Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

10. Eras mía

Recuerdo cuando cogí la carta del bolso de tu madre, la última vez que la invitamos a casa. No sé por qué la he guardado todos estos años. Al leerla se me han subido los colores; o tal vez haya sido el fuego de la chimenea, avivado al recibir las trizas de papel. Te imagino escribiéndola al volver de la playa aquel día. Estabas tan guapa, con el cuerpo moreno y el pelo suelto; reías mientras las olas te besaban los tobillos, y todas esas  miradas repugnantes se pegaban sobre tu piel, más aún que la arena. A mí me subía la bilis, las uñas me hacían heridas al apretar los puños, pero tú no parabas, nunca parabas, hasta que me obligaste a frenarte a la fuerza, día tras día. Hasta hoy. Ahora, por fin, podré descansar tranquilo.

09. Digno deseo

El peón blanco abre y, mientras avanza dos escaques centrales, no le quita ojo al caballo negro. No solo desea tener su capacidad para saltar, sino también su pelaje negro como el azabache.

Un pelaje que al caballo le estorba -concretamente el tupé- porque le impide ver con nitidez al alfil blanco. Del que admira su libertad para moverse de una esquina a otra, y además le pirra su color níveo.

Al alfil, en cambio, no le importa esta cualidad y tiene la mirada puesta en la torre negra. Adora su fortaleza para enrocar y se muere por tener una corpulencia tan robusta como la suya.

Por el contrario, la torre no se siente cómoda con su imagen y examina de arriba abajo a la dama blanca. Nada le gustaría más que ser como ella, una dama delicada y valiente, capaz de debutar con su propio sacrificio como de finalizar con un jaque. Pero un jaque perpetuo, no mate, para eternizar así la amenaza al rey negro.

Un rey con quien tuvo un devaneo y el mismo que, ahora, no puede pensar en otra cosa que no sea la envidiable apertura que acaba de hacer el peón blanco.

08. Decisión final (towanda)

 

Era lo que debía hacer. De lo contrario, me habría consumido viéndote crecer,  sabiendo que siempre serías la favorita.

Esta mañana tuve que insistir mucho para que me dejaran sacarte de paseo. Y mentir un poco. No podía decirles dónde iba a llevarte porque me lo habrían prohibido y, además, era un secreto de hermanos. Solo nuestro. Quería enseñarte los acantilados y el mar. De cerca. Lo más cerca posible.

Mientras caminábamos, sonreías recogiendo flores y piedras en una cesta, parloteando en tu lengüecilla de trapo. Qué bonita estás cuando se te marcan esos hoyuelos que tienen fascinado a papá… Te confieso que estos últimos años han sido terribles para mí. He dejado de ser hijo único, el ojito derecho de mamá, su niño, para convertirme en el hermano mayor. Me han despertado tus cólicos, me he pringado con tus cacas, has emborronado mis dibujos con tus babas y, lo peor, papá me obligó a regalar mi colección  de canicas para evitar que te ahogaras.

No te guardo rencor, hermanita, pero ha llegado el momento de despedirnos para siempre.

Diles a papá y mamá que los quiero muchísimo y, también, que saltar no era mi primera opción.

07. SIT TIBI TERRA LEVIS

Lo fuiste todo para mí. A mis ojos, eras la excelencia.

Nunca te gustó esa mediocridad de quedarse a medias y siempre me decías que si uno se proponía hacer algo, lo que fuera, debía hacerlo bien y, sobre todo, debía terminarlo.

Me lo repetiste tantas veces, mi amor, que acabé interiorizándolo hasta convertirlo en una convicción propia. Y entonces decidí que tenía que echarle valor a todo lo que tuviera que hacer a partir de ese momento.

Por eso te disparé justo en el corazón, sin que mi cabeza ni mi pulso dudaran un instante.

No debiste serme infiel sin terminar antes conmigo, pedazo de hipócrita mediocre.

Que la tierra te sea leve.

