Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SCHADENFREUDE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta tercera propuesta es el término alemán SCHADENFREUDE, que viene a significar la "alegría por el mal ajeno" Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de MAYO

Relatos

28. EL TRAPO (Purificación Rodríguez)

A ver si sacudiendo el trapo del polvo él se fija en este balcón y después en mí.

Llevo días colgando este pez de seda, lo más exótico que encontré en la tienda china, pero no hay manera. Fracaso total.

A mí no me gusta esta enorme cola llena de escamas, pero seguro que a un marinero le llamará la atención, tarde o temprano. Y él se tira muchos meses en el mar, allá por Terranova, que a saber por dónde andará eso.

Volvió la semana pasada, desmejorado y enfermo, según me dijeron los de la lonja, pero yo lo encontraré igual que siempre porque lo amo más que nunca.

Mediodía. No tardará en pasar para la taberna, con su andar desgarbado, su cara de rape y sus rizos negros volando al viento. Distraído, como de costumbre..

Pero seguro que hoy, por fin, me verá agitando este dichoso trapo y me dedicará una sonrisa.

A mí o al pez. No sé, pero algo es algo.

27. El butanero (Susana Revuelta)

Vivir en un quinto sin ascensor tiene sus encantos y no son precisamente las vistas, que el piso da a un patio cerrado. Ver, ver, solo veo tendales y geranios. Pero cuando se acaba el gas, suelen subir la bombona unos maromos de pelo en pecho que cortan la respiración. A veces viene un gordinflas que enseña la raja del culo y llega arriba resoplando, pero esta mañana la trajo uno nuevo.

En cuanto abrí la puerta me enamoré y, sin darme cuenta, comencé a desnudarle con la mirada. Me pasa a veces. Primero le desabroché del todo la camisa; fue fácil, con esos corchetes que ponen ahora. Después le solté el botón del vaquero y le bajé la cremallera. No llevaba calzoncillos y me puse muy nerviosa. Me quedé embobada mirándole el sexo henchido, palpitante: un cosquilleo me recorrió los muslos y noté cómo se me endurecían los pezones. Todo mi cuerpo temblaba.

Entonces oí la voz censora, quisquillosa; la voz interior que decía: «Paquita, te estás congestionando. Relájate, que solo es un chaval… y tu Antonio está al caer». Así que le despedí con unas monedas y salí con el batín abierto al balcón a quitarme el sofoco.

 

26. Contra natura

Y, en descabalgando San Jorge de la montura, no vio salir de la gruta al dragón al cual venía a dar muerte, como esperare, sino a la más bella muchacha que imaginarse uno pueda. Los cabellos color de miel de la doncella lo cautivaron; la elegancia de su porte y la gracilidad de sus movimientos lo terminaron de hechizar. Apenas recuperado de tamaño encantamiento, redobló la sorpresa del caballero el hecho de que la fermosa criatura, en lugar de practicar la cristiana fabla para dirigirse a él, escupiera fuego por la boca. Dedujo que había de hallarse ante el fruto de la unión contra natura entre la bestia y la princesa que le fuera entregada, años ha, para apaciguar su furia.

Se corrompió, de pronto, el aire y vibró el suelo con una fuerza tal que devino temblor bajo sus pies; bramó el dragón al asomar la monstruosa cabeza fuera de la cueva y desplegar las alas. Descartó entonces el caballero la empresa que hasta allí lo llevare y, dejando caer el acero, hincó la rodilla en tierra para encomendarse al Altísimo y a todos los santos del cielo con el propósito de obtener, ansí, la bendición del futuro suegro.

25. CÁNDIDA Y DRAGÓNIDA

Aunque el amo aún permanecía dormido en la cama, Cándida entró en la habitación. Esas eran las instrucciones que la había dado. Abrió la ventana de par en par. La luz mostraba la danza del polvo suspendido en el aire. Limpió meticulosamente la estancia. Se asomó al vano para sacudir el polvo, y lanzó al viento las partículas luminosas, y vio cómo se arremolinaban como locas en un torbellino ascendente. Creyó notar un incomprensible revés del aire que desordenaba su melena y trastornaba su ser. Sintió frío y calor a la vez. Sobre la sábana inmaculada y blanquísima que había colgado del alfeizar se fue revelando poco a poco un dibujo oscuro. Y la caricia tierna y bondadosa de sus manos se hizo aguijón. Su piel se escamaba, los dedos le crecían desmesuradamente. Todo su cuerpo se transformó. Unas incontenibles ganas de matar le inundaban el corazón. Se desnudó completamente, tirando una a una las prendas de su uniforme de criada sobre la cama del amo. Luego, las prendió fuego. Y mientras escuchaba los gritos y el crepitar de las llamas, se envolvió en la tela de la revelación, desplegó sus alas dragónidas y levantó el vuelo.

