Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

WABI SABI

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta cuarta propuesta es el concepto japonés del WABI SABI. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE JUNIO

Relatos

7. Los experimentos a veces fallan (Virtudes Torres)

Cuando se tiene en las manos la oportunidad de ser Dios el ego se engrandece y la locura se apodera hasta el extremo de tratar de variar las normas establecidas por la naturaleza.
Jesús, estudiante de medicina, hacía sus propios experimentos a escondidas, en el sótano de su casa.
Había amputado y después suturado dedos, manos y hasta pies de mendigos a los que antes había drogado y, que después cuando se despertaban, quedaban sorprendidos por la operación, sin saber por quién ni dónde habían sido intervenidos.
Aquella noche iba a dar un paso decisivo, según decía merecedor del Nobel de medicina.
En el sótano dos camillas. En una un niño, en la otra una niña. Pondría la cabeza de un cuerpo en el otro y viceversa.
A la mañana siguiente descubrió con horror que uno de los pequeños tenía la cabeza al revés. Y el otro había desaparecido. Salió a buscarlo, sin éxito, encontrando a su vuelta el sótano vacío. Ahora son dos los pequeños que deambulan por las calles yendo y viniendo al tiempo y asustando a todos los andantes.
De Jesús nada se sabe.

6. LA HIJA DE PERSÉFONE (Eduardo Martín Zurita)

¿Por qué pintas nada más que bodegones y marinas y bosques gilipollas para las putas tiendas de decoración? Porque te desmoraliza ese maldito marchante. Tienes que comprar un paraguas para su lluvia de estupideces. No se te va de la cabeza ni con el alcohol y hace que te sientas fracasado. Pedo, ¿a que sí? Venga, pintorzuelo, reconócelo, estás como una cuba. Muy pedo del Grand Marnier. Asómate al ventanal, casi ves doble. Asómate al ventanal. Uy qué cabronazo el gris del día. Conviene que lo respires, venga. Anda, una niña girando el cuello noventa grados. Para fijarse en la alfombra voladora que la ha traído. No, qué va, mira una alcantarilla. Está toda ella manchada de porquería la pobre. No, si no estuvieras tan curda contemplarías una silueta recortándose en la pared, levitando. La niña parece una extraterrestre. Pero qué estás diciendo. Una pequeña diosa del inframundo. Eso. Y el tipo que ha vuelto la cabeza para mirarla tiene la cara de alucinado que va a poner el marchante. Vamos, coge el lienzo, los pinceles…
¡Toma, marchante, capullo descorazonador! ¡Toma obra maestra! De esta millonetis, tío. Y sin comisiones. Un genio, con el título del cuadro ya y todo.

4.- Confusión. (Alvaro Abad)

Me sorprendo bajando la cuesta cuando ya había empezado a subirla. El proceso comienza de nuevo sin previo aviso y sus efectos son inmediatos. Las pendientes basculan sobre su eje central y, como los balancines de los parques infantiles, bajan su parte superior y elevan la inferior. Desafiando cualquier lógica,  los inamovibles principios de la física dejan paso al absurdo y las calles rectas se tornan curvas creando un nuevo e irracional enunciado sobre la flexibilidad de lo que  tradicionalmente se creía inflexible. Las curvas se estiran generando nuevas avenidas con una perfecta perspectiva mientras un nuevo y claramente definido punto de fuga aparece en el fascinante pero turbador horizonte ondulado.

Permanezco inmóvil porque no quiero bajar hacia arriba ni subir cuestas abajo. No estoy preparado para ver cómo las colinas se hunden hasta formar nuevos valles y cómo los ríos comienzan a escalar escarpadas montañas. No asumo que los arboles extiendan sus raíces al sol ni que las azoteas  bajen para formar nuevas plazas.

Miro hacia atrás mientras la lluvia brota del empedrado de la calle y puedo ver la sombra de una niña que, confundida como yo, no sabe si tiene que ir o si tiene que volver.

