Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

104. CERRADO POR AMOR

María quedó sorprendida al encontrar aquel cartel prendido en la pequeña librería “Tres Rosas Amarillas”, que decía “Cerrado por Amor”.
No podía entender que razón habría podido llevar al cierre de ese lugar de encuentro, en cuyo escaparate se reflejaban, a menudo, los sueños hechos realidad de sus amigos escritores.
Por mucho que echara a volar su imaginación jamás comprendería ese tipo de amor opresivo, capaz de llevar a la desaparición de aquel espacio de libertad, ideas y esperanzas.
Y es que en su fuero interno María esperaba que esa fatal decisión no fuera la imposición de un corazón tiránico sobre otro. Deseaba que ningún latido pudiera tener ese influjo negativo sobre quién, como ella, solo ansiaba dejar atrás su soledad.
Quería pensar que la bajada de la persiana solo podía deberse a un motivo positivo como la entrega, amor o pasión, aunque temía que, en verdad, las razones escondidas fueran la maldad, la envidia, el sufrimiento o la codicia.
La aprendiz de escritora decidió que debía emplear lo que la fortuna le había concedido, el premio de la Primitiva, en reflotar aquel pequeño templo de cultura.

103. LA IRA DE ELLA

Todo había cambiado. Las hortalizas tenían piojo, la cebada y el trigo amarilleaban demasiado sin ser época. Las cabañuelas se reventaban antes de tiempo y todo el campo estaba grieteado. Un día salí a buscarlo y creyendo que nadie lo íbamos a sorprender, le encontré con lágrimas en los ojos mientras acariciaba las plantas resecas y las berenjenas mustias. Entre dientes maldecía o eso creí entender.
Abuelo me entristece verte así, ─ le dije. Me miró mientras se restregaba los ojos con el dorso de la mano y me contestó: “No te preocupes, no es nada, son las pajas que vuelan e irritan la mirada, además de haber recordado a tu abuela y lo bonita que era cuando nos conocimos; ha sido la emoción al evocarla más que nada. Aunque no quiero mentir; me preocupa el color de los campos y el desprecio que hemos tenido por la naturaleza, nos portamos mal con ella y nos devuelve su ira en forma de bumerán. Hemos dejado de respetar y eso es lo peor que puede hacer el ser humano. Le debemos todo. Hemos creído que somos los más fuertes y no hemos querido admitir que somos simples hormigas irreverentes”.

102. Madre, yo al oro me humillo (Alberto BF)

El elegido* ha llegado para restablecer el orden. O como le gusta decir, a regenerar, que suena más cool.

Le gustan las chaquetas, y posee una colección en su amplio vestidor.

De ordinario utiliza una naranja, pero le encanta probarse otras.

Primero le llamó la atención la roja, pero al ponérsela vio que no era de su talla.

Pronto ha comprobado que le sienta mejor la azul, esa que se ponía de jovenzuelo y por la que se empezó a aficionar por la moda.

La verde le gusta, pero se la prueba en privado. Le avergüenza que le vean con ella, porque es demasiado vintage. Aun así, le favorece.

La morada, ni en pintura. Y la arco iris, para la foto en los días de fiesta, a poder ser con muchas cámaras delante.

Pero sin duda el color que le pirra es el amarillo. Le recuerda sus primeros excesos juveniles, antes de pasarse al blanco puro. Y también, cómo no, al poderoso caballero que le ha elegido como adalid de la “regeneración”.

Lástima que esta chaqueta suele ir con lazo a juego, y eso sí que no.

 

*El elegido es personaje ficticio. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

101. Tarjeta amarilla ( Manuela Balastegui)

Nada. La palabra repicaba en mi cerebro como timbre de teléfono. Hacía un mes que la respuesta era la misma, nada. Su madre sabría cómo sonsacarle la verdad. Yo no sabía cómo hacerlo. No quería defraudarla. Me devanaba los sesos en la misma idea ¿Tendrá una recaída? Ni siquiera al principio estuvo así. Había pasado un año bastante bien. Ahora su sonrisa era distinta. Estaba siempre pensativo. En su mundo. Su profesora me había comentado que en clase estaba apático y en el comedor jugaba con la comida. Le daré la última oportunidad antes de pedir cita con la psicóloga que lo trató, cuando murió mi mujer. Se lo preguntaré hoy cuando lo recoja de entrenar. Suele estar tan hablador como comentarista de futbol. Se creará la atmósfera de colegas que necesito. Esa tarde lo frené cuando contaba, emocionado, que el árbitro le sacó la tarjeta amarilla a Quique. Me agaché, lo miré a los ojos y le pregunté: ¿Cómo te puedo ayudar?. Cogió el balón entre sus manos. Lo miró y cabizbajo, susurró:

¿ Cómo le digo que estoy enamorado?

