Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

85. EJERCICIO PRÁCTICO SOBRE LA  FELICIDAD (Fernando da Casa)

 

Nadie puede asegurar haber sido completamente feliz hasta que muere.

Sabias palabras que Solón, el intelectual más famoso de Grecia, llevado a la corte para adular las bondades del autoproclamado ser más feliz del mundo, dedicó al rey Creso. Solón fue despedido con cajas destempladas, casi con perdón de su vida por atreverse a aseverar tamaña osadía.

Poco después, Creso perdió su reino a manos de los persas y terminó sus días en la miseria, lamentando su desdicha.

No es más feliz quien más tiene, sino quien menos necesita.

¿Lo dijo Buda?

¿Agustín de Hipona?

Qué más da.

Es una realidad que vemos día a día, y que las redes sociales e internet nos repiten hasta la saciedad.

Lo importante es que tú ya no necesitas nada más para ser feliz, solo morir.

Ella, aterrada, no pudo discrepar. La mordaza impedía la emisión de sonido alguno, y las cuerdas que aprisionaban sus brazos contra la silla no permitían mostrar contrariedad.

Lo dijo él antes de apretar el gatillo, sin ningún tipo de remordimiento. Era su manera de repartir felicidad.

84. Sonría, por favor

Lo de sonreír siempre ha sido nuestra especialidad: marca de la casa. Sin ir más lejos, acabamos de invadir a nuestros vecinos del sur —como antes hicimos con los del oeste— sin la más mínima violencia. Es sencillísimo. Llegamos al campo de batalla con nuestra sonrisa como única munición, ellos se relajan, nos devuelven la sonrisa, todos sonreímos y para cuando se quieren dar cuenta ya nos hemos quedado con sus tierras, conquistado a sus mujeres, ocupado sus casas y arrasado todas sus cosechas. Y sin perder las buenas maneras, que quede claro. Ahora, este país se nos ha quedado pequeño y nos dirigimos rumbo a las montañas dispuestos a invadir a nuestros vecinos del norte. Eso sí: siempre amablemente, con discreción y la mejor de nuestras sonrisas. Y sin disparar una sola bala, que conste.

83. CUESTIÓN DE CONCEPTO

Toda una vida cuesta arriba intentando alcanzar el cielo. Cuando ya lo tiene al alcance de la mano y puede verlo de cerca, le da un ataque de risa, pierde el equilibrio y cae rodando a gran velocidad. Nunca antes se había divertido tanto. Si consigue llegar entero abajo, subirá de nuevo, pero con más brío. Acaba de descubrir que su felicidad no está en la gloria prometida, sino en la caída libre.

82. Dioses y mamíferos

Jonás me contó lo del concierto de los Rolling. Yo, para no ser menos, le dije que había estado en el vientre de una ballena. Que a mitad del concierto se le cayeron las gafas y un colega, que andaba saltando y bailando el Satisfaction a su lado, se las pisó sin querer. Estuve tres días encerrado entre los límites viscosos de su estómago. Después llegó el diluvio, pero Mick Jagger corría por el escenario sin desentonar si quiera. No era tan grande como pudiera parecer, pero resultaba incómodo recibir las oleadas de agua que llenaban sus paredes. Habían colado dos botellas de Cutty Sark y entre el whisky, la miopía y la tormenta, se perdió cuando fue al baño. El kril que filtraba el cetáceo me servía de sustento. No sabía cómo, pero burló la vigilancia de Los Ángeles del infierno y llegó al escenario. Supliqué perdón a Dios, por no haber ido a predicar a Nínive, y el bicho me escupió a una playa solitaria. Charlie Watts le recibió con un solo, Keith Richards le disparó tres riff con su Fender Telecaster y Mick le besó los morros con fruición. Un gato persa limpió de arena mis mejillas.

