Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

53. UNA MENOS

Parecían dos amigas charlando en aquella abarrotada sala de aburridos rostros y sofocante calor. Llevaban dos horas largas y el aire desprendía un olor a sudor agrio.  Ya faltaba poco. Cada una de ellas sumida en sus pensamientos ocultaba, tras una fingida sonrisa y conversación insulsa, el deseo de que sucediera algo antes de que la pantalla escupiera el número de la otra.

No pasaron ni cinco minutos cuando notó un peso sobre sus pies: la compañera de al lado se había desplomado justo en el momento en que aparecía en la pantalla su número: perdería el turno. Nadie se movió, todos pendientes de aquella luz en la pantalla que les daría  la oportunidad de mejorar sus vidas, o no.

Saltó su número, se desprendió suavemente de aquel “bulto” y con paso decidido atravesó el oscuro pasillo. Un rostro sin gestos la observaba al otro lado de la mesa, depositó su carpeta llena de futuro y esperó.

No habían transcurrido ni cinco minutos y antes de que abandonara el lugar escuchó tres míseras palabras: Ya la llamaremos.

52. NO SIEMPRE UN 13 ES MARTES

Madre suspira, mira, recose la enagua, la puntilla de ese camisón rosa, apaga la radio, bebe a sorbos la tila, traga la pastilla blanca recetada por el médico.

Padre aplasta el cigarrillo en el cenicero, apura el bourbon, cambia de canal, respira, vuelve a respirar, reza en silencio.

Mi hermana solloza entre los pliegues de la almohada, sonríe ante tanta incertidumbre, se abraza a las sábanas, busca mi mano.

Siempre hemos dormido juntas, siempre nuestros calcetines han estado emparejados incluso cuando Juan bebía los vientos por hilvanar su cuerpo con el mío, por traspasar los límites de la decencia, por pasar por alto a mis sobrinas, por traspasar los muros de la ética.

Fue un trece de marzo, ese accidente fortuito nos unió más que nunca en el extrarradio de la vida, en la sombra de luz a mi familia. Un coche embistió al nuestro, la sangre recorrió las venas de la calle, nuestro portal, la realidad, la clandestinidad de la huida.

Madre suspira, padre cambia de canal, mi hermana sonríe, mis sobrinas duermen, yo me amparo en la felicidad y descanso que ahora habita en mi casa.

 

Juan busca entre mis enaguas volver a esa realidad desterrada por nosotros.

 

51. LA REINA DEL MAMBO (Rosalía Guerrero Jordán)

Durante mucho tiempo disfrutó del privilegio de ser la mano derecha del jefe: conseguía las mejores vacaciones y los puentes más largos; elegía los trabajos livianos escapando de los pesados; se adjudicaba méritos ajenos con una sonrisa y eludía la responsabilidad por sus errores con un mohín.

Era la reina del mambo.

Pero el jefe se jubiló, y el nuevo ya tenía otra mano derecha.

Cuando quiso darse cuenta, había perdido su trono.

Entonces buscó un lugar donde volver a reinar, y usando sus contactos se trasladó a otro departamento. Pero allí solo era una diva sin corona que asumía las tareas y las vacaciones que los demás repudiaban. Un infierno donde no podía esquivar el trabajo pesado ni las consecuencias de sus errores.

Y se volvió a trasladar. Con el mismo resultado.

Mírala, cómo ha cambiado. Ya no parece la misma.

A veces me la encuentro en la máquina del café y le pregunto qué tal le va y me dice que bien. Pero yo sé que es mentira y ella sabe que lo sé.

Que no soporta haber dejado de ser el ama del corral.

Que disfruto al saber que nunca lo volverá a ser.

