Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

71. Técnicas para eliminar lo innecesario

Silvia regresa del trabajo caminando por la acera tostada de la calle Arenal. Entra en casa, y deja un libro prestado sobre la mesa donde Roberto sirve en dos platos lentejas de ayer. Intercambian monosílabos en morse, y mastican pensamientos recurrentes, implorando novedades en el móvil. A los postres, ella abaniquea el libro, dejándolo expuesto en una página al azar… Técnicas para eliminar lo innecesario. Tras un vistazo superficial pero curioso, deciden probar. Primero doblan cuidadosamente la atmósfera, y el aire se expande como un pecho embalsamado de eucalipto. Luego apagan el silencio, y se les trenzan las voces, las palabras hacen pompas de jabón. Retiran los años caducados y pintan los minutos. Los muebles de nogal recuperan su esplendor. Prescinden del espacio, se aprietan en un grano de arena. Y se les trenzan las lenguas. Por el pasillo se despojan de prendas que no les harán falta. Encienden el horno. Amasan sus cuerpos. Se dora la luz, como el pan de sus orgasmos. Despejan el volcán sepultado bajo la ropa sucia de la alcoba y exhaustos, descansan sobre los pétalos de sus cenizas, exudando recuerdos. 

Piensan comprar el libro, para seguir tomando notas en la piel del otro.

70. El Oxígeno

Cuán complicada es la mente humana. Ahí está ensimismado, embobado, fascinado y maravillado; quieto, inmóvil y paralizado. En sus pupilas se refleja un baile rojizo, brillante y cálido. Se siente creador y padre de su propia criatura; y se ilusiona viendo lo que sus manos han sido capaz de crear, ese pequeña llama que acaba de nacer. Con todas sus fuerzas sopla, sopla para crear esa combustión química que haga crecer su pequeña fantasía, ahora hecha realidad. Cuán bello aquel momento… pero cuán complicada es la mente humana que confunde la belleza con la destrucción. Ahí está ensimismado, embobado, fascinado y maravillado; inquieto, nervioso y extasiado. En sus pupilas se refleja un baile rojizo, brillante y cada vez más cálido. Se siente creador y padre de su propia criatura; ese fuego que comienza a expandirse y que convierte aquellos troncos marrones de los árboles en antorchas incendiarias con el fin de destruir toda la naturaleza a la vista. Cuán complicada es la mente humana…

69. UNA HORMA SIN MEDIDA

Sacó lustro a sus viejos zapatos marrones, una vez más. Último regalo antes de “aquello”  que mutó su vida y lo convirtió en el esperpento que caminaba solitario por las calles.

Cubrirían sus pies en vida y en su muerte, ajenos a modas.

En reposo, siempre ocuparon el mismo espacio: a un lado del perchero, en la entrada, asomando 3 cm de sus puntas; ni un cm atrás ni uno adelante.

Uno le quedaba perfecto, el otro, le hizo algún “apaño” sin descolocar esos hierros que sustituyeron su pierna tras el accidente.

Pensó que no saldría de aquello; se equivocó: él, lisiado,  conquistó de nuevo la  tierra ; y ella…

Leyó en el periódico: Por fin se inician las obras del ensanchamiento de la carretera nacional….No pudo continuar… Ya se habían caído las hojas del calendario arrastrando una década consigo .Trataba de recordar si fue el estado de la calzada o la suela de sus zapatos deslizándose por el acelerador lo que provocó el accidente. Poco importa decantarse por una u otra razón;  tan solo queda el vacío y un marchar con rozaduras de las piedras encontradas en el camino.

 

 

68. La profesora de música

Mimetizaba con la lección. Así que enfundada en su vestido marrón, con medias, zapatos y foulard a juego, recorría el pasillo de clase. El Otoño, de Las cuatro estaciones de Vivaldi, sonaba de fondo. Sus esfuerzos por instruir a esta panda de zoquetes eran titánicos; por lo que, abatida, se sumió en una tristeza tan profunda que se negó en rotundo a seguir el currículum escolar, saltándose el Himno de la alegría de Beethoven. Los siguientes días se mostró tímida, recelosa, esquiva de miradas masculinas, parecía atormentada. Algunos dijeron que la habían visto entrar en la filmoteca del centro, sola, para ver Un tranvía llamado deseo. Corregía los ejercicios casi sin mirarlos, nos ponía un cero y se limitaba a decirnos que no teníamos ni un ápice de sensibilidad para apreciar la música. Pero un día, apareció cargada con su colección personal de discos y los repartió, como un legado. Me sorprendió la variedad de estilos musicales. Curiosamente, sonreía después de mucho tiempo. Al acabar la clase nos anunció que la siguiente lección, con la profesora sustituta, versaría sobre la gran obra maestra de Mozart, Réquiem.

