Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

70. Fisioterapia de choque. (Montesinadas)

Reconoce al instante el tatuaje en su espalda. El dibujo de la cabeza de un tigre que se deforma cuando le hunde los dedos para detectar el punto gatillo al que quiere acceder. La misma espalda que había visto cogiendo la cintura de su mujer en la vereda del río, no una vez, sino muchas en su juventud y quién sabe si ahora también. La cabeza rallada del animal ocupa la superficie completa del trapecio, ese músculo que sube hasta la base del cráneo y que dice que lo está matando de dolor. ¡Qué sabrá él de la muerte!

El azar ha puesto a su próxima víctima a merced de sus criminales manos. Pero si lo hace, romperá su promesa. No debe arriesgar más de lo necesario ni llevar al trabajo sus problemas personales. Cumplir esa sencilla norma le ha permitido disfrutar de una buena salud mental, capaz de equilibrar sus dos vidas, y le ha mantenido la sangre fría necesaria para llevar a cabo, sin dejar pistas, las muertes que le encargan. La misma sangre fría con la que en estos momentos retuerce el cuello del hombre que apenas oye el crujir de las cervicales.

69. ERROR DE CÁLCULO (JUAN MANUEL CHICA CRUZ)

 

Oh, qué cosa tan amarga es mirar la felicidad a través de los ojos de otro hombre.”

William Shakespeare

Con  aquella  frase << Te quiero tanto>>, que  balbuceaba con la mirada perdida lograba aplacarme como cuando uno se  rasca la piel para mitigar el picor, pero enseguida arreciaban los deseos de abandonarle hasta que  no tuvo más remedio que aceptarlo. Cedió a todo. Hasta me dejó la casa para él  mudarse a un residencial cercano. <<Así estaré cerca de ti, por si  necesitas algo>>, decía el pobre con cara compungida.   Pero después,  cuando  lo veía por el barrio su cara  cada vez era  más y más  radiante como luna en fase creciente   y sus ojos de una mirada  limpia y fresca como la brisa del mar. La felicidad es algo que no se puede disimular. La envidia tampoco. La constatación definitiva la tuve  cuando lo vi paseando cogido de la mano de una mujer.  Una chica  muy  mona. Él  hablaba como si nunca le hubiesen escuchado y ella le miraba con ojos que reflejaban el brillo de un tesoro encontrado.

Quiero   revocar el divorcio. Que regrese a mi lado. No soporto verle feliz y menos con otra. El abogado  se  encoge de hombros y por única respuesta  me ofrece la tarjeta de un psicólogo. Quizá pueda ayudarla, me dice.

68. Mentira piadosa (Patricia Collazo)

De Lucía adoro sus ojos color tormenta y ese aire de canción de Serrat que la envuelve.

De Charo, sus piernas infinitas y el mohín con que me recibe.

De Inés, el pelo ensortijado que vibra entre mis dedos en el momento de la pasión.

De Julia, sus piececitos de princesa y las notitas que me deja bajo la almohada.

De María, los hombros perfectos y bronceados y esa aura de virgen sagrada que mantiene aún en los momentos de más ardiente intimidad.

De Cecilia, sus senos en forma de lunas y los espectaculares eclipses en los que coincidimos.

Pero mi preferida es la dulce Amanda. Con sus manos de dedos largos y ágiles, sus brazos fuertes de deportista, pero, sobre todo, con esa capacidad desconcertante de no ser celosa.

A ella puedo hablarle de todas. O eso creía hasta que esta mañana me encontré sobre la cama un macabro collage formado por los ojos tormenta de Lucía, las piernas infinitas de Charo, el pelo ensortijado de Inés, los piececitos de Julia, los hombros virginales de María y los senos lunas de Cecilia. De Amanda, solo unas escuetas palabras pintadas con rouge en el espejo: te mentí, sí soy celosa.

67. Ojo con la envidia (Juana Mª Igarreta)

Que Matías tiene una enigmática mirada no lo niega nadie, pero solo él conoce el porqué de la misma: sus ojos no se llevan bien, y constantemente hacen ver sus diferencias. El joven, resignado, últimamente hasta ha descubierto algunas ventajas. Mientras con el ojo izquierdo sigue atento el fútbol en la tele, con el derecho avanza en la lectura del libro que corresponda. Eso sí, debe tener cuidado si no quiere ver a Madame Bovary encajando un gol en la portería del Barça.

