Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

38. Cuídate

Tengo que hacer horas extra en el trabajo. Y luego tengo que llevar a los niños a extraescolar. Preparar la cena. Hacer la colada. Y tengo que estar sexi esta noche porque Juan se queja de que nunca lo hacemos. Tengo que llamar al médico para mi madre, y mañana pasarme a verla a la residencia para estar un rato escuchando sus reproches. Tengo que sacar tiempo para hablar con Carlota, que algo le está pasando. Y ponerme en contacto con el tutor de Quique. Tengo que ayudarle con los deberes de mates, con lo mal que se me dan. Tengo que estar siempre ahí. Fuerte, sonriente. Dando ejemplo. 

Miro por la ventana y veo la calle alejándose por entre los edificios, como mi vida corriendo por el sumidero del lavabo. Cojo el bolso y las llaves. Me recoloco el pelo frente al espejo de la entrada. 

-Adiós.- Grito desde la puerta.-  No me esperéis para cenar.  

Y bajo las escaleras pensando que por una vez voy a hacer lo correcto  

36. SÍ, NO, ABSTENCIÓN

Aunque conocía las consecuencias que iba a acarrear su decisión, cuando pulsó el botón, rompiendo así la disciplina de voto, una sensación de bienestar le invadió. Sabía a libertad.

35. La feligresa

Lo liviana de espíritu que sale ella tras recibir la absolución y lo poco que le dura la paz. Porque siempre, siempre, aparece alguien que le emponzoña el ánimo, incluso en el mismísimo confesionario. Como hoy, que no ha podido arrepentirse a gusto de sus pecados porque al oír la voz tras la rejilla resultó que no era el sacerdote de siempre, sino un cura que anda últimamente por allí: el padre Quique. A Raimunda no le parece serio llevar sotana y llamarse así, y como no le daba confianza se ha guardado algún pecadillo, como el bofetón que le arreó ayer a la criadita por derramar la leche sobre el mantel de lino, menuda inútil. Por compensar el arrebato, en vez de una moneda dejó dos, ¡dos!, al mendigo de la puerta antes de entrar a misa. Pero ¿qué se ha encontrado al salir? Pues al zarrapastroso bebiendo de un tetrabrik de vino. ¡Qué poco ha tardado en gastarse la limosna! Porque para buscarse un empleo, cambiarse de ropa, quitarse de ahí, para eso no, no se da tanta prisa. «Que Dios perdone a estos maulas del demonio», se persigna Raimunda, propinándole un puntapié al pasar junto a él.

Fuera de concurso.

33. Malditas circunstancias

Me dejó descolocado la respuesta de Jessica, quizás yo no estuve muy acertado, pero su reacción no fue normal. En mi cabeza seguía dando vueltas a lo que había ocurrido, analizaba la situación y no me parecía para tanto. En mi casa, si no todos los días, con mucha frecuencia ocurría y jamás escuche a mi madre decir ni una palabra. Mi padre es verdad que era un poco impaciente, incluso mal hablado. Muchos años compartiendo sus vidas y no iban a cambiar. Era lo normal en una relación, sus altibajos, sus broncas, sus perdones, especialmente los pedía mamá, por la temperatura de la sopa, por la arruga del pantalón. Siempre él tan perfeccionista y también cariñoso, su frase preferida. —mami, tú sabes que te quiero– tras alguno de sus reproches y salidas de tono.
El caso es que cuando en la biblio, con lengua que a ella se le daba peor, la solté por un error, un seco — ¡Jessi, pero eres tonta o qué!— ahí tuve un ramalazo de mi padre, lo reconozco. Lo inesperado fue un sonoro —¡Chaval, tú eres gilipollas!.

32. Ojos que no ven….

 

 

 

 

 

“Los niños deberían esconderse en juegos de risa, no en ruinas de miedo; volar cometas, no temer aviones; soñar mundos, no sobrevivirlos.”

Nuria Rodríguez

 

 

A veces cierro los ojos muy fuerte, como me enseñó mamá cuando tenía miedo. Pero esta vez no sirve. La casa ya no está. Mamá tampoco.

 

Desde el hueco donde jugábamos a escondernos, miro el cielo que ya no tiene cometas, solo zumbidos que caen. Me tapo los oídos, pero los gritos entran igual. Me dijeron que esto es una guerra, pero yo no entiendo por qué los adultos quieren romper el mundo.

 

El maestro decía que hay cosas correctas y cosas incorrectas. Robar es incorrecto. Hacer daño también. ¿Entonces por qué nadie para esto?

 

Vi en una pantalla a niños como yo, con mochilas y meriendas. Ellos caminan por calles sin polvo ni sangre. ¿Nos ven? ¿Saben que estamos aquí?

 

A veces imagino que sí, que alguien abrirá los ojos y gritará: ¡basta! Pero el mundo parece jugar al escondite, como si cerrar los ojos lo hiciera desaparecer.