50. NO DOY CREDITO A LO QUE VEN MIS OJOS

Para mi hoy ha sido un dia muy triste .Como las personas pueden llegar a ser tan despiadadas tienen sentimientos macabros e indeseables. Puede parecer demasiado sensible para ciertas personas,   otras dirían “Esta mujer es una noña” .    No doy crédito , «ay dios» lo ha tirado por la ventana de su coche, ,Intento  quitármelo de la cabeza cada vez que cierro mis ojos veo las imágenes ,me taladran   .es que no entiendo como un ser tan despreciable que con anterioridad había atropellado a un gato ,le llevaba tiempo observando en su asiento, con risa burlona tubo el cuajo de mirar a esos ojitos que pedían y suplicaban que cesara su agonía, pero a él ya le daba igual como gemía . Pobre gato   se revolvía, peleaba por sobrevivir ,  , yacía inmóvil  inerte sin vida ,cayó al suelo cerca de mis pies ,sin yo poder hacer nada por él .         Yo tratabade asustarlo e insultándolo a ese sujeto  diciendo “hijo de mala madre…” para que parara su coche y de haberlo hecho le hubiese dado una somanta de palos para que sintiera en sus propias carnes como le desgarraba por dentro de la misma manera.

 

49. El éxtasis

Le tiró el ramo de rosas a la cara, luego se dio la media vuelta y comenzó a alejarse. Caminaba de esa manera tan sensual que ella sabía hacer y que encandilaba a los hombres.

De nada sirvieron las súplicas de que no le abandonase, que no podía vivir sin ella, que cometería alguna locura si no volvía con él. Eso no hizo más que aumentar la satisfacción que Ángela sentía. Que llorasen o se peleasen por ella era un placer indescriptible; ya lo había experimentado más veces en anteriores relaciones.

Escuchó los gritos de las personas que paseaban por el puente, luego el golpe. Entonces fue consciente de lo que acababa de suceder.

En ese momento llegó al clímax de la satisfacción. Nunca antes había alcanzado el éxtasis.

48. ANIMACIÓN NOCTURNA (Jesús Alcañiz García)

         La música del vestíbulo, a todo volumen, atruena en su habitación del hotel. Harto de dar vueltas y más vueltas sin conciliar el sueño, desea, en un arrebato, que el cantante se trague la maldita lengua. De inmediato, el silencio. Después, los gritos. Más tarde, la sirena de la ambulancia. 

        Sin el menor remordimiento, no ve la hora de que amanezca para buscarlo en el periódico de la mañana.

47. LOS COLORES DEL DESTINO

Remedios teje y suspira. Suspira y teje. Las agujas avanzan a buen ritmo, menguando el ovillo celeste que está al fondo de la cesta de costura. Azules, los patucos son azules, porque es niño y ella sigue la tradición, no va a llevar el rorro unos patucos de niña…, así que el ovillo rosa queda entero, sin encetar.

El destino toma de su paleta los colores que él decide. Tal vez sea por algo. Todo pasa por algo, dicen. El chocar de las agujas va cantando su canción mientras Reme las mueve cada vez más deprisa, con una rabia que amenaza con dejar los puntos más apretados de lo que conviene. No todo está perdido, piensa. Tal vez algo se tuerza, como acaba de torcerse la lana en un punto que ha de deshacer.

Acaban de llegar, su hermana lleva las manos sobre el abultado vientre. Sonríe agradecida. Remedios fuerza el gesto para corresponderla. Rosa, tenía que haber sido ese el color. Debería ser su vientre el que creciese con la semilla que habría puesto él, el que acaba de posar un beso en el cuello de su hermana.

Y los puntos se aprietan más y más cada vez.

46. SENTIMIENTOS ENCONTRADOS (Isabel Cristina)

Miguelito no llegó a entender por qué su papá se enfadó tanto con él. Tampoco era tan grave; solo había suspendido mates… y por los pelos.

Medio sonriente y hartándose de gusanitos en el sofá, decidió esperar la llegada de su hermana María con su boletín de notas. Entonces sería cuando el padre mostrara su enojo con su habitual forma constructiva de educar.

Le dió tal cachete con la mano derecha en la mejilla izquierda que hasta sonó ¡ZAS!

Miguelito, viendo los ojos enrojecidos de su hermana, fue a abrazarla avergonzado.

Ella recibió primero un tortazo bien  merecido y luego un fuerte apretón de su hermano que no entendió en absoluto.

45. Acoso, pero no derribo

 

Me llamaron “cíclope” cuando un inoportuno grano de tamaño considerable, en consonancia con mi generosa osamenta, decidió que el entrecejo era un lugar idóneo para desarrollarse. Con quince años, compañeros y profesores me sometían a escarnio público, mientras, yo se lo ponía fácil, inseguro y acomplejado, cometía torpezas de todo tipo, llegaron a renombrarme “cíclope empanado”.