Desde que la flamante Susana vive en la casa de enfrente, las cosas han empeorado. El ojo izquierdo, con vista de lince, la percibe con todo lujo de detalle; el derecho apenas alcanza a ver una desdibujada silueta, lo que le provoca una constante irritación.
Cada vez que Matías se cruza con Susana no puede evitar que el ojo izquierdo le dedique un guiño con pretensiones cautivadoras. El derecho, en lugar de deleitarse observando de cerca a la chica, se muestra girado y desorbitado, vigilando a su rival sin pestañear.
Matías, desconsolado, está recorriendo los mejores oculistas, pero ninguno de ellos descubre la mácula de envidia instalada en el fondo de su ojo derecho.

66. La mujer del amante

A Mónica le gustaría tener la piel tan tersa como su profesora de yoga, y también su cuerpo de modelo. Daria lo que fuese por tener los ojos azules como un cielo de mayo y los dientes perfectos de la vecina de enfrente. Pero sobre todo tiene envidia de la mujer de su amante porque despierta con él cada mañana.

Su psicólogo, que le había preguntado a quien envidiaba, emitió un sonido nasal indescifrable y apuntó algo en la libreta. Luego quiso saber si conocía a la mujer de su amante. Mientras Mónica contestaba que no, decidió que tenía que verla. Su amante apenas le hablaba de su esposa, pero sí que le había dicho dónde vivían, así que se ha apostado discretamente cerca de su casa hasta que la ha visto salir.

La esposa de su amante tiene los ojos azules como un cielo de mayo, los dientes perfectos, la piel tersa y un cuerpo esvelto que se mueve como el de una modelo de pasarela. Ha quedado tan fascinada por la visión que si el psicólogo volviera a preguntarle de quien tenía envidia, ahora Mònica contestaría que de su amante.

65. EL OLVIDADO (Javier Puchades)

Inmerso en un mar de celos estaba Daniel la mañana de Navidad. Se encontró sin nada con que jugar y no entendía el motivo, ya que, por miedo a que le ocurriese como el año anterior, había puesto sus zapatos debajo del árbol y se fue pronto a dormir. Sin embargo, a sus hermanos les habían dejado varios regalos. Le dieron ganas de pasar a la acción e irse de casa para siempre. Además, tampoco comprendía por qué, desde hacía casi dos años, mamá dejó de ponerle su cubierto en la mesa y lloraba si alguien pronunciaba su nombre.

64. TEMPESTAD (Mødes)

En su sexto mes de embarazo, mi mujer tuvo un antojo.

Y quiso una nube.
Así que fui a la Protectora y, rechazando los cirros y nimbos de pura raza, adopté una pequeña nube callejera, hija de mil gases diferentes.
Las primeras semanas fueron perfectas. Ella era cariñosa y fiel, y un manto de felicidad cubría nuestro hogar.
Pero la noche en que mi mujer dio a luz, todo cambió.
La nube se dejó arrastrar por las bajas presiones y una tormenta de celos la devoró.
Se hizo una auténtica rebelde y, cuando la reñíamos, hinchaba sus vapores, ennegrecía su color y nos amenazaba con sus truenos.
Y desde hace unos días ha empezado a arrojar, sin previo aviso, agua de lluvia por toda la casa.
Ayer hablé con un meteorólogo y me dijo que tuviésemos mucho cuidado, porque, con una absoluta certeza, la nube ya ha empezado a marcar su territorio.
Y ahora rezo para que el próximo antojo de mi esposa sea de tipo gastronómico.
Quizá no suene tan poético, pero mi salud lo agradecerá.

63. CORAZONADA

Dicen que cuando estás a punto de morir ves tu vida pasar por delante de los ojos, como en una película. Ahora sé que es verdad.

La lluvia torrencial, la poca visibilidad, mamá sacándose la leche durante meses para dártela en biberón y que no te agotaras succionando.

El coche patinando en una curva, un camión de frente y tú durmiendo en su cuarto hasta los cinco años para poder atenderte al instante, porque si llorabas te ponías cianótico.

Un volantazo brusco, el choque contra el quitamiedos, los besos que recibías por cada aprobado y ella diciéndote que tenían más mérito que mis sobresalientes.

La caída al vacío, la primera vuelta de campana, yo esta tarde solo en mi graduación porque prefirió acompañarte a la cita del cardiólogo.

Una vuelta más, el golpe seco en mi cabeza, mamá que no responde a mi llamada para contarle la ceremonia, vuestra foto abrazados en su nuevo perfil, el agua en la carretera.

Mi último pensamiento es para ti. Espero que seamos compatibles y no quedar demasiado destrozado para ser tu donante. Y que mamá reconozca, por primera vez en la vida, que al menos mi corazón es mejor que el tuyo.

