Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

BLANCO Y NEGRO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en BLANCO Y NEGRO

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán relatos que desarrollen el concepto BLANCO Y NEGRO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE DICIEMBRE

Relatos

37. Juana, siempre Juana

El calor de la hoguera le recordó su nombre. Y fue justo en su centro, cuando del cuerpo solo quedaba el corazón, que el último latido se hizo el primero en otra Juana.

Rodeada del calor y la humedad de la selva de alacle y chicalote blanco, la otra Juana regresa una y otra vez a su propia hoguera, azuzada con las palabras que se clavan en los corazones de su tiempo, para convertirlos en leños y hacer del fuego su paraíso personal y terreno.

36. Vasos comunicantes

Ha conseguido un pequeño papel en la película: se festeja el regreso del héroe y nuestro personaje sale de la multitud y se le acerca mostrándole una foto; el protagonista la mira, asiente, le palmea el hombro; sigue su recorrido mientras al otro se le humedecen los ojos.

La escena no tiene diálogo. El debutante ensaya antes del rodaje, empeñado en dotar de sentido dramático a su actuación: unos pasos tímidos, su mano temblorosa, el gesto exultante. Lo ayudaría saber qué contiene la instantánea, pero el guion no lo precisa.

Se estrena el filme y su intervención no pasa desapercibida. Sus paisanos lo felicitan, algún impulsivo le pide un autógrafo.

Firma un contrato para rodar en el extranjero varias producciones de elevado presupuesto. Público y crítica especializada ensalzan sus dotes interpretativas.

Vuelve a casa convertido en una celebridad, pasea por sus calles y es aclamado por la multitud. Alguien se le acerca para mostrarle una foto. Él la mira por cortesía, sin fijarse en su contenido. De sobra sabe que en los ojos y en el semblante del joven admirador se encuentra la única certeza.

35. ESPERANZA

-¡Hace caló!
-Sí, y mucho, nos estamos achicharrando y todo lo que nos rodea está quemándose. Es algo mi vida que nos está pasando y no prestamos la debida atención. La situación va empeorando conforme el tiempo pasa. No sé cómo vais a manejar esto cuando os toque tomar las riendas de este mundo loco y testarudo.
La mamá resignada, mientras le da un vaso de agua fría a su hijita, mira desconsolada a su pareja, que tiene que ir a trabajar de sol a sol a unos campos en los que ese líquido y preciado bien no cae desde hace meses.
El mundo sigue como esa familia, a la espera de que también la ilusión por uno mejor no se seque.

34. MI CASA… (Nani Canovaca)

Volvíamos a casa con la alegría de recuperar el aire fresco y disfrutar el bajo de casa. El que normalmente usamos en verano y que deseamos dejar de ver, cuando se acercan las vacaciones y los días de playa.
Con el calor que hemos pasado, cansados por no poder conciliar el sueño, encontrarnos acribillados por los mosquitos y con algún quebradero de cabeza ocasionado por los gemelos, todos ansiábamos poder dormir en las colchonetas del suelo y arroparnos con una sabanita por encima.
Bajamos del coche, entramos cada uno su propio macuto y como habíamos tomado un picoteo por el camino, dejamos todo en el pasillo principal y nos dirigimos al sótano como si no hubiera otra cosa más preciada. Deseábamos dormir hasta que el cuerpo nos doliera.
Bajaron los peques y gritaron. Al escucharlos, como una posesa bajé y entonces fui yo la que grité. Llego papá con Marina envuelta en una toalla tras ducharse, asomaron sus cabezas y gritaron.
Nuestro querido y anhelado refugio, era una piscina sucia y mal oliente.
A otro día supimos de una riada debido a una tormenta y nuestro paraíso, se había convertido en una tortura.
¡Dios mío, necesito unas vacaciones!

33. La primera vez

Con cada paso que daba acortaba la distancia. En su mente, en vez de avanzar, retrocedía. Sus pies se acercaban al futuro, sus recuerdos lo llevaban de vuelta al pasado, al ayer. Las manos le temblaban. Mentiría, diría que era por el frío de febrero que se cernía sobre la ciudad. Solo él conocería la realidad, como sus dedos se agarrotaban, como los huesos de su palma crujían ante una presión imaginaria. La presión del recuerdo, un dolor añejo que debía haber dejado atrás, pero que siempre lo esperaba en la esquina más oscura de su vida; solo para tirarlo una vez más al abismo.