06. La dama sin vida (Antonio Bolant)

Ya no estaba allí cuando despertó, aunque el armazón de carne que le había alojado durante toda su existencia todavía respiraba sobre aquella cama. Pronto, la enfermera de guardia se alertaría por la parada de sus constantes vitales. ¿Pronto? Se sorprendió de comprender que el tiempo sólo era una ilusión. También de que podía sentir, de una forma inconcebiblemente honesta, con una formidable plenitud que lo conectaba con lo esencial.

Entonces se sintió acompañado. Ella fue la primera en hablar:

—¡Vamos!

—Por favor, dime que vienes de parte del cielo.

—No, pero tampoco conozco infierno alguno.

—Entonces, ¿adónde me llevas?

—No hay «adóndes», serás un estado que aún no eres capaz de concebir, pero que ya empiezas a intuir.

—Es curioso. No me siento solo, tampoco siento ningún miedo.

—No lo tendrás. Todo lo ocupará la esencia perdurable de quienes habéis estado vivos. No sabes cuánto os envidio por ello.

05. LAS RAMIFICACIONES DE UN OJO DEMASIADO VIGILANTE* (Mariángeles Abelli Bonardi)

No daba crédito a lo que veía… Lo agarró con manos temblorosas y me preguntó qué hacía ahí. El ojo se le puso verde y su mirada – una hiedra venenosa – medró por la tapa y todo lo absorbió: el título, el dibujo, los colores y mi nombre, sobre todo el nombre…

Le contesté tranquila, sintiéndome reivindicada, casi pudiendo leerle el pensamiento… ¿Qué hacía ahí yo (que escribía «con palabras raras») en el stand de Escritores Independientes de la Feria del Libro?

 

*Agradezco a mi amigo, Ángel Saiz Mora, las palabras que me inspiraron

04. FURIA

Todo comenzó cuando Agua se enamoró de Hierro.

Hierro disfrutó zambulléndose continuamente en Agua, para salir goteando y satisfecho.

Pero a Fuego le gustaba Hierro.

Rezumaba celos.

Lo abrasaba, volviéndolo rojo incandescente en cuanto salía de Agua.

Hierro regresaba inmediatamente a Agua.

Fuego, desesperado, lanzaba llamas a Agua quien se partía de risa retozando con Hierro.

Fuego se enfadó. Mucho.

Hizo al mundo escupir lava y llamas.

Agua respondió con gigantescas olas y diluvios para apagarlos.

Hierro se cansó de la pelea y se hundió en las entrañas de la Tierra, donde decidió descansar libre de pasiones por el resto de los tiempos.

Mientras tanto, en la superficie, se desató la mayor furia jamás imaginada.

03. Soberbia (Marisa Martínez Arce)

 

La veía pasar con su vestido blanco de percal.  Altanera, ufana.  Mirando por encima del hombro a todo aquel que se le cruzaba. La barbilla alta, la mirada desafiante. Hacía años que bebía los vientos por aquella chica, desde que íbamos a párvulos. Jamás me dio una oportunidad.

El tiempo no perdona, los años pasan. Se le bajaron los humos, aunque demasiado tarde, para entonces me había enamorado de otra. Ahora, era yo quien paseaba por su calle: primero de la mano de mi novia, más tarde agarrado del brazo, de la que ya era mi mujer. No lo hacía por fastidiar, es que el pueblo era pequeño. Ella, nos miraba desde su ventana bajando la cabeza, corroída por la envidia y los celos.

 

02. LEYENDAS RURALES (Ángel Saiz Mora) -Fuera de concurso-

Ningún disparo hizo blanco en mi cuerpo, pero me dejé caer durante las detonaciones. No hubo tiro de gracia. Al atardecer pude escapar a rastras de aquella zanja abarrotada de cadáveres. Días después, tras instalarme en una gruta, reuní coraje para visitar el pueblo.
Fue doloroso asimilar que mi novia accediera de inmediato a emparejarse con el alcalde, después de que ese maldito dijo a las tropas que llegaron que yo era un elemento subversivo, pese a mi falta de interés por la política. Él no soportaba que un simple cerrajero hubiese heredado tierras, de las que se apropió, ni mi relación con la muchacha más bonita, que también hizo suya. Tampoco ella tuvo inconveniente.
En las noches más oscuras rondo las calles. Al creerme muerto, cuantos me conocieron piensan que soy un fantasma. Formo parte del paisaje, como la fuente de cuatro caños.
Podría abrir cualquier puerta, pero solo entro en una casa. He convertido la vida de sus moradores en un calvario, tanto, que envidian no estar ya difuntos. Les aterra verme aparecer. La que iba a ser mi mujer ha perdido toda su belleza, presa de una enloquecedora ansiedad. El alcalde lleva tres infartos.

