Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

43. NATIVOS DIGITALES (José Ángel Gozalo)

Recuerdo como si fuera ayer, el día que estrené mi primera bicicleta. Era de color amarillo chillón con pegatinas negras. Fui muy feliz aquellos inocentes años montado sobre dos ruedas.
Durante los veranos, acompañado de mis inseparables amigos, buscábamos la cuesta más empinada para tirarnos por ella, pedaleábamos incansables hasta el río donde nos bañábamos desafiando la corriente y, al atardecer, nos acercábamos hasta la charca de las afueras del pueblo para cazar ranas.

Las rodillas con heridas que nunca llegaban a cicatrizar, espaladas con la piel quemada de ir sin camiseta, e incluso algún que otro diente partido, eran las insignias que daban fe de nuestras aventuras.

Corríamos libres entre de los trigales amarillos y regresábamos por las noches, tumbándonos al raso para admirar en el oscuro firmamento las lluvias de Perseidas.

Cuando el amarillo chillón perdió su brillo devorado por el sol de verano, le pedí a mi padre que pintara la bicicleta y fue como estrenarla de nuevo.

Hoy, le regalé una bicicleta carísima a mi hijo por su cumpleaños y él, indignado, me espetó que esperaba un teléfono móvil. Después, se marchó a su habitación para jugar online a la consola con sus amigos virtuales, ignorándome.

 

42 PRIMERA VEZ

Tímidamente dice: trece. Juega con la manilla de la puerta, haciéndola girar, hasta que una línea de luz se dibuja en los bordes y se filtra por debajo iluminando débilmente su rubor.

Se aproxima de nuevo al umbral, dice: catorce, y abre una rendija, lo suficiente para entrever un instante sus pies descalzos. Sabe que no puede abrir, que no debería haber abierto esos dos dedos. ¡Aún queda tanto tiempo!

Susurra: quince, imagina su belleza desnuda, el aire y la luz que acarician por todas partes su piel, su cuerpo tendido que levita sobre la cama.

Suplica: dieciséis, con una voz casi llorosa. Abre un palmo. Le llegan por la ranura de luz membrillos, limones, pétalos de dientes de león, aromas que se quedan flotando en el aire del deseo.

Y pronuncia: diecisiete, intentando aparentar una seguridad que se le escapa. Ha llegado la edad anhelada. Ella sopla la vela y él entra temeroso por el hilo de humo en la penumbra de la estancia, y se deja guiar por los perfumes amarillos que le alivian un poco su angustia y le ayudan a ganar confianza. Y abraza la luna y se disuelve en el infinito de la consumación.

41. El calor del hogar (Aurora Rapún Mombiela)

Aunque fuera llueve a mares, el café le sabe a verano. El toldo bajo el que se cobijan los turistas en la acera de enfrente, le trae imágenes saladas. Sentados en la terraza de la casa almeriense, sus padres desayunan bajo la sombrilla amarilla. El olor a nostalgia le entra por la nariz y asciende, potente, hasta el cerebro. Los imagina leyendo o tomando el sol. Los recuerda morenos y felices. Contempla el toldo mojado y no siente frío. Su mirada traspasa las gotas en el cristal y viaja hacia tierras cálidas. Ahora, por fin, sabe que va a volver.

40. Mafias

El conductor se detiene cuando los faros de su camión iluminan el control dispuesto en la carretera. Desciende de la cabina acompañado de una retahíla de palabras incomprensibles, y ni siquiera el temor a los uniformes de policía extranjeros lo hace callar, pero enmudece de inmediato al ver cómo forzamos las puertas del tráiler que simula ser un furgón frigorífico.

Dentro hay varias familias con sus escasas pertenencias, las que han podido pagar a las mafias de su país por una promesa, e idénticas a las que hemos interceptado en otras ocasiones. Les ofrecemos agua, aunque me muestro preocupado por que tres bebés, cinco niños y seis chiquillas casi adolescentes que descubro a la luz de la linterna puedan acabar deshidratados. Ordeno que los lleven a nuestros vehículos e indico por señas al conductor que nos siga. Nadie alza la voz. La noche y nuestra autoridad siempre imponen respeto.

En este inmenso negocio de los traslados clandestinos solo podemos actuar, como hoy, evitando complicaciones, si nuestro contacto averigua la ruta. Mientras aceleramos calculo el beneficio que supondrá vender la mercancía conseguida otra vez con unos falsos uniformes. Por el espejo retrovisor el camión se hace más y más pequeño.

39. DEL COLOR DEL FUEGO (Joaquín Collado Sevilla)

Ayer quemaba el sol y hoy arde el Ampurdán.

