Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

96. La espera (Nieves Torres Alonso de la Torre)

Cada primer domingo de enero, desde hace 40 años, se sienta en el mismo banco del Retiro y estudia minuciosamente a todas las mujeres que por su edad podrían ser ella. Cada año hay menos posibilidades: podría haber rehecho su vida hace décadas en algún otro país y haberse olvidado de la cita, o incluso podría haber muerto; así y todo él la espera.

Al final de la mañana entra en el café y me cuenta, otra vez, que se llamaba Elka, que tenía 26 años y la sonrisa más bella de toda Varsovia. Me habla de amor y de planes de boda; de revueltas, de detenciones y huidas.

Después de comer algo, se aleja cabizbajo del parque mientras la vida en Madrid continúa hasta el próximo enero, ajena a su banco y a a su espera.

94. Invasiones bárbaras (Josep Maria Arnau) -Fuera de concurso-

Belleza vendida a ignorantes, piensa el vigilante mientras recuerda las larguísimas colas. Así, la magia del lugar se pierde. Está acabando su ronda alrededor del faro y le duelen los pies de tanto correr tras los escurridizos. Con el último visitante ya encarrilado hacia la salida, oye unos pasos delatores en el acantilado. Se acerca y ve al rezagado. ¡Más avisos, más valientes! Lo ha cogido infraganti, a punto de perpetrar su hazaña. Pero su mirada es demasiado fija, su sonrisa demasiado forzada. Y su trasero, apoyado en la barandilla, demasiado redondo. Justo cuando le da al botón, pierde pie y desaparece.

93. Divino humano

Tras el plácido pestañear, la nacida de la espuma del mar ha avivado las musas consagradas al ingenio; suave se han deslizado sobre los hombros de quienes pretenden sueños; en las tablas de escritura, en el silencio compuesto, en el más grácil danzar. A la isla de arrecife de coral ha arribado, malherido, un marinero, perturbando su solaz. En el costado soporta, atravesado, un arpón. Ella ha dispuesto su empeño en sanarlo con lo bello; desde el cálido regazo agasaja sus escuchas con acordes de algodón, y en el exhalar de risas, aletean tenues chispas, coloreando su faz. A su gesto, eclosiona luminiscente, la montaña de mineral; una cortina acuosa recorre la senda dorada de topacio transparente. Cómplice, el arco celeste, se engalana con diamantinos broches; y hacia el centro, la sublime dama eterna ha menguado su contorno para no rivalizar. Ya va cuajando la noche; esculpiendo en escarcha el perfil de las olas; centelleando fugaz a guirnaldas de sonrisas, que penden desde la brisa. A intervalos, él se ausenta; induciéndole ensoñaciones de brecas, nacaradas en rojo y cristal.

—¡Por todos los dioses del Olimpo —gruñó el pirata, antes de zarpar—, quién demonios podría soportar tanta belleza!

92. Yo creo

Todas las tardes pasaba embelesada frente al escaparate. Arrimaba tanto mi cara al cristal que casi me quedaba adherida a él. Tarros, frascos, albarelos de tantos colores y tamaños descansaban en las repisas. Deseaba contemplar cómo se subía el cierre. Entonces, aparecía la señora Vito. Su delantal inmaculado, una orquídea prendida a su pelo ensortijado que recordaba a un mar embravecido, y su inmensa sonrisa actuando de rompeolas, te daban la bienvenida.

Apenas llegaba al mostrador, pero con mis pies de puntillas, me alcé los centímetros suficientes para que la señora Vito, alcanzara a verme el flequillo y los ojos. Al tiempo que coloqué mi moneda sobre la madera del expositor, ella se giró con bendita candidez. Escrutó la variedad de matices que se le presentaba en los aparadores. Cogió un bote cualquiera. Solo ella, conocía lo que se albergaba dentro ¿Fe? ¿Confianza? ¿Magia? Creo.

Esperanzada salí con mi triaca, dispuesta a que mi hermana frente al espejo no buceara nunca más en su ilusoria mediocridad sino como en mis pupilas se reflejaba, como mi linda compañera de juegos. Que por fin desterrara ese leviatán interno que distorsionaba su belleza oriunda de niña porque me la estaba arrebatando.

