Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

23. Odio ancestral (Jesús Alfonso Redondo Lavín)

A veces, en Miera, los montes quiebran y los estratos caen como varillas pétreas de abanico cerrando los valles de siglos abiertos por tenaces riachuelos, que tras el colapso vuelven a buscar nuevos cauces.

Merilla está en uno de esos valles que veces se cierran al igual que sus moradores. De largo venían las rencillas entre los Cobo contra sus vecinos los Ruiz. Las miradas torvas de Pilar Cobo eran delatoras de la envidia. Cualquier cosa relativa a Eugenia Ruiz enconaba su ánimo; un pañuelo, un vestido nuevos; una alabanza oída a hurtadillas en la puerta de la capilla: ─ Geniuca me llevó al médico a Solares o me trajo la compra o siempre está dispuesta… Y aquel día, por culpa de una gallina que cruzó un linde, como esos montes que allí se quiebran, la ira de Pilar colapsó su débil cerebro. Mientras Geniuca ocupada en sus tareas recogía hierba en un cuévano, Pilar se lanzó contra ella golpeándola repetidamente con una hoceta de mango largo.

Durante días quedó en aquel lugar el cuévano marcando el lugar del crimen.

Y el río Merilla siguió, ausente,  meandreando nervioso entre los peñascos del argayo, en busca de su destino hacia la mar.

22. Subjetividad (Aurora Rapún Mombiela)

No es la envidia la que guía mis palabras sino la realidad más descarnada cuando asevero que tiene un culo diez. Mi marido diría que ya estoy otra vez con la misma historia, pero es objetivo el hecho de que tenga unos brazos como esculpidos en mármol. Mi querido esposo diría que de qué le estoy hablando, cuando soy experta en reconocer pechos perfectos. Estoy segura de que mi marido haría algún comentario sobre el verdor de mis mejillas encendidas por los celos y de que yo replicaría con contundencia, cargada de razón. 

Mi madre y mi suegra se pondrían de parte de mi marido y me invitarían a reflexionar. <<A mí ni va ni me viene en qué gasta el dinero y el tiempo mi cuñada, la perfecta>>. Así de claro se lo explicaría a mi marido, si no fuera porque ha transcurrido ya un mes desde que me abandonó y porque no sé, objetivamente hablando, qué hacer con toda esta bilis que se me ha quedado dentro.

21. LILITH (Paloma Casado)

Enseguida llegará a El Paraíso, atravesará el camino de guijo que rodea la urbanización y entrará en la vivienda. El frescor de la penumbra de persianas bajadas le producirá un escalofrío gozoso. Recorrerá las estancias sin prisa, sabiéndose sola y se detendrá en la cocina para sustraer un refresco del frigorífico y alguna galletita. Después se repantigará en la “cheslon” -como llaman a ese sofá magnífico- a ver algún programa en el enorme televisor. Quizás también se atreva a irrumpir en la habitación de matrimonio para profanar las sábanas de algodón egipcio imaginando que Ramiro -para sus adentros siempre le llama así, sin tratamiento- le hace el amor. Pero cuando se levante tras el sopor placentero, el espejo le devolverá a la realidad de su cuerpo gastado y rechoncho, de su rostro vulgar ¿Por qué no puede ser Ella? Después hará la cama, recogerá la ropa descartada de las maletas, regará las plantas y saldrá de esa vida de Otra cerrando la puerta con llave prestada. Un autobús y dos trasbordos del Metro la conducirán de vuelta a los infiernos.

 

20. EL EQUILIBRISTA (Sara Lew)

Cada vez que le cuento a mi psicóloga que he trepado por la fachada de un rascacielos sin arnés, o que he hecho el pino con una sola mano sobre la cornisa de un edificio, logro captar una chispa de envidia en sus ojos antes de que me pregunte muy seria: “¿No será que usted coquetea con la idea del suicidio?”. Yo le respondo que no, que a mí lo que me seduce es la vida, siempre preciosa agazapada tras el riesgo.

En nuestra última sesión mencioné el lugar, el día y la hora de mi próxima hazaña, a sabiendas de que ella lo apuntaría como todo lo demás en su libreta. A continuación me hice el ofendido por una de sus frases aleccionadoras y abandoné la consulta vociferando: “¡Y usted que sabrá del peligro si se pasa todo el día en esa butaca!”.

Ha llegado el momento. Me dispongo a hacer funambulismo entre dos torres cercanas. Sé que vendrá. La busco entre los curiosos que se agolpan ahí abajo, sin éxito. Cuando doy el primer paso la veo al otro extremo del cable, en la azotea de enfrente. Ella, a su vez, avanza  hacia mí.

