Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

51. Compañera de batalla (Juana María Igarreta)

Al fin ha llegado el día. Desde que recibió la llamada, Bruno es otra persona. Tras sufrir mucho tiempo una esperanza con intermitencias, la alegría de la certeza ilumina su interior y se desborda a menudo en sus ojos.

Antes de marcharse, se asoma una última vez a su habitación. Bajo la funda acolchada se adivina la silueta de la que ha sido su compañera de batalla durante los dos últimos años. Aunque al principio le costó adaptarse a sus exigencias, sin ella no habría podido llegar hasta aquí.

Sentado en el autobús que lo lleva al hospital, siente al mismo tiempo ilusión e incertidumbre ante la nueva vida que le espera. Esta mezcla de emociones deriva de pronto en cierta desazón. Ahora, lejos de la euforia del primer momento, toma conciencia de que su golpe de suerte proviene del infortunio de otro.

Recupera el ánimo al observar a Tomás esperándolo en la puerta del centro médico. Un amago de sonrisa se cuela en sus labios al recordar las palabras de su amigo en la última de sus visitas: “Esta amiga a la que te conectas todas las noches tiene que valer un riñón”.

50 Flechazo en la Estación del Norte

Aquel amor, como las estrellas, nació por azar. Él bajaba de un vagón y ella subía. Él regresaba a su casa y ella abandonaba la suya. Él sujetaba un maletín sin lastre y ella llevaba a la espalda una mochila cargada de dudas. Sin embargo, en aquel descompasado cruce de caminos se produjo un aleteo misterioso y, tras un inevitable parpadeo, se miraron sus miradas. Entonces, de repente, estallaron dos suspiros en el aire, y se mezclaron sus olores, su energía. Luego, cuando ya magnetizados se rozaron con la punta de los dedos, hubo una interacción de cargas, una contracción de nubes y, según me cuentan, hasta se escuchó un silbido en Júpiter. Después, se detuvo el aire y un silencio prodigioso se convirtió en una sucesión de notas, en una melodía armoniosa capaz de serenar el miedo y adormecer la vergüenza. Aunque pueda parecer ficción, todo sucedió en un instante, en un abrir y cerrar de ojos. Y a nadie le pasó inadvertido. Incluso yo, que aún era un deseo distraído que vagaba sin rumbo por los cálidos fluidos de sus cuerpos, a veces, también tengo la audaz sensación de haberlo vivido.

49. ¡Hay que ver… Dugo!

Ansioso, no dejo de entrenar, de practicar.

Desde que me escogieron en la audición…

¡Corto fruta y verdura como si para treinta hiciera falta guarnición!

 

Para hacer muñeca… cebolla en Juliana, zanahoria en Brunoise, apio en Mirepoix y, al medio, patatas, sandías, algún melón…

¿calabacines y calabazas?

pfff… ¡un montón!

 

Después salí a cortar leña, también hay que hacer brazo… ¿qué se piensa la peña?

El filo está en su punto, también mi determinación, pero mantengo la calma, no quiero perder la cabeza de la emoción, eso le toca a otro…

¡el día de la ejecución!

 

Ese día llegó, su público debut aconteció, el capirote lo cubrió, el hacha cayó… y la cabeza rodó.

 

¡Ya soy un auténtico verdugo!

 

El pueblo lo aclamó, el sueño de Dugo se cumplió.

48. «CARPE DIEM»

Vivir a pesar de todo

Oscar Wilde

 

I

El sacerdote deja a la paciente más tranquila cuando escucha su confesión, aunque respira con dificultad y la sedación administrada en el suero intravenoso empieza ya a hacerle efecto. Después de una vida de sacrificio, renuncias y dedicada a rezar por los demás teme haber pecado de soberbia al pensar en el Paraíso que cree merecer. Aun así sigue imaginando su recompensa mientras exhala su último aliento.

 

II

El olor a especias del mercado le recuerda cómo el ayuno ha fortalecido su cuerpo. Igual que haberse mantenido tan puro como las huríes con las que sueña. Acaricia su pesado cinturón antes de mezclarse con el gentío, y cuando la multitud le impide avanzar cierra los ojos. Entonces inspira. Espira. Inspira hasta que sus pulmones no pueden aguantar más y acciona el detonador.