24. Ojos llenos de bolsillos

Solo los ojos de un enamorado pueden ver lo que esconde el bolsillo cosido a tu corazón. El resto se fijará en la cola de pescado que alfombra la casa en la que sirves, como si Circe no les hubiera prevenido del atrayente peligro que encierra.

Acabarán atrapados por cantos de polvo y suciedad, creyendo alcanzar el mar y sus leyendas. Las sirenas no existen. Tú lo sabes bien, sobre todo de nueve a doce, cuando te ganas unas monedas para alimentar el ego fracasado de quien no sabe vender las fotos que te hace.

23. COBRE Y ORO (Mercedes Marín del Valle)

Mi abuela tenía una larga y delgada trenza que antaño fue una melena preciosa, espesa y rizada. Ella contaba a menudo, que en otra vida fue un pez mitológico y ajustaba mucho su corpiño para acentuar
su silueta de reloj de arena.
Su casa estaba llena de elementos marinos y en una caja de nácar guardaba pequeños guijarros moldeados por las olas, restos de conchas y púas de erizo, moradas y verdes.
Mientras ella relataba sueños y delirios envueltos en palabras de las que no sabía su significado, pero que sonaban melodiosamente en su boca, retozaba en su alfombra repleta de algas, pólipos, ofiuras y caballitos de mar.
Una mañana de viento imposible y temporal costero mi abuela dejó para siempre la vida terrestre.
En un baúl de tachuelas doradas y tiras de cuero encontré una reliquia de 1627, un llamativo y exótico estandarte que decidí colocar en la balconada que daba a la calle principal.

De manera fortuita y bajo el título “Metamorfosis” me encontré, años después, conmigo misma en una galería de arte. Sonreí porque solo yo sabía que su rostro y sus preciosos rizos de cobre y oro completaban la estampa que deliberadamente mostraba a medias.

22. Sueños de Color Azul (Miry Calabrese)

Desde la ventana alcanza a divisar el mar, siente su aroma a sal, la brisa tibia. Se deja llevar en una ensoñación, mira como rompen las olas, la espuma blanca y suave acaricia la playa. Lo admira, solo lo admira..

El hotel tiene unas preciosas vistas que hacen volar su imaginación. A veces se queda en esa visión más de la cuenta.

Abajo, alguien en la calle saluda agitando la mano y le sonríe.

Tímida, apenas responde al saludo.

—¡Adiós muchacha, hermosa sirena! en este sitio la belleza está por todas partes. —dice el joven.

Recoge la preciosa colcha del balcón, envuelve su bello cuerpo con ella. En el espejo descubre la imagen de una sirena que solo añora el mar.

Gira y gira como una bailarina, tira el trapo de limpiar al aire y se ríe.. suelta su cabello, se ve hermosa.

Golpean a la puerta.

─¿Celine, has acabado ya?

─Sí, ya voy..

Se detiene en el espejo y con un mohín nervioso dice:

“¡Adiós triste sirena, mañana volveré!”

 

 

 

21. Poema con la voz de la Luna (Esperanza Tirado)

Aún he de encontrar el escenario adecuado para mi historia. No tengo claro si será en Roma, ciudad cosmopolita y abierta. Tampoco conozco el nombre de mi protagonista. La más grande bellezza de Italia.

¿Qué os parece? Una auténtica Madonna.

¿Cómo que no? ¡Ma che cazzo! ¡¡Inútiles!! ¡Sois todos unos inútiles!

Nino, amico, ensaya algo para mí con tu orquesta. Así, andiamo, andiamo. El camino de la esperanza es más hermoso cuando suena tu música, caro amico.

Contaré hechos extraordinarios. Y será en una ciudad solo de mujeres. Mujeres fuertes, trabajadoras de la noche, poderosas, hermosas, que la vida se derrame por sus cuerpos y sus curvas sin fin.

De momento no hay final ni principio. Solo quiero que la vida fluya delante de mi cámara. Como un poema que vibre con la voz de la Luna.

No, no soy un alma sin conciencia. Soy un artista que hablo de sueños, de la vida. Y salto de una a otros con la pasión de la dolce vita. Y así va, como una nave fluyendo hacia el mar infinito, enroscando su cola entre olas de blanca espuma…

–¡¡Federico, Federico!! ¡¡Come here!!

¡SÍ! ¡Ya voy, cara mía!

Te llamaré…

¡¡Giulietta!!