 

100. TRAUMAS INFANTILES

Soy mujer curtida en mil batallas. En mi rostro se dibuja la serenidad de muchos años de meditaciones y otros tantos de psicoanálisis. Todo iba bien hasta que apareció ese camarero con el menú equivocado.

—¿Espárragos con mayonesa? Yo no he pedido esto— dije señalando el plato.

—Lléveselos, por favor—

Pero no lo hizo y en unos segundos ocurrió lo que no quería que pasara: volví al momento niña en mi casa familiar, un día cualquiera, con invitados a comer en el momento exacto en el que se me cortaba la mayonesa. La cara desencajada de mi madre gritando con voz distorsionada «otra vez lo has hecho» y yo, presa del pánico, cascaba temblorosa el último huevo sobre la masa cortada y la batía rápido mientras rezaba un padrenuestro tras otro. La tragedia estaba servida, mi madre gritaba «quítate de mi vista» y yo gemía de angustia.

De vuelta al momento restaurante, agarré al camarero por su corbatita negra y le hice ver que le cortaría los huevos in situ si no retiraba el plato inmediatamente.

Dicen que soy agresiva, yo diría asertiva, pero ni he vuelto a probar la mayonesa, ni tampoco tengo nunca invitados a comer.

99. El preferido (Patricia Collazo)

A mi hermano solo le gusta lo amarillo del huevo. Mamá, que a nosotras no nos perdona una, lo deja comerse esa parte, la más rica, sin obligarlo a comerse la parte blanca. Cosa que no tenemos permitida nosotras. Es más, si protestamos, encima tenemos que comernos lo blanco de los huevos de Jaime.

Él siempre tiene lo que quiere. Camila dice que porque es especial. En cambio, las mellizas y yo opinamos que es el preferido por ser el único chico. Pero lo cierto es que nunca está castigado sin salir al parque (¡no seas tonta, dice Camila, ¿cómo lo va a castigar con eso?), ni teniendo que ordenar su cuarto (normal, sería absurdo, repite Camila).

Por ser la mayor, Camila se piensa que se lo sabe todo. Pero no. Jaime tiene todos los mimos de mamá, que no para de repetir que es su sol. ¿Y nosotras qué? ¿Ni siquiera unas pobres estrellas?

¡Si no sabe ni hablar! Ni se te ocurra decirle eso a mamá, amenaza Camila. Cada vez se parece más a ella. Y Jaime, cada vez más, a una de esas medusas amarillentas que vimos en la playa.

Y encima es el preferido.

98. MARIPOSAS AMARILLAS (Pilar Alejos)

Me siento tan cansado. Cierro los ojos intentando encontrar un sueño reparador. El cuerpo se abandona al placer de no sentir nada, pero mi mente se mantiene despierta. Caigo en el abismo del tiempo. La oscuridad se desvanece bajo una potente luz ambarina y escucho el aleteo de los recuerdos casi olvidados. Regresa aquel amor infantil junto a ella, tan verdadero que ha sido el único. Vuelvo a ser el diferente del internado, a vivir al margen de los demás compañeros. Reaparece el hambre, las penurias que soporté en aquella buhardilla de París, que me dieron alas para volar. Duele la muerte de aquel amigo que me vi obligado a silenciar durante años para cumplir con mi palabra. Inspira el triunfo del amor de mis padres, a pesar de las numerosas dificultades que encontraron, así como las historias sobrenaturales que, con total normalidad, contaba mi abuela. Me acompañaron a lo largo de mis años de soledad.

He necesitado toda una vida para contárselo al mundo, sin prisas, a mi manera. Sé que soy muy supersticioso, pero mi realismo mágico no sucede hasta que me acompaña una flor amarilla sobre mi escritorio. Solo entonces, me descalzo y comienzo a escribir.

97. NUBES Y CLAROS (M.Carme Marí)

Ha decidido que odia el amarillo. Se ha dado cuenta de que su día a día es girar como un girasol, que ella es una flor más en esos campos inmensos cubiertos por aquel color hasta donde alcanza la vista. Porque siendo un girasol, no se ve nada más y solo se puede seguir al sol. Aunque en la vida cada flor tiene el suyo. Cuando aparece, todo lo demás no importa: sigue sus designios, sus deseos, sin alternativas y bajando la cabeza si él lo pide. Y ella va girando a su son según pasan las horas, hasta que se duerme tras las últimas órdenes del día. “¡Pues claro que quiero, cariño!”.

Pero por fin ha visto que su supuesto astro rey es en realidad una nube gris, que su idolatrado amor le coarta el poder de acción o decisión, que sus opiniones han dejado de contar. Hoy ha reunido fuerzas para convertir las raíces en alas y volar, abandonando esa alfombra amarilla. Y allá va, surcando el cielo, hasta que otra vez aparece su sol, con esos rayos que le dicen cosas bonitas mezcladas con imperativos y que derriten sus alas dejándola de nuevo anclada al suelo.

