Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

68. LA BELLEZA ESTÁ EN EL INTERIOR

Sofía era feísima. Cuando empezamos a salir mis amigos se burlaban de ella, comparándola con sus novias. Yo mismo me avergonzaba de que alguien conocido nos viera pasear cogidos de la mano.

Hasta que una tarde, sentados en el espigón del muelle, me zambullí en la puesta de sol que se proyectaba en su iris. Admiré la perfección de los tonos rojizos en la retina. Acaricié la marmórea superficie de su estructura ósea y me balanceé en la blandura porosa de las vellosidades intestinales. Como una cosa llevó a la otra, acabé bailando al ritmo de las sístoles del miocardio palpitante. Vibré con los acordes eléctricos de sus conexiones neuronales. Callejeé por el entramado sublime de los bronquios, deseando perderme en ellos. Descifré la prosa exquisita de su útero y recité los versos más hermosos en la intimidad de sus rugosidades.

Regresé deslumbrado de aquel viaje a su interior, transformado en un firme defensor de la frase tantas veces escuchada. Convencido de que se le ocurrió a un tipo bendecido por la suerte de contemplar el atardecer, en ese mismo lugar, junto a una mujer tan fea como mi chica.

 

 

67. CONTENIDO/s (Nani Canovaca)

Todos sabemos que no naciste agraciado físicamente. Que tu cuerpo no era como el del resto. Normalmente un bebé nace sano y sin embargo, tú necesitaste  bastantes arreglos (prefieres llamar así a las operaciones que te hicieron), pero gracias a ello puedes caminar y valerte por ti mismo. Sabes que no eres guapo, pero no es algo que te afecte; dices que hay cosas más relevantes. Conseguiste terminar los estudios y aunque no puedas practicar ciertos deportes, sí que puedes participar en competiciones adaptadas a tus capacidades e incluso, has conseguido salir airoso. Tus triunfos no los necesitas en repisas, o colgados en casa. El mayor tesoro que tienes, es saber que cuando te abrazan digan que eres de lo más bonito que han encontrado, que les encante a tus amigos  tomarse una cerveza conmigo o disfrutar una sencilla cena compartiendo charla y sensaciones. El contenido siempre, el continente está en cualquier lugar.

66. SOL DE LA MAÑANA (Fuera de Concurso) Pilar Alejos

Nunca me sentí tan asustada ni tan sola como la pasada noche. Aún retumba en mi pecho tu portazo de despedida. Tras confesarte mi secreto, me miraste con desprecio. Percibí el rechazo en tus manos y la huida en tu voz. Tu reacción me pilló desprevenida. Quedé paralizada. Sin nada que decir. Lo que para mí era el principio de un futuro juntos, para ti resultó ser el punto final. Ese fue mi error. Siempre te antepuse a todo lo demás y me olvidé de mí. Luego, me cegó la oscuridad. Caí en el abismo, en ese inmenso vacío que te ahoga y que te impide ver más allá de tu dolor.

Cuando estoy a punto de rendirme, noto una leve caricia sobre mis pies. A través del ventanal, la luz del alba avanza despacio, tímida, como con miedo a herirme la piel. Con su calidez va abrigando mi soledad en silencio hasta adueñarse de la habitación. Las paredes se van revistiendo de sol y mis sombras se empequeñecen. Los miedos se esfuman al contemplar tantísima belleza en ese paisaje que tiñe mi vida de esperanza.

Sobre la cama, abrazo mis piernas con orgullo, aunque antes yo fuera él.

65. Mujer en el espejo (Marta Navarro)

«Espejito, espejito…», se burló de sí misma frente a su reflejo. Observó un instante su imagen con sarcasmo, ajustó la peluca que disfrazaba de platino su cabello y retocó el maquillaje desteñido en sus facciones. Al otro lado del cristal, unos ojos duros y apagados, enfermos de sufrimiento y de vergüenza, la juzgaban inmisericordes. Tropezó con la mueca que tensaba sus labios, examinó sin piedad los surcos que recorrían su rostro, las ruinas de una juventud y una belleza enterradas vivas en decenas de sórdidos moteles, en bruscos despertares de sueños agitados, en secretos desengaños de mil esperanzas calladas…, y un pellizco de tristeza la removió por dentro.
Apartó al fin con un suspiro la mirada del espejo, tomó los billetes que, aún a medio vestir, el desconocido de turno le tendía y salió a la calle.
⸺¿Paloma? −la reconoció de pronto una voz entre las sombras.
⸺Lo siento, se equivoca −respondió la mujer con aspereza, hurtándole a la noche y sus fantasmas el semblante.
El ruido sordo de sus pasos ahogó su llanto y su lamento. El latido herido de un corazón que en lágrimas de amargura se rompía al sorprender los ecos de su belleza perdida.