 

Yo ya no quiero jugar.

 

31. CARRERA LABORAL

He tenido en mi vida dos coches, ambos azules y de ocasión, de los que ya no queda nada salvo el mismo llavero de Ferrari, rescatado de desaparecer sumergido. Para adquirir el primero, mi euforia juvenil no dudó en vaciar la cuenta y luego estar a verlas venir durante una temporada hasta cobrar los portes.
-Te lo dije, me advirtieron.
El segundo, años después, embarcó a mí familia en una larga deuda y, aunque no nos dejó sin blanca, sí nos impidió veranear en la playa. Hoy que tengo a los hijos bien colocados en la empresa y un buen cuaderno de pedidos, para planear el final de mi carrera y la merecida jubilación con mi discreta esposa, voy a hacerme con el tercer auto, también azul, también de segunda mano, que no despierte sospechas, y también con un gran maletero en el que seguirán viajando las bolsas negras que mi jefe me hace llevar hasta el lago.

30. Cargada de razones

Desde que descubrió la grieta en la pared, permanece alerta. La observa con detenimiento. Es lo suficientemente grande como para que por ahí pueda colarse uno de esos bichos que tanto me aterran, constata. Cuando regresa a casa tras unos días de ausencia, comprueba que ha crecido. Ha oído decir que las fisuras en las paredes, derivadas del asentamiento del edificio, son corrientes. Quizá estén en lo cierto, reflexiona, pero he de advertirle, la próxima vez que vuelva a por sus pertenencias, que no dé esos portazos al marcharse mascullando amenazas. Ella, aunque también ha oído decir que matar insectos a cañonazos no es la respuesta correcta, tiene una escopeta.

29. Un dilema moral

El sacerdote entreabrió las cortinas del confesionario. Allí seguía el parroquiano desconocido que había dejado pasar delante a todas las personas que acudían a recibir el sacramento de la penitencia.

-¿Necesitas algo hijo?

El hombre dudó un instante y luego se aproximó, decidido a afrontar su problema.

-Gracias padre. Le robo unos minutos. Verá. ¡Ayudar al prójimo me hace tan feliz! Usted ya conoce la parábola de los talentos y yo tengo un don que compartir, aunque nadie sepa a qué dedico tantas horas en el taller. Soy un genio de las artes gráficas y mis billetes rozan la perfección. Desde hace tiempo entrego cantidades modestas a quien lo necesita, pequeños empujones para que buenas personas salgan de situaciones incómodas… En cuanto supe de los apuros del vecino que siempre me ha hecho la vida imposible, también quise ayudar; aunque reconozco que no me esmeré como otras veces. Debí sospechar que una remesa defectuosa no engañaría a la gente tan peligrosa con que se relaciona.

¡Ayúdeme padre! No sé cómo arreglarlo, ahora que ya no está entre nosotros.

28. HALAL

Con el delantal churretoso y el cuchillo jamonero que le regalara su abuelo al heredar la carnicería familiar en Lavapiés, Nahima despieza la mercancía en la trastienda mirando siempre hacia el muro con orientación Este, tal y como indica la Ley Religiosa. La clientela aplaude su pericia troceando paletillas de cordero, muslos de pollo e higaditos de conejo, que le dan a la carne “halal” esa ternura inigualable.

Todos salvo el señor Hussein, de Damasco, quien en accidental visita a Madrid ni la reconoce al entrar en la tienda con esos vaqueros ceñidos y esa melena salvaje de mechones arcoíris. No identifica en la tendera a aquella taciturna esposa (¿su cuarta, su quinta?), que huyó años atrás sin dejar rastro, tras otra sesión nocturna de correazos y blasfemias; se deja confundir por su sonrisa coqueta y la persigue hacia la trastienda como res embravecida.

Toda la clientela elogia a Nahima, excepto, suponemos, el señor Hussein, de pronto reducido, atado y amordazado en un banco junto al muro que apunta hacia la Meca, quien ahora contempla el cuchillo jamonero acercarse a su pescuezo y no alcanza a formular pensamientos tan generosos hacia la destreza infalible y siempre “halal” de la carnicera.

27. Modales

Pese a la longitud de la mesa, el eructo logra apagar las velas del elegante candelabro y estrellarse contra el pálido rostro de Lady Gracewell. Ha de saber, querida señora, que en la China, donde tengo negocios, se considera un gesto de buena educación, explicó Sir Cabbage antes de continuar sorbiendo con estrépito el consomé. Al poco, se siente una atronadora flatulencia que obliga a abrir de par en par los enormes ventanales del comedor. Es costumbre entre el pueblo inuit con quien me unen también ciertos asuntos, se justifica el caballero, recolocando sus posaderas en la silla victoriana. Fue tras un generoso trago de Oporto cuando cae desplomado sobre la vajilla de porcelana. Yo, a diferencia de usted, querido señor, me ocupo de los negocios en casa.

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