67. Una historia de violencia

La ciudad tenía un brillo irreal que hendía el aire con destellos amarillos. Los tejados, las fuentes, hasta las vajillas eran de oro. La plata, sin apenas valor, se usaba para pavimentar las calles. Los españoles lloraban, se santiguaban, habían encontrado el dorado. El conquistador Gonzalo de Mendoza mandaba aquel puñado de soldados agotados tras semanas de marcha. Tras las fatigas pasadas, se entregaron a una vida disipada y  tomaron concubinas, seguros  de que el ojo divino no alcanzaría tan lejos. El mismo Mendoza tomó como amante a Itzel, la hija del cacique, una retinta altiva a la que llamaba «mi conejilla de indias». Le hablaba  de la nieve, de los campos de trigo de Castilla, de las poderosas naos españolas que surcaban los mares. Cuando le dijo que estaba harto de aquel   agujero de paganos, y que partiría lo antes posible  llevándose todo el oro, ella organizó una fiesta de despedida. Preparó un licor de bayas que los españoles bebieron con mucho placer. Una hora después agonizaban. Lo último que vio Mendoza antes de notar los efectos del curare fueron unos ojos marrones como el cacao mirándole fijamente. – Me llamo Itzel, le dijo.

66. En otra piel (Juana Mª Igarreta)

Celia encontró en el tren, olvidado en el asiento de al lado, un abrigo de lustrosa piel marrón. Tras comprobar sorprendida que era de su talla, no tuvo ningún remilgo en concluir que se trataba de un regalo de la divina providencia. Además, recordó que por la mañana se había puesto la chaqueta del revés; hecho que, indudablemente, había provocado el inesperado hallazgo.
Viendo que el resto de los viajeros consultaban sus móviles o dormitaban, cambió decidida el abrigo por el suyo y se dirigió al servicio. Probándose la prenda, halló en uno de los bolsillos una peluca castaña de larga melena ondulada; acomodándola a su cabeza de pelo ralo, sonrió ante el espejo, admirando su rejuvenecida imagen. Ataviada de esta guisa, volvió a su asiento. De pronto, un caballero se dirigió a ella, diciéndole: “Disculpe señorita, ese lugar está ocupado por una señora que está en el servicio”. Ella, coqueta, le respondió: “Lo sé, viajamos juntas”. Luego respiró aliviada sabiendo que la próxima parada era la suya.

Justo pisó el sombrío andén, la abordó un hombre trajeado y con sombrero color chocolate, susurrándole: “Démonos prisa, Ingrid. Los de la banda esperan fuera. ¿Pero, dónde traes la mercancía?”

65. POR EL PILAR

El cielo pardea y el horizonte como un antiguo sudario parcheado con telas de tonos marrones y verdes se va escondiendo en la atardecida. A esta hora la sombra del mangrano ya no compite con la del olivo. En lo alto, a contraluz, destaca el perfil de la ermita. Abajo el río susurra la canción del tiempo.

-¿Quién eres tú?

-Soy tu hijo, madre.

-Tengo frío ¿nos vamos a casa?

Comienza el otoño y el bullicio de los forasteros ya va emigrando a las ciudades. El pueblo bosteza y el sueño surge como una bendición.

-Mañana regresamos a Madrid.

-¿Y papá?

-Papá murió.

-¿Hace mucho?

Entonces se escucha un único gemido ahogado por el peso de una vida, que se repite igual cada día en cada recuerdo. Y un dolor compartido les acompaña mientras los dos recorren la calle, bajando la cuesta con pasos medidos. Ella colgada de su brazo se sobresalta cuando las farolas se encienden y él experimenta cómo los aires del Moncayo –según decía el abuelo- hielan el alma.

Con el olvido los difuntos arrinconados en el Campo Santo languidecen en soledad. Contemplan cómo su historia se borra y presagian que no quedará nada en la nada.