91. Azúcar, goce y plata

Toda la belleza las tienen tus enaguas rematadas en azucarado encaje. Rumorosas se mueven tras tus pasos, desdoblando rincones. Ávida de goce lo esperas. Hurga en tus escondrijos, inunda tus humedades. Gimes de dicha.
Días más tarde, él se pierde con agitaciones en el bajo vientre. Tú sigues, desplegando pasos, almidonando enaguas y contando doblones de plata.

90. DÍA Y NOCHE DE UN PINTOR (Óscar Quijada Reyes)

Mi vida transcurre entre pinturas, pinceles, lápices, papeles, exposiciones y otras actividades conexas. Hoy tengo una exposición acompañada de varias conferencias. La gente acude a ver mis obras y quedan anonadadas por aquellas en lienzo, algunos admiran mis dibujos con carboncillo, otros se decantan por lo clásico y por las pinceladas. Estoy sorprendido por la cantidad de personas que se sienten atraídas por las pinturas abstractas, dicen que son muy hermosas; aunque tienen su lugar, yo creo que no lo son, las acabo y presento porque les gustan. Con razón dicen que “sobre gustos y colores no han escrito los autores”.

Estoy seguro de que ninguno conoce lo que en verdad es hermoso en mi vida, lo que me llena e inspira. Aunque no cumpla con los cánones de belleza y la voluptuosidad que imponen los promotores del espectáculo y el mundo mediático, mi esposa sí que es linda y está por encima de todo lo que nos quieren hacer creer. Hoy tendremos otra de nuestras veladas, así que sin duda compartiremos, reiremos, jugaremos y cada uno sentirá la felicidad del otro. ¡Espero que no derramemos todas mis pinturas ni dañemos las obras terminadas!

89. Prejuicio

Hace rato que el niño tiene los ojos abiertos de par en par: es la primera vez que visita un circo con una exhibición de rarezas humanas. Su padre le ha llevado para enseñarle que esas personas no son atracciones de feria y que su oficio es tan digno como cualquier otro. No le cuesta demasiado. Donde los demás solo ven a un hombre con un cráneo tan reducido que parece la cabeza de un alfiler clavado en el cuerpo, el pequeño descubre a alguien alegre y lleno de talento. Es el único que escucha con interés el ingenioso monólogo de otro individuo que se mantiene de pie sobre un taburete con su tercera pierna, el resto del público ríe a carcajadas. Su entusiasmo se multiplica con cada nuevo personaje, hasta que llega a la última jaula y se queda embelesado contemplando la sonrisa de la niña camello, que nació con las rodillas dobladas hacia atrás y solo puede caminar a gatas. El padre se siente satisfecho. «Tal vez aún pueda ser alguien en la vida», piensa mientras vuelve a cubrir la cara de su hijo con una capucha antes de volver a casa.

88. MENSAJES DE AMOR

Mi tío Ángel vivió algunos años con nosotros hasta que nos dejó para acompañar a su amada Angustias. Siempre la ponía como ejemplo en sus pláticas con todos nosotros cuando tocaba hablar de amores. Basaba su argumento en aquellos años difíciles que les había tocado vivir; decía que ella era la más bella de toda la comarca y que era pretendida por casi todos los jóvenes. Fueron juntos al altar nada más decirle que él quería casarse con ella, además de por su belleza, porque sería también su ángel de la guarda mientras estuvieran juntos. Ahora entiendo a mi madre, cuando dice que su hermano es mi fiel reflejo porque hablo sin parar de mi novia que vive en otra ciudad, con la gran diferencia según ella de que él no tenía móvil para pasar horas escribiéndose mensajes de amor. Él utilizaba la borrica de mi abuelo para trasladarse al pueblo vecino y decirle directamente que la amaba.

86. El baile (Mar González)

La primera vez siempre es complicada. El salón parece demasiado grande y con demasiados desconocidos. Aquella columna es el refugio de los nuevos. Desde allí se ve prácticamente todo y uno queda prácticamente oculto.

