Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

QUIJOTERÍAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en QUIJOTERÍAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el tercero serán QUIJOTERÍAS Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE MAYO

Relatos

91. Cien mentiras (Patricia Collazo)

¿Otro? ¡Qué alegría, Jime!, miento por segunda vez desde que me levanté.

Tercera del día, miento un abrazo colectivo de algarabía generalizada. Río cuando hacen un rápido recuento: ¡Ocho sobris ya! ¿quién nos lo iba a decir hace diez años cuando terminamos la uni?

De pronto todas me miran preocupadas. Han recordado que la única que usa la carrera para algo más que adornar el salón con un título enmarcado soy yo. Y la única que sigue soltera. Pero no es envidia sino compasión lo que asoma a sus miradas.

Por eso uso mi cuarta mentira diaria para declarar que yo ni loca me meto en esos berenjenales. Que lo de andar cambiando pañales y calentando biberones no es para mí.

Entonces todas se enzarzan en una discusión que mezcla teta o biberón, colecho sí o no, chupetes, cólicos y Montessori.

Y yo, ignorante en esos temas, apenas tengo que mentir una sonrisa interesada. Quinta ya y apenas son las once.

Las siguientes noventa y cinco mentiras que inventaré en el día serán idénticas a la primera, la que me digo cada mañana cuando imagino en el espejo un perfil redondeado que nunca podré tener: ¿Hijos? ¿Para qué?

90. Mentiras de cine

No hay más de cuatro o cinco espectadores en la sesión de las cuatro de la tarde. Es una sala pequeña de un cine de culto, de esos para fanáticos. Desde que han repuesto la película, hace ya casi dos semanas, Irene ha acudido todos los días a verla. Cuando llega el diálogo por el que en realidad está en el cine, baja la cabeza, se tapa la cara con las manos y comienza a sollozar.

—“¡No te vayas!”, —dice Johnny.

—“Pero si no me he movido”, —contesta Vienna.

—“Miénteme. Dime que todos estos años me has estado esperando. Dímelo”.

—“Todos estos años te he estado esperando” —miente Vienna.

—“Dime que te habrías muerto si no hubiera regresado”.

—“Me habría muerto si no hubieses regresado”.

—“Dime que aún me quieres como yo te quiero a ti”.

—“Aún te quiero como tú a mí” —termina diciendo Vienna.

Entonces Irene siente que alguien le acaricia el cabello. Levanta los ojos y ve a su lado a Vienna, o quizás es Joan Crawford, no está segura, que le está sonriendo.

—¿Tú también has tenido a tu Jonny, verdad? —pregunta, antes de darle la mano y salir las dos juntas del cine.

89. Pequeñas anomalías que conducen al caos

El día que tu ciudad amaneció con dos horizontes decidiste que nada ni nadie perturbaría tu tranquilidad. Tenías presente, por las noticias de la tele, cómo se había alterado la vida de los vecinos de otras ciudades fascinadas por sucesos parecidos, como esa donde pudo contemplarse un duplicado del sol o aquella en la que desapareció parte de su paisaje.

Te acercas a esos horizontes aparentemente indistinguibles fingiendo desinterés, mientras utilizas caminos poco transitados para tratar de confundirlos y de que no adviertan tu presencia, hasta que los ves desprevenidos y puedes sorprenderlos por detrás. Allí compruebas cómo un falso horizonte se ha instalado de forma burda y precaria. Te basta con descoser las costuras para desinflar esa mentira y que todo él se venga abajo, igual de fácil que resultaría a quien quisiera quebrar un espejo o borrar tinta invisible.

Ya en tu ciudad serás aplaudido por algunos e insultado por aquellos que necesitan o quieren vivir en el caos. Solo más adelante, los más inquietos, porque la duda siempre quema y corroe, te harán la pregunta —«¿Qué hay más allá del horizonte?»— que no se atrevieron a hacerte entonces. «Más de lo mismo», les dirás. Para qué desengañarlos.

