Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

BLANCO Y NEGRO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en BLANCO Y NEGRO

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán relatos que desarrollen el concepto BLANCO Y NEGRO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE DICIEMBRE

Relatos

68. Mentira piadosa (Patricia Collazo)

De Lucía adoro sus ojos color tormenta y ese aire de canción de Serrat que la envuelve.

De Charo, sus piernas infinitas y el mohín con que me recibe.

De Inés, el pelo ensortijado que vibra entre mis dedos en el momento de la pasión.

De Julia, sus piececitos de princesa y las notitas que me deja bajo la almohada.

De María, los hombros perfectos y bronceados y esa aura de virgen sagrada que mantiene aún en los momentos de más ardiente intimidad.

De Cecilia, sus senos en forma de lunas y los espectaculares eclipses en los que coincidimos.

Pero mi preferida es la dulce Amanda. Con sus manos de dedos largos y ágiles, sus brazos fuertes de deportista, pero, sobre todo, con esa capacidad desconcertante de no ser celosa.

A ella puedo hablarle de todas. O eso creía hasta que esta mañana me encontré sobre la cama un macabro collage formado por los ojos tormenta de Lucía, las piernas infinitas de Charo, el pelo ensortijado de Inés, los piececitos de Julia, los hombros virginales de María y los senos lunas de Cecilia. De Amanda, solo unas escuetas palabras pintadas con rouge en el espejo: te mentí, sí soy celosa.

67. Ojo con la envidia (Juana Mª Igarreta)

Que Matías tiene una enigmática mirada no lo niega nadie, pero solo él conoce el porqué de la misma: sus ojos no se llevan bien, y constantemente hacen ver sus diferencias. El joven, resignado, últimamente hasta ha descubierto algunas ventajas. Mientras con el ojo izquierdo sigue atento el fútbol en la tele, con el derecho avanza en la lectura del libro que corresponda. Eso sí, debe tener cuidado si no quiere ver a Madame Bovary encajando un gol en la portería del Barça.

Desde que la flamante Susana vive en la casa de enfrente, las cosas han empeorado. El ojo izquierdo, con vista de lince, la percibe con todo lujo de detalle; el derecho apenas alcanza a ver una desdibujada silueta, lo que le provoca una constante irritación.
Cada vez que Matías se cruza con Susana no puede evitar que el ojo izquierdo le dedique un guiño con pretensiones cautivadoras. El derecho, en lugar de deleitarse observando de cerca a la chica, se muestra girado y desorbitado, vigilando a su rival sin pestañear.
Matías, desconsolado, está recorriendo los mejores oculistas, pero ninguno de ellos descubre la mácula de envidia instalada en el fondo de su ojo derecho.

66. La mujer del amante

A Mónica le gustaría tener la piel tan tersa como su profesora de yoga, y también su cuerpo de modelo. Daria lo que fuese por tener los ojos azules como un cielo de mayo y los dientes perfectos de la vecina de enfrente. Pero sobre todo tiene envidia de la mujer de su amante porque despierta con él cada mañana.

Su psicólogo, que le había preguntado a quien envidiaba, emitió un sonido nasal indescifrable y apuntó algo en la libreta. Luego quiso saber si conocía a la mujer de su amante. Mientras Mónica contestaba que no, decidió que tenía que verla. Su amante apenas le hablaba de su esposa, pero sí que le había dicho dónde vivían, así que se ha apostado discretamente cerca de su casa hasta que la ha visto salir.

La esposa de su amante tiene los ojos azules como un cielo de mayo, los dientes perfectos, la piel tersa y un cuerpo esvelto que se mueve como el de una modelo de pasarela. Ha quedado tan fascinada por la visión que si el psicólogo volviera a preguntarle de quien tenía envidia, ahora Mònica contestaría que de su amante.

65. EL OLVIDADO (Javier Puchades)

Inmerso en un mar de celos estaba Daniel la mañana de Navidad. Se encontró sin nada con que jugar y no entendía el motivo, ya que, por miedo a que le ocurriese como el año anterior, había puesto sus zapatos debajo del árbol y se fue pronto a dormir. Sin embargo, a sus hermanos les habían dejado varios regalos. Le dieron ganas de pasar a la acción e irse de casa para siempre. Además, tampoco comprendía por qué, desde hacía casi dos años, mamá dejó de ponerle su cubierto en la mesa y lloraba si alguien pronunciaba su nombre.

64. TEMPESTAD (Mødes)

En su sexto mes de embarazo, mi mujer tuvo un antojo.

Y quiso una nube.
Así que fui a la Protectora y, rechazando los cirros y nimbos de pura raza, adopté una pequeña nube callejera, hija de mil gases diferentes.
Las primeras semanas fueron perfectas. Ella era cariñosa y fiel, y un manto de felicidad cubría nuestro hogar.
Pero la noche en que mi mujer dio a luz, todo cambió.
La nube se dejó arrastrar por las bajas presiones y una tormenta de celos la devoró.
Se hizo una auténtica rebelde y, cuando la reñíamos, hinchaba sus vapores, ennegrecía su color y nos amenazaba con sus truenos.
Y desde hace unos días ha empezado a arrojar, sin previo aviso, agua de lluvia por toda la casa.
Ayer hablé con un meteorólogo y me dijo que tuviésemos mucho cuidado, porque, con una absoluta certeza, la nube ya ha empezado a marcar su territorio.
Y ahora rezo para que el próximo antojo de mi esposa sea de tipo gastronómico.
Quizá no suene tan poético, pero mi salud lo agradecerá.

63. CORAZONADA

Dicen que cuando estás a punto de morir ves tu vida pasar por delante de los ojos, como en una película. Ahora sé que es verdad.

La lluvia torrencial, la poca visibilidad, mamá sacándose la leche durante meses para dártela en biberón y que no te agotaras succionando.

El coche patinando en una curva, un camión de frente y tú durmiendo en su cuarto hasta los cinco años para poder atenderte al instante, porque si llorabas te ponías cianótico.

Un volantazo brusco, el choque contra el quitamiedos, los besos que recibías por cada aprobado y ella diciéndote que tenían más mérito que mis sobresalientes.

La caída al vacío, la primera vuelta de campana, yo esta tarde solo en mi graduación porque prefirió acompañarte a la cita del cardiólogo.

Una vuelta más, el golpe seco en mi cabeza, mamá que no responde a mi llamada para contarle la ceremonia, vuestra foto abrazados en su nuevo perfil, el agua en la carretera.

Mi último pensamiento es para ti. Espero que seamos compatibles y no quedar demasiado destrozado para ser tu donante. Y que mamá reconozca, por primera vez en la vida, que al menos mi corazón es mejor que el tuyo.

 

 

62. Lunática (JAL)

Todas las noches me pinto de plata para llamar tu atención, pero tú siempre me ignoras y te alejas un poco más. “En la distancia está el equilibrio”, me susurras sin piedad. No soporto este vacío, este destierro, este dar vueltas sin parar. Quiero besar tu azul hasta volverte loca, hasta hacerte comprender que yo soy la Atlántida de tu corazón, tu auténtico sol, y no ese astrozuelo al que persigues sin cesar. Pero tú persistes en ir tras él, incluso sabiendo que un día tu inmisericorde Romeo se hará gigante y te devorará sin piedad, y contigo a mí también. Y eso no puedo permitirlo. No me dejas más opción: Volaré de nuevo a tu encuentro y te haré reventar en mil pedazos, como al principio de nuestra relación. Pero esta vez, amor mío, no podrás desterrarme y nos fundiremos solo en una, para toda la eternidad, por siempre jamás.

61. LOS SUICIDAS

Mi querencia hacia el suicidio viene de lejos. Son ya muchos años preparando el momento. Al principio pensé hacerlo de forma anónima, pero buceando por internet descubrí que hay mucha gente con la misma inclinación y, animado por la curiosidad, creé un grupo en Facebook que cuenta ya con un nutrido grupo de seguidores. Allí intercambiamos penas y  desgracias, y trabajamos las distintas técnicas para irnos de una forma digna y a ser posible original. Hay bajas, como es lógico, pero enseguida se añaden miembros nuevos. Una vez al mes organizamos un suicidio por sorteo, nos citamos para despedir al afortunado y yo, como administrador del grupo, estoy exento y no entro en la rifa. No lo llevo bien, siento que me hago viejo y no logro mi objetivo. En cada ceremonia, cuando el suicida lanza el último suspiro, siento crecer la envidia dentro de mí con tanta fuerza, que de seguir así, creo que acabará matándome.

60. LA HISTORIA DE LA ENVIDIA

La  Envidia siempre fue un país dividido. La población enferma pertenecía a la parte Cochina, el resto, a la Sana. Según las investigaciones, el causante de la enfermedad era un extraño virus.

Aunque la convivencia nunca había sido pacífica, la gente se acostumbró a esa “normalidad” hasta que, inesperadamente, el virus mutó y la nueva variante, mucho más peligrosa, comenzó a correr como la pólvora. Los cochinos más afectados no paraban de hacer cochinadas. Las curvas indicaban que un aumento de la incidencia acarreaba un incremento exponencial de los delitos. La ciencia, en tiempo récord, desarrolló vacunas. Gracias a ellas y al buen ritmo que tuvieron los pinchazos, se consiguió la inmunidad de rebaño, pero los expertos coincidieron en que sería difícil que el virus desapareciera.

Hoy en día lo que preocupa son los efectos secundarios de las vacunas, aunque sólo se dan en contadas ocasiones, algunos son importantes, se pueden sufrir ataques de ambición, incluso, de locura. Esto explicaría los últimos acontecimientos. Un individuo, que dice llamarse Napoleón, ha dado un golpe de Estado y tiene la intención de autoproclamarse emperador. Lo peor es que asegura que será él quien escriba las próximas páginas de la historia del país.

59. Vecinos

Mi vecino imitaba todo lo que yo hacía, justificándose con mil excusas que inventaba. La más divertida fue cuando cambió su coche nuevo por uno igual al mío. Según nos explicó, se lo habían robado y la policía lo encontró totalmente calcinado.

El día en el que mi mujer les anunció que había sufrido un accidente y estaba ingresado en el hospital, con pronóstico grave, mi vecino se quedó totalmente desconcertado. Regresé a las pocas semanas, en silla de ruedas. Durante un tiempo no quise ver a nadie. Me pasaba los días sentado frente a la ventana, espiando su vida perfecta escondido tras los visillos: llevaba a sus hijos a la escuela en su flamante coche, salía a cenar con su mujer, invitaba a sus amigos a una barbacoa…

Debo reconocer que me sentí ofendido, defraudado, parecía que sus ganas por imitarme habían desaparecido y yo seguía hundido en mi pena y mi desgracia. Así que decidí hacer algo al respecto. Cogí de nuevo el coche, lo adaptamos y me manejaba con soltura con los nuevos mandos. Escogí la hora adecuada, calculé la distancia y velocidad necesarias y, tras verlo atravesar la calle para tirar la basura, aceleré.

58. PRIMEROS CELOS

Murmura mientras duerme. A su lado ella ha pasado la noche en vela, mirándolo inquieta, sintiendo un extraño cosquilleo en el estómago que confunde con hambre cada vez que oye ese nombre entre jadeos y suspiros. Pero «qué sabrá ella que siempre ha tenido al alcance de su mano todo lo que ha deseado» rumia desconcertada. Nunca antes había hablado durante el sueño. Cuando él se despierta ella no se atreve a preguntarle aunque lo nota raro. Ella se pasa todo el día comiendo pero no logra llenar esa sensación de vacío y solo siente la barriga llena de piedras chocando. Por primera vez él se aleja para estar solo y se siente abandonada. Disimuladamente lo espía y lo ve acariciarse el costado, justo al lado de esa cicatriz que nunca le ha querido contar cómo se hizo. No sabe en quién confiar ni a quién preguntar. Quiere averiguar qué le pasa, así que no lo duda y en cuanto se la ofrecen, Eva muerde la manzana y por fin abandona el paraíso aunque las rocas seguirán bailando en su barriga hinchada.

57. Colisión de sentimientos (Salvador Esteve)

Cuando nació creyó escuchar en la distancia el lloro de otro niño.  Los truenos acompasaban sus llantos, los rayos tejían a fuego una amistad indestructible. La tormenta de aquel verano de 1912 entrelazó sus vidas.  Pero el tiempo incorporó un sentimiento más poderoso, cruel a veces, y el amor por la misma mujer los separó.  Abrazó la pasión y perdió a un hermano.

 

La maldita guerra penetró a codazos en su universo, y los días iban cayendo como fichas de dominó hacia su destino.

Tras una batalla de sangre y barro deambula desorientado.  A lo lejos, cruza la mirada con un soldado enemigo, los fusiles están desamparados de munición, pero las bayonetas claman muerte.  Al aproximarse, su rostro muestra al amigo de antaño. Tras un instante de duda, arrojan las armas fundiéndose en un abrazo.  Llora y da gracias al tiempo por haber aplacado su pesar, por haber adormecido su resentimiento.  Pero nota el puñal en sus entrañas y siente rugir su alma.

—Puedo perdonar una guerra, pero María fue siempre mía.

Y mientras sus lágrimas se convierten en sangre y se abandona a la tierra,  recuerda a su mujer y piensa que vale la pena morir por ella.

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