19. DISPARES Y NONES (Juan Manuel Pérez Torres)

Por eso se fue del colegio. Quería hacer la primera comunión vestido con diadema y un vistoso vestido blanco de tul. Aquella intención anunciada antes de tiempo por Martinito causó mucho revuelo entre profesores y alumnos primero, y entre padres y madres después. Al final, se cambió de colegio.

Pero éramos vecinos, vivía en mi bloque, dos plantas más arriba. Crecimos juntos. Yo lo veía cada día ir y venir con su madre a la academia de baile por las tardes. A veces, los días sin cole, o en vacaciones, nos juntábamos un grupito de chicos y chicas para charlar de nuestras cosas y compartir vivencias. Estar juntos, en fin, viviendo su historia junto a la mía. Hasta que se fue a vivir a otro barrio, al otro lado de la ciudad.

Creo que ya lo envidiaba. Durante estos años lo he recordado en muchas ocasiones, si he necesitado apoyo moral, o alguna inyección de optimismo. Martinito era mi alter ego. Ayer, después de tanto, nos encontramos.

Ahora veo que su determinación, su ánimo, su perseverancia y su sinceridad con su cuerpo, lo han convertido en Martina. Y no sabes cómo la envidio.

18. La celadora (Javier Igarreta)

“Si la envidia fuera tiña, cuántos tiñosos habría”, sentenció la celadora clavando su mirada inquisidora en los muchachos. Solícita atendió al enrabietado Bernardito que exageraba su dolor en un rincón. Sin duda, algún interno harto de ser el capacico de las hostias, había descargado su ira en el pobre gordito, según todos el ojito derecho de aquella mujer tan corta de estatura como sobrada de resentimiento. Un suceso de organización interna vino, días después, a cambiar el orden de sus afectos. Desde la llegada al internado de Sor Virginia, la celadora solo tuvo ojos para ella. De aspecto místico y frágil, la monjita desprendía una ambigua espiritualidad. Un domingo, en la misa de doce, Sor Virginia salió al altar para repartir la comunión. Presa de una emoción desbordante, la celadora se revolvía nerviosa en la fila, suspirando por recibir la sagrada forma de tan blancas manos, con tan mala pata que dio con sus ansias en el suelo. Como movido por un resorte, Bernardito salió del banco en ayuda de su benefactora, pero ella lo apartó con un gesto airado. Mientras recomponía su maltrecha figura, la celadora miró con insistencia a Sor Virginia, reclamando un atisbo de su fervor.

 

 

 

17. ALZHEIMER

Yo soy mi padre y soy mi madre. Soy mi abuelo que fue condenado a muerte tras una lucha fratricida sin sentido y soy mi abuela que peleó en solitario por sacar una familia adelante. Soy la tierra en la que se entretejen los genes de mis ancestros. Pero también soy aquel que  hoy es consciente de un universo que sobrepasa su realidad.

Soy yo. Incomprensible, inabarcable e incompleto sin su historia, sin ti.

Hoy deambulo en un mar embravecido de soledades. Pienso, es mi virtud, pero sin saber si mi realidad es certera. Inseguro porque no veo con tus ojos, no oigo con tus oídos ¿Soy yo parte de tu realidad o sólo una sombra en tu recuerdo?

Y luego vendrá en el final del camino la última risa, que es el aleluya de la vida. Y seguramente no seré consciente del momento. Tal vez no lo viva como una oración de agradecimiento. Y sentiré envidia de tu existencia y celos del aire que te llena los pulmones.

Por todo eso me voy, y también para privarte del sufrimiento que ha de venir. Porque el yo es soledad y la carga de la existencia. No es fácil decir adiós.

16. LA PUERTA DEL MAL (Mercedes Marín del Valle)

Consultó su reloj antes de llamar. Tenía cita. Un hombre lúgubre, de pelo pobre y gafas obsoletas, saludó distraído y la hizo pasar a una habitación. Mientras él se preparaba, ella observó sin disimulo los detalles de aquel cuarto. Tres sillas de terciopelo rojo, una mesa vestida, una lámpara de araña, un mueble abarrotado de figuritas de cerámica, un jarrón con flores de plástico, retratos antiguos en marcos plateados y un par de imitaciones de Van Gogh. Aberrante. Lo más opuesto a su concepto de decoración.

Se sintió incómoda, por el lugar y por la intención que la había llevado allí, pero la rabia acumulada le dio la fuerza para reponerse. No permitiría que su marido la abandonara. Los celos, inquilinos de su estómago, no la dejaban comer ni vivir. Era hora de poner fin a su sufrimiento.