88. LA VALLA

Llevo todo el día tirado, sin hacer nada ni hablar con nadie. Solo puedo esperar a que oscurezca. Por aquí se dice que esta noche es propicia, que la luna no se va a asomar.  Yo ya estoy resignado a mi suerte, será mejor seguir al grupo. Hace ya casi seis meses que salí de mi aldea detrás de ese sueño que hoy me parece una pesadilla. Llevo semanas durmiendo a la intemperie, apenas sin comer. Me han robado el poco dinero que me quedaba y temo que algo grave me pueda suceder. La desesperación ensucia las almas y ya no sé en quién confiar. Hasta ahora, solo me he encontrado mentiras y sucios engaños. La verdad, no me importará morir si hoy no logro por fin saltar la valla.

87. Pérdidas y compensaciones (María Rojas)

La tía abuela Virginia aparecía en Nochebuena con unas muñecas de boquitas acorazonadas. Eran muñecas alegres, acaloradas de amor. Lo malo es que, en primavera, las muñecas perdían la compostura y se iban deshaciendo en un polvillo corrosivo como el que deja la pólvora quemada.

Mi tía se hacía la sorprendida y, mientras se tomaba un trago doble de aguardiente, nos decía que recordáramos que en polvo todos nos iríamos convirtiendo y, sin darnos tiempo de llorar a las difuntas, nos entregaba otras muñecas idénticas a las deshechas.

Nos aseguraba que en el taller del juguetero las habían reparado. Nosotros sabíamos que mentía, que no eran las mismas, pero las cargábamos con el profundo convencimiento de que en primavera perderían su hechura.

86. El oro de Cenicienta.

«El oro de mentira, también es oro», decía siempre mi abuela ; mientras limpiaba su hermosa bisutería. Era una mujer muy guapa, su tersa piel fingía juventud . Usaba imitaciones de las mejores marcas. Su impresionante figura hacía milagros: transformaba la ropa plebeya en lujosos tejidos. Elisa, mi abuela, fue una cenicienta rescatada por su príncipe. El feliz matrimonio, surgió de un romántico cuento: con madrastra, baile y zapatos. En realidad ,con muchos zapatos: porque se conocieron en una zapatería. Mi abuelo era el dependiente. Elisa quería tener tres hijos, pero un terrible parto le fulminó la matriz. Mi madre fue su única hija. Y yo, su asesina: murió en el parto. Mi padre y yo fuimos a vivir con los abuelos. Crecí rodeada de amor en aquel mágico ecosistema, surgido de la viudedad. Elisa y Manolo, mi abuelo, se querían con locura. El abuelo adoraba a mi padre ; Elisa fomentaba esta amistad ,dejando espacio a la intensa relación. Un día mi padre y Manolo estaban solos en el jardín; yo ya tenía dieciocho años. Comencé a sospechar, mire a Elisa con ojos interrogantes. Ella suspiró aliviada, su respuesta fue clara: «Cuando muera, tasa mis joyas».

85. Cuento de hadas

 

No le importa ser solo un juguete sexual, una marioneta en sus manos. No tiene corazón donde quepan ni el odio ni el amor. Representa su papel; cada vez que vuelve le dice que la quiere, que no puede vivir sin ella, que le agradece todo lo que ha hecho por él. La mentira es el eje de su vida, desde que vino a este mundo ha sido así. Por fortuna Gepetto ya había fallecido cuando el Hada Azul decidió que no iba a ser su nariz lo que creciera con cada embuste.

84. Mentira y verdad

Mentira que no te quería.

Verdad que eso te decía.

 

Mentira y verdad,

dos caras de una moneda…

pero la misma al girar.

Mentira y verdad.

 

Mentira que te olvidaría.

Verdad que lo intentaría.

 

Mentira y verdad.

Mentira y verdad.

 

Mentira que no lloraría.

Verdad que no lo verías.

 

Mentira y verdad,

dos caras de una moneda…

pero la misma al girar.