 

III

Ni siquiera recuerda el tiempo que lleva su maestro en posición de loto sin moverse, indiferente a todo lo que sucede a su alrededor. Por humanidad aún le espanta las moscas que se posan en su piel reseca o trata de que ingiera algún alimento, pero desde hace días no ha sido capaz de lograrlo. Y su respiración cada vez es más débil, más débil, más…

47. RESERVADO

Salió de la clínica sonriendo y dando grandes zancadas en dirección al metro, que a esas horas debería de estar atestado de gente, pero qué le importaba a ella. Tras unas cuantas llamadas a los suyos, ahora se aprestaba a poner algo de intriga en un mensaje escueto y misterioso: «Hola, guapo, luego te mando una foto. Espero que te guste.»

En el andén procuraba no recibir empujones de los hastiados pasajeros de la hora punta, y casi lo consigue salvo por un mochilazo de un descuidado adolescente:

—Perdone, no la he visto.

Ya en el vagón, se dirigió al joven de la mochila, que, sin prestar atención, como minutos antes, ocupaba indebidamente el codiciado asiento que casi nadie cede. Ella, que nunca antes osó sentarse allí, le mostró el letrero con un gesto dulce pero firme, y el muchacho se lo cedió, recibiendo a cambio una mirada de maternal agradecimiento.

— Perdone de nuevo, no sabía que…

Tras observarla con las manos en el vientre, le dio la enhorabuena.

— ¿Te importaría hacerme una foto en la que se vea el cartel de reservado? Es para mi novio.

46. Reincidencia

Con un ramo de orquídeas y un manojo de nervios entra en la capilla. La precede el corazón dando brincos a lo largo del pasillo. Lleva la felicidad desparramada por el vestido y los zapatos blancos de charol anegados de dicha. El órgano se desata en marcha nupcial. Las miradas expectantes desde las bancadas. Él párroco presto a la bendición. El prometido duda. No recordaba que el tul fuera rosado. La novia se acerca sin padre ni damas de honor. Camina con paso firme, victoriosa. A pocos pasos del altar se amontonan los murmullos. Desencajada irrumpe en el templo una segunda novia. De pronto es alboroto, hay trajín y torneo furioso de velos. Frente a la iglesia espera un furgón del sanatorio cercano. Dos hombres de blanco, curtidos en la materia se llevan en volandas a la mujer rosácea.

45. Rímel

Ha extraído, del primer cajón, aquellas braguitas negras con encajes que la hacen sentir tan sexi. Ha decidido que no se pondría sujetador. Cubriría el torso con la blusa de blonda negra, la que casi deja ver, insinuante, los pezones. Ha abierto el armario y ha escogido la falda corta que tiene un corte en el muslo.

—Parezco una prostituta— ha dicho a la imagen del espejo —con esos ojos y los labios tan pintados. Ha depositado, bajo cada lóbulo, unas gotas de perfume con aroma de madera seca y ha adornado el cuello con tres vueltas de diminutas perlas de río. Ha abierto el bolso para comprobar que no faltara nada: el espejo, el pintalabios, las gafas de sol (por si la sorprende la mañana), el billete de cincuenta, el tabaco (para después) y la piedra azul que le trae suerte. Ha dejado sobre la cama el móvil, la vergüenza, los tiques de la compra, la tarjeta del metro y la carta del banco. Se ha calzado los zapatos de punta fina y talón alto, ha colgado el bolso del hombro y ha salido a comerse el mundo. O al primer hombre que se le ponga a tiro.

44 Fermento (Paqui Barbero)

Desde hace unos meses no espera a su marido para hacer la masa. Abre la panadería ella sola y vende los panes y las hogazas mientras los clientes entran uno tras otro. «¡Qué bien huele a pan recién hecho, Ana!». Bollos de maíz, barras de Viena, panecillos de leche… Cada vez que suena la campanilla de la puerta le da un vuelco el corazón. El hijo del herrero enciende el fuego del horno con solo mirarla. Debe ser por el calor de la fragua. Amasa los molletes y tamiza la harina mientras piensa cómo serán los músculos de su espalda.  Ni levadura necesita para que crezca la masa.

Mientras, el marido la observa en silencio y calla. Desde hace unos meses también él hace bizcochos de textura fina y delicada, cada vez que el hijo del herrero sale de la tahona y pasa por la casa.

 

43. MÍO (Belén Sáenz)

Fue sencillo enredarle en la telaraña de una deuda inabarcable y permitir que las fechas para saldarla se le escurrieran entre los dedos. Bien sabía yo que no podría ofrecerme una reparación ni tenía amigos o familiares que respondieran por su honor, así que conforme a nuestra lex el pretor le impuso la pena de convertirse en mi esclavo. En posesión plena. Era justo lo que pretendía desde que lo vi apoyado en una columna, en el foro, comiendo una naranja que había abierto con las dos manos, sin siquiera pelarla. El jugo le resbalaba desde los antebrazos hasta las muñecas, y yo me quedé mirándole con la boca seca y el corazón galopante de deseo. Corrí, le perseguí desde el cardo hasta el decumano y le busqué en las termas, pero se alejaba de mí con miedo, o asco. Si no hay convencimiento, me prometí a mí mismo, habrá vencimiento. Ahora le espero en el patio de mi domus, donde sombrea la tarde y ya florece el azahar.

42. Quiteriano ganador (Aurora Rapún)

Se sentó en primera fila para no molestar cuando se tuviera que levantar. Era una de esas entregas de premios a las que deben asistir los finalistas para saber si han ganado o no. Quiteriano era un tipo optimista y, a pesar de haber pasado media vida presentándose a concursos y no haber ganado ninguno, seguía manteniendo la esperanza de lograrlo en cada ocasión. Antes de escribir un nuevo poema, sentía un cosquilleo y saboreaba la miel de la victoria. En cuanto recibió el correo en el que se le notificaba que era finalista, empezó a imaginar cómo iría vestido y qué palabras pronunciaría al recibir el premio. 

El momento había llegado y el poeta intentaba contener los nervios, mientras visualizaba cómo ofrecería la mano a la alcaldesa cuando esta le entregara el diploma. 

Cuando la periodista que conducía el acto pronunció su nombre, este compuso una sonrisa comedida y comenzó a levantarse. Se detuvo al escuchar el apellido, sorprendido por el error que desentonaba en un concurso tan bien organizado. Afortunadamente, el otro Quiteriano fue lo suficientemente rápido para llegar junto a la alcaldesa antes de que él pudiera hacer nada, justo a tiempo de evitarle el bochorno.

41. CELESTE

Celeste escudriña las miradas. No percibe nada extraño y se atreve. Se suma a los juegos: “al pasar la barca, me dijo el barquero…” Salta mientras la comba vuela de sus pies a su cabeza. Se deja llevar. Mientras se eleva, olvida que es diferente, que ha mentido cuando ha dicho que no tiene ningún secreto.

Camino de casa, se ilusiona. Piensa que tal vez todo ha pasado y podrá ensartar complicidad y juegos con ellas. Pero llega la noche y la realidad se impone. Intenta ignorar las visiones, mantener los objetos quietos. Le gustaría desconocer que las nanas que canturrea Candela en la cocina, mientras trocea verduras y pasa la mano por su vientre, pronto serán un nudo en su garganta. Daría lo que fuera por ignorar que este año la cosecha de los campos de su padre se perderá por la inminente sequía…

Una más, sólo quiere ser una de ellas y meter en la mochila, entre los libros que esperan una jornada más en el colegio, la certeza de cargar únicamente ese peso.

 

40. La pasión según un ángel caído (Antonio Bolant)

Fue su ángel de la guarda, pero se había convertido en mucho más que una dulce compañía. Intangible e inmortal, moría por tocarla, por llenar de sangre la neutral transparencia y deshacer las costuras de lo etéreo en la antesala de su vientre.

Ella hacía mucho tiempo que dejó de preguntarse por qué mordía los labios al aire, qué bendita sacudida le hacía arañar la espalda a la oscuridad; esa sensación de húmeda plenitud cubría cualquier desconcierto.

Los versos libres no caben en las bienaventuradas leyes celestiales, y el ángel acabó condenado a un ostracismo sin derecho a vuelo. Ella, en sus lánguidas noches secas, aún sigue rezando a las cuatro esquinitas de su cama para que aquellas sensuales sensaciones regresen al amparo de sus caderas.

En un universo hueco y olvidado, entre el barro de la materia oscura, sin tener donde caerse vivo, el ángel se limita a sobrevivir de los despojos de la esperanza. Cada juramento, cada embestida a los soportes del cielo, ha ido conformando un rosario de siniestras alianzas. Hoy, finalmente, todo está dispuesto para una resurrección desde los infiernos a cambio de un alma eternamente rota sin ella.

Nuestras publicaciones