Antes de entregarse totalmente al ritual, la voz de su madre resonó en su mente: “Desear el mal ajeno suele atraer tu propia desgracia. “ Cerró los ojos pensando, que nada podía ser peor que aquel sentimiento de frustración sostenida, luego, dejándose seducir por el sonido hipnótico del mantra susurrado en lengua desconocida, mostró su lado más oscuro. La vela negra vibró.

 

15 SABOR A SAL (Belén Mateos)

Al lado de mi lista de la compra está la de mis deseos. Cada una con un imán diferente adheridos a la nevera.

El azul con un aroma a mar, el rojo con sabor a espaguetis caseros.

 

Eduardo las contempla, juega con ellas. Yo vuelvo a colocarlas en la posición correcta mientras enciendo el fuego para hervir la pasta.

 

He tirado a la basura sus gafas de sol, la toalla de propaganda de una bebida con demasiado azúcar, el cuenco donde todavía estaban las conchas enarenadas de sus días.

 

Se me han pasado de fuego, estoy tratando de separarlos. Quizá el tomate me ayude a ello. Les añado atún, una pizca de pimienta y una chispa de fantasía. Me esmero en el punto al dente, restado los tres minutos de más.

 

Abro una botella de vino blanco, reboso las copas de ese dulce espumoso que siempre nos ha sabido a costumbre. Él remueve, pensativo, ese recuerdo, lo cata, fija su sabor en la desmemoria.

 

Se envenenan mis celos con ese olor a basura exhalada desde cocina. Contengo la respiración.

 

Eduardo oculta mis deseos con sabor casero en el congelador, después, abre una lata ansiando paladear el salitre de Rebeca.

 

13. HOMBRE (María Jesús Briones Arreba)

Yace desnudo sobre un lecho húmedo. Busca un cuerpo cálido que lo envuelva, otra carne donde embeber su jugo en un festín de amor.
Está solo tragando la sal de sus lágrimas aparcadas en el estómago. Tiembla y muestra su desabrigo al mundo que le rodea.
Acaba de nacer. Todos le envidian y su hermano se encela.

12 Ahora sí

Desde los primeros juegos educativos en la escuela infantil comenzaron a ser inseparables. Imanes atraídos por un probable destino.

Las dos tenían la misma gracia que tiene esa edad, aunque sus rasgos y carácter fueran completamente distintos.

En secundaria seguían siendo un par, pero Julia ya le sacaba un palmo a Lidia y además era muy hermosa. Cualquier grupo la quería incluir, pero ella siempre lo mismo: o las dos o ninguna. Adoraba esa amplia sonrisa que siempre le regalaba por todo lo que hacía por ella. Se sentía orgullosa de darle un sitio en el mundo.

La ayudaba a vestirse para los eventos con chicos. Le prestaba ropa ancha para que no se percibiera la línea recta entre sus piernas y su torso. La maquillaba para intentar disimular su rostro sin lumbre.

Julia tenía vorágine de pretendientes, pero se enamoró de un solitario. Y fue su amiga la que dijo que lo arreglaría, como celestina, yendo a él para acercárselo.

Un día en que Julia los observaba, soñando en que el fruto cayera, de repente la atravesó una sonrisa seria y profunda, inmensamente distante a las de siempre. Justo tras un beso apasionado.

11 PRÍNCIPE DESTRONADO

Se ha sentido como un príncipe destronado tras la llegada a la vida de su hermano, 20 meses menor.
Ya no es el único centro de atención de sus padres. ¡Tiene que compartirlos!
Y piensa, ¿qué se creerá ese pequeñajo, de pelo indomable y profundos ojos verdes?
Él, rubio, de mirada celeste, está acostumbrado a que les paren por la calle para alabar su cara “de anuncio”, y ahora, destacan la extraña belleza de su hermano.
Y no piensa permitirlo. Por eso, le tira del pelo cuando no le ven, le araña la cara y le quita los juguetes.
Ellos no se dan cuenta, aunque les parezcan extraños esos arañazos y algunos quejidos.
Pero un día, lo pillan en plena faena. Le castigan mientras le recuerdan que es pequeño y debe cuidarlo.
En los años siguientes, de habitación compartida, el pequeño aguanta estoicamente las arremetidas de su hermano mayor y su implacable tiranía.
Con la llegada de la juventud, el menor, con trabajo e independencia económica y vital, se venga del mayor, negándole el saludo.
Y el príncipe destronado, que a sus treinta años se empeña en ser un niño grande e irresponsable, intenta recuperar unos lazos de sangre, ya inexistentes.

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