Los domingos toca la orquesta. Dolores saca a Fermín. La Maite y la Rosa bailan juntas. Y siempre hay alguien que se acerca a la columna para acoger a los nuevos y ponerles al día.

– La más alta es la Juani. Aquella de flores, Sofía. Y la del pelo morado, la Sonsoles. Pero la guapa, guapa, es la María.

Y mientras lo dice, Antonio la busca con la mirada y sonríe. Le hace un gesto de “aquí estoy, con el nuevo” y espera que ella lo entienda. «Guapo, guapo no soy pero, sin duda, el más sociable. Anda, guárdame un baile».

Ella le mira, sonríe y se siente guapa. Muy guapa. Realmente el vestido verde le sienta bien. Y los labios siempre rojos, enmarcados por infinitas arrugas, pero rojos. Se ajusta las gafas con coquetería y agarra a Sofía por el brazo para acercarse a la columna.

-Oye Antonio, preséntanos. Y vamos a echar un baile.

 

85. Belleza en lo inhóspito (La Marca Amarilla)

Buscar la belleza en una cárcel es tarea complicada. Se podría encontrar tal vez en algunos pequeños detalles, en algunos gestos, o en aquellos ojos transparentes y miradas inocentes de hombres que se saben no culpables.

Eso dibujaba Rubén en la tranquilidad de su celda. No le gustaba hacerlo en el bullicio del patio, ni en el silencio impuesto de la biblioteca. Plasmaba con estilo realista cualquier cotidianía, pero sin delinear barrotes ni reflejar muros.

Y empezaron a pedirle dibujos los compañeros de celda, otros presos más tarde, e incluso algún carcelero, a pesar de tenerlo prohibido.

Dibujaba la foto de la esposa, la de los hijos -sobre todo-, o la de algún paisaje que reviviera momentos felices plenos de libertad… Y él siempre preguntaba cuál era el motivo que les impulsaba a pedir el dibujo de una fotografía, si ya poseían la imagen real. Arte sobre arte. No tenían una respuesta clara, la mayoría solía decir que era para regalar.

Pero Rubén sabía que en esa calidez humana del trazo, en esa recreación artística y artesana, lo que verdaderamente querían encontrar era la belleza de lo querido, de lo amado, su propia belleza.

Encontrar belleza en lo inhóspito.

84. Futuro imperfecto

Todas las mujeres que han pasado por mi vida destilaban belleza, pero ninguna encarnaba el súmmum. Ya había abandonado la idea de encontrar a la mujer perfecta, cuando en una feria de tecnología  me   encontré con ese artilugio que imprimía en tres dimensiones  y no paré hasta  conseguir uno. Me tomé mi tiempo para no equivocarme en el prototipo que buscaba. Finalmente opté por las sinuosas curvas de Eva; los pechos redondos apuntando al cielo de María; la nariz pequeña y respingona de Maribel y el azul intenso de los ojos de Ángela. Un pequeño dispositivo de inteligencia artificial hizo el resto. Así entró en mi vida Violeta, un pibonazo que sabe de todo y se ha convertido en mi compañera fiel y en la envidia de todos mis amigos. Aunque he de confesar que cada noche desciendo a los infiernos cuando me hundo en su cuerpo y naufrago en el océano vacío de su mirada. La acaricio con la esperanza  de que me sorprenda con un gesto nuevo, pero su voz hueca siempre responde lo mismo:  «¿a qué hora quieres que te despierte mañana?»

82. Ángulo muerto

Corren malos tiempos para enamorarse siendo un niño. Cuando nos cruzamos en La Plaza Mayor el tiempo se detiene. Ayer le pedí para salir y me dijo que sí, ella es lo más bello que hay en este mundo.

Mamá me advirtió que debo ser precavido, dice que si nos pillan besándonos tendremos problemas, por eso cuando regresamos a casa en el autobús subimos al piso de arriba, a pelarnos los labios a besos, allí aprovechamos el ángulo muerto del espejo desde donde nadie, ni siquiera el revisor, puede vernos.

 

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