96. EL DORADO (versión libre) Virtudes Torres

Su cuerpo casi perfecto relucía bajo el sol del atardecer. Yo no debía mirarlo, se me negaba esta opción; al igual que mi pueblo todos debíamos permanecer con la mirada baja o de espaldas a tan esplendoroso espectáculo.

Decidí ocultarme tras unos helechos que me proporcionaban ver sin ser vista.

Mi corazón gozaba y mi pulso se aceleraba de tal forma que creí que iba a ser escuchado en toda la selva.

La barca seguía su pausado avance; en medio de la laguna mi ídolo se despojaba de la capa que lo cubría, los sacerdotes seguían untando el polvo de oro sobre su piel. Yo maldecía no ser uno de ellos. 

Después mi deidad se sumergía en las aguas color esmeralda para aparecer más brillante aún, despojado del oro.

Aquella imagen me obsesionaba, jamás podría estar a mi alcance. Por fin encontré la solución. Hoy, bajo estas aguas rebosantes de piedras preciosas y de oro, he esperado su baño y me he unido a mi gran amor.

Ahora aquí, en el fondo, por fin somos uno.

95. La cita

Él colocó con cierta torpeza el narciso en su ojal, como habían acordado antes de su encuentro, al que se dirigió lentamente. A pesar de la inquietud, consiguió saborear cada instante del camino, con la ilusión dibujada en el rostro.

Ella enlazó su escasa coleta casi albina con una cinta amarilla y también se dirigió a la cita, hecha un manojo de nervios, con pasos cortos e inseguros. 

Tras semanas de miradas de soslayo y tímidos roces ya no podían esconderlo más, necesitaban hacer público el amor que se tenían, sin importar la desaprobación de todos por su edad.

Y así, cada uno desde un lado del recinto, sorteó ejércitos cruzados y rayuelas hasta llegar al otro, al fin, en el centro del recreo. 

 

 

94. ¡ATENCIÓN! IMSERSO ROJOS- MSERSO AMARILLOS (Asunción Buendía)

En esta etapa de mi vida que alegre y orgulloso me propongo comenzar, la de  mi jubilosa jubilación, he decidido hacer un merecido dispendio.

Un crucero.

Del IMSERSO, eso sí.

Rellené ufano la instancia para pedirlo en la agencia, poniendo cuidado en coger la correcta . Unos cuantos impresos con preguntas chocantes que me llevan a pensar que visitaremos países selváticos con algún que otro simio. Incluían fotos, exóticos, pero en exceso peludos y amarillos.

Nunca fue el amarillo uno de mis colores preferidos. Sin embargo desde que puedo recordar, por un defectillo visual,  mi mundo cromático se reduce prácticamente a esa azafranada gama, sin ocasionarme jamás confusión o molestia.

Aunque en mi armario la mayoría de prendas tienen ese tono y también el resto de enseres de mi hogar, nunca vi fundamento para la preocupación. Siempre he sido un hombre práctico y no faltándome prendas o mobiliario, todo solucionado.

En estas importantes y enjundiosas disertaciones me hallaba, cuando sonó el teléfono. Seguro que sería para confirmar mi plaza en el crucero.

— Ha sido usted aceptado como instructor de MSERSO

— Cuánto honor, cuánta dicha. ¡Aceptado e instructor!

— Si por su puesto, Macacos Sociables Establecidos y Recogidos SOlidariamente, le dan la bienvenida.

 

93. Soledad (Santi Martín)

Venancio paseaba su mirada serena por el sembrado de cebada. Junio, un pueblo de Salamanca; el sempiterno sol abrasador de cada verano invitaba a dejarse purificar por una rubia en el único bar que quedaba, burlando a la despoblación. Él, sin embrago, prefería abandonarse al ondulante mecer de sus espigas -olas de un mar que nunca conoció-, cada atardecer, vigilante cuando el sol volvía a dormir, dejando el rastro de su halo de eternidad. Jamás había leído un verso, pero se sumergía inconscientemente en la poesía que sublima lo cotidiano, desde su sabia y ancestral manera de entender el paso del tiempo.

Le encontraron la noche de San Juan -a él, que recelaba del fuego, furia arrasadora y amenazante-, quemando las naves de un pasado que no conoció, en un viaje sin retorno; perdida su mirada y tal vez el juicio. Cada llama imprimía un eco de tristeza en sus pupilas, pero una vida nueva asomaba por su rostro ajado. Hasta entonces, nadie le había visto llorar. Nunca. Y, callado como siempre, garabateó torpemente su nombre en la primera hoja, casi ocre ya, de aquel cuaderno que siempre –ahora, por fin, lo sabía- le había estado esperando.

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