64. Punto y aparte Calamanda Nevado

El mayor flipe de mi hermana Isabel  es tirar la casa por la ventana para  vestirse y comportarse como una mujer guapa siempre bronceada,  glamurosa y bella.  No repite look dos días seguidos, ni  ahueca la voz con la misma  cadencia y  sensualidad.  Se  ahoga en un vaso de agua si no aprende a  mejorar  sus  encantadores modales.  Le mola estar como un queso. Se pone las pilas en un abrir y cerrar de ojos   en cualquier calle para sentirse como en una avenida de lujo, imagina que entra    a sus grandes almacenes, cines, salas de fiesta, hoteles y bancos;  tiene menos  dinero del necesario pero buenos contactos y fachada.

Ha quedado   embarazada al tuntún. Llama muchas veces al padre  que hace la vista gorda dando la impresión de estar escondido, y  prefiere no dar la chapa a sus admiradores hasta que decida;  soy el único  que podría echarle una mano si no  estuviera   tieso y  dominado por mi mujer.

–No pego ojo ¡Qué mala pata!-  Qué vas a hacer, pregunté  anoche por el móvil, murmuró que estaba tatuándose  la cara con un cigarrillo encendido, le  noté  la voz débil, te dará un toque maquiavélico. -Ni de coña-.  Lloré cobardía.

63. PERFECCIONANDO A DAVID (Belén Sáenz)

Recién abierto el museo, lo creas o no, sólo hay alguna pareja oriental enamorada. Monjas —siempre tres—. Y yo.

Son apenas las ocho y el mármol de David parece recién aseado, casi fragante. Empiezo rodeando su pedestal con el eco solemne de mis propios pasos. A la tercera vuelta, con escorzo de cuello para no perderme ninguno de sus atributos, me siento algo mareada (notas de saxofón dentro de mi cabeza). Me quedo a un lado, porque la luz es menos hiriente, arrobada en la contemplación del pie flexionado, el vigor del muslo, el sexo inocente, el costado…

Hoy he observado de nuevo esa leve distensión en su costado. Respira, sí. Retengo mi propio aliento para no llevarme a engaño y me sitúo frente a la estatua en espera del estremecimiento del ombligo. La palpitación en la nervadura de las manos, la dilatación del pecho. Enseguida el ceño se desfrunce, las órbitas de los ojos cobran vida con un estupor sorprendido de siglos. «¡Habla!», le ordeno como hizo Buonarotti a Moisés, su hermano de cincel. El vigilante me chista. Aunque no quiero que me expulse ahora que estoy a punto de alcanzar la excelencia, le insisto en italiano: «¡Parla!».

62. Y DE REPENTE, RAQUEL (Javier Puchades)

Bajé a la playa con la intención de sestear la tarde. Al instante, Raquel, la vecinita del tercero, extendió su toalla cerca de mí. Nada tenía que ver con la enana que yo recordaba paseando su muñeco en el cochecito por el parque. Cuando se quitó el pareo, aquella estrella de mar tatuada sobre su pecho cobraba vida con cada respiración. Su melena castaña, deslizándose sobre su espalda, me hizo olvidar sus coletas de niña. Y sus caderas, cimbreándose al ritmo de la música del chiringuito, elevaron mi imaginación hasta el infinito.

En aquel momento, al descubrir la belleza de Raquel, guardé mi niñez bajo la arena.

61. CLIC (M.Carme Marí)

La belleza le ha llamado siempre. Por eso su oficio es immortalizarla. Sus fotos se venden bien, hay quien paga fuertes sumas por ellas. Es un artista con los enfoques y los ángulos cuando compone imágenes. Logra capturar la espontaneidad, la ternura, la inocencia.

Y, ¿qué hay más bello que el cuerpo humano? Esas líneas suaves, que insinúan todo lo que está aún por definir, por ser descubierto.

El vecindario es una fuente de inspiración constante. Agazapado en su ventana puede captar buenas instantáneas, camuflando la lente del objetivo en la oscuridad de su cuarto. Hace un mes se instalaron unos nuevos inquilinos que le brindan material de primera. No bajan las persianas y todavía no tienen cortinas en la habitación de las niñas. Además se ve el lavabo a través de las puertas abiertas. Y tiene que reconocer que las chiquillas son fotogénicas incluso al quitarse la ropa y al secarse con las toallas. ¡Shhht…! Ahora, a las 7 de la tarde, es la hora del baño.