-Baja ahí, entre los campos de girasoles, junto a las ruinas… he visto a alguien.

Sobrevuelan uno de los pueblos vaciados de Cataluña. De aquéllos que soñaron para adentro.
El aparato desciende sin violentar el seny y se posa en lo que fuera su plaza.

El empuje de su hélice hace volar el cartel de feliz 2041 y detrás, el lazo amarillo que colgaba de las rejas de la casa consistorial, ya desvencijada. Pero, la ayuda no se para. El fuego acosa y corre entre el calor más sofocante.

-Por allí… Sí … allí hay alguien…

Hay un hombre de avanzada edad, un pagès estoico, reacio a visitas y a palabras. Un hombre solitario que, si levantó la cabeza, fue movido por el amarillo de los chalecos reflectantes que le exhortaban.

-Vamos, vamos….tiene que venir con nosotros, no podemos esperar…¿Hay alguien más aquí?… ¿entiende mi idioma?…

-Ets espanyol? No em traureu també de la meva casa…

La prensa contó tres víctimas por el fuego. De una parte exaltó la heroicidad y de la otra la negligencia. Pero, según fuera la página leída, la heroicidad y la negligencia cambiaban de lado.

38. EL RAMO

Fue un gran hombre. A veces un poco excéntrico, pero querido por casi todo el mundo. El día que murió se congregó en su misa de funeral varios cientos de amigos y alguna decena de enemigos: unos iban a llorarle y otros a alegrase. Por expreso deseo del finado, se colocó sobre el ataúd cerrado un ramo de margaritas amarillas. No hubo coronas.

Después de la homilía, varios allegados ensalzaron las virtudes del muerto. Cientos de lágrimas corrieron hasta los pañuelos de hilo o papel.

El último en dirigirse a los congregados fue su hijo. Con gesto serio se acercó al féretro para cumplir con el último deseo de su padre: agarró el ramo, lo besó, se dio la vuelta y lo lanzó a los asistentes. La estampida produjo quince heridos y un muerto.

37. La siembra (Susana Revuelta)

Toca este año cultivo de maíz, pero como si fuese de patatas o remolacha: el pronóstico dice que no caerá una gota de agua, otra cosecha perdida. Pese a todo ahí sigue Desideria, removiendo la tierra, cavando zanjas, quitando caracoles, arrancando zarzas.

Budapest, ¡qué preciosidad! Vio una foto del puente en el escaparate de una agencia de viajes un jueves que bajaba al mercado con sus hortalizas. Incluso a Cáceres se hubiese ido ella de luna de miel. Pero su boda se hizo a toda prisa y luego fue la campaña de la fresa, la de la aceituna y entonces llegó Genaro. Sietemesino, repetía la abuela, pese a los cuatro kilos largos que arrojó la balanza. Uno tras otro fueron naciendo Chelo, Rosaura, Juanillo, Tomasa, Chiqui y Nandín. Y, a lo último, aquellos dos pingajos de piel transparente, que hasta se les veían las venas, y que se le escurrieron entre los muslos mientras tendía la colada. Los enterró bajo la tierra amarilla sin contarle a nadie nada.

Piensa en esto y en acordarse de zurcir unos calcetines mientras se mete en el bolsillo del mandil unos huesecillos que han salido de la tierra con la última palada.

 

36. VISIÓN AMARILLA

Mientras permanecía atrapado en un maremagnum de taxis neoyorkinos y semáforos intermitentes, mi desesperación le ganaba la batalla al intento de no perder los nervios.

Ya estarían esperándome en la galería de arte. Allí hablaría sobre el pigmento que usó el conocido pintor postimpresionista para dar ese color enigmático a su obra, y de la xantopsia que posiblemente padecía, esa alteración en la percepción de los colores en la que los objetos tienen el tono con el que yo, también, veía todo.

Las ganas de mantener a raya el líquido bilioso que la frustración intentaba subir por mi garganta, y la sensación de asfixia y ansiedad que tenía, hicieron que me bajara del taxi, respirara hondo y empezara a correr.

Cuando llegué, la azafata me acompañó hasta mi sitio. Detrás, se proyectaba la casa de Arlés y cinco versiones de «Los girasoles». Delante, la luz del proyector perforando la oscuridad de la sala y su reflejo en la pantalla resaltando rostros expectantes me provocaron náuseas.

Aún con la respiración agitada y el ritmo cardíaco alterado, me senté, conté hasta diez, levanté la mirada, y entonces… lo vi…

Lo vi todo blanco. Un segundo. Y ya no vi más. Nunca.

