Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

10 Sentimientos encontrados (Javier Igarreta)

Elena se detuvo en el estante de lencería del chino y eligió un tanga negro, rechazando unas bragas de color carne más recatadas. Apostada junto a la balda de ferretería una chica con aspecto andrógino la miraba de reojo, esbozando una sonrisa cómplice. Coincidieron en la caja. Ella acariciaba una llave inglesa con insinuante afectación. Elena se hizo la despistada, pero no pudo permanecer insensible a la calidez de su gesto.

Días después, escuchó atónita una noticia escalofriante. El dueño de una cercana tienda de revistas había sido asesinado. Un individuo taciturno y un tanto mirón. Junto a la víctima, encontraron una llave inglesa cuidadosamente impoluta. A Elena se le erizó el vello cuando halló en su buzón un escueto anónimo: “tenemos el mismo gusto”.

Atrapada en aquel juego, sus noches se tornaron convulsas. Sus más vehementes deseos afloraban en la trama de recurrentes pesadillas.

El fatídico día, Elena creyó vislumbrar su magnética mirada al fondo de un metro abarrotado. Al llegar a la parada se oyeron gritos y disparos. Entró en casa con el corazón en un puño y sintió que se lo arrancaban cuando, horas más tarde, vio en la pantalla aquellos ojos fríos y sin vida.

09. Preliminares

Casi nada de lo que proponía la revista para preparar una velada romántica convencía a Flori. Las velas las descartó; si a Mauricio le olía a cera se ponía muy pesado preguntando que dónde era el funeral. Los pétalos de rosa sobre la colcha, ni hablar; bastante tenía ella con barrer los pelos de Bola. El champagne, tampoco; a Mauricio no le sacabas del vino con casera. Y lo de las ostras, el foie y los dips con salsa de yogur, vaya moderneces más tontas; unos huevos con chorizo y era el hombre más feliz del mundo. Al final se volvió de los recados con el carrito medio vacío.
Pero cenaron muy a gusto. En la cocina, para no sacar la vajilla buena. Y mientras estaba todo entretenido pasando la lengua por el plato, Flori se levantó a por las fresas, encendió la música y comenzó a sonar el «Despacito» al tiempo que dejaba caer al suelo la bata de franela. Debajo llevaba únicamente un delantal rojo diminuto, tan apretado que se le salían las tetas fuera.

Mogisss —susurró con aquel acento francés que tan cachondo le ponía, contoneándose y untándose de nata los pezones— el postre aquí, mmmon chéri

 

08. Desenfreno programado  (Diego Cano-Lasso Pintos)

Mientras desayunaba vi en el almanaque que era catorce de febrero. Y pensé:

Esta noche sexo desenfrenado, me da igual que sea San Valentín.

Tengo que concentrar energía.

Me puse a ver fotos recordando nuestra pasión de juventud. ¿Qué quedó de aquello? Solo incomunicación, rutina de días y años marchitos. ¡De hoy no pasa!

Comí ordenadamente y dormí placentera siesta. Salí a pasear con mi mujer y merendé en el parque madalenas con chocolate, que dicen que da mucha energía.

Llegamos a casa anocheciendo y le insinué:

–Podemos hacer…

–El qué –interrumpió– voy a preparar la cena.

–Está bien, voy a ducharme.

Quizá me haya precipitado. Una ducha calentita deja como nuevo.

Los pensamientos y el agua recorriendo mi cuerpo me cargaron de deseo.

Salí del baño oliendo a limpio.

Antes de llegar al salón, donde había previsto el evento, ya oí en el pasillo su voz desde la cocina:

–Tienes la sopa caliente en el plato y ahora frio las salchichas.

–Vale –contesté.

Aumentaré fuerzas, pensé.

Cenamos hablando de intrascendencias y después de recoger vi que se había hecho tarde; no me pareció oportuno insistir.

Llevamos así veinte años, arrancando la hoja del almanaque estéril. Mañana será otro día.

 

07. En barbecho

Mamá dice que ser dueña de una granja es como tener un tesoro, que ya lo entenderé cuando sea mayor, aunque no la veo muy contenta, porque se encarga de arar, regar y sembrar la tierra ella sola. Siempre se queja de que yo le diera miedo a papá y decidiese abandonarnos antes de que naciera, en el momento que más lo necesitaba para cuidar la cosecha, y que por eso nadie habla con nosotras ni nos dejan ir a la iglesia los domingos, que es lo que hacen otras mamás y papás con sus hijos.
Yo no entiendo cómo mi papá pudo asustarse sin ni siquiera haberme visto, y entonces pienso que debo ser muy fea y me pongo triste, igual que a veces parece sentirse mamá. Todas las que sé que no me quiere mucho y me grita enfadada. O las que empieza a beber de la botella que guarda en su habitación, y se abraza ella sola para darse calor. O cuando se acuerda del campo que sigue en barbecho sin aprovechar sus mejores años para cultivarlo porque no encuentra ningún hombre que quiera ocuparse de él. Y me mira como si yo tuviese la culpa.

