Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

BLANCO Y NEGRO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en BLANCO Y NEGRO

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán relatos que desarrollen el concepto BLANCO Y NEGRO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE DICIEMBRE

Relatos

24 MITOS Y ANGELITOS (Jesús Alfonso Redondo Lavín)

“El obispo de Atenas, Dionisio, un discípulo de San Pablo del barrio de Aerópago, algo así como el Baracaldo de Atenas, que por ello lo apodaron el Aeropagita, afirmaba que los Ángeles se clasificaban en serafines, querubines, tronos, dominaciones, virtudes, potestades, principados, arcángeles y custodios. A estos últimos pertenece vuestro ángel de la guarda”.

Mientras el hermano Efrén nos daba esa clase de religión, fuera, una tormenta de primavera había oscurecido la tarde y tamborileaba con sus gotonas sobre los cristales de las ventanas del aula, tras los cuales solo se adivinaba el titán de Goya con su puño amenazante pintado en la nube negra.

Terminada la clase, la tormenta y esfumado el arcoíris quedó un cielo pletórico de cúmulos blancos heridos por los rayos del sol poniente.

Camino de casa mirando extasiado aquel panorama mi imaginación se echó a volar. Por el oeste, en la cumbre de un cirro, Prometeo sufría las garras del águila y Sísifo subía hacia él empujando una roca de nube; a su derecha se desarrollaba una pelea de Alóadas; a su izquierda toreaban dos centauros a un minotauro encabritado.

Eché de menos a los ángeles del hermano Efrén que pusieran orden en aquel caos.

23. GOLIATH

Estamos en Ascalon. Entrevistamos a la madre del héroe filisteo que cayó ante el israelí David.

P. Hola Maljishua. ¿Cómo estáis?

R. Mi querido hijo descansa ya en los dominios de Baal. Celebramos su cremación en el Valle del Terebinto, donde reposará junto a sus ancestros.

P. ¿Qué sucedió?

R. Los israelíes quieren echarnos de nuestra tierra Peleset. Llegaron ante las murallas y exigieron lucha. Nuestros dirigentes deseaban evitar muertes absurdas. Plantearon enfrentamiento singular. Eligieron a mi hijo.

P. ¿El gigante?

R. Sí, mi buen Goliath. El más joven de mis quince hijos. Tan grande como su abuelo, quien construyó estas murallas. Quería ser cantero pero lo hicieron luchador. Cuando vi al joven israelí con aquel artefacto en la mano supe que era su fin. Le di un beso de despedida.

P. ¿Qué dijo?

R. Gol era muy bueno e inteligente. Conocía su destino. Me besó y me cogió la mano. El resto fue rápido. Nada más salir, la piedra le rompió la cabeza.

P. ¿Y ahora?

R. Los israelíes exigen que vayamos al exilio. Nosotros queremos vivir aquí en paz.

P. Les deseamos suerte. Esto es todo desde Ascalon, la capital de los filisteos. Para Jerico´s News, Avinadav Absalon.

22. URIEL Y AZRAEL (Juan Manuel Pérez Torres)

Las primeras luces sonrosadas invitaban vergonzosas a gozar de su virginal caricia, a postergar de nuevo la oscuridad, a dar por vencida la malévola noche.
Cuando desperté notaba aún el vapor de su respiración, la brisa formada por sus alas removiendo la neblina del sueño, la nube de su aroma… y eché de menos su presencia. Indefenso, pero agradecido por el frescor de la mañana, acepté la aurora en solitario, aun sabiendo que aquel vacío que empezaba a sentir, iría creciendo, inexorable, aunque despacio, y convertiría en tediosa la espera. La luz, que ahora se envalentonaba con resplandores, paulatinamente agotaría sus brillos rindiéndose otra vez a su regreso.

Cuando al cabo se produjo el vencimiento de la luz tras el mínimo centelleo del atardecer y ya no cabían cambios ni enmiendas sino acaso percibir el leve peso con que languidece el cielo, llegó de nuevo para poseerme, me ofreció su cauce y, ya inmerso en la riada, inundado al fin en su negrura, monté en su grupa, batió sus alas y me llevó a su inefable reino.

21 Comicios

La mole catedralicia se iluminó con un rayo cegador que marcó el inicio de una gran tormenta y dio un aspecto fantasmagórico a la imponente fachada, y un fuerte vendaval bajó de la montaña, con tal intensidad que hizo sonar las campanas, mecidas por el viento como si fueran de papel.