3. PELIGRO INMINENTE (María José Viz)

Juan y Andrés tomaron un buen almuerzo, con buen vino, en la Bodeguilla de San Roque.  Bastante perjudicado, Juan se despidió y, bajo la lluvia fina y persistente de Santiago, continuó por la Algalia de Arriba, dispuesto a llegar a la Praza de Cervantes y volver al piso compartido. Al día siguiente debía retomar las clases en la Universidad. Cientos de veces tuvo que pasar por esa angosta calle, pero nunca se sintió inquieto al hacerlo, hasta esa tarde gris. Al llegar al cruce con San Miguel dos Agros, vislumbró la sombra de una persona. Levantó su paraguas para ver mejor. Se trataba de una niña, que lo observaba de manera extraña. Juan, intimidado, avanzó, girando la cabeza, para ver qué hacía ella. Entonces, horrorizado, pudo ver el destello de un largo cuchillo en sus manos. Lanzó un grito, tiró su paraguas, y corrió sin detenerse hasta la Praza Roxa. Empapado y nervioso, llamó a Andrés, que se carcajeó al escuchar la curiosa historia de la niña asesina.

2. Tiempo de silencio (Jesús Garabato)

«¡Maldita sea tu estampa!» Mamá ya  me había avisado de que, al fin, ibas a volver; aunque solo fuera con un permiso de fin de semana. Yo no te echaba de menos. En realidad, casi ni  te recordaba;  aun así, ella solía hablar muy bien de ti, de la labia que tenías, de lo mucho que la habías querido, de que a pesar de que eras un buen estudiante  te viste obligado a  abandonar Medicina, de lo que  ─por vuestro bien─  le aconsejaste hacer…  A veces, acordándose de ti,  la oía llorar tirada sobre  la cama. Siempre tuve la impresión de que lo que deseaba era que,  algún día, pudiésemos estar los tres juntos.  Y ser una familia.

Esta mañana vi  cómo llamabas a la puerta, cómo mamá te abrió contenta, cómo entrabas ya bebido, cómo te enfadaste al verla con su vestido más bonito, cómo la insultabas, cómo le pegabas, cómo la matabas y cómo te marchabas. Con pesar, yo también  he de  abandonarla.  Desde hoy, serás tú quién me presienta.

 

1. EL PROCESO (Rafa Olivares)

Llueve ligeramente y Harry Gallagher, distraído, está llegando a casa. Ha doblado la esquina y, una vez procesada en su mente la imagen que acaba de ver dibujada en la pared, vuelve su mirada sin terminar de creer el escorzo imposible del dibujo. La figura de una niña, que le recuerda a la hija de los O’Leary, a quien hace días que no ve, parece dirigir los pies en una dirección y tronco y cabeza en la contraria. No sabe Harry que su gesto, entre curioso y sorprendido, acaba de desencadenar un proceso por el que, sin poder presentar oposición, será irremisiblemente atraído por el muro que absorberá el volumen de su cuerpo y dejará impresa en la piedra su silueta en negro, con torso y piernas en orientación distinta. Quizás mañana, algún vecino, entre curioso y sorprendido, gire su cabeza por un dibujo imposible que le recuerde a Gallagher.

106. «Lágrimas y Risas» (fuera de concurso)

Buaaaá

¿Por qué llora ese mocoso?

Me molesta escucharle, ¡que me deje disfrutar de este maldito café!

[…]

No está tan rico, además quema.

Buaaaá

– ¿No callará?, no quiero mirarle. ¡Diantre de niño!

Buaaaá

–  ¿Y su madre?, se queda tan tranquila hablando con su amiga; ¿no ve que su hijo está llorando?

 

– ¿Pero nadie va a calmar a ese crío? Todo el mundo está a lo suyo, parecen estatuas.

 

El payaso hace una extraña mueca.

– Nunca falla, esa cara les encanta.

El chiquillo empieza a reír.

La verdad es que es muy majo.

Ruido de sorbo.

Ummm, este café está delicioso.

– ¿Se ha dado usted cuenta de lo listo que es? ¡Fíjese!

No contesta pero tampoco le importa.

Otra mueca y estalla en risas. El payaso con él. La alegría le impulsa a dar cabriolas y volteretas. Todo el café aplaude y ríe.

La madre observa con sorpresa a su pequeño imitando las caras que el payaso le dedica sólo a él.

Paga y sale satisfecho, diciendo en voz alta: “Este niño tiene madera

Al doblar la esquina se siguen oyendo las risas que ahora no provoca él….

🙂

 

105. R.I.P. (Fuera de concurso)

Apuró el cafe dejando la taza en la barra.
Observó nuevamente a los clientes.

El traje lo había alquilado la víspera. Escogió de payaso exclusivamente porque la chaqueta era amplia.
Por la mañana se maquilló. «Ridículo» se dijo, observándose en el cuarteado espejo.
Pero eso carecía de importancia.
La vida le resultaba insoportablemente dolorosa.
Vivir no era ya una alternativa.

