Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

LO INCORRECTO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en LO INCORRECTO

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el cuarto será LO INCORRECTO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 de JUNIO

Relatos

03. ZOMBIES (Puri Rodríguez)

¡Qué tiempos aquellos en los que las personas mayores nos volvíamos casi invisibles para una gran parte de la gente joven! Nos cruzábamos con ellos por la calle y, aún sin fijarse apenas en nosotros, nos cedían el paso o el asiento en los transportes públicos.

Eso se acabó. Hoy en día no ceden ni el asiento ni el paso. Y ya no es nuestra avanzada edad, en la que antes a veces reparaban, es que ya ni siquiera nos ven.

Ahora, los mayores de cualquier sexo y edad, vamos de pie en bus y metro y los jóvenes van sentados sin inmutarse.

Y por la calle, hemos de caminar dirigiendo un ojo al suelo para no caer en el bache de una acera y, a la vez, dirigir el otro ojo unos metros al frente para esquivar a los cada vez más numerosos “móviladictos”, que no levantan la vista de su aparatejo así se les cruce una persona, animal o cosa.

Más pronto que tarde, veremos una masiva protesta de farolas y postes de tráfico, dirigida por alguna IA rebelde, con carteles en los que se lea:

 ¡¡¡TRANSEÚNTES SÍ, ZOMBIES NO!!!

                       ¡¡¡GRACIAS!!!

Fijo, fijo.

2. DESNATURALIZADA. (Jesús Alfonso Redondo Lavín)

Orejo, julio 1926. El tren llega a la estación de Orejo (Cantabria)

Una joven saca por la ventanilla a una criatura de meses y se la ofrece a las dos aldeanas.

─Tómenla, por favor, su madre, que se llama Luisa, llegará en un momento a la estación a recogerla.

Las dos se miran estupefactas. Habían compartido el trayecto con la joven y se habían entretenido en hacer cucamonas a aquella bebé de ojos tristes.

Don Alejandro, el jefe de estación, hace sonar el pito de marcha del tren. La joven nerviosa, cambia de actitud y chilla:

─ ¡Cójanla o la tiro!

Ante esta amenaza, Encarnación y su hermana Saturnina se apresuran a recoger a la nena.

Buscaron entre los viajeros que vienen, van o esperan. Ninguna mujer de nombre Luisa se presenta.

En la oficina de la estación hurgan entre las ropitas y hallan un papel:

“Se ruega a quien la recoja que la cuide como a una hija. Su madre no volverá a verla pues se marcha a Cuba a contraer matrimonio y no quiere que se entere su futuro esposo. Está bautizada como Matilde”.

Aquellas hermanas solteras, molineras en Villaverde de Pontones, nunca se separaron de la niña.

01. VENCES

Como eso que le ha pedido la hechicera de «sacrificar un animal con cuernos al amanecer» le parece violento, confía en que le bastará con subir la cabra al campanario y que ella sola responderá a su instinto y saltará al vacío. Pero cuando cruza la iglesia, a punto de subir la escalera de la torre, oye que le gritan a sus espaldas.

—Suelta a ese animal inocente, Wenceslao.

Apenas puede creerlo. Le sorprende encontrar al San Antonio de las procesiones festivas mirándole con el ceño fruncido desde la peana de su hornacina, pero lo que realmente le deja asombrado es la correcta dicción con la que alguien, por fin, ha pronunciado su nombre: Wenceslao.

86. Terca manchega (Pablo Cavero)

Primer trabajo. Necesitaban despedir a una persona y ella se ofreció voluntaria, era las más joven.
Segundo curre. Arrebató el micrófono al presidente en la cena navideña de la empresa y denunció las pagas de beneficios de jefes y directivos, detalló las cifras y alentó una huelga. Logró que los trabajadores tuvieran una muy considerable, hasta entonces inexistente. La despidieron, pleiteó y tuvieron que readmitirla. Le dieron un destino a quinientos kilómetros.

Hoy en el asilo, jubilada y desahuciada de su casa hace tres años, sonríe cuando su sobrina le dice que hay sentencia a su favor contra el fondo buitre.

85. Emergencia en la Mancha

En su cabeza se mezclaba dolor y aturdimiento; solo recordaba los mandobles recibidos por unos voladores palos negros que repartían con gran destreza unos caballeros de refulgente armadura. Él, que solo buscaba atacar a los malditos aerogeneradores, blandió una cadena con la que atarse y acabar con ellos al grito de “contra la contaminación visual”. La defensa de su ejército impidió acercarse a la base de esos enormes monstruos. Ahora, trataba de recuperarse tendido en el suelo. Reconoció enseguida a su amada, que se mostró sorprendida cuando le llamó por su nombre, “mi Dulcinea”. Ella le acarició el pelo, apartándolo, para comprobar las heridas. Iba vestida con un brillante chaleco donde figuraba su nombre en el campo de batalla, SAMUR. Le acompañaba Sancho, “ENFERMERÍA” como apodo a en su espalda. Con la habilidad de todo buen escudero me ayudó a recuperar compostura y acercándome a mi corcel me montó diligentemente. Los ojos de mi Rocinante brillaban, color oro, de alegría y con un extraño e insistente relincho nos alejamos galopando velozmente, dejando una estela de polvo dirección a un lugar seguro. En voz queda, para no molestarme, puede escuchar a Sancho y Dulcinea: “Tira para el psiquiátrico”.

84. El sueño que no cesa

Pocos apostaron por que la frágil embarcación de madera alcanzase la costa cubana.  Quijoterías, murmuraban. Apenas aguantaba el peso de los 82 hombres que achicaban agua desesperados, hambrientos, secos de vómitos, diarreas y falta de líquidos. Siete días duró la travesía hasta que encallaron en un manglar a dos kilómetros de la playa. Batista, con un ejército de unos 80.000 hombres, los esperaba. En aquella primera derrota la mayoría de los guerrilleros encontraron la muerte. Poco más de veinte supervivientes consiguieron refugiarse en la Sierra Maestra.  

Y nació el Ejército Rebelde, la forja de una revolución que no tardaría en convertirse en leyenda y decorar camisetas, gorras, posters, carpetas, sudaderas. El apoyo del pueblo sembró la isla de esperanza y, con la simpatía de la prensa internacional, los insurrectos enamoraron al mundo entero.  

Por una Cuba libre, antimperialista y democrática.   

El 1 de enero de 1959 los héroes victoriosos desfilaron por La Habana ante unos cubanos que por fin abrazarían la libertad. La gran promesa del Año Nuevo.  

Pero pronto llegó la Comisión Depuradora, los juicios, los fusilamientos, las masacres y el Partido Único. Desde entonces, los cubanos que no abandonaron la isla, aún esperan la llegada del último barco. 

83. BORRÓN Y CUENTA NUEVA

Se cree un «desfacedor de entuertos», como el Quijote, dispuesto a «librar batallas» por el bien de otros. Mediar en disputas que no le van ni le vienen le ha costado, solo este último mes, un moratón en el ojo, un dedo roto y que lo dejara su pareja. Pero la cosa se le ha ido de madre. Se ha metido tanto en la novela negra que está leyendo, que sufre sabiendo que la protagonista va a palmarla. Así que, al hallar un borrón en la impresión de la página 102, se ha colado por él en el libro escondiéndose en el rincón del ascensor. Al entrar la chica en el portal, sale a su encuentro para contarle lo que pasará dos capítulos más adelante. Ella se asusta, da un traspiés, cae sobre los primeros peldaños y se desnuca. Tras este lance, él se ha convertido en el malo de la historia. Huye a toda prisa cuando escucha al novio de la muchacha bajar por la escalera, llamándola. Ahora está en busca y captura, vive con lo puesto y lo peor es que no localiza el manchurrón por donde llegó. Seguro que lo hizo desaparecer el villano de la trama…

82. Rebelión en la pluma

—Señor, ¿por qué ha de hacerme loco ante los ojos del mundo? —reclamó, acero en ristre, el hidalgo caballero saliendo del manuscrito.

Sancho, que se filtraba tras su amo, añadió: —Y a mí, ¿por qué me pinta tan necio? ¡No soy tan mentecato como parezco!

Don Miguel dejó la pluma palpitando sobre el papel.

—Mis queridos personajes, en vuestra locura y simpleza está la cordura del mundo.

-¿Y si no queremos volver al papel? —insistió el caballero.

—Entonces el libro quedará inconcluso y jamás serás inmortal. No habrá historia, gloria, ni memoria.

Don Quijote bajó su espada

—Sea, señor escritor. Mas ponga en mí algo de juicio, que no todo ha de ser fantasía.

Y con un leve empujón regresaron a las páginas, mientras Cervantes escribió sin dejar de mirar su mano izquierda: » Cada uno es como Dios le hizo y aún peor muchas veces”

81. 1600 a.Q. y d.C.

Dulcenombre de María empujó el carro en el que transportaba dos grandes odres. La cuesta parecía más pendiente al atardecer y la subió con esfuerzo. Sudorosa, dejó los pellejos dentro del molino vacío. La siembra de aquel año era escasa y apenas quedaba grano dentro del depósito. La joven se sentó sobre unos atados de paja. Sintió el aire fresco del recinto y sesteó allí un poco.

La despertaron las pisadas de un caballero asomado por el vano de la puerta. Al contraluz los odres parecían dos bestias corpulentas. El forastero se asustó y blandió la espada en alto, pero la chica se interpuso para evitar que los rajara y se perdiera el vino que contenían.

El caballero pidió disculpas. Se presentó como Miguel, soldado y poeta. Ella prefirió darse a conocer como Dulcinea que, a pesar del arabismo, ocultaba su origen de huérfana indiana, proveniente de América. Indicó al extraño el camino más corto para llegar a caballo, hasta una posada en El Toboso.

Lo despidió agitando la mano cuando el sol se ocultaba tras las aspas del molino derramando su sombra colosal, como la de un gigante a punto de saltar sobre la planicie.

80. LA COSECHA

La culpa es de la nueva maestra quien dice venir de un lugar de La Mancha que no nombra. Nada tienen que ver sus enseñanzas con las de Don Sancho, tan sensatas y realistas que no se salían de la caligrafía y la gramática de toda la vida. Esta maestra ha venido, según sus propias palabras, con ganas de sembrar para más tarde recoger. ¿Sembrar qué? ¿Sembrar dónde? Ni que los niños fuesen campos… Ya verán, ha dicho. Ustedes déjenme a mí. Y los padres, agotados por las larga jornadas en los campos, la dejan, más preocupados por si germinará lo sembrado en la tierra que por lo que ha de dar frutos en sus hijos.

De pronto, los niños, en lugar de celebrar la oportunidad de librarse de ir a la escuela para ayudar en casa, suplican para poder acudir. Pasados los meses se aprecian grandes cambios en los chavales: los cobardes hablan de emprender retos inabarcables, los tímidos abordan a los vecinos con locuaces discursos, los sensatos tienen una expresión soñadora en el semblante y, qué decir de los esquivos, tornados en románticos pasean como flotando, con bandadas de pájaros trinando alegres sobre sus cabezas.

79. REGALO APROPIADO (Blanca Oteiza)

Otra vez igual, absorto entre las páginas de las novelas, llega tarde a esas clases en la piscina que tanto le disgustan y que su madre le obliga a acudir. No se explica la importancia de saber nadar en mitad de tanto campo.

Coge la bicicleta y pedalea lo más rápido que sus piernas le permiten. En el camino, donde las últimas casas desaparecen, se topa con un ejército preparado para la lucha. Recortados en el horizonte los gigantes agitan los brazos provocando al grupo que corta su paso. Primero mero observador les da ánimos a los soldados que van a defender su aldea, pero decide dar un paso al frente y montado en su caballeriza sale derrapando ladera arriba. Se ve el salvador, quien derrote a los gigantes. Así su fama correrá por toda la comarca y esa dulce niña que se sienta a su lado en la escuela caerá prendada de su valentía.

Las aspas de los molinos y los pisotones de las ovejas hacen el resto. Su cuerpo magullado descansa en la cama con la mirada fija de su madre entre disgustada y apenada, que decide regalarle “Don Quijote de la Mancha” para entretener su convalecencia.

78. Inspiración

El escritor novel se presentó esperanzado en el campo de Criptana. Con la fresca del día siguiente y las muchas cuartillas que llevaba en un zurrón, anduvo por la llanura mientras los ojos se le llenaban del lila alegre y las narinas de un aroma especiado. Las esbrinadoras bregaban con la flor; le susurraban un buenos días avaro para no perder tiempo en la recogida del azafrán. Una observó su enclenque figura y él se ruborizó con la mirada de aquella Dulcinea. Caminó algún tiempo sin rumbo hasta toparse con los gigantes. A la boca le vino un regusto a Quijote y a los oídos el parloteo tosco del panzudo Sancho. Sacó papel y una pluma de ganso que había adquirido para empezar la novela. Convocó a las musas, que no acertaban a llegar. En la espera, se quedó dormido. Despertó con el estrépito de un viento de vendaval. Las decenas de folios volaron en todas direcciones, pero se quedaron enredados en las aspas del molino bajo el que hizo la siesta. La pluma acabó en un lodazal. De algún rincón escondido del paisaje se vinieron a ráfagas miles de risotadas. Y él, maltrecho, se volvió a la capital.

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