Fue tal la magnitud de la tormenta que todos salieron de sus casas y, a través de las empinadas calles de alrededor de la catedral, se acercaron a la plaza para ver lo que ocurría. Fue entonces cuando, entre el repicar de las campanas y el rugir del cielo, en la balaustrada, a ambos lados de la imagen de San Fernando, que espada en alto parecía dirigir el acto, parecieron un ángel negro y otro blanco:

—Si me seguís —dijo la voz albina—, os prometo una vida eterna y plena.

—Disfrutaréis de un sinfín de riquezas —replicó su contrincante— y el placer será vuestra única religión.

—Solo con mi ayuda obtendréis una vida mejor.

—Con mi victoria se acabará el sufrimiento. Vuestra felicidad es mi promesa.

Y así, alimentando deseos y esperanzas, siguieron durante horas y horas, pues ese día Dios autorizó que comenzara la campaña electoral.

20 La colección

Le gusta jugar con el agua. Los zambulle hasta que empiezan a chapotear desesperados sin poder respirar. Los saca cuidadosa del charco con los dedos gordinflones. Uno a uno los pone al sol a que se sequen. Los acuna y si lloran a veces les canta una nana antes de dormir. Ha aprendido a coser para hacerles ropa, pero a su padre le parece mal que se encariñe con los hombrecillos. Si ya les ha puesto nombre patalea y se disgusta mucho cuando él les espeta un alfiler en el ombligo antes de fijarlos en el tablero del salón.

19. Gigángel (Juana Mª Igarreta)

Como cualquier niño de los nuestros desoyó los consejos de sus mayores. Miró a su alrededor y, viéndose libre de ojos vigilantes, cruzó aquel umbral prohibido y misterioso. Se dejó caer. Empapado de nubes aterrizó en un terreno boscoso. Había oscurecido. Alzó la mirada, ¡también desde este mundo se veía la luna brillar! Como cualquier niño que tiene todos los sueños por estrenar, más de una vez había imaginado volar hasta ella. Un resplandor que emergía tras la masa arbórea en la que se hallaba llamó su atención y se dirigió hacia él.

Begoña había reñido con su marido. Acodada en la ventana, no escuchó cuando Eduardo salió de casa; éste, muy dolido, decidió que pasaría la noche en el coche.

Súbitamente, entre los ojos de Begoña y el cielo se interpuso un descomunal brazo que señalaba la luna pareciéndola tocar. Gritó aterrada. Las ventanas de los sobresaltados vecinos se abrieron casi al unísono. Observaron perplejos cómo una gigantesca criatura se elevaba veloz ante ellos. No llegaron a percibir el objeto que escondía una de sus manos: un cochecito que había encontrado en la calle. Se encaprichó de aquel “juguete”, como cualquier niño de los nuestros.

18. El pacto

Custodia, el ángel de la guarda de Susana, ha sido condenada.

El cuerpo de la niña fue encontrado en la cama. Tenía los ojos cerrados y una leve sonrisa en la cara. Muerte súbita, dijeron los expertos, posiblemente una alteración cardiaca provocada por la medicación antipsicótica.

La corte celestial, con el juez supremo a la cabeza, anuló la categoría angelical de Custodia y la condenaron al ostracismo de la eternidad. Era la primera vez en toda la historia que un querubín asesinaba a su protegido.

Custodia, seguía sin entender dónde estaba el problema. Era el deseo de la chica. Lo habían hablado muchas veces, y habían llegado a ese acuerdo para salvarla. Susana quería convertirse en uno de ellos y acabar para siempre con el infierno de su vida, lleno de pastillas, doctores y hospitales.

Ambas echarán de menos los ratos juntas.

17. Sacar partido (Anna Jorba Ricart)

Tú, gigante consagrado de las letras, me aconsejaste que aprendiera a perfeccionar el ingenio. No lo entendí hasta que un día te reconocí en una red social repleto de seguidores. Te estuve observando en silencio durante algún tiempo y me di cuenta que sabías recoger ideas, que con tu talento les añadías creatividad, te las hacías tuyas y acababan en textos firmados por ti, que eran publicados en revistas y periódicos. Empecé a poner en practica, una a una tus lecciones, y pasé de ser ignorada a ser reconocida a lo grande, como tú. Destapar el truco soterrado del sistema, me impulsó a organizar un nuevo certamen literario para estimular la creatividad de otros. A los textos que me llegaban, sembrados de ideas, les rapté sus musas, me impregné de sus Clíos, Calíopes o Talías, ¡Oh!, divinas fuentes de inspiración. A sus autores, de premio, les prometía la ilusión de seguir devanándose los sesos para fomentar que continuaran siendo originales en las siguientes convocatorias.