Por eso, cuando mi cuerpo empezó a mermar, a lo alto y a lo ancho, sin motivo aparente, sentí alivio. Pensé que si era menos visible, dejaría de ser el blanco de las burlas. Aunque tal fue la merma que adquirí el tamaño de un niño de diez años. Los médicos no sabían dar respuesta, incluso fui motivo de estudio, sin éxito.

Como el paso del tiempo ayuda a normalizar aquello que no lo es, mi vida cobró algún sentido cuando encontré trabajo de limpiador de chimeneas y lugares estrechos.

Pero aún echaba en falta algo, y lo encontré: ella decidió que yo era alguien interesante, tan, tan interesante le resulté que en solo unos días otro fenómeno se obró, esta vez a la inversa, y mi cuerpecito volvió a su ser.

44. Remeros

Aquello se hundía, como el viejo navío de un pirata. Nos pedían que remáramos, pero yo estaba cansada de no llegar nunca a ningún lugar.

Tiré los remos y mis músculos se relajaron; los brazos y la cabeza dejaron de dolerme. El saco de arena que era mi cuerpo se transformó de nuevo en un sistema de órganos, sangre que corría por las venas y huesos.

Dejé de llegar a mi hora, de ser diligente, de intentar caer bien a todo el mundo; descuidé a mis clientes, imprimía documentos sin necesidad y me dejaba el grifo del lavabo abierto.

Mi jefa se desesperaba pidiéndome que remara, que ella a sus cuarenta y cinco no podía quedarse sin trabajo. Yo me la imaginaba vagando por las calles con su carpeta de currículos bajo el brazo y con sus zapatos de tacón, ahora nuevos, desgastados. Siempre me decía que tenía que vestir mejor y yo le contestaba que a mí el sueldo no me llegaba para modelitos.

No me cansaba de mirar la pantalla con dos archivos abiertos: el calendario y la simulación de jubilación; sonreía y me acomodaba en la silla, mientras el agua les iba llegando al cuello.

43. La vida puede ser maravillosa

El día había comenzado bien, los informativos no cesaban de lanzar a las ondas la noticia de un gravísimo accidente aéreo. No había habido sobrevivientes. En otra parte del mundo la crecida de un rio se había llevado por delante las casas de todo un pueblo. Las víctimas se contaban por decenas.

Una sonrisa de oreja a oreja relució perenne en su rostro. El sabor del café matinal le pareció magnífico; las tostadas con mermelada y mantequilla, sublimes.

Al bajar la escalera escuchó llantos y lamentos en el primer piso, seguramente el anciano que se aferraba a la vida con un ahínco impropio de su edad por fin había fallecido.

En la calle terminó de comer un plátano y depositó la cáscara cuidadosamente en medio de la acera, a la espera de que algún despistado y desafortunado transeúnte la pisara y se rompiera la crisma.

El sol brillaba reluciente en el cielo, prometiendo que iba a ser otra jornada espléndida para Lucifer.

42. HILARIDADES (Edita)

Aunque parezca increíble, me entiendo muy bien con mi cuñada. Quizás el afecto primero surgió del agradecimiento por haber cautivado a mi hermano. Años después, una afición común nos unió definitivamente: la micología. Cada otoño, salvando los noventa kilómetros que separan nuestros domicilios, compartimos largas sesiones de monte y conversación. Pero el bosque, además de hongos, regala sorpresas. Si los tocones se desintegran, en su lugar quedan hoyos que, camuflados por la hojarasca, se convierten en habituales trampas de caza para pies despistados. Mucho menos frecuente es clavar las dos piernas juntas hasta las nalgas, sin posibilidad de movimiento. Así me hallé en una ocasión. A mi compañera le entró tal ataque de risa al verme semienterrada que se tiró al suelo para agarrarse la barriga más a gusto. Ni yo era capaz de salir por mis propios medios ni ella podía ayudarme, paralizada por las carcajadas. Cuando, al fin, consiguió incorporarse dispuesta a echarme una mano, tropezó con el cesto repleto que había olvidado a su lado. Este salió rodando ladera abajo mientras esparcía las setas previamente recogidas, clasificadas y pulcras, pues nadie como ella sabe tratarlas. A mi cuñada no le hizo gracia, pero yo todavía ahora me desternillo.

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