Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

53. Porque era encantador

Nunca me ha gustado hablar de mis íntimas emociones y mucho menos de mis pesadillas, pero tal vez sea el momento de la catarsis y la liberación.

Justo anoche, mi padre era un depredador sexual con la misma apariencia de cuando murió. Estaba estupendo para sus noventa y nueve años.

He sido yo quien lo ha descubierto, estaba abusando de la hija de tres años de Amanda y Víctor. Ni idea de cómo habíamos llegado allí los dos. No importa, estábamos en el mundo onírico.

Le he agarrado del pescuezo, y la poca fuerza de su edad ha sido evidente. No ha habido resistencia y yo no he tenido compasión.

Al despertar me he dado miedo.

52. VIRUS

Se me resbaló de las manos, no sé cómo, siempre pongo el máximo cuidado cuando la manejo. Es muy frágil, escurridiza, pero nunca me había pasado antes. Es la primera, y última, vez, ya nada se puede hacer, había quedado hecha añicos, y lo que tenía dentro… no había cerrado la puerta…

51. ELLA

Entrecerré los ojos preparándolos para el resplandor matutino… y abrí el postigo. Me sorprendieron el cielo encapotado, una calma inquietante que acallaba las voces del bosque, y esa angustia que, salida de no sé dónde, de pronto llenó mi pecho. Fue entonces que tuve la intuitiva certeza de que hoy ella vendría.

No sabía qué hacer, mi ansiedad me impedía permanecer quieto, y salí a buscarla esperando no encontrarla. Caminé hasta extenuarme y al regresar bebí agua del pozo, mientras allá abajo, la umbría frescura sabedora e inquieta, me advirtió que a la que venía la buscara en otro lado.

Al anochecer, cansado de esperarla, cogí el Jeep y bajé al pueblo. En el bar, una botella de whisky  me persuadió de que una intuición absurda me había envenenado el día y, cerca de la medianoche, ya relajado, emprendí el regreso. Era obvio que ella no se presentaría.

Pero nos cruzamos en el camino. No sé quién encontró a quién; nos topamos en un paso a nivel y supe que Ella estaba allí, aunque nunca llegué a verla, encandilado por la luz del tren, que inexorablemente en hora, se abalanzó sobre el Jeep antes de que dieran las doce.

 

50. Historia de terror (Fuera de concurso)

Lea con prudencia, ya que esta es una historia de terror como le aviso en el título. No es mi intención que se muera de un susto antes de tiempo. Deje lo que esté haciendo y tómese una tila para relajarse. He visto que ha preferido dos Valium. Ha ido a asegurar. Bien hecho. Ahora mírese en el espejo, porque es la última vez que se va a ver. No. No soy un vampiro ni usted tampoco. Solo su futuro. El poco que le queda. Dentro de veinte minutos, veinticinco si el reloj sigue atrasado, dejará de existir. Su final va a coincidir con la última campanada de las doce de la noche. Le aconsejo que ponga la hora exacta. Facilitará el trabajo del forense.

 

Lleva diecisiete minutos pensando. Y aún sin tocar las agujas. No pierda tiempo. Coja la escalera. Mueva el minutero. Pierda el equilibrio… ¡ahora! Le agradezco que optara por los Valium, con ellos ha resultado más fácil que se cayera. Ya puede cerrar los ojos. Y reencarnarse si le apetece. En un pájaro, una mariposa, un sapo, una flor. O, si ha sido de su agrado, en este relato de terror y buscar a otra víctima.

49. IMPRONTAS (Juan Manuel Pérez Torres)

Parecía que el padre jamás saliera del sótano. Allí tenía montado su taller, muy ordenado todo, cada herramienta en su lugar, algunas en la pared, colgadas de alcayatas: alicates, martillo, sierra, hacha; otras bien dispuestas sobre la mesa de trabajo: destornilladores, limas, cúter; todo nuevo y colocadito en la misma posición. Nadie comprende cómo generaba tanto ruido.
La madre estaba siempre trajinando en la cocina. Hija de carnicero, manejaba los cuchillos de la tacoma con maestría y dedicación inusitadas. Decapitaba pollos y destripaba conejos para trincharlos y cocinarlos en sabrosas salsas. Los aromas asombraban por ser tan espesos y duraderos.
El hijo, como aún no tenía edad de escuela, pasaba los días buscando diversión por la casa. En las noches jugaba a ser mayor practicando aparecer y desaparecer en la oscuridad del dormitorio rosa. Era cuando Teresita castañeteaba los dientes bajo estas sábanas de corazoncitos estampados que nunca la protegieron.

47. PÁNICO (A. Barceló)

Se ha distraído un momento mirando el móvil, levanta la cabeza y no consigue localizarlo por ningún sitio, trata de tranquilizarse y vuelve a recorrer todo el espacio fijándose mejor, ¡nada! Una insoportable sensación de angustia comienza a agarrarse a sus tripas igual que la mandíbula de una hiena se fija a la carne de su presa. El columpio en el que jugaba el niño aún se balancea, pero está vacío.