Regreso o llegada, se debatía en su mente. Las calles por las cuales caminaba le eran tan conocidas, como si fuera solamente ayer que corría con sus amigos; refugiándose en el calor de las tiendas de la lluvia que, por ahí, llegaba sin avisar. Las calles eran iguales, a pesar de los años pasados, a pesar del agua que corrió. Él no era el mismo; el chico que se fue un día de otoño para, aunque no lo sabía, nunca más volver. Por eso, ese regreso suyo sabía a primera vez.

32. RETORNIA (Belén Sáenz)

Cada viajero divisa Retornia desde un recodo diferente de su itinerario, así que su perfil no consta en ningún atlas. Desde la perspectiva del águila tiene forma de canal de parto invertido, pero su realidad palpita oculta en el entramado antiguo de todas las poblaciones. Al  final de un callejón sin salida. Sus moradores, heridos por arrollamiento y cubiertos de cicatrices, se sientan a la puerta de sus casas y nunca pasean por no encontrarse con su reflejo en el azogue con que están pintados los muros. Con la frente marchita, los vestidos apolillados y de talla más grande o más pequeña que la que corresponde, hablan de lado a lado de las calles en un galimatías común que llaman Recuerdo. Así transcurren los años de veinte en veinte, mientras el soplo que es la vida dobla las esquinas, revolviendo hojas secas y fotografías arrugadas. No hay música ni niños en Retornia; el único sonido es la radio encendida. Y dicen que reina un otoño eterno en las cuatro estaciones, porque todos los que habitan este lugar infeliz presienten que volver siempre es un fracaso.

31. Un nuevo comienzo.

Lo que la vida nos ofrece cuando somos jóvenes, y lo que pactas con ella años después, no suelen parecerse demasiado.

Y en cierto modo, el día en que tuvieron que decirse adiós, en los albores de su juventud, apenas conocían el verdadero significado de esa palabra, y el dolor tan grande que podía conllevar.

Sus vidas transcurrieron por los caminos que les fueron marcados, al abrigo de los sobrios dictados de la corrección, forjando una fachada de impostada felicidad que no se atrevieron a derribar, pero que poco a poco el tiempo fue resquebrajando.

Gloria había colgado los hábitos, y Lucía ya no tenía a nadie a quien rendirle cuentas. Y allí estaban, de nuevo, 40 años después, ya invisibles para el resto del mundo, en el mismo banco y con los mismos nervios, intentando recuperar ese primer beso que marcara un nuevo comienzo en sus vidas.

30. MIS OLAS DE CALOR

Hace unos meses, mi médico me aconsejó iniciarme en la meditación de atención plena para no medicarme, así que diariamente miro hacia mi interior mañana, tarde y noche.

En la oficina, hago bajar la temperatura ambiente y mi joven compañera, Eva,  lo soporta estoicamente con rebequitas de distintos colores colgadas en el perchero, imaginándose en tiempo venidero. Yo, voy eliminando mis capas de prendas  de algodón superpuestas y ya  humedecidas; parece que juego con ellas constantemente a aquello de “alirongo, alirongo, alirongo…la chaqueta me la quito y me la pongo”; menos mal que  la experiencia es una gran aliada y he conseguido una velocidad  máxima, sin importar si estoy  gestionando la base de datos o  atendiendo a un cliente (las señoras me miran compasivas, ellos me miran ignorantes).

En el restaurante, nunca-jamás elijo platos picantes porque sólo con su aroma, mi cara empieza a enrojecer y a expulsar esa secreción cuesta abajo hacia mi cuello, colándose de manera irrefrenable por mi escote, antes sensual y placentero, ahora destilando y humedeciéndome con algo que no es sudor.

Por fin, me he comprado un ventilador portátil muy silencioso y cómodo, de color rosa, que se ha convertido en mi mejor aliado.