Mentira y verdad.

 

Mentira que no lo superaría.

Verdad que hoy es el día.

 

Mentira y verdad.

Mentira y verdad.

 

Mentira que no me iría.

Verdad que no volvería.

 

Mentira y verdad,

dos caras de una moneda…

pero la misma al girar.

Mentira y verdad.

 

Mentira que no te extrañaría.

Verdad que así es cada día.

 

Mentira y verdad.

Mentira y verdad.

Mentira y verdad.

 

(Sonido de moneda que gira hasta parar).

83. Correspondencias (Juana María Igarreta)

Mi abuela Úrsula acaba de fallecer. Era una mujer de pocas palabras, pero recuerdo oírle decir en varias ocasiones que “las personas somos como maletas con un doble fondo en el que guardamos secretos inconfesables”.

Si en vez de morirse ahora, la abuela se hubiera muerto un tiempo más tarde, el cartero no habría podido acercarse al tanatorio a darnos el pésame. Porque, según me ha dicho mi madre, en unos días se irá con su familia muy lejos a trabajar en su nuevo destino.

Si no se hubiera muerto la abuela, yo no habría conocido al cartero, porque, normalmente, cuando él hace el reparto de la correspondencia yo suelo estar en el colegio. Y no me habría asombrado del enorme parecido que guarda con mi padre, fallecido en accidente de coche y cuya foto mi madre siempre lleva en su cartera.

Como ahora la abuela ya no está, le tendré que preguntar a mi madre si en el doble fondo de su maleta cabe mi padre vestido de cartero.

82. Citas (Miguel Ángel Moreno)

Todo surgió con los efluvios de una copa de vino después de un emotivo brindis por el reencuentro. Ella le habló de sus sueños cumplidos desde que sus vidas se separaran. Él, a su vez, le contó sus deseos de recorrer el mundo a los mandos de un bimotor.

Quedaron en volver a verse y tardaron diez años en concretar otra cita. Cuando lo hicieron, en los cabellos de él asomaban canas junto al teñido y en los ojos de ella había un soplo de nostalgia. Un ligero soplo.

Se sentaron uno frente al otro y pidieron una copa de vino. Intentaron repetir el brindis de diez años antes, pero ninguno lo recordó en su literalidad. Él le dijo que había escrito un libro con sus viajes en el bimotor, pendiente de una segunda edición. Ella le confesó que tenía un hijo superdotado de un multimillonario ya fallecido. Sus miradas destilaban fantasía.

Se despidieron con un beso en los labios. Breve, suave, desapasionado.

Quedaron en volver a verse.

81. Modus operandi

Mentir de manera creíble, en todas sus maneras, resulta aquí esencial. La menor duda puede poner a la víctima en alerta, como un ciervo ante el crujir de una rama seca, por lo que hay que evitar a toda costa que eso ocurra. Se trata a menudo de ocultar tus intenciones del modo más natural, de dominar el arte del disfraz, de aparentar ser lo que no eres, de esconder el golpe hasta el momento oportuno; unos fundamentos aplicables en cualquier plan, sea cual sea la clase de estrategia elegida.

Un tipo llama a una puerta y se presenta a su propietaria como el nuevo vecino. Dice haber perdido las llaves y el teléfono, razón por la que no puede entrar en casa. Todo en él resulta amable, y la mujer lo deja pasar para que haga las llamadas oportunas. Ya en el comedor, mientras finge hablar con un cerrajero, su mano empuña un arma blanca dentro del bolsillo. En la tele, el locutor del noticiario informa de que el célebre Descuartizador de Ancianas lleva días fugado. Una sombra se cierne a su espalda cuando la misma voz advierte de la presencia en la ciudad de la letal Viuda Negra.

80. Mentiras y verdades

Es la hora de irse a la cama. La madre tiene preparado todo el ritual de después de la cena: los niños encontrarán los pijamas doblados bajo su almohada, se lavarán los dientes y lanzