Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

44. La hora del recreo

 

Mi amada Violet, no creas que pienso en ti para evadir el miedo. Mis compañeros cuelgan en las cabinas los sujetadores de sus novias. Como si fueran patas de conejo. Yo prefiero recordarte sentada junto a mí en el Albert Hall. Temblando de emoción al escuchar el Opus 18 de Beethoven. Tan etérea que podrías vivir en una de las nubes que atravieso. Perdona por estas confidencias. Quizá te resulten de mal gusto. Pero aún necesito que escuches una más. Estoy a punto de incumplir las órdenes recibidas. Creo que desvarían. ¡Un puente barroco! ¿Cómo voy a destruir un puente barroco? Solo con imaginarlo me entran ganas de llorar. Ni que fuese un monstruo. Lo tengo decidido. Voy a desviar la trayectoria de la bomba. Caerá sobre ese patio feo que acabo de localizar en un colegio.

43. TERAPIA

Buenos días, me llamo Juan y soy adicto a la belleza. Buenos días Juan, repitieron diez voces fundidas en una para darle la bienvenida. Las voces pertenecían a personas con adicciones de lo más curiosas: miedo, soledad, oscuridad… Todos y cada uno de ellos se sintieron un escalón por encima del nuevo. Adicto a la belleza. Que vulgaridad.

La terapeuta de aquel grupo de extrañas adicciones invitó a Juan a desnudar los efectos de su patología.

El hombre expuso su infierno. Se ahogaba si no poseía cosas agradables a la vista, si no vivía en un lugar con un paisaje de ensueño, y qué decir de las personas que le rodeaban, le afectaba hasta el desmayo su aspecto físico no pudiendo convivir con nadie que no poseyera el don de la belleza, de hecho estaba empezando a sudar porque el adicto al miedo y otro par de asistentes no eran precisamente agradables a la vista. La terapeuta se percató de su malestar y se acercó para calmarlo. Cuando Juan tuvo sus ojazos verdes fijos en los suyos, sus manos perfectas deslizándose por su rostro y una sarta de dientes como perlas sonriéndole, supo que había elegido la mejor profesional.

42. Divergencias (Mónica Rei)

El señor  Skłodowski acarició con suavidad la tripa ochomesina de su esposa Bronisława.

—¿Tú que prefieres, amor mío, que nuestra hija sea inteligente o que sea  guapa?

Bronislawa exhaló el aire de sus pulmones y sonrió levemente antes de responder.

—Yo quiero que sea feliz.

El señor Sklodowski que, mientras escuchaba embelesado a su mujer, seguía acariciando su tirante barriga se acercó a esta y le susurró a la que iba a ser su quinta hija:

—Ya sabes Marie, tus padres deseamos que seas una mujer preciosa.

41. Invisible Niña Bonita

Daniela es una niña preciosa, sus ojos profundamente negros  y grandes esconden secretos de adulto que su sonrisa disimula ampliamente.

¿Cómo intuirlo?

De la mano de su madre camina cada día hasta el colegio con su uniforme de cuadros impoluto y planchado;  en el recreo sus compañeros se ensucian y despeinan, pero ella vuelve a casa con sus trenzas perfectas, no quiere enfadar a su mamá.

¿Nadie lo ve?

La bañera está lista y sus cuatro vitales añitos corren a disfrutar de su mejor momento del día,  hoy su linda carita se está hundiendo en el agua, su belleza se va diluyendo al mismo tiempo que una terrible sorpresa se dibuja en su rostro.

¿Mamá?

Un halo de densa oscuridad acaba de enturbiar esa mirada perdida, los maternales ojos ven a su niña dormida. Ella alcanza aquel frasco del armario y se sumerge en el sueño infinito para acompañarla.

 ¿Quién le dio el alta?

De repente aquel barrio tranquilo se llenó de ruidos de sirenas y de micrófonos interrogantes.

Sospechas había pero….la maternidad es algo tan bello….es inexplicable…..

Y ahora ¿qué?

Un número más. ¡No!

40. El abuelo de Antón

El abuelo de Antón.

El rostro surcado de profundas arrugas es testigo de la dureza de una vida a la intemperie y del paso del tiempo.
Cincuenta años labrando la tierra dejan unas manos ásperas y curtidas, de dedos gruesos y encorvados por la artrosis.
Tiene setenta y cinco años pero aparenta diez más.
Unas gruesas lentes le permiten ver y moverse con holgura.
Ayer le diagnosticaron cataratas y una incipiente sordera.
Siente impotencia y rabia.
La expansión de su círculo se va cerrando hasta ahogarle. Jamás se rinde.
Le queda la coherencia de la palabra y un corazón juvenil
Después de la siesta, pasea con su perro durante una hora y luego, desgrana el tiempo muerto hasta la hora de dormir viendo películas del oeste, al tiempo que saborea las galletas de toda la vida y un vaso de leche caliente con cacao.
Lleva una vida sencilla
Acaricia a Antón con sus ásperas manos, temeroso de lastimar su delicada piel.
El pequeño le mira arrobado y jugueteando con su bastón le abraza.
-¡Eres el abuelo más guapo del mundo! -Susurra
El corazón se le enternece. Deja de cumplir años. Nada más importa. En el olvido queda su fatigoso pasado.

39. Distopía 210120 (Luisa Hurtado)

No era caro, esa es la verdad, pero era preciso tener tiempo para especificar punto por punto todo lo que se deseaba.
Había que responder a los cuestionarios que superaban el centenar de preguntas, hablar y pasar el examen de los psicólogos, torear a los insaciables comerciales que durante todo el proceso permanecían a tu lado, ver millares de fotos para atar bien todos los cabos. Tanto era así que no pocos clientes se perdían en el proceso y no podían, transcurridos algunos días, concretar qué habían pedido, qué pagaban o en qué acabaría todo aquello.
Una vez que se tenía la lista completa de especificaciones, la oficina estética solo tenía que programarlo y tenerlo listo para la última cita, en la que el cliente convenientemente sedado y anestesiado era internado en la cápsula que hacía la operación, operación de la que salía por su propio pie, con otro cuerpo y otro rostro, listo para integrarse en esa sociedad en que la belleza se había democratizado, con un cuerpo muy parecido al de millones, indistinguible incluso, pero bello y grácil,

38. Entre sus redes

«Quítate la ropa, así… despacito», escribe, y según lo hace siente de nuevo esa tibia mezcla de ternura y lujuria capaz de invadirle hasta la última cana. Se siente atrapado por ella, enredado. Su belleza conforma un tejido confeccionado a base de urgencia y adicción. «Venga, ahora desabróchate el sujetador. Eres preciosa», teclea, y en su pantalón comienza a percibir sensaciones casi olvidadas.

Sonrojada ante el halago, ella duda unos instantes y responde: «Espera un momento, por favor, no te vayas». Luego se aleja un poco del ordenador y calcula dónde colocarse para que él pueda disfrutarla, observar su cuerpo entero. Se siente tan bonita ante él. Solo ante él. Pero antes tiene que hacer algo. Debe ser cuidadosa. Ahora sonreirá, se desnudará, bailará al son de su melodía, continuará haciendo lo que propongan las palabras alocadas y dulces del chico misterioso, pero antes debe seguir unos pasos previos. Primero: subir la música. Segundo: bajar la persiana. Y tercero, y más importante: revisar el pestillo de la habitación.

«Ya está», escribe ella.

«Genial, cariño –responde él, mientras sus ávidos dedos se abalanzan sobre la tecla de grabación-, tus padres jamás nos entenderían».

37. Música para marionetas

Nunca aprendí a bailar. Ni para esquivar las ratas de la Chureca, ni para sortear las balas que disparaban desde los edificios abandonados de Sarajevo. Un palo, te mueves como un palo. Solía decirme mi tercera novia cuando salíamos a la verbena de un pueblo pequeño de la Carballeda. Tal vez por eso me vino la muerte a visitar tan a menudo. Es bonito morir. Al principio se hace raro, ¿por qué a mí? Te preguntas con cierta confusión. Hasta que acabas por cogerle el gusto al protocolo mortal de cada tarde. No es igual descomponerse en medio de un estercolero, que desangrarse poco a poco tirado en el asfalto. Ni quedarse seco por un cruce de navajas mientras se apaga la música de King África o Carlos Vives. Ni siquiera me gustaba aquella chica. Tuve otras, como tuve también bandas sonoras más agradecidas. Como en todo, con la práctica se obtiene el virtuosismo. Y luego, cuando llegan los aplausos, unos hilos invisibles, o no tanto, te levantan y mueven tus pies, tus caderas y tus brazos a ritmos imposibles. Entonces tú saludas y descubres la belleza en aquellos ojos asustados, antes de que el telón vuelva a caer.

36. LA VIDA BELLA (MARÍA CONSUELO GONZÁLEZ ORDÓÑEZ)

Cuando amaneciendo María abrió la ventana, todo le pareció bello: los árboles, el cielo, hasta los techos de las casas vecinas, que en efecto lo eran. En este barrio de “gente bien”, cómo no.

Recordó que hacía muy poco, nada le parecía lindo. ¿Y cómo pues? Las noticias sobre desvíos de fondos, jueces vendidos, masacres de los militares, desapariciones forzadas, gobernantes siempre corruptos, cómplices del crimen organizado y el narcotráfico, gente viviendo en atroz miseria, le retorcían el hígado y el alma, sin que pudiese evitarlo.

¡Cómo ha cambiado la vida! pensó María, mientras miraba pasar a domésticas, jardineros, choferes, por la banqueta. -Hasta caminan distinto- observó. -El futuro ahora les sonríe. Lo principal: sus servicios de salud gratuitos están garantizados, y la educación. Ya no habrá de que: mi amor, ya no puedes ir a la escuela porque no hay para el pasaje, los libros, ni las cuotas. Hay becas para todos. Hasta para los viejitos. ¡Qué tranquilidad!

¿Y… la delincuencia? Sigue desenfrenada, suspiró. Pero no, sin cómplices allá arriba… ya no le queda mucho, recordó contenta, caminando hacia su cama.

Rosario en mano, María se hincó a orar. -Diosito gracias, los liberales ateos, ateos, pero por fin triunfaron.

35. El halo que te envuelve (MVF)

Puede que en algún momento. En esos momentos de espejo y cámara, entonces tan secretos. Por aquel entonces, no había redes sociales y la belleza de un encuentro se guardaba en la retina y en la memoria. Nadie iba por la calle con una cámara ni con un localizador en el bolso. Bien pensado, si en alguna charla de sobremesa a algún iluminado se le hubiese ocurrido anticipar tal futuro sería el hazmerreír de la fiesta. Pero, retomando el hilo del tema, puede que en algún momento, casi siempre a escondidas (íntimo instante enfocado a un sentimiento vano, quizás buscando el juego del coqueteo) se recrease en aplicar la sombra con cuidado sobre los párpados, el colorete o el perfil a los labios entreabiertos. Solo un momento. Por lo demás, le molestaba ese prejuicio tan grande que volvía las cabezas locas. Odiaba los piropos. El escrutinio gratuito, la devoción por lo visible, lo perecedero. Por eso, la cara de la Gioconda es la más ambigua de todas las caras esbozadas en lienzos. Porque ella misma se lo había pedido a Leonardo como condición: No pintes lo que ven todos. Pinta el halo de mi rostro.

 

 

34. El nombre de la rusa

Era la primera vez que salía de San Vicente del Monte. Arrancaban los noventa y pensaba con la osadía de los dieciocho que ya era mayor. Mientras esperaba para embarcar la vi. Era una chica con el pelo recogido y apariencia frágil, que me miraba mientras ojeaba una revista. Se acercó con un paso elástico que parecía no necesitar del suelo. Con una sonrisa que podía derribar gobiernos me dijo,  torturando  las erres,  que era rusa y que hacía ballet clásico. Su belleza cuestionaba principios y sometía voluntades; por ella habría asaltado el Palacio de Invierno y abrazado cualquier causa, aunque fuera justa. Le hablé de Tolstoi y de Pushkin; ella a mi de Tchaikosky y Stravinsky. Con un candor de Madonna de Chagall me dijo que su vuelo salía en diez minutos y me dio un beso eslavo que detuvo el tiempo en el aeropuerto y mantuvo a los aviones inmóviles en el aire unos segundos. Una voz despiadada anunció mi vuelo por megafonía y rompió el hechizo. Aturdido, la vi perderse entre la gente arrastrando su maleta. Lo que no supe, ni sabré nunca, fue su nombre.

33. Cuerpo de mujer (Edita)

 

Da, por fin, la última pincelada y se aleja del lienzo para admirarlo. Le encanta. Esta vez sí ha elegido la modelo y la postura perfectas. Aunque agotado, después de tantas horas trabajando intensamente, la excitación no lo abandona, y eso que intenta reprimirla. Ya habrá tiempo para disfrutar de su obra o hacer locuras; ahora urge deshacerse del cuerpo antes de que amanezca.

 

 

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