29. La ciudad callada (Gemma Llauradó)

Aborrecía el calor del verano de su ciudad costera, un calor pegajoso por la humedad que le otorgaba el mar. Pensé que el verano se había vuelto incómodo para él, pero negó con la cabeza. Enseguida me di cuenta que para él, cada año era lo mismo y por muchos años vividos, no se acostumbraba a ello. Sin embargo, había algo que saboreaba. La tranquilidad y el calor aún soportable de las primeras horas del día. Su cardiólogo le había aconsejado que anduviera y él se había tomado muy en serio esa recomendación. A las 6h. salía a caminar unos cuantos kilómetros con la única compañía de su bastón.

A esas horas -en agosto-, apenas había transeúntes. Las calles prácticamente desiertas, sin circulación de vehículos, en silencio. Era la ciudad callada.

Una vez me confesó que muchas veces en sueños se imaginaba cerrando las puertas de la ciudad para que no entrara nadie más. “Menos, es más…” Solía decir, mientras argumentaba una sólida reflexión sobre lo superfluo de nuestras vidas. Los problemas de las grandes urbes y el exceso de población. Echaba de menos la vida calmosa de su pueblo natal en Asturias, sus montañas y su clima fresco.

28. LOS EFECTOS DE LA CALÓ (Rafa Olivares)

Ese día y a esa hora, se produjo un inédito alineamiento imposible de astros.

A casi cuarenta grados a la sombra de un ficus centenario, en un punto en que el calor ya se había transformado en la caló –unos cuatro grados más–, en la terraza del bar Galaxia, Celestino y su amigo Saturnino esperaban a que Estela María, la joven y maciza camarera, les sirviera el par de cervezas muy frías que le habían pedido. Cuando llegó con ellas en la bandeja de metal, probablemente por el sudor en su piel, los tirantes de su holgado vestido resbalaron por los brazos, dejando al descubierto, sin sujeción ni sostenimiento ninguno, una estrella rutilante a cada lado del canal mediero de sus vías lácteas, en perfecta alineación con las espumeantes jarras recién sacadas del congelador, y con los altos de Venus allá abajo, justo en la bisectriz.

Quizás fuera por la caló, quizás por la visión de aquella extraordinaria conjunción cósmica, el caso fue que los dos amigos, al unísono, abducidos por un incontenible impulso, le pidieron matrimonio a Estela María en aquel mismo instante. Mañana, en las dependencias municipales de la plaza de Neptuno, se casan los tres.

 

27. Desesperación

Ni el abanico, recuerdo de sus últimas vacaciones, ni el polvoriento ventilador de aspas, ni siquiera el escandaloso aparato de aire acondicionado lograban aplacar el insoportable calor de la oficina. El hombre con la camisa empapada bajo las axilas y espalda se pasaba, una y otra vez, el pañuelo por el cuello y la frente, desesperado. Esa misma desesperación le llevó a tomar un folio, a falta de otra cosa, y trazar en él todas las letras del abecedario. A continuación, vació de lápices la taza y la colocó boca abajo. Posó su dedo índice sobre ésta y con los ojos cerrados, invocó a cualquier presencia que anduviese por el viejo edificio. Todo ello con el deseo de que la temperatura descendiera abruptamente y el sudor se tornara frío por el miedo.

 

 

26. Calentamiento real

Me atrevo a poner en conocimiento de Vuestra Majestad que los calores en la recién anexionada Nueva Canabria, están causando más bajas que la propia liberación del yugo que sometía a sus habitantes antes de nuestra llegada. O se han perdido las cosechas o los frutos maduran sin ser recolectados. Las gentes se encierran en sus casas para huir de la canícula. Los ríos, otrora frescos, cristalinos, arrastran cadáveres de animales y en la zona Este se ha desatado la peste verde. Tamaño es el bochorno que asola estas tierras que apenas llegan mercancías, estando las que arriban deterioradas o menguadas en su uso. Las embarazas paren a deshora, los relojes se descompasan y las campanas de las iglesias han enmudecido. En las mazmorras del Castillo Central penaba un visionario vecino del lugar, acusado de conjurar con un maleficio todos estos calores para que Vuestra Alteza, reniegue de estas tierras, abandonándolas por tórridas y yermas. El acusado lo negaba, gritando desesperado que Nueva Canabria es el futuro de Vuestro Reino. Ayer fue ajusticiado al alba. El verdugo nos ha transcrito su último deseo. Quizás, en Su magna sabiduría, Vuestra Majestad comprenda su significado. Reza así: «¡Regulen los termostatos!».

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