Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

56-Misión especial ( Paz Monserrat Revillo)

Una nueva remesa de Ángeles de la Guarda se encuentra en estos momentos aterrizando con mucha discreción en los principales aeródromos poco frecuentados del planeta.

Los espíritus alados −seleccionados entre las cohortes celestiales con mejores pedigríes y rigurosamente formados en Ingeniería, Literatura y Bellas Artes− son especialistas en frenado y desaceleración. Están entrenados para fomentar la lentitud y la cautela entre los habitantes de esta sociedad de niños que corren hacia sus actividades extraescolares, mujeres que estrenan climaterio a los cuarenta, velocistas entrajados, siniestros emoticonos, partos prematuros, jefes cafeínicos y estridentes despertadores.

Difícil cometido. Sus voces vibran en una frecuencia inaudible en las grandes urbes, son muy sensibles a los metales pesados y poca gente recuerda que la función de los Custodios no es decirle a la gente lo que debe hacer sino avisarles del peligro propinándoles un toque con su ala en el mismísmimo centro de la intuición.

Esta vez traen todos los permisos para pintar puestas de sol, diseminar musas entre escritores y pintores, fecundar la primavera con nueva clorofila, baldear música y abonar los cultivos de amistad.

Sabedores del efecto paralizante que provoca la Belleza, esponjan sus plumas de cachemir deseando ponerse sin demora, volando, en acción.

55. CUANDO LA BELLEZA ESTÁ EN EL INTERIOR

Abrumado por su insultante belleza, el joven no se atrevía a acercarse a ella en clase.
Rosa, sin embargo, odiaba ser el centro de atención de aquellos moscones que le acechaban en cuanto se acercaba a la universidad.
Por eso, sin que él lo supiera se había fijado en aquel joven grueso, desgarbado y tímido, que se situaba al fondo del aula y no hablaba con nadie.
Solo se notaba su presencia cuando intervenía en la hora de Relaciones Internacionales. Entonces se transformaba, se convertía en un gigante de sabiduría singular, cuando desplegaba sus acertados e interesantes análisis de geopolítica.
Sus ideas, llenas de coherencia, dejaban entrever que se trataba de una persona cultivada, con una gran vida interior, preocupada por todo lo que le rodeaba.
Rosa, lo contemplaba desde lejos como quién observa una obra de arte digna de ser admirada, pero también como la mujer que sabe que se encuentra ante la persona con la que desearía compartir su vida.
Fiel a sus impulsos, impidió que las normas sociales socavaran la oportunidad de conocerlo mejor, y sin esperar a que nadie lo hiciese, se presentó:
Hola, soy Rosa, ¿puedo sentarme contigo?

54. Reflejo (Blanca Oteiza)

Las imágenes vuelven cada vez que me subo al coche.
Desde el día del accidente, el espejo me recuerda que la belleza se esfumó de mi rostro, junto a aquel semáforo en rojo.

53. SUSPENSO. (Paloma Hidalgo)

Rompe la foto que se sacaron en el fotomatón que hay al lado del colegio, esa en la que quiso robarle un beso. Luego vuelve a partir por la mitad cada trozo y lo mete en una papelera. A la mierda. Si no fuera imposible, mandaría al mismo sitio el aparato de ortodoncia, y las lágrimas de cocodrilo de Andrea, bien sabe ella quién prendió el pelo de la Barbie. Y la casa canija en la que vive ahora su padre, donde solo puede dormir en el sillón. A la mierda la sonrisa de mamá cuando su nuevo novio habla de deportes durante la cena. Que se vayan allí también la lengua y el violín. Y sobre todo el maldito profesor de gimnasia. Él, sus labios, y su cuerpo sudoroso en la cabina estrecha del fotomatón, y sus palabras al despedirse, eso de los sobresalientes que pueden llegar a tener en su asignatura los niños guapos, a los que la madre naturaleza les regala, además de unos ojos bonitos, el don de la belleza de permanecer bien calladitos. Entonces recuerda que tiene tutoría a las tres, que lleva celofán en el estuche, y vuelve a la papelera saboreando el suspenso.

52. ¿Nos conocemos? (Rosy Val)

Conseguir su sueño y con él su felicidad tenía un precio, y con esa seguridad que proporciona el dinero le entregó al especialista varias fotografías informándole tajante, qué quería y cómo lo quería.

Tras seis meses de reformas concluyó la obra. Admiraba sus ojos, ahora verdes, dominando en esa explanada, tersa y ausente ya de bolsas, zanjas y patas de ave. Y donde antes había una napia aquilina oteando permanentemente sus pies, hoy asomaba una naricilla respingona protegida por un vigoroso pómulo a cada lado. Qué decir de esos rollizos labios y ese mentón fino y altivo, compañero otrora de una extinta papada, coronando su rostro. Se centró después en dos parejas. Por un lado la del frente, desafiante, generosa, lozana y sin miedo a la gravedad. Y por otro, la de la retaguardia, descollando rumbosa, firme y dura, tal y como lucía su actriz favorita en las fotografías que entregó a ese reputado mago del bisturí.

No sabe cuánto tiempo permaneció así, contemplándose extasiada, cuando inexplicable y repentinamente se liberó de su embeleso y dirigiéndose a la imagen que reflejaba el espejo se le encaró malhumorada… 

«¡Y tú quién coño eres!»

51. El don de la belleza (Alberto Jesús Vargas)

El cielo le otorgó el privilegio de la alcurnia, pero le negó por completo el don de la belleza. Criada con atenciones de hija única, sus padres la protegieron de la burla de otras niñas dándole una educación solitaria con los profesores más notables. Desarrolló así un espíritu sensible unido a un gusto exquisito por el arte y cuando heredó fortuna y títulos, tuvo el capricho de ser plasmada con la hermosura de la que carecía, por un pintor de talento que se ganaba a duras penas la vida en el bulevar de los bohemios.

En los días de posado, el trato entre ambos se fue haciendo afable y mientras ella compartía confidencias, él transformaba con hábil pincelada un cabello sin gracia, en ondulada melena, unos ojos hundidos y mínimos, en luminosa mirada y hasta una tez cetrina de pómulos marcados, en tersas mejillas de porcelana fina.

Cuando el retrato estuvo acabado, la dama deslumbrada lloró ante él la amarga soledad de sus noches mientras el artista, que había salvado la verdad de aquel rosto en otro lienzo pintado en la intimidad de su buhardilla, lloraba su impotencia de pobre diablo que nunca podría aspirar al amor de la marquesa.

50. WINTER

Tenía yo 14 años cuando entró en mi casa el tocadiscos. En el camino al colegio había una tienda de música donde me paraba muchas veces con la nariz pegada al escaparate. Me gustaban las portadas de las cajas con varios vinilos, sobre todo la Flauta Mágica. Entré en el local donde una señora muy mayor me miró sonriente desde detrás del mostrador. Le calculé 40 años. Dije que quería un disco de música clásica pero que al no haber oído nunca nada de ello me ponía en sus manos. Extrajo de la estantería uno con nubes bajo un reluciente cielo azul, afirmando cariñosamente que me gustaría. En casa lo analicé: The Four Seasons. En el colegio nos enseñaban francés por lo que no entendí su significado. Vivaldi leí en grande. Con cuidado coloqué la aguja y comencé la maravillosa audición hasta que llegó el segundo largo del Winter (posteriormente conocí su traducción). Quedé extasiado. A ese primer disco siguieron muchos otros. Después de tantos años, hoy es el día en que, para mí, esa segunda parte del Invierno de las Cuatro Estaciones de Vivaldi es la pura y sencilla definición de la belleza.

49. MATICES (Sandra Sánchez)

La belleza a la que yo me refiero es ese tipo de belleza extraña como de flor muerta. Le nacía justo en mitad de la frente. Simétrica como el corazón de una manzana y, de ahí, se extendía a todo el cuerpo. Una auténtica catarata de belleza que resbalaba adaptándose a cada pliegue, a cada curva, inundando huecos, bañando orillas…
Sólo yo -que la trataba a diario- era capaz de captarla. El resto la rehuía tachándola simplemente de fea sin molestarse siquiera en buscar  adjetivos que matizaran esa fealdad, cosa que me ofendía sobremanera.
Pensaba que ella nunca había llegado a percatarse ni de la belleza extraña que yo le otorgaba, ni de la fealdad simplona con la que la tildaba el resto; igual que yo no había llegado nunca a discernir si me había enamorado o si la admiraba como quien admira una obra de arte.
Hace poco me enteré de su muerte. Justo a los dos meses de mi partida, me dijeron. Muerte repentina, por lo visto. Pero ahora sé que, matizando el asunto, fue una muerte natural, tan natural como la muerte de esas plantas que encontramos en nuestra casa al regresar de una larga ausencia.