81. “Flashback”

El álbum de fotos se resbala de las manos titilantes del solitario anciano, formando una tienda de campaña en el suelo. Y, como su artrosis le impide recogerlo con rapidez, un indio diminuto tiene tiempo para salir de su interior, dispararle y meterse de nuevo en la tienda. Tras la sorpresa inicial que lo deja congelado en el sitio, el hombre se agacha con soltura para mirar dentro, con la flecha pegada aún en su frente. De pronto, lo ve todo con la nitidez de su juventud y se pone a cubierto, agazapado tras el butacón. Recuerda que, en algún momento, el indio saldrá de su escondrijo otra vez. Por eso, espera. Espera. Espera, con su corazón de niño agitado y su mano por pistola lista para disparar.

 

80. Regocijos (Salvador Esteve)

Millones de años de evolución dan la potestad al niño para intentar dejar de gatear y erguirse. A punto está de desnudar la mesa cuando con sus diminutas manos se agarra al mantel, pero este aguanta su liviano y desnutrido cuerpo. El esfuerzo es titánico, pero logra enderezarse. Tras un momento de duda mueve el pie derecho, el izquierdo le sigue a trompicones. Logra dar dos pasos y, exhausto, se deja caer. Su rostro orgulloso y alegre busca un gesto de aprobación, una mirada cómplice, un aplauso, pero está solo.

El padre, enclaustado en el sofá, eructa la cerveza mientras llora de alegría, su equipo está ganando la Champions League. Sin duda, es el día más feliz de su vida .

La madre, encerrada en su habitación, se prepara la dosis para inyectarse  felicidad  y volar sin la pesada carga de la vida. Su mente la transporta a su niñez y se pregunta dónde se fueron sus sueños.

 

El pequeño ha recuperado las fuerzas, tiene hambre, pero esto no es ahora su prioridad, sino intentar un nuevo record: dar tres pasos.

78. El viajante (Marian Ramos)

El año pasado la feria llegó con un viajante nuevo. Apiñados frente a su puesto, observábamos con ojos ávidos las pequeñas esferas brillantes y pulcramente ordenadas. Cada una contenía un recuerdo feliz. Había para todas las edades y gustos: primeros besos en el patio del colegio; el olor a sábanas limpias; una bicicleta roja con timbre bajo el árbol de Navidad; saltar en los charcos después de una tormenta de verano; el sol poniéndose tras el Coliseo; las aguas del Egeo acariciándote la piel… A cambio de la voluntad y un recuerdo propio podías tener lo que siempre hubieses deseado.
Estoy ansioso pensando si volverá este año. Espero que nadie se haya antojado del recuerdo que le entregué y que se lleve, por favor, estos paseos por la nieve que parecían tan bonitos, pero que me dejan los pies helados.

77. Frágil, no apilar

Cuando el cabo de comunicaciones le pasa el teléfono de la radio al sargento Kelly y éste   se pone a gritar como un loco, todos comprenden que  ha terminado la guerra. El sargento coge  su sombrero de cowboy y al ritmo de la armónica del soldado Dion Brown bailan como unos locos los bailes de su Texas natal. A miles de kilómetros Moley escuchando su viejo transistor  baila pensando en el regreso de Dion y en la boda. Y como la alegría de la paz recorre hasta el rincón más pequeño de Europa, también llega a unos pocos kilómetros de allí,  a la  casa en ruinas de los Müller que pese a la derrota suspiran aliviados porque confían en volver a ver al pequeño Klaus que no fue reclutado hasta hace pocos meses. Y esa alegría, que es ligera como un copo de nieve, se posa en ese momento  en Klaus que hace días permanece oculto en el décimo piso de un edificio medio derruido. Por fin ese niño soldado se siente útil. Le enseñaron ser despiadado pero  sigue observando hipnotizado y dubitativo, a través de su mira telescópica, a  dos soldados chiflados que bailan en medio de la calle.