 

 

62. Lunática (JAL)

Todas las noches me pinto de plata para llamar tu atención, pero tú siempre me ignoras y te alejas un poco más. “En la distancia está el equilibrio”, me susurras sin piedad. No soporto este vacío, este destierro, este dar vueltas sin parar. Quiero besar tu azul hasta volverte loca, hasta hacerte comprender que yo soy la Atlántida de tu corazón, tu auténtico sol, y no ese astrozuelo al que persigues sin cesar. Pero tú persistes en ir tras él, incluso sabiendo que un día tu inmisericorde Romeo se hará gigante y te devorará sin piedad, y contigo a mí también. Y eso no puedo permitirlo. No me dejas más opción: Volaré de nuevo a tu encuentro y te haré reventar en mil pedazos, como al principio de nuestra relación. Pero esta vez, amor mío, no podrás desterrarme y nos fundiremos solo en una, para toda la eternidad, por siempre jamás.

61. LOS SUICIDAS

Mi querencia hacia el suicidio viene de lejos. Son ya muchos años preparando el momento. Al principio pensé hacerlo de forma anónima, pero buceando por internet descubrí que hay mucha gente con la misma inclinación y, animado por la curiosidad, creé un grupo en Facebook que cuenta ya con un nutrido grupo de seguidores. Allí intercambiamos penas y  desgracias, y trabajamos las distintas técnicas para irnos de una forma digna y a ser posible original. Hay bajas, como es lógico, pero enseguida se añaden miembros nuevos. Una vez al mes organizamos un suicidio por sorteo, nos citamos para despedir al afortunado y yo, como administrador del grupo, estoy exento y no entro en la rifa. No lo llevo bien, siento que me hago viejo y no logro mi objetivo. En cada ceremonia, cuando el suicida lanza el último suspiro, siento crecer la envidia dentro de mí con tanta fuerza, que de seguir así, creo que acabará matándome.

60. LA HISTORIA DE LA ENVIDIA

La  Envidia siempre fue un país dividido. La población enferma pertenecía a la parte Cochina, el resto, a la Sana. Según las investigaciones, el causante de la enfermedad era un extraño virus.

Aunque la convivencia nunca había sido pacífica, la gente se acostumbró a esa “normalidad” hasta que, inesperadamente, el virus mutó y la nueva variante, mucho más peligrosa, comenzó a correr como la pólvora. Los cochinos más afectados no paraban de hacer cochinadas. Las curvas indicaban que un aumento de la incidencia acarreaba un incremento exponencial de los delitos. La ciencia, en tiempo récord, desarrolló vacunas. Gracias a ellas y al buen ritmo que tuvieron los pinchazos, se consiguió la inmunidad de rebaño, pero los expertos coincidieron en que sería difícil que el virus desapareciera.

Hoy en día lo que preocupa son los efectos secundarios de las vacunas, aunque sólo se dan en contadas ocasiones, algunos son importantes, se pueden sufrir ataques de ambición, incluso, de locura. Esto explicaría los últimos acontecimientos. Un individuo, que dice llamarse Napoleón, ha dado un golpe de Estado y tiene la intención de autoproclamarse emperador. Lo peor es que asegura que será él quien escriba las próximas páginas de la historia del país.

59. Vecinos

Mi vecino imitaba todo lo que yo hacía, justificándose con mil excusas que inventaba. La más divertida fue cuando cambió su coche nuevo por uno igual al mío. Según nos explicó, se lo habían robado y la policía lo encontró totalmente calcinado.

El día en el que mi mujer les anunció que había sufrido un accidente y estaba ingresado en el hospital, con pronóstico grave, mi vecino se quedó totalmente desconcertado. Regresé a las pocas semanas, en silla de ruedas. Durante un tiempo no quise ver a nadie. Me pasaba los días sentado frente a la ventana, espiando su vida perfecta escondido tras los visillos: llevaba a sus hijos a la escuela en su flamante coche, salía a cenar con su mujer, invitaba a sus amigos a una barbacoa…

Debo reconocer que me sentí ofendido, defraudado, parecía que sus ganas por imitarme habían desaparecido y yo seguía hundido en mi pena y mi desgracia. Así que decidí hacer algo al respecto. Cogí de nuevo el coche, lo adaptamos y me manejaba con soltura con los nuevos mandos. Escogí la hora adecuada, calculé la distancia y velocidad necesarias y, tras verlo atravesar la calle para tirar la basura, aceleré.

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