48. Una belleza absorbente

Se había despertado justo a tiempo de recordar el sueño. Lo anotó en un bloc y ya no durmió. Ese fue el comienzo. Luego, los tanteos, los múltiples borradores. Cuando estuvo preparado, se encerró en su estudio para componer la obra.

Los especialistas ensalzaron la belleza del texto. Destacaron el vocabulario depurado, el envolvente ritmo de la acción, la fuerza de los personajes. Y los editores le auguraron un éxito de ventas inmediato y duradero.

En una sesión de firmas de su libro se acercó alguien con cierto aire familiar. El autor, después de un instante de estupefacción, reaccionó airado al reconocer ante él a una figura escapada de su relato.

– ¿Cómo te atreves a presentarte aquí? ¡Vuelve a tu sitio!

– Mi sitio es el tuyo. Has creado una hermosa historia que te ha dado fama y te ha traído a esta orilla donde no hay fronteras y todos somos reciclables.

Fueron inútiles sus esfuerzos por volver a la realidad, por despertar de la pesadilla. Ya había sido incorporado como secundario a otra trama todavía inacabada.

47. ENERO VIVO

Un sol nuevo en la atardecida invernal

todos los verdes posibles en mi vida nueva.

Un paseo que barrunta primaveras cercanas

tu mirada clara atravesando el valle.

 

La humedad que refresca el alma

del río que fluye entre tu vida y la mía.

Momentos calmos en los que nos paramos

atrapamos el instante, los soles y un futuro amable,

vivido aquí y ahora, en el Valle del Trubia

el que habita en el mapa coloreado

que dibuja este momento divino…

cuando por fin vencimos al tiempo

en un invierno meditado.

 

 

**

 

46. Fusión (Aurora Rapún Mombiela)

En una playa escondida y poco frecuentada por el ser humano, se encuentra el lugar más bonito del mundo. Las piedras blancas absorben el sol y contrastan con el azul absoluto del cielo, las olas rompen en la orilla con el sonido de la inmensidad. Me tumbo directamente sobre los cantos rodados calientes, no necesito toalla, los brazos extendidos, los pies rozando el agua. Cierro los ojos, inspiro el aroma salado que transporta la brisa y me olvido de todo. No sé cuánto tiempo llevo así, disfrutando, pero percibo que me empiezan a crecer algas entre los dedos de los pies, trepan por los tobillos y se entrelazan en las pantorrillas. Sorprendentemente, siento la necesidad de comerme al pequeño cangrejo que ha trepado hasta mi ombligo y de beberme la ola que me ha cubierto entera. Poco a poco me voy convirtiendo en espuma y al final, con un ligero vaivén, me fundo con la belleza de la madre naturaleza. 

45. Los escondites de las bellas palabras

Era una mujer que en cada recodo de su cuerpo escondía bellas palabras.Siendo niña descubrió que le gustaba la palabra Risa y la escondió en la boca.                                                                             En su juventud, cuando el viento bailaba entre los rizos negros de su melena, escondió entre ellos la palabra Alegría.                                Más tarde, cuando le conoció a él, en su sonrisa escondió Ilusión y después Deseo y en el regazo Amor y también Hijos.                        Un día escondió Celos en sus oídos y Miedo sobre la espalda, pero enseguida los desechó y la palabra Perdón ocupó su lugar. Escondidas entre los días del calendario fueron pasando muchas palabras, algunas pasaron despistadas y otras que nunca le gustaron decidió olvidarlas.                                                                                   Años después, entre las hebras de plata de su pelo, escondió la palabra Sabiduría y entre los pliegues de las arrugas de su rostro,sé  cobijo la palabra Paciencia.En sus serenos ojos siempre escondió la palabra Ternura y entre sus manos se refugiaron la Dulzura y también la Calma.
Ella era mi madre y un día descubrí que entre sus brazos escondía la palabra Belleza.

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