16. El ángel caído

Escuché un crujido seco, como de un tronco contra el suelo. Pero en mi patio no hay árboles sino roedores a los que intento aniquilar. Salí y lo encontré inconsciente. Tan bello. Utilicé la carretilla para instalarlo en mi habitación, mientras Olivia seguía en la ducha ajena al episodio. Con la emoción de su viaje, lo olvidé hasta que regresé del aeropuerto —mi niña de camino a Londres, a las pruebas de acceso en el Royal Ballet—. Antes de entrar en el dormitorio, observé mis manos deformadas por tantas horas de limpieza en casas ajenas ¿Y qué importaba si ella estaba a punto de alcanzar su sueño?

Cuando abrí la puerta, ya había despertado. “Me llamo Gabriel —me dijo—. Debo hablar con tu hija de parte de Dios”. Y mi piel, que yo creía impermeable, se estremeció de repente —recordé que tenía la misma edad de Olivia cuando me quedé embarazada—. Después intentó levantarse, pero tropezó con el ala rota. Sonreí. Obligué a mis labios a que lo hicieran y le ofrecí un vaso de leche reconfortante. Entré en la cocina y con pulso firme disolví en la bebida caliente toda la caja de matarratas.

15. ALGUIEN QUE CUIDE DE MÍ (Rosalía Guerrero Jordán)

Los días pasan lánguidos, escurriéndose como el agua del mar en las manos de un niño. Una soledad perenne, tejida de ausencias, me acompaña, y la tristeza me envuelve en su capa, tan oscura y viscosa que ni siquiera mi mirada puede atravesarla

Ya no camino sonriendo a su lado, ni saludo a la gente al pasar. Hace semanas que abandoné el trabajo que me hizo tan feliz.

Es inútil intentar detener el tiempo, hacerlo retroceder, impedir la desgracia. Un despiste, un descuido inoportuno que nunca pensé que me ocurriera a mí.

Me dicen que a veces pasa, que no somos infalibles, que la primera vez que ocurre es la peor.

Antes, tan solo el tiempo me podía vencer.

Ahora, voy dejando un camino de plumas grises por la casa. Quisiera despojarme de mis las alas, romperlas en mil pedazos y volver a ser mortal.

Y, por primera vez en mi larga vida, necesito alguien que cuide de mí.

14 Unas pesetillas

Aunque aparentaran buenos modos y dejaran el trabajo sucio a los matones de su clase, los ángeles eran unos demonios. Ángel Acosta y Ángel Sanchís, los dos cabecillas, se repartían el patio del recreo para extorsionar, jorobar y molestar. Actuaban separados. Solo les unía un pacto de no agresión, basado en dividir sus zonas de influencia. Sus acólitos les reían las gracias, trabajaban por ellos y transmitían mensajes como arcángeles San Gabriel, sin necesidad de abrir la boca: una mirada esquinada equivalía a una advertencia, una sonrisa socarrona desvelaba un ultimátum. Frecuentar el patio del recreo era cursar estudios sobre comunicación no verbal y angelología. La ventaja de pasar yo de séptimo a octavo fue que los ángeles acabaron la E.G.B. y volaron con los suyos a otros centros educativos. Entonces el colegio comenzó a ser mi colegio. Aquella maravillosa liberación, esa rotura de cadenas, me hizo comprender y valorar la libertad. Sufrir fue una enseñanza de vida. Por eso, en mi último curso, con mi amigo Félix, dediqué todos mis empeños en difundir esta experiencia. Así nos convertimos en los nuevos ángeles, los ángeles de la libertad. Por un módico precio te dejábamos en paz.

12. LECHO DE ESPINAS

Bajó las sábanas blancas, yace arropada por unos brazos de metal que acarician sus heridas , las del cuerpo y las del alma. Las luces parpadeantes de esa memoria artificial dejan estelas de dolor, de recuerdos de un pasado custodiado por un gigante sin piedad.

Semiinconsciente, ha perdido la cuenta de su existencia; mejor así, prefiere, recordar la visita de ese ángel que acudía a sus llamadas   y le contaba historias de su niñez, cuidando siempre de omitir las entradas y salidas al mundo de las tinieblas.

Hace mucho tiempo que no lo siente a su lado, quizás esté enfadado por no haber rezado cada noche como le decía su madre siempre, mientras le susurraba al oído que había que querer a nuestros semejantes, incluso a aquellos que se colaban en nuestras vidas con caricias clandestinas.

Una bata blanca de amable sonrisa se acerca y le habla con ternura pero ella no oye ni siente, solo ve una sombra en la puerta que avanza hacia ella. Luego, la oscuridad.

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