20. El cofre del tesoro (Patxi Hinojosa)

Te preguntarás qué aire me ha dado para garabatearte estas líneas con mis torpes manos. El suyo no es sino el segundo tipo de torpeza que las ha propiciado, porque te confesaré que ayer me dio por husmear en la cajita nacarada que te regalé en nuestro séptimo aniversario, donde ocultas tus secretos, después de que una vocecita me provocara desde su interior…

Cuando intenté ver lo que contenía, me temblaron las manos más de lo habitual y se me cayeron al suelo varias fotografías. Al recogerlas, me llamó la atención una que no había visto en mi vida, donde sin embargo estaba yo con cuarenta años menos; calculo que sería más o menos de la época en que nos conocimos. En ella destacaba un tapiz, que estaba aireándose en mi balcón, con una imagen incompleta enlazando su contorno con mi perfil al sobresalir yo por encima de él.

Ahora entiendo, por fin, lo de los inusuales nombres que propusiste para que nos identificáramos con ellos desde el principio. Por eso, pirata Jack, cierra ya tu cofre del tesoro y escóndelo para que no vuelva a encontrarlo; después búscame en nuestro mirador, tu sirena estará esperándote de nuevo…

19. ARACELI, LA LOCA (Paloma Hidalgo)

Será porque estás creciendo, le respondía siempre la señora cuando bajaba a la cocina a darle el menú a su madre, la cocinera, y le encontraba hablando con ella de sus dolores de espalda. Pídele a tu madre una toalla, y nadar, que hace bueno, y te vendrá bien hacer ejercicio. Eso es que vas a ser tan alto como tu padre, escupía antes de salir. Obediente y resignado el chico accedía a la demanda de la señora, bajaba a la playa a nadar, deseando crecer deprisa y acabar de sufrir. En el pueblo dicen que la mar se lo llevó para cuidar del pobre bastardo. Desde entonces, Araceli tiende cada lunes su toalla favorita, la del dragón, en el balcón, y agita un pañuelo durante unos instantes, para que cuando la mar consiga curarle y se lo devuelva, él encuentre el camino de vuelta a sus brazos, ya tan crecido y tan guapo como el señor.

18. ESCAMAS (Salvador Esteve)

En cada niño nace la humanidad”

(Jacinto Benavente)

 

A la matrona se le escurrió de las manos, llenas de escamas y sangre. Horrorizada, vio al ser que se retorcía en el suelo.

En el desván, creció apartada del mundo. La soledad y el tiempo debilitaban su cuerpo, consumían su existencia, pero una fuerza interior le incitaba a vivir. La ventana era su único nexo con el exterior. Asomada a ella, veía a las personas deambular con expresión ausente, como hormigas en monótona procesión; y sintió lástima.

 

La reciente madre lloraba.  Aquel ser, mitad humano, mitad engendro, no podía ser su hijo. Incapaz de sentir cariño, solo asco, lo lanzó al vertedero.

Pero este, reptando entre la inmundicia se abrió paso, olfateaba el agua cerca. Las cloacas lo acogieron dándole una oportunidad de sobrevivir, las ratas alimentaron su hambre. Entre las alcantarillas, veía a los transeúntes que se cruzaban sin levantar la mirada; y sintió lástima.

 

Las nubes se cortejaban frenéticas para el último baile, y la lluvia, como lágrimas de despedida, empezó a caer. Los océanos emergieron juntos para reclamar lo que siempre había sido suyo.

En las profundidades, entre cadáveres, dos seres zigzagueaban siguiendo las corrientes de su corazón.

17. BALCONADAS (Edita)

Como ganador del último certamen de pintura, me proponen que forme parte del jurado de la convocatoria actual.  Acepto encantado, sobre todo por la satisfacción de regresar a Betanzos. Cada verano, el casco histórico de la acogedora ciudad se convierte durante cinco o seis semanas en pinacoteca al aire libre; de sus balcones penden verdaderas joyas con formidables dimensiones, sin marco ni bastidor, para disfrute regalado de vecinos y visitantes.

Después de tres días en la localidad y de varios paseos por las calles engalanadas con pinturas al viento, mis principios me obligan a comunicar a la entidad organizadora que, por motivos personales, debo dejarlo. Marcho, huyo quizás. La razón es que no consigo observar las obras con la atención debida: mis pies y mis ojos se dirigen siempre al mismo punto, en cuyo balcón ondeó mi lienzo y ahora lo hace el número 11; pero yo solo percibo una mujer asomada y un intenso olor a mar.

Al cabo de un mes, no sé si por error o deferencia, recibo un correo: “De manera inexplicable, ha desaparecido la pintura número 11, favorita del público y del jurado por su realismo extremo. Se prorroga la exposición mientras tratamos de restituirla.”

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