Bajó lentamente del taburete.
Desabrochó el abrigo arlequinado. Sacó las dos armas automáticas.
Descargó su letal sinfonía.
La última bala se la guardó para él.

Descanse en paz.

(Pablo Hernández)

104. THE MISSING CLOWN (Fuera de concurso)

Ante el caso resuelto, el comisario de policía se siente aliviado y espera restaurar su credibilidad profesional tan degradada en los últimos meses.

Se ha excarcelado al domador, principal sospechoso de la desaparición del payaso.

En el centro psiquiátrico se comunica la noticia a la madre que, aunque sólo lleva dos meses encerrada, cada día incrementa su paranoia, creyendo que será raptada y asesinada, al igual que su hijo.

También, a raíz de la sospechosa desaparición, el director del circo se vio obligado a vender su negocio y su forma de vida, en una transacción ruinosa.

Al comisario, su esposa le había enviado una foto por whatsapp, pues la cara del payaso en la cafetería turca, le recordaba a la foto que su marido exponía en el mural de casos pendientes.

El clown, sintiéndose perseguido, asustado y vagando por la tercera avenida, se entregó en comisaría, donde testificó su huida del circo, sus deseos de independencia y de alegrar la vida a los transeúntes, regalando sonrisas.

Mientras declara, una lágrima surca su cara enharinada y confiesa la decepción sufrida al comprobar que con su fuga, su traje de payaso y su sonrisa pintada, sólo consigue transmitir una pena insondable.

 

IsidroMoreno

103. A ras de suelo (Adrián Pérez Avendaño)

La cosa siempre funciona igual. No importa si es un chiste en mitad de un vagón de metro, una canción de rima fácil bajo un sauce llorón o una concatenación de onomatopeyas, a cual más graciosa. Al principio, la gente lo recibe con cierto recelo pero a los pocos segundos aparecen las primeras sonrisas, las sonoras carcajadas, los silbidos de aprobación y los aplausos interminables. Y suele ser en este punto, una vez concluida la actuación, cuando las miradas se dispersan y alguien se da cuenta. Y enseguida los codazos, el murmullo, las bocas rígidas, el taconeo nervioso, el perceptible sonido de las gargantas tragando saliva, los ojos temblorosos. Y es que no es fácil contenerse ante un payaso sin zapatos.

102. CONSUMO RÁPIDO

Es una cafetería de sillas calientes, como tantas otras. Sus taburetes acolchados y blancos apenas suspiran unos segundos de aire antes de que otras nalgas los ocupen. Consumen. Nadie mira a nadie. Excepto él. Pero hoy tiene una mueca agria y los ojos tristes. “Ni siquiera así” piensa. Siguen, siguen sus vidas, cronometradas, sin desviar la mirada a sus lados, concentrados en su taza de café humeante, en su bollo, en su refresco azucarado. Nadie mira a nadie. Excepto él, con su mejor traje y su maquillaje más laborioso, buscando un gesto de complicidad, una sonrisa, un instante de encuentro en el vacío. Pero no. Nadie mira a nadie. Se consume tras sus párpados blancos el amago de una lágrima huidiza.

101. El método (Juan Antonio Vázquez)

Cualquier día al uso, enfundado en mi traje de chaqueta y corbata, apuro el café, me acomodo el catálogo debajo del brazo y espero junto a la puerta; en el ángulo ciego. Como allí no me ven, cuando aparecen les repiqueteo el hombro: todos se giran para recriminarme que les he dado un susto de muerte. Entonces solo me queda desplegar mis dotes de vendedor avezado y llevarlos a mi terreno: vamos a alguna mesa vacía y les enseño el muestrario con las fotos de los destinos que siempre han deseado. A veces cuesta, pero al final cerramos el trato. Les informo que el vuelo sale esa misma tarde, les acompaño a hacer la maleta y luego al aeropuerto. Es en la escalerilla de mi avión privado que caen en la cuenta de todo lo que dejan atrás: mujeres, amigos, familiares… Ahí les doy mi tarjeta de visita: salgo yo con la guadaña. Dejo que aten cabos y ya está hecho. Con los niños es más fácil, pero esos días odio mi trabajo: me acerco, les sonrío y les tiendo la mano; siempre me la dan y nunca se extrañan de que nadie me mire aunque vaya vestido de payaso.

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