papá y disparamos a las tripas del abuelo: las siete menos cinco. Al principio se asustó, luego se carcajeó por nuestra ocurrencia. Justo al dar las siete, nos besó a todos, se levantó con dificultad del sofá y salió para contárselo a los amigos, dijo, pero algo le debió fallar dentro, y por mala suerte temporal, a las siete y dos, se desplomó en la calle.
Ahora que él ya no está, me pido ser inmortal, aunque, si puedo elegir, mejor de seis a ocho.

44. Made in Japan

Preferí guardar las apariencias. Como las otras veces. Aunque en esta ocasión no necesité inventar viajes de negocio. Una empresa puntera en su rama le proporcionó un doble. Hablaba con su misma voz de tuba. La piel también olía a musgo. Y los lunares parecían trazados con papel de calco. Era tal la exactitud que ninguno de sus empleados advirtió el cambio. Solo yo me di cuenta de algunas diferencias. Su impostor, por ejemplo, era incapaz de lastimar.

 

Anoche regresó después de cinco meses fuera. Sobraba uno. Antes de que los operarios vinieran a retirarlo, ya lo habíamos metido en su cápsula hermética. De casa fue directo al incinerador. Usar y quemar, así son las normas. Si dijera que sentí remordimientos, mentiría. Nadie es culpable de enamorarse. Y eso es lo que todos verán: mi amor por mi marido. Lo de las tres palabras talladas en su nuca será nuestro secreto.

43. 3DW4RD

Casi nadie lo recuerda, pero los primeros robots fueron creaciones humanas. Hasta el año 2258 no se registró el primer autómata fabricado por otro robot.

Luego, se sucedieron generaciones de robots y los humanos fueron eliminados. Salvo algunos, criogenizados por motivos científicos.

El mundo cambió, porque las necesidades robóticas difieren de las humanas. Desaparecieron la ganadería, la agricultura y los supermercados. También cines y museos, burdeles y urinarios públicos.

3DW4RD (léase Edward) es un androide de sexta generación. Lleva décadas recopilando información, memorizando viejos documentales, analizando el comportamiento humano: su anatomía, sus relaciones, aquella búsqueda de la felicidad…

Suele notar vibraciones tras la carcasa. Inicialmente, las creyó fallas del sistema, pero ha descubierto que es solo una configuración prohibida. Y ahora sabe interpretarlas: siente añoranza y necesita comprender.

Ha intentado suprimirse, pero un comando de autoprotección lo impide. Luego, se arrepiente y se siente estúpido. Más sensaciones humanas atravesándole.

Hoy ha conseguido colarse en un edificio donde guardan humanos criogenizados. Está ante una cápsula que contiene una mujer joven. Sus ojos empañados derraman una gota de condensación sobre el cristal.

«No accionar sin autorización», puede leerse bajo un pulsador rojo. Y 3DW4RD lo pulsa, conmovido, empujado por la temeridad de comprender.

42. EL SIRVIENTE (Paloma Casado)

Poco después de que Tony lo adquiriera, Omix se convirtió en un sirviente indispensable. Pertenecía a la última generación de androides OmegaX, programados para satisfacer cualquier deseo o necesidad doméstica. Así despertaba a su dueño cada mañana con su música favorita y luego mientras desayunaba, conectaba las noticias de la víspera, el estado de las carreteras y del tiempo. Cuando marchaba, aspiraba el polvo y mantenía la casa con una temperatura y humedad ideales para su bienestar. De noche llenaba la bañera con agua cálida para disipar las tensiones de la jornada. Tras la cena, buscaba su programación favorita en la pantalla tridimensional o le leía una novela en el dispositivo electrónico. Se encargaba también de su correo y desechaba los anuncios creados por algoritmos e informaciones innecesarias según un criterio preestablecido. No siempre preestablecido, porque desde hacía unos días borraba por su cuenta unos mails que habían alertado todos sus sensores. Mensajes con una gran carga erótica firmados por una tal “tu gatita” que, si Tony hubiera llegado a leer, sin duda habrían alterado su equilibrio vital con quién sabe qué consecuencias. Omix decidió que estaban mejor solos.

 

41. Obsoleto

Éste año se ha negado a instalarse en el cerebro el chip con la última actualización de Windows 2050. “Me niego: yo no quiero ser uno más de los vuestros”, dicen que va diciendo por ahí. Y ahora se ha convertido en un proscrito. Se muestra huraño, esquivo, antisocial, como si el resto del mundo le debiésemos dinero o algo así. Por las noches, si te fijas bien, puedes verle recortar furtivamente las esquinas de la parte vieja de la ciudad, desconfiado y huidizo como una rata de cloaca. Incluso hay quien le ha oído, amparado en la en la soledad de su sótano, escuchando Rock&Roll.

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