76. FADE TO WHITE (IsidrøMorenø)

El cielo estrellado es tu única visión. Tumbado sobre hierba seca, cardos y piedras, intentas averiguar cómo has acabado así. Tu cuerpo no te responde; solo tus ojos parecen obedecer aunque lo único que pueden ofrecerte es el manto celeste que centellea en estas noches de verano. Una ráfaga de olor a gasolina y el silencio te ponen en alerta. Mientras tu mirada se arrasa en lágrimas, tus recuerdos en celuloide se interponen entre tu malogrado cuerpo y el infinito bosque de estrellas. Es agosto, pero sientes frío. Ahora tus recuerdos se diluyen en un fundido a blanco mientras te internas en un luminoso túnel; en el mismo que estoy yo, observando desde el final de ese túnel a mi yo inerte y desamparado junto a un arcén. Mientras me contemplo empiezo a comprender y a desvanecer: el coche, el sueño, la nada, mi vida en fotogramas, la nada, el túnel, mi alma, la nada y mi cuerpo zarandeado por alguien, luces intermitentes, voces, sonidos de sirenas… No quieren que me duerma. No quiero dormir. Quiero vivir. Qué alegría es volver a la vida y cuánto gozo hay en mi película por poder retrasar el «The End».

75. Duelo final (La Marca Amarilla)

Matilde recordaba en silencio cómo se enamoró de Pascual, y lloraba. Le parecía increíble haber estado con él media vida y ser ahora viuda y madre de tres huérfanos. Pero la vida pone y quita, tiene entresijos ocultos, misterios inexplicables y secretos que acompañarán al amortajado. Matilde veía a sus hijos llorar y no sabía qué pensar, casi todos maldecían a la enfermedad que se había llevado a Pascual. De tanto en tanto, entre ánimos y consuelo de amigos y familiares, Matilde se excusaba para ir al pequeño aseo que se encontraba junto a la sala, cerraba la puerta y mirándose al espejo, observando sus veladas cicatrices, sonreía y sentía, sonrojada, cómo le invadía una alegría que debía ser -por fin- felicidad.

74. Carpe diem

Ha sido un año difícil. Su corazón le jugó una mala pasada. Y casi no celebra sus ochenta primaveras. Tras el largo periplo hospitalario, hijas y nietos se han reunido y han pensado en cómo hacerle disfrutar cada día y compensar que siempre sea él quien se desvive por todos ellos. Una idea les ha deslumbrado. La afición que apareció tras jubilarse, con la que ha llenado cuadernos de cuentos y poemas. Hoy la han plasmado, al fin está editada. Al ver su obra encuadernada al octogenario se le han encharcado los ojos de gozo, orgulloso de los suyos. Tener un hijo y plantar un árbol ya los realizó décadas atrás. Está exultante con este regalo sorpresa. Le ha transportado a aquel niño que creía en los reyes magos y acercaba los camellos del belén cada día un centímetro hacia el portal, con el entusiasmo de los sueños inocentes.

73. CON BUEN TALANTE (Nani Canovaca)

─ ¿Sí, dígame?

─No señor, no están los señores. Soy la chica de la limpieza y se me quema el potaje.

─No señor, no sé cuándo volverán los señores, ni los señoritos, ni cuándo traerán la bombona de butano.

─Ya le digo que se me quema la comida, que el plumero se me escapa de las manos porque necesita quitar polvo y que… ¡qué me dicen que no están!

─ ¡Qué le repito como ayer,  que no quiero un seguro (mi sueldo no da, aunque lo quisiera), ni una aspiradora, ni un robot de cocina, aquí el puchero se hace al estilo de la abuela, con su tiempo y sus pompitas de “to la vida”!

─Si no entiende que soy la que hago todo; hasta de señora, chacha y jovencita de la casa, ¿Cómo me va a creer?

─Bueno estamos en igualdad de condiciones. Usted llama y yo le cuelgo.

─En fin señor, que tenga buena entrada de año. Qué me voy con viento fresco como acabo de escuchar por ahí, es lo mejor que nos puede pasar en 2022; tanto para despejar la mente como para el espíritu. ¡Habrase visto todos los días con la misma cantinela!

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