Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

41. El cuento del hombre del saco (Alberto Moreno)

  • Me crea ansiedad verte así, enano. Yo también odio el anochecer, ya lo sabes –le digo.

Luego, como él aún no sabe leer, empiezo a contarle ese cuento cuyo protagonista nos recuerda a nuestro padre, y a veces extraigo la funda de la almohada para teatralizar con ella las escenas. Hacerlo me ayuda a relativizar. Es como… una terapia de choque. Aunque sé que a mi hermano le aterra que imite esa voz, o que repita algunas de las frases que ambos escuchamos aquella noche: “¡Ven, ven aquí!”, “¡no huyas, no tienes dónde ir!”… Pero le digo que no llore, que hay que ser valiente. Todo ha cambiado mucho desde entonces. Mamá, que era idéntica a mi hermano, murió. Nuestra abuela, sorda y vieja, trata en vano de cuidarnos. Y de papá no volvimos a saber nada. Aunque a veces siento como si flotara muy cerca.

Después, le abrazo, le digo que el monstruo no atacará y, para que se relaje, lanzo lejos la funda que hacía las veces de saco. Así, mientras se duerme entre sollozos, con el relleno de la almohada yo puedo ir cubriendo lentamente su estúpida cara. Despacio, apretando un poco más cada noche.

40. SIN REFUGIO

El ropero donde acaba de esconder a su peluche preferido para que no pueda ver ni oír nada  no es ya, descubre con con un escalofrío, escondrijo seguro para ella misma. La niña ha pegado un doloroso estirón en los últimos meses y sus piernas larguiruchas le impiden contorsionarse entre bufandas de lana, vestidos, faldas, jerséis.

No podrá volverse invisible cuando su tío, los ojos amarillentos y el olor a taberna incrustado en la piel, aparezca de nuevo en su cuarto tambaleándose y le obligue a meterse juntos en la cama a escuchar otro cuento de buenas noches.

39 Conversación sonámbula – Calamanda Nevado-

El chico se sentó en una  silla vacía junto a la barra, aparentaba quince años escasos. Grito unas palabras malsonantes y  dijo a la camarera que tenía las piernas bonitas.  Le espetó   qué como hacía para verlas a través del pantalón.  “Te las vi el otro día”, murmuró.  Mientras atendía a otro cliente  le pidió un wiski. Ella señaló un cartel.  Le exigió el DNI  pero no quiso    enseñárselo. “Tengo dieciocho años,  grito protestón”. Entonces tómese un zumo.  El  muchacho se   fue sin decir palabra  a los aseos. Después de largo rato regresó para sentarse en el mismo sitio. Olía a alcohol y sus gestos eran exagerados. “Quiero una cerveza”. Márchese, está borracho. “Ahí pone prohibido servir bebidas a menores, no dice que no pueda estar borracho”. Fuera, murmuró desanimada. Se encaró con ella y le gritó: “estoy  enamorado de usted,  quiero   verla y  me voy a quedar”. Sin saber qué hacer le sirvió un té y el chico no    volvió a hablar.  Respiraba calmada  cuando la llamó un tipo calvo, bajito. “He visto lo que le ponías al  chaval en la infusión”,  resaltándole  que era menor. Cada vez más tensa, se  agachó para coger del  estante un cuchillo oxidado.

 

 

38. MISERERE

Imagina por un momento –dijo Ángel con excesiva teatralidad–, que existe un universo que repitiera los ciclos de muerte y renacimiento hasta el final de los tiempos. Y en esa realidad hay un mundo insignificante en el que habita una especie a la que todo le es hostil. Esos seres perviven arrastrando una historia de miedo, dolor, desesperación y sangre en la que casi siempre han sido ellos mismos su principal enemigo. Además, con el tiempo se han hecho conscientes de que su futuro no es otro que la extinción. Vamos, que hay que tener mala baba para crear el peor infierno imaginable, ideal para pecadores sin redención.

-Me voy a casa. Joder, me estás mareando y no quiero tener un ataque de ansiedad en la calle por oír tus majaderías.

-¡Venga hombre, relájate y bébete otra cerveza, que es Halloween!