01. ERWÜNSCHT

El embajador le confesó que la gobernanza de Erwünscht podría ser un referente para cualquier nación. Le mostró su admiración por las aguas cristalinas, los bosques, el trabajo de los campesinos, la tranquilidad de sus senderos… Lo describió como una condición envidiable.

El gobernador entendió sus palabras como una advertencia, una sutil amenaza, y contrariado, reunió al consejo: tomarían las previsiones necesarias para evitar la pérdida de su codiciada situación. Comenzaron con el control de tránsito por los principales caminos. Fue necesario acrecentar el ejército, y muchos campesinos se hicieron soldados. En las tierras abandonadas se construyeron fortines y nuevas industrias de armamento.

Algunos visitantes, sorprendidos por las novedades, corrieron el rumor de un enemigo lejano en ciernes y fueron expulsados por mezquinos y maledicentes. Como gestos inequívocos, talaron el bosque circundante para evitar sorpresas, envenenaron los pozos para contrariar el abastecimiento oponente y se encerraron intramuros.

El confinamiento del ejército asustó a los vecinos que se plantearon huir, pero les forzaron a regresar en su propio beneficio. Aunque controlaron y cerraron los accesos, el territorio se fue vaciando y creció el miedo hacia el gobernador y sus consejeros, satisfechos al fin por conseguir instaurar un estado fuerte, autoritario, definitivamente inconquistable.

91. La Dama de las Líneas

Era alta, pálida y con rasgos diferentes a la gente de la zona. Aunque hablaba español, se le escapaban, de vez en cuando, palabras en un idioma desconocido. Cada vez que iba por provisiones al pueblo, la bruja María compraba escobas. Con la carga  al hombro, regresaba a la árida llanura donde vivía, sola, en una choza. Al poco rato, se levantaban las polvaredas que se creía eran producto de sus vuelos sobre el desierto. Decían que despegaba, envuelta en nubes de polvo, con el chispazo de los celajes prendido entre las briznas de sorgo de la escoba; pero nadie la sorprendió nunca en esas actividades mágicas. María alejaba a cualquier mirón a escobazos, mascullando  imprecaciones en su natal alemán. 

Los rumores cesaron, cuando se pudo contemplar, desde lo alto de los cerros o en un aeroplano, cómo cada centímetro cúbico de gravilla barrido  por la arqueóloga, dejó al descubierto las figuras de una araña, un mono, un colibrí, una ballena y otros geoglifos hilvanados contra el fondo oscuro del desierto de Nazca.

90. La derrota

Un órdago a la grande quiebra el silencio que acristala el cementerio. Cuatro borrachos rodean la tumba del prior. Los naipes descartados tiemblan sobre la losa de mármol  que apresa el frío de la noche de difuntos. Un montón de amarracos, todavía intactos, espera sobre el jaspe veteado, como una ofrenda hecha al diablo. La calma, hecha añicos, alfombra los caminos que recorren fosas y sepulcros, nichos y panteones. Un halo de fósforo serpentea alrededor de los cuatro jugadores, que se miran a los ojos, retadores. Son las doce, la hija del enterrador se despierta del letargo anual que la atenaza, sube la escalinata de la cripta en la que habita, se podría decir que flota por los tétricos callizos que conducen a la timba. Se acerca a los tahúres; un relente de alcohol tapiza crucifijos y epitafios, el camisón de la chica, ahora transparente, y los palos que se agitan en el interior de la baraja. A la espalda de su padre le susurra un «quiere» diminuto. El viejo desdentado descubre sus reyes de cartón, todavía ebrios, con una carcajada desacorde. Frente a él un desconocido, también alcoholizado, muestra una jugada, hasta ahora insuperable, los cuatro jinetes del apocalipsis.

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