Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

BLANCO Y NEGRO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en BLANCO Y NEGRO

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán relatos que desarrollen el concepto BLANCO Y NEGRO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE DICIEMBRE

Relatos

09. Don´t worry

Estoy cansada del sonido del despertador. Del tintineo de la cucharilla al remover el azúcar con el café. Del ruido que hacen las gotas de agua al caer en la ducha. De la sinfonía de bocinas y el runrún de motores en los atascos de tráfico. De los teléfonos sonando cuando entro en la oficina. Del estallido de voces de los compañeros. Incluso del susurro efervescente que hace el paracetamol al disolverse. Estoy harta del bullicio del bar a mediodía. Del silbido del hervidor para el té de las cinco. No soporto el crujido del ascensor cuando vuelvo a casa. Ni el chirrido de la puerta al abrirse. Pero disfruto con el retintín melódico que hacen los cubitos de hielo al agitar la ginebra con la tónica. Y no me canso de escuchar nuestra canción preferida. Tampoco de volver a leer la nota que me dejaste, donde decías ¨nos vemos en el otro lado, sé feliz¨.

08. ASESINATO EN DO BEMOL

Odiaba la música, odiaba la alegría y, por encima de todo, odiaba a sus alumnos.
“Hay tres cosas que jamás debéis olvidar”, les vociferaba. La música es el mayor veneno que existe, Beethoven era un sordo depravado y como oiga a alguien silbar lo expulso para siempre de la clase.
En secreto, los jóvenes se reunían con otros más mayores en una habitación escondida del colegio donde disfrutaban de las delicias del barroco, del contrapunto, de la ópera, cantatas y sinfonías.
Pero se enteró. Los pilló en plena reunión. Armó la de San Quintín. Los amenazó con el dedo enhiesto, la barba vibrante, gritos estentóreos.
Huyeron todos. Se quedó solo vociferando.
De pronto, de las partituras surgieron varios pentagramas que cerraron puerta y ventanas. Dos claves de sol se lanzaron sobre su cuello apretándolo. Innumerables corcheas, fusas y semifusas le sujetaron brazos y piernas, tumbándolo. Los silencios le taparon los ojos mientras un par de compases tres por cuatro y varios sostenidos le cortaban la respiración.
Cuando el do bemol se introdujo por su boca y rasgó sus cuerdas vocales surgió un fino alarido precursor de su último estertor.
Las Cuatro Estaciones de Vivaldi envolvían la definitiva escena.

07. EFECTO DOPPLER (Mercedes Marín del Valle)

Pocos días antes había decidido que la televisión, mentirosa oficial, fuera silenciada para siempre. El movimiento desengrasado de las aspas del ventilador y el runrún extenuante del aparato de aire acondicionado, marcaron desde entonces el ritmo de los días. La mosca de diario, se vio envuelta en un sopor húmedo y espeso que cegó su vuelo, precipitándola hacia una muerte prematura.
A eso de las cinco, la mecedora de tela gastada, detuvo su vaivén coincidiendo con el momento en que un coro de ángeles irrumpía en la tarde de calima africana.
El pequeño trompetista, descalzo y con las alas sudorosas, insufló al instrumento todo el aire de sus pequeños pulmones, marcando de ese modo el comienzo del prodigio.
El perro de ojos azules, fue el primero en presentir que aquella melodía solo podía proceder del cielo y que, un fenómeno sobrenatural auguraba un cambio esperado, en el devenir de los tiempos. Corrió hacia la mecedora y de un salto conquistó el regazo de la mujer que, sonriendo, dio gracias a Dios por escuchar sus plegarias. Se levantó y olfateó el aire. Por cada nota ejecutada, se abrió una ventana. Por cada melodía concluida, una ciudad recuperó su vida.

06. Todo para él

No sabía que haría si le pasaba algo, era todo lo que tenía, eso sí que fue amor a primera vista. Aquella tarde la vio en la tienda y desde entonces no se habían separado. No podía imaginar no poder acariciarla más, ni oler su aroma o escucharla hasta en sus silencios…
Ahora estaba asustado, en esa espera que se le estaba haciendo eterna.
La puerta se abrió bruscamente y allí sonriente apareció el lutier con su amada en brazos.
– Tranquilo, la he podido reparar a tiempo, suena como siempre.
Dijo, depositándo la Viola en sus manos.
Pero se equivocaba , cuando allí mismo la cogió en sus brazos y tocó una melodía , todos se quedaron sin aliento, el Amor se hizo música.

 

05. ABAJO Y ARRIBA (Ángel Saiz Mora –EdH 2020-)

Estuve en el infierno. Fui uno de sus sicarios. No era un destino agradable, pero allí me encontraba seguro, alejado del frente. Solo debía esperar a que terminase la guerra para reincorporarme a mi pasión.
A pesar de su aspecto demacrado y el uniforme de rayas reconocí al gran David Berenstein. Empeñado en preservar su vida, pude convencer a mis superiores para organizar una pequeña orquesta de prisioneros, algo habitual en otros campos. Sus interpretaciones acompañaban a niños y ancianos, no aptos para trabajar, mientras les conducían a lo que pensaban que eran duchas. Aquel sonido divino casi hacía olvidar el olor que pronto inundaba todo. Personas capaces de crear tanta belleza no merecían ser aniquiladas.
Un impetuoso oficial de las SS recién llegado, para hacer méritos y en un golpe de autoridad, disparó sobre David con su arma corta. Horrorizado, puse la mía de inmediato sobre esa frente fanática. Aunque no llegué a apretar el gatillo, mi gesto se consideró alta traición.
Todo sucedió muy deprisa: las detonaciones de los fusiles, el dolor intenso. Cuando volví a escuchar el violín de Berenstein supe que aquello solo podía ser el cielo.

04. OCTABAJO

Se había quedado dormido con los sonidos que más amaba en el mundo. Los lamentos agudos del violín, las nostálgicas cadencias de la viola y los profundos tonos del violoncello. Hasta el bronco contrabajo, marcando toscamente los ‘tempos’, le gustaba.

La pequeña orquesta parecía ir alejándose mientras el sueño se apoderaba, lentamente, de su cerebro. Hasta que, al fin, se hizo el silencio.

Cuando se despertó y, aterido de frío dentro de su raída manta, echó a andar para salir de la abandonada nave que era su hogar, sólo retumbaba en su cabeza el tenebroso y grave sonido del octabajo, ese gigantesco y terrorífico hermano mayor de sus amados instrumentos de cuerda.

Atravesó la incipiente luz del día sin saber si alcanzaría a vivir otra noche tan bella.

03.Melocentrismo

Madre tenía el don familiar, pero tampoco le garantizó la felicidad.

A mí me surgió un atardecer, hablando con Marta: vi emanar de su cabeza todo lo que pensaba. Las frases  se formaban en el aire y las letras terminaban desmoronándose como arañitas negras. Así descubrí que se había acostado con mi novio. Desde entonces pude leer los secretos e intenciones de cualquier persona.

Hasta que conocí a Mateo. Él no tenía voces en la cabeza. Sus pensamientos eran imágenes con banda sonora y  alfombraban su alrededor con fusas y semicorcheas que se adherían a su ropa como caracolillos exangües. Me subyugó.

Necesité aprender solfeo para descifrarle. Me enamoré de sus incógnitas y su capacidad de confundirme. Sus estados de ánimo no siempre armonizaban con las melodías de su mente. Nunca sabía si el estribillo absurdo que le brotaba generaba la expresión tierna de sus ojos, o si el vals alegre que resonaba en su cerebro estaba relacionado con su ceño fruncido. Expuesta al engaño, pero encantada, me dejé embelesar.

Cuando comprendí que su música interior era  una terrible trampa, fue demasiado tarde: ya estaba enredada en un pentagrama sin clave de sol del que solo colgaba su enorme MI.

 

02. SOY PIANISTA (Diego Cano-Lasso Pintos)

Los músicos tenemos que ensayar muchas horas y eso provoca las comprensibles quejas del vecindario. Por eso fui a vivir a una urbanización en el campo. Estaba sola. Una gozada componer y tocar en silencio, inspirándome en el trino de los pájaros y sin presión coactiva. Pero duró poco. La expansión de la ciudad rodeó de grúas mi pequeña parcela y en unos años volví a tener vecinos alrededor, solo que ahora nuestras quejas eran mutuas. Ellos también daban sus conciertos a todas horas. No hubo más remedio que terminar en el juzgado. El Juez, con su sentencia de acotarnos el horario, me hizo cambiar de hábitos y modificar mi estilo musical. Ahora compongo conciertos en RRRRRRRRe Mayor para cinco instrumentos. Formamos un quinteto. Mi piano toca al unísono con la sopladora, la motosierra, el cortasetos y la desbrozadora de mis cuatro vecinos.