06. VIAJES DE PLACER (Ángel Saiz Mora)

Sus ojos rebosaban deseo, nada que no hubiese visto antes, pero había más en esa mirada; supe leerlo, aunque fuese analfabeta, obligada a prostituirme al final de una guerra perdida. Me arrojaron como entretenimiento a su celda de condenado, para humillarnos a los dos.
En lugar de quitarme la ropa, me susurró que simulásemos con respiración entrecortada y sonidos lo que aquel carcelero quería oír. El guardián pronto puso fin a la visita, con una sonrisa maliciosa. Mientras escudriñaba mi escote, el reo lo sorprendió con un banquetazo. Se puso su uniforme y logramos cruzar la frontera.
Días complejos. Noches gozosas. Nunca habíamos salido del pueblo.
Aprendí las letras en el país de acogida, de donde no nos movimos durante años, aunque transitamos todos los caminos que es posible dibujar en la piel. El apasionamiento dejó una estela de siete hijos.
Pese a la formación tardía, mis poemas, de marcada sensualidad, han llegado a los cinco continentes.
Actualmente, ya octogenarios, cumplimos el sueño de recorrer el mundo; como todo lo que hacemos, de forma intensa. Lo más excitante son los hoteles, además del rastro de denuncias en comisarías por escándalo público.
Juramos que los jadeos nunca más serían fingidos.

05. Reconquista

«Ponemos barreras para protegernos de quienes creemos que somos.

Luego un día quedamos atrapados tras las barreras y ya no podemos salir».

El caballero de la armadura oxidada

Robert Fisher

Ahora que ya no sueñan con monturas de oro ni corsés de plata, sus noches se han vuelto eternas y apenas consiguen dormir.

Antes de que salga el sol, él se acerca y le limpia el manto esmeralda que deja el óxido sobre el bronce. Aún llevan las mismas armaduras con las que desde hace años se protegen.

Luego le toca a ella y -entre tanta opacidad, cobre y estaño- terminan frotándose en busca de algo de brillo.

Cuando por fin consiguen quitarse las pesadas corazas, caen exhaustos sobre la cama. Y, si tienen suerte, un nuevo amanecer les sorprende. Invadidos por el irrefrenable deseo de ver sus cuerpos desnudos y arrugados por primera vez.

03. Hijas de Afrodita

Emanaba aquel aroma a galletita de canela y chocolate de forma natural. Además la gravedad no afectaba a su cuerpo: se desplazaba a unos centímetros sobre el suelo y su pelo color miel flotaba, lo que maravillaba a todos, aunque tuviera sus inconvenientes. Pero lo más increíble eran sus ojos violetas, que hechizaban irremediablemente al mirar.

Su familia siempre había intentado salvaguardarla de las pasiones que provocaba. Le ponían gafas oscuras y la encerraban  en una jaula con ruedas a prueba de mordiscos  cuando salía de paseo, siempre acompañada del enorme perro entrenado para desalentar a los incapaces de controlar sus apetitos.

Cuando cumplió veinte años, Berta asumió su realidad: a nadie le importaban sus sentimientos. Convencida de que solo existía una solución a tanta culpa y tanta lujuria ajena, decidió ser consecuente con su destino. Había perdido la cuenta de amantes suicidas, y la horda de pretendientes acampados bajo su ventana aumentaba sin tregua. Una medianoche oscura descendió inerme para entregarse a su ardor y dejarse devorar.

Al amanecer no quedaba ni una partícula que atestiguara el paso por este mundo de otra semidiosa. Sus admiradores huyeron espantados, insatisfechos  y  marcados para siempre por la atrocidad del deseo desaforado.

 

02 DECONSTRUCCIÓN

Todos los días, al ir al trabajo, abría bien los ojos pese a la hora temprana en la que cogía el Metro. Entraba medio dormido al vagón, abrazaba la primera barra libre y, disimuladamente, echaba un rápido vistazo al personal esperando encontrarla otra vez.
Ella lo había mirado un día, con total indiferencia, eso sí, pero con unos ojos tan hermosos que ya no iba a poder olvidarlos.
El tren se iba llenando en cada parada y él cambiaba de vagón para seguir escrutando cada nueva cara, cada melena, con la concentración y la experiencia del buen psicólogo que era. Ese día ocurriría, seguro. Conocía bien a las personas viendo solo un instante sus caras.
Y así fue. Esa mañana consiguió divisarla entrando precisamente en su vagón, ensimismada mirando el móvil. Se fue acercando lentamente a ella hasta conseguir rozar su hombro y, entonces, ocurrió. Sus miradas se cruzaron de nuevo pero, esta vez, encontró la suya acompañada de una leve sonrisa que lo dejó paralizado de emoción.
Cuando ella salió apresuradamente en su estación él, presa de los nervios, abrazó su propio cuerpo, suspiró y…Fue entonces cuando se dio cuenta de que le faltaba la cartera.