35. MI AMIGO MANUEL

A veces he escuchado y no pocas, llamar amarillo a un chino. Desde lo que puedo observar diariamente, he deducido que no sé de dónde sale ese adjetivo para tildar de amarillos a una etnia. Pero en fin, en mi incansable búsqueda de respuesta, me dispuse a buscar en mi panadero chino, al que llamamos Manuel, algún atisbo del color en cuestión y después de muchas barras de pan y alguna que otra chuchería,  sigo sin ver dónde es amarillo Manuel. Quizá sea que después de tantos siglos tengan un poco de acidez y algo de inflamación de vesícula por escuchar a tanta gente llamarles amarillos. En la era de la tolerancia, encubierta por muchos, creo que a Manuel seguiré llamándole Manuel y si no le nombro, podré decir que voy a por el pan e incluso que a ver si está abierto el ultramarinos de la esquina (como antaño). Sin tener que utilizar un Pantone para describir a una persona. D. Juan Ramón nos dejo escrito de su Platero… Es pequeño, suave, peludo, tan blando por fuera, que se diría todo de algodón… Casi como Manuel!

34. En una comida con amigos

En una comida con amigos  observo mis manos y con extrañeza veo mis uñas de color azul pálido, eso sí, limpias e iguales.

A mi lado estaba uno de los tres médicos que nos acompañaban en la comida. Le enseño mis uñas y mi amigo me dice claramente que eso era signo de un fallo del riego sanguíneo.

Seguro que las uñas de los pies están mas azules, pues al estar mas lejos del corazón tienes menos riego sanguíneo; me explica razonando el motivo de ese cambio de color en las uñas.

-No las he visto, le respondo, pero estaba seguro que estarían de color tan azul que no quise quitarme los zapatos para verlos.

-Vete mañana mismo a ver a tu médico y que te hagan pruebas.

-¿Notas cansancio ?.

-Pues si que lo noto y respiro mal.

Cuando terminamos de comer _ yo ya no comí _ me senté en el sofá; a mi lado mi amiga Maria Jesús me preguntó que me pasaba.

Pero, bueno Juan, eso es del champú con el que lavaste tu pelo gris; vete al baño , frota bien las uñas y verás como desaparece.

VOLVIERON A SU COLOR BLANCO,VOLVI A RESPIRAR Y RECUPERÉ EL APETITO.

33. Prohibido pasar en amarillo

Presagiaba un día muy especial. Iba a ejercer de padrino de mi mejor amigo en su boda, y a la noche estrenaba mi primer gran papel dramático. ¡Qué buena suerte la mía!

Me apresuré para recoger los anillos. Monté en mi coche y me lancé raudo a la joyería. Con las prisas, aceleré en un semáforo que estaba en ámbar. La policía estaba justo por allí y me paró. Bajé la ventanilla y lo primero que escuché fue: “¿Usted no sabe que está prohibido pasar en amarillo?” Sin rechistar recibí la multa y proseguí.

Me fui directo a la iglesia. Estaba radiante con mi diseño de Versace. Cuando iba a poner un pie en el templo, el capellán me para en seco y me suelta: “En la casa del Señor está prohibido pasar en amarillo”. Imposible convencerlo de que era dorado.

Por fin llegaba la hora del estreno. Me crucé con el director de la obra que al verme me espetó: “¿Aún no sabes que en el mundo teatral está prohibido pasar en amarillo el día del estreno?” Me había teñido el pelo para ir conjuntado con el traje.

¡Qué mala suerte la mía! ¿o no?

31. LOS OJOS

No me lo creo. He ido al baño a mitad de la noche. He levantado la tapa del inodoro y ahí estaban. Dos ojos amarillos, brillantes, mirándome, esperándome. Me ha recorrido un escalofrío de terror. En la oscuridad absoluta son la reencarnación de Lucifer. Seguro que mi mente no ha terminado de despertarse. Me siento y realizo la función hidráulica.
La infinita sorpresa es que a la noche siguiente me vuelvo a levantar y … no. Otra vez. Los puntos me miran. Pero tengo que hacer lo que tengo que hacer e intento dormir de nuevo.
Y así noche tras noche. Empiezo a acostumbrarme. Hasta hablo con él, con ellos, con lo que sean. Los ojos cambian de tonalidad, forma y posición según el tema. Creo que me entienden.
Hoy al sentarme ha sido diferente. Una garra ha surgido de las interioridades. Me ha agarrado de lo que se denominan partes nobles.
He gritado todo lo que he podido.
Me ha arrastrado succionándome por las oscuras tuberías.
Ahora habito en las inmensas profundidades buscando por los inodoros, con mis nuevos ojos amarillos brillantes, mi primera víctima.
Para arrastrarla también a los nichos del averno.

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