46. Locos bajitos

Tengo once años y me llamo Juan. Grabo estos cassettes para que alguien los oiga. Tengo progeria. Odio a los niños, sobre todo a los de dos o tres años porque me dijeron que a esa edad me abandonaron. Ya tengo la primera candidata, Rosita, de 3 años, siempre con sus vestidos que parecen merengue. La llevaré al sobrado y la asfixiaré. Sus mofletes tan rosados se quedarán blancos, procuraré que mantenga los ojos abiertos, cuando la encuentren será como la muñeca que tanto le gusta del escaparte de la juguetería de la Avenida de las Fuerzas Armadas. Después irá Jorgito, que tuvo la polio y no puede caminar bien, lo arrojaré desde la terraza y su madre que siempre le dice mi angelito verá como no puede volar, ella tan linda llorará y se pondrá fea y con el maquillaje emborronado.

Quiero que me atrapen pronto, pero no sé si me meterán en un reformatorio o en la cárcel, yo prefiero el penal, los niños pueden ser muy crueles cuando hablan.

45 NUEVO DOMICILIO EN LA LINDE DEL BOSQUE (Rosalía Guerrero Jordán)

La conocí una gélida noche de noviembre al salir de un pub. Sentada en un bordillo, abrazaba con sus brazos las piernas que mostraba su somero vestido blanco. Me miró de soslayo, como retándome a que la llevara a casa.

Sin mediar palabra, le tendí mi abrigo. Después comenzó a caminar a mi lado.

—No creas que me voy con cualquiera —me dijo al subir al coche.

No respondí, pero recuerdo que sentí un escalofrío. Le pregunté su dirección y arrancamos.

Durante todo el trayecto no dejó de mirarme. Mantuve la vista fija en las calles que se abrían ante nosotros, mientras sentía su mirada clavarse en mí como un aguijón envenenado. Inmóvil en el asiento de al lado, parecía una muñeca antigua de ojos vidriosos.

La dejé en los confines de la ciudad, cerca de la arboleda, y regresé a casa tan rápido como el temblor de mis manos me permitió.

Varias veces más nos encontramos y la llevé a casa. Siempre de noche, siempre a solas, a pesar del miedo irracional que me inspiraba.

No sé por qué lo hice. Quizás me recordaba demasiado a la pobre chica que encontraron muerta en la linde del bosque.

44 EL CONSTRUCTOR DE HISTORIAS (IsidrøMorenø)

Se acercaba Halloween y aún no tenía relato para el dominical del periódico. Me propuse escribir sobre un trozo de historia que, hacía poco, había oído vagamente por la radio. Esa noche anoté algunas ideas, pero era muy tarde y las musas estarían dormidas o, simplemente, me ignoraban.

Ya en la cama seguí imaginando historias de sombras que habitaban la vivienda y que, como imperfectos hologramas, se me aparecían y se desvanecían, primero en el pasillo, luego, en cualquier otra estancia. Las fugaces sombras siempre eran de dos fornidos varones cuya presencia yo percibía por el ruido de su respiración, o veía por el rabillo del ojo unas cimbreantes líneas de siluetas o, directamente, me topaba con las sombras negras; a veces más negras que la oscuridad del pasillo.

Mi esposa me despertó de aquella aterradora pesadilla. No volvimos a comentar nada sobre ese tema. Me propuse que nunca más me iría a la cama con historias de terror en mente.

Una semana después, me he sentado a escribir el relato para el periódico. Tengo angustia. Sé que ahora están detrás de mí. Percibo su frío aliento en mi nuca, pero no me atrevo a mirarlos desde hace una semana.

43. JUEGOS DE MESA (Rafa Olivares)

Siempre los viernes por la noche. Siempre seis, aunque en cada partida hay uno que debuta. No apostamos mucho, estamos entre amigos y familia, incluso a veces jugamos con garbanzos en vez de monedas. Lo que nos divierte es el propio juego, la incertidumbre de quién se librará, la angustia de pensar que puedes perder, con el castigo de no volver a jugar. Lo que aún no sé, después de tanto tiempo jugando, es por qué la llaman rusa si tanto la pistola como la munición son americanas.

 

(RELATO FUERA DE CONCURSO)

42. Un escalofrío que detiene tus pasos (María José Escudero)

Nunca había conocido el miedo. Ni siquiera las historias tenebrosas que contaba la abuela en la trébede cuando era niño le impidieron soñar. No temió nunca al padre Eguren, aunque sintió, a menudo, su aliento avinagrado antes de sacudirle un soplamocos por hablar. Tampoco se inmutaba de adolescente al atravesar sin luz las callejas de su pueblo. Por si acaso, solía silbar. En los años convulsos de universidad, jamás se acobardó ante los guardias que lo persiguieron por las calles de Madrid, porque aquel vértigo misterioso le empujaba hacia la libertad. Años después, escuchó de cerca a  un hombre gris que, pistola en mano,  gritaba: “¡Quieto todo el mundo!” y ahí reconoció haberse alarmado durante un día entero. Ya casado y con hijos, vio tambalearse sus convicciones al descubrir su nombre escrito dentro de una diana, y como vivir en paz era su único blasón, aprendió a caminar con más cautela. Pero, hace nada, ha descubierto que el miedo es frío, una destemplanza que se encona en el alma y hace tiritar la piel: En zapatillas y con mascarilla, se despidió de Irune, mientras la ambulancia con su sirena feroz se la llevaba y le dejaba indefenso en el descansillo.

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