Imagina por un momento –dijo Ángel con excesiva teatralidad–, que existe un universo que repitiera los ciclos de muerte y renacimiento hasta el final de los tiempos. Y en esa realidad hay un mundo insignificante en el que habita una especie a la que todo le es hostil. Esos seres perviven arrastrando una historia de miedo…

36 POCO MÁS QUE UN CRONÓN (M.Carme Marí)

Ella todavía no tiene miedo porque no ha visto al hombre que, oculto en las sombras de un portal en esa calle desierta, espera a que se acerque una mujer. Cualquiera le vale. Los rayos de luz van menguando entre los edificios. Ella, a quince pasos, pone las gafas de sol en su funda del bolso. Él observa que lleva falda, mejor así. Ella, a diez pasos, saca el móvil y sonríe por el mensaje que acaba de recibir. Él admira su largo cuello y saliva imaginando cómo lo recorrerá con la lengua. Ella, a cinco pasos, guarda el teléfono en el bolsillo de la chaqueta. Él lanza una mirada furtiva a sus pechos voluminosos y nota que algo crece dentro del pantalón. Ha planeado al detalle los movimientos, lo ha hecho otras veces. El encuentro es inminente. Ya ha empapado el pañuelo de cloroformo para, en cuanto llegue a su altura, dormirla mientras la arrastra bajo las escaleras. En ese último paso es cuando ella lo ve y, entonces, durante una pequeña fracción de segundo, siente un miedo cerval.

35. YO, PECADOR (Mødes)

Chilló.

 

 

 

Chilló.

 

 

 

Chilló.

 

 

 

Cuando aquella curandera le introdujo en la vagina su aguja de tejer, la adolescente chilló.

Y yo, al otro lado de la puerta, sólo pude rezar por ella.

Y por mí.

Y temblando de miedo, empapé de orina mi vieja sotana.

34. MATERNIDAD

Cuando eras una niña te gustaba disfrazarte la noche de los muertos. La primera vez, aún casi bebé, me pediste ir vestida de calabaza. Recuerdo la tormenta que nos sorprendió en la calle, el fieltro naranja empapado. Unas horas más tarde, los espasmos de la tos sacudiéndote entera, la fiebre que no cedía y mis intentos desesperados de conjurar la enfermedad invocando a la luna.

Los años siguientes las cosas no fueron a mejor: las arañas de mentira cosidas a tu túnica de brujita o cada herida simulada con maquillaje sobre tu piel me hacían consciente de tu fragilidad.

Desde que entraste en la adolescencia, vivo en un Halloween permanente. Las fiestas a las que te invitan son aquelarres satánicos, si me hablas de amigos divertidos yo imagino fieras devorándote las entrañas, sospecho que las discotecas son antros donde te ofrecen las pócimas más letales y las calles de regreso a casa se convierten en laberintos oscuros plagados de peligros.

Pero la peor pesadilla toma cuerpo en mi mente cuando en el desvelo de la madrugada marco temblando el número de tu móvil, que siempre me responde con las mismas terroríficas palabras: «apagado o fuera de cobertura».

 

 

33. MENÚ DE DESGUSTACIÓN (Belén Mateos)

El horno desprende, como cada día, un aroma especial a pan tierno.

Nuestra hambre es voraz.

La soledad busca aquella mesa en la que el nuevo huérfano se ausenta por una indisposición prematura.

La cocina espera el manjar.

El cocinero a su presa.

Nosotros, saborear su exquisito menú.

 

Creo que nunca el orfanato dio en adopción los más suculentos manjares. Creo que se reservaba la buena cosecha para consumo propio.

 

Llevo desde los nueve meses amamantado de su cocina, han pasado dieciséis y sé que la carne vieja no es plato de buen gusto.

 

Me sitúo en la fila para paladear al recién llegado.

 

Siento mareo, desazón, me falta el aire, mis cubiertos están ausentes como mi cuerpo.

 

Suben veinte grados el horno.

 

Hoy los fogones me saben a nuevos padres, a un brindis de pan recién hecho, mientras rellenan el formulario en el que se nos promete una buena compañía y no abandonarnos si nos vamos de viaje o nos mudamos de casa.

 

Creo que mi nombre está en la lista de invitados o, al menos, en el menú para degustar.

 

Hoy es el primer día en el que no tengo miedo.

Por fin la minuta será deliciosa.

 

 

32. La primera vez

No sabe que va a morir, ni siquiera le pasa por la cabeza. Solo se deja llevar, mecido por el traqueteo de la camioneta, obediente —como no podía ser de otra forma—, camino a las afueras de la ciudad.
El recorrido es breve. El vehículo se detiene junto a la cuneta, todos bajan y el oficial le manda que se coloque al lado de sus compañeros, perfectamente alineados. Lo que sucede a continuación le agarra por sorpresa. El grito de «carguen» hace que se ponga a temblar; con la orden de «apunten» se olvida del miedo y en su cabeza se desborda un torrente de pensamientos dispares: asesinato, injusticia, huida. Resignación. Pensamientos que se apagan con la detonación de los fusiles, pues en ese instante ya está muerto.
Pero él aún no lo sabe. Tendrá que esperar unos días, a que la camioneta le lleve de nuevo a las afueras de la ciudad y reciba la orden del oficial de formar un pelotón junto a sus compañeros; a que se oigan los gritos de «carguen, apunten, fuego». Entonces, cuando apriete el gatillo sin pensar en nada, lo sabrá.

30. MACROFICCIÓN (Sara Lew)

Primero fue un grito prolongado emitido desde las entrañas, luego vinieron los vómitos y náuseas sucedidos por un largo lamento entre estertores. Acurrucada en un rincón del laboratorio, reconoció al gigantesco monstruo que acababa de succionar a su padre y que ahora iba a por ella: ocho patas que no paraban de moverse y unas fauces tan repulsivas como aterradoras.

Recordó con nostalgia aquel verano del 85 en Benidorm, cuando tenía cinco años. Apenas puso un pie en la habitación del hotel comenzó a estornudar. Su padre llamó a recepción para que se llevaran enseguida las almohadas de plumas mientras ella no dejaba de preguntar: “¿por qué me pasa esto?”. Al día siguiente, después de un maravilloso día de playa, fueron juntos a comprar su primer microscopio.

29. LA NOVIA

Hacía poco más de un mes que habían comprado esa destartalada casa.  Subían al desván los muebles antiguos para que no se estropearan  hasta terminar la obra.

Eran solo las 6 de la tarde, se habían quedado sin luz, así que  Pepe salió a buscar un electricista. No pasaron ni 10 minutos cuando  el cielo se tornó gris,  se oyó un gran trueno, seguido de una nube de piedra que empezó  a descargar toda su furia sobre la casa. Los rayos de vez en cuando iluminaban la tétrica sala.

María oyó claramente como la llamaban, era una voz dulce de mujer que  decía:

-¿Qué haces María? ¿Por qué has quitado mi espejo? Mira, me he puesto el vestido de novia.

Al volverse, vio un traje de novia, pero sin rostro, vacío, sin alma…

Le tembló todo el cuerpo desmayándose. Todos pensaron que se debía a su embarazo.

Al día siguiente subió al desván y allí estaba el espejo, al acercarse vio horrorizada el reflejo de un vestido de novia, pero esta vez sí tenía rostro, era el suyo. Noto como volaba hacia el balcón y caía. Oyó risas, palmas…

El pueblo murmuraba, la casa maldita se lleva otra novia…

28. Bajo el tictac del miedo (Juana Mª Igarreta)

(Inspirado en la vivencia del pamplonés Enrique Cayuela)

No dejan de buscarme,  aunque mi fiel empleada les diga reiteradamente con voz valiente y decidida que estoy de viaje. Para intentar esquivar a los que me persiguen me he quedado cerca de casa. Insospechadamente cerca.

Escondido en un cubículo de poco más de un metro cuadrado, intento que el tiempo corra a mi favor junto a la maquinaria del reloj de la estación. Pero he de tener cuidado, sumo cuidado, pues la esfera que me oculta durante el día, cuando en la noche ilumina las horas puede también delatar mi presencia.

A veces comparto mi exiguo rincón con otro compañero de huida. Cada vez que escuchamos el impacto de las botas contra las escaleras del edificio, durante las incesantes rondas de registro que efectúan los militares, nuestros angustiados corazones laten como caballos desbocados,  pues el miedo es un jinete que no sabe manejar las riendas.

Entre sobresalto y sobresalto pasan las horas, los días, las semanas… ¿Cuánto tiempo estará la suerte de mi lado? ¿Hasta dónde llegará la lealtad de esos vecinos que, aun no compartiendo mis ideas,  permanecen con sus bocas cerradas?

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