64. PAINT IT, BLACK

Marrón, marrón, menudo color de mierda. Imagino poquitas cosas marrones que espoleen mi imaginación, mi deseo artístico. Bueno…los pezones vivos de Marta, esos eran marrón glacé, un lujo para mi boca seca.

Definitivamente es complicado unir belleza plástica y el marrón. El sr. Velazquez esta vez nos lo ha puesto francamente difícil. El otoño, tan pleno de ocres es un recurso fácil  la verdad.

Sabes que te digo: » Paint it Black» como cantaban los Rolling. Mejor nos esperamos a otro color, no sé el negro ( azabache) de tus ojos

63. Encuentro

Sus pensamientos se mimetizaban con el color marrón de los muebles del salón, del desvencijado sofá y de los marcos de la puerta y las ventanas. Solo un rayo de luz del atardecer que se colaba entre los visillos rompía el monocromo escenario de aquella tarde en que notó su presencia.

Se acercó a ella (y dejó que se acercara hasta tocarla) y la abrazó (y se dejó abrazar hasta envolverla).

Desde entonces nunca le abandonó la soledad.

62. Bosquejos de mujer (MVF)

Vivo en el bosque, aunque algunos días me fugue a través de mis raíces y asome en la ciudad. Puedo emerger con mi antigua forma, aquella hecha de nube, sueños, dudas, semejante al espectro de una mujer. Los viandantes me confunden mientras camino y me preguntan la hora, la dirección de un museo, el número de una línea de autobús;  a veces les respondo: les digo la hora fijándome en la posición del sol,  aventuro una calle cualquiera, invento un número y ellos se van,  inquietos, tratando de ignorar la  alerta que se dispara en su interior y pronto olvidan, porque el ruido de sus mentes secuestra sus sentidos y acapara su atención. Una vez me siguió un viejo olmo. Olía a madera quemada y crujía al pisar sus propias hojas, desprendidas al caminar. Apenas me dio tiempo de adentrarme, localizar la red de mi sustento, emerger por mi tronco de cien años y estirar mis ramas de nogal.

61. BLANCO Y MARRÓN.

Me gustan los dulces. Combinan colores que los hacen apetecibles al paladar. Rojos de fresas con  blancos de nata, verdes y amarillos de frutas como adorno.

-Me gustan los dulces, dijo Jazmín con la nariz y las manos apoyadas contra el cristal de la pastelería.

-¡Loto, entremos a tomar pasteles! Mira qué bonitos están pintados de colores.

– A mi así no me gustan, las capas de fondant hacen que parezcan juguetes más que pasteles.

– Pero Loto ¡están tan bonitos! Anda vamos a entrar aunque solo sea para verlos de cerca.

El aroma a dulce chocolate caliente mezclado con el de mantequilla y mil esencias orneadas impregnaron nuestros sentidos al abrir la puerta.

-¿Qué queréis? Preguntó una camarera acercándose a la mesa que habíamos ocupado.

-Un par de raciones de tarta de frutas y dos tazas de chocolate, dije.

– Este local tiene reservado el derecho de admisión. No servimos a gente de color.

Jazmín con los ojos muy abiertos miró a la estirada camarera y dejando ver unos dientes blancos tras una inmensa sonrisa exclamó:

-¡Pero si somos “de color” como los pasteles y marrones como el chocolate! Este es nuestro sitio ¿no?

La mujer, avergonzada, calló.

60. MELODÍA DESENCADENADA ( Belén Mateos)

Tiró el pincel, derramó la pintura sobre la alfombra, sobre cada resquicio de pared, sobre cada recuerdo nivelado en la gravedad de su piel, programó la película que definía sus vidas y cinceló esa imagen proyectando una y otra vez su memoria.

Pintó su cuerpo de marrón, reclamando ternura y se abandonó en un regazo efímero de insomnio y palomitas.

No era el color deseado, siempre pensó que iría a su lado de blanco y ahora el pasado no entiende de abrazos ni de matices, ahora le toca aprender dejar de querer y borrar el futuro.

La ginebra llena sus días, el humo empapa la pantalla, sus pestañas pulsan ese interruptor que le desconecta de la vida.

 

Esta mañana la prensa se ha hecho eco de su hallazgo.

Mujer blanca, de 33 años, prometida, embarazada de cinco meses ha sido encontrada en una butaca del cine Palafox.

Queda clausurada la proyección hasta nuevo aviso.

 

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