01. DESPERTAR

Por despistarse una vez más en la limpieza de las cuadras, su padre le ordena recoger las chapas de bebidas con las que anda jugando y cumplir la penitencia de dormir la siesta. Para mayor escarmiento, pretende alejarle de cualquier diversión alternativa en su cuarto y propone mortificarle en el de Carmen, fiel amante del reposo diario.

—Y ni se te ocurra despertarla —fue su última advertencia.

Entreabre la puerta y entra gateando hasta la alfombra. Pese a estar completamente cerrado se siente el sofoco del verano. Cuando la vista se acostumbra a la oscuridad, y con la ayuda del hilo de luz que atraviesa un resquicio de la contraventana, va distinguiendo las formas de un cuerpo desnudo. La sábana, embarullada, apenas mantiene cubierto uno de los tobillos.

Ella se gira ocultando la generosidad de sus nalgas para ofrecer la visión de dos pechos que le desafían. Sorprendido, con la agitación excitada del clandestino, se entretiene siguiendo el vaiven de la respiración en su vientre. Extiende la mano. Cierra el ojo izquierdo y dibuja, a contraluz, la línea sinuosa de su cadera, el muslo iluminado en la penumbra. Y mientras, su hermana continúa durmiendo sonriente, como si disfrutara. Provocándole.

111. La invitación

Con sus siete años ya conocía la sensación de perdida, el vacío tan inmenso que deja, mi hijo me mira con melancolía y me hace entrega de una invitación de cumpleaños esperada como en años anteriores. Al abrirla leo un nombre bonito que recuerdo que siempre iba acompañado de otro nombre igual de bonito, aunque esta vez lógicamente no estaba impreso, no estaban los dos juntos, aún así lo vislumbré y lo sentí ahí. 

Sonrío, asiento con la cabeza. Él se va tranquilo a su cuarto. 

Mi mente da un paseo por el pasado no tan lejano. Todo un grupo de niños juntos, descubriendo la vida. Ahí estas con tus sonrisas y tus bromas, con tu tez blanca por el cansancio, con tus lagrimas por no poder, tu cabellera al cero compitiendo con tus ganas por vivir. A pesar de este trayecto estabas contento, un valiente que burla a la guadaña que se paseaba a su lado, robándole días para compartir con los demás. 

Este año no estarás presente, pero no te equivoques, estarás en cada uno de nosotros, en cada trocito de corazón que has conquistado…, siempre permanecerás con tus pequeños _ grandes amigos, en tu barrio, con tu gente… 

110. TRAS LA PARED

Acababa de dejar la última caja de la mudanza en el suelo cuando te escuché por primera vez. Te confundí con un gato maullando al otro lado de la pared. Tuvieron que pasar unos cuantos días para darme cuenta que eran tus sollozos los que me acompañaron mientras desembalaba mis fotos de viajes felices, mi sentencia de divorcio y el manual de cómo volver a empezar a los cuarenta. Me acostumbré a tu llanto y me preguntaba qué es lo que te hacía tanto daño, cual sería el color de tu mirada, y me sentaba horas y horas a compartir tus silencios, a apoyar mi mano sobre la pared sintiendo la tuya al otro lado. En las noches más oscuras empecé a llorar contigo, sin atreverme a cruzar el umbral y rescatarte. No tuve el valor de preguntar quien era la mujer que se arrojó por la ventana la semana pasada. Hace días que vivo acurrucado contra la pared. Te echo de menos.

109. De paseo con el abuelo

–¿Cómo ha sido tu vida?– pregunta el niño.

–Creo que, a pesar de las dificultades, ha sido feliz. Solo lamento haber olvidado las cosas tan bonitas que sentía cuando tenía tu edad– contesta el anciano.

–Si de mayor quiero ser feliz, ¿tendré que olvidar que he sido un niño, como tú?

Sorprendido por la pregunta, el anciano esboza una amplia sonrisa, a pesar de que los músculos del rostro ya casi no responden a los del corazón. 

–Escúchame, pequeño… cuando crezcas, y seas casi un hombre, los mayores te dirán que para ser feliz hay que hacer cosas que no te hacen feliz. Pero si no olvidas esas cosas tan bonitas que hoy sientes, tú sabrás entonces lo que debes hacer.

Un rayo de la tarde atraviesa la ventana e interrumpe el sopor de Jacinto. Bebe un poco de agua y se incorpora sobre la butaca para contemplar los setos del jardín vacío de la residencia. Marieta, su ángel del turno de la noche, entra en la habitación a saludarle.

–Buenas tardes, Jacinto, ¿cómo va el día? A ver si ya pronto puedes recibir visitas… ¡Uyyyy, qué buena cara!, seguro que has vuelto a ir de paseo con el abuelo.

Nuestras publicaciones