60. Otra forma de mirar (Ginette Gilart)

No hay nada más bello que un atardecer de verano en el mar. A menudo lo decía Guido a sus compañeros de trabajo. Destinado a la fría Noruega echaba de menos el sol de su tierra natal, en el sur de Europa. Cuando llegaba el invierno, los días eran tan cortos y las noches eternas, le atacaba una especie de depresión —la llamaremos melancolía—.
Un año por Navidad los amigos de su pueblo le mandaron un paquete: era una gran lámpara que emitía unos rayos parecidos a los solares. Se exponía el rostro a aquel sol artificial y los inviernos se hacían más llevaderos.
Cuando, por fin, pudo regresar a su país regaló la lámpara al recién llegado que, un tanto extrañado, aceptó el obsequio.
De vuelta a casa, a menudo recordaba con cierta nostalgia los paisajes agrestes de Noruega, sus fiordos profundos y las mágicas luces de sus auroras boreales.

59. Belleza Salvaje (Jesús García Caurel)

En cuánto te vi supe que no debías de estar enjaulado.

El firme golpetear de tus cascos; tu galope fuerte y poderoso; tu blanca y soberbia crin… No eran dignos de estar encerrados en aquel diminuto establo.

Así que decidí abrir aquella puerta que te separaba de tu libertad.

Nunca olvidaré la mirada que me dedicaste al pasar a mi lado. Esa mezcla de orgullo y agradecimiento…

Ahora estoy aquí sentado en mi celda, esperando la justicia del hombre blanco. Pero no me preocupa. Hay otras justicias que son mucho más altas y poderosas que la de los rostros pálidos…

58. El centinela

Sobre nosotros nunca se abatió el hambre ni la guerra ni nos alcanzaron terremotos, inundaciones, sequías ni otras catástrofes naturales. Tampoco caíamos enfermos. La Muerte era incapaz de encontrarnos porque nuestro centinela se encargaba de anunciar su llegada, tocando la campana desde su torre vigía, para que pudiéramos escondernos. Pasado el peligro volvía a tañerla, salíamos de nuestros refugios y regresábamos a nuestra vida cotidiana.

Un día, la Muerte vistió sus mejores ropajes, y engalanada y maquillada como no lo había hecho antes intentó un nuevo acercamiento. Al centinela no consiguió engañarlo, pero tampoco fue capaz de librarse de su encanto ni de las promesas que implicaba su sumisión. Nunca había visto nada tan hermoso como la Muerte. Seducido y entregado se arrojó a sus brazos desde lo alto de la torre, y ella, tras yacer con él, pudo satisfacer su frustración contra nosotros con la saña que solo fermenta una venganza aplazada.

Aunque desde entonces sigue diezmándonos según su costumbre, a veces salimos en su busca para acabar con ella, pero sabemos que consigue huir cuando escuchamos el tañido de una campana. Ahora tiene al centinela de su lado. Aún así, no nos resignamos. Algún día vengaremos al traidor.

57. Autorretrato (Marian Ramos)

En las noches de insomnio Andrè Moury deseaba, por encima de todo, ser capaz de capturar con sus trazos la vida hasta el último matiz de belleza. Una mañana, de repente, los pinceles parecieron volar sobre el lienzo, plasmando unos lirios inmarcesibles, mientras los auténticos se marchitaban en la sofocante sala de pintura.
Eufórico, comenzó a trabajar en obras cada vez más complejas, hasta atreverse con un cuadro de su amante en medio de un Fouetté en Tournant. El giro perfecto parecía a punto de continuar. Los pómulos de la bailarina sonrosados, los músculos tensos, el brillo de minúsculas gotas de sudor sobre la piel tersa. Su musa, por contra, envejecía a cada nuevo trazo, aquejada al parecer de una rara dolencia: los dedos como sarmientos, el pelo canoso, los ojos apagados y bordeados de arrugas, las manos cubiertas de manchas.
El día del entierro, arropado en el dolor por amigos y admiradores, Andrè declaró su determinación de convertirse en el pintor de los invisibles y olvidados: prostitutas, ancianos, mendigos, dementes, desahuciados.
Finalmente, reconocido en todo el mundo por el gran realismo de sus pinturas de denuncia social, se sentó frente al espejo, dispuesto a trabajar en su última obra.

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