01. PARA TI

Cada vez que vuelvo a poner este disco no puedo evitar una pesadumbre que termina venciéndome. Escuchar los últimos temas que Jaime grabó antes de su accidente siempre me despierta la nostalgia natural, una tristeza que me abraza el alma por mucho que los ritmos se animen y el compás se acelere. Para mí, escuchar su guitarra es como oír su voz más interior, sus preocupaciones, sus miedos, sus ilusiones también. Creo que podría reconocer un atisbo de su alegría o su desánimo valorando tan solo como afronta cada nota.

El último álbum, que dejó inacabado con solo cinco composiciones, está concebido con una sensibilidad nueva, una energía en los riffs que nunca le habíamos escuchado, con pocos acordes, pero ligados por una intensidad viva, renovada. Tal vez, la culminación de ese nuevo estilo sea el tema que lo cierra, desconocido para todos, con una armonía ingeniosa, delicada, y un estribillo que se divierte en las notas más altas, como si los dedos corrieran por las cuerdas del instrumento queriendo amarrarse a ellas para no caer. Un suspiro. Y un abrazo también. Y la incógnita maldita de ese título que abre tantas esperanzas como temores.

102. Ángela

Cuando llegué a casa, papá me miró, dijo que esto nunca había ocurrido y que mañana de vuelta al instituto. Mamá volvió a repetir que habíamos hecho lo correcto, lo mejor para todos, que la vida sigue y el discurso de siempre. Pero no. Yo había firmado los papeles. Las cosas seguirían igual para los demás pero habían cambiado en mi. Me encerré en mi cuarto y lloré. Igual que la noche anterior en el hospital.  Por ella, por mi, por un nosotras que no existiría. Entonces había implorado a la enfermera que me dejasen verla, una sola vez. Pero no, ya no era posible, había firmado los papeles. Esta mañana, al darme el alta, ha deslizado una fotografía polaroid en mi bolso con el susurro -para que la veas siempre-. Era preciosa, un ángel que fue mío por un instante y para siempre.

101. Micifuz (Salvador Esteve)

Aunque una espesa neblina sigue envolviendo mi memoria, mis superiores confían en mi percepción, en ese sexto sentido que me ha llevado a la cima de la investigación criminal.  En casa, aún convaleciente, observo la foto del escenario del crimen y presiento que algo no encaja.  Los tres cuerpos, un matrimonio octogenario y su hijo, están sentados en fila como si viajaran en un autobús rumbo a la eternidad.  La muerte la produjo un objeto extremadamente fino que les penetró por el oído destruyendo su cerebro, sus sueños.  Miro más detenidamente la imagen, y en un rincón, casi fuera de plano, percibo, hecho un ovillo, un pequeño animal, ¿un gato?

Entonces mis recuerdos, un revoltijo de placer y temor, regresan en tromba.  Soy muy metódico, cometo mis ejecuciones desnudo, depilo todo mi cuerpo, unos guantes preservan mis huellas y mi cabello está protegido.  Nada dejo al azar, es mi regla, jamás la rompo; mas esta vez no fue así. Ya en mi automóvil maldije al felino, me había arañado, intente atraparlo pero escapó.  Iba a volver para deshacerme del pequeño cabo suelto, cuando sufrí el accidente.

De repente, con la fotografía todavía en mis manos, escucho las sirenas.

 

 

100. ANCIANA HILANDERA (J.A. Iglesias)

Primer premio internacional de fotografía.

Por fin lo consiguió, con este premio, sería reconocido mundialmente.

Sobre todas las fotografías presentadas; constelaciones, paisajes imposibles, colores y técnicas de última generación, ganó la suya. Anciana sujetando el husillo, sobre una rueca, hecha en blanco y negro.

Por el ángulo superior, la luz se cuela sin permiso tras el ventanuco, desvelando una larga y callada historia. Delata los poros agrietados del dintel y las partículas que escapan levitando del telar. Los rayos blancos, penetran en el cabello níveo de la vieja hilandera, recogido en un moño alto.

Continúa su camino la luz, por la parte de la cara que no queda oculta por la sombra, penetra por cada grieta de su piel cansada. Luego, termina su viaje perdiéndose en el propio objetivo de la cámara.

De niño subió al desván a hurtadillas, con la pequeña cámara de plástico, reciente regalo por su comunión. Allí, tomó la instantánea de su abuela, ensimismada, mientras tejía .

Casi cincuenta años después,sacó esa foto del viejo álbum familiar. Impulsivamente, casi sin pensarlo, la presentó, ganando el concurso más prestigioso.

— Nada que objetar— se dijo — al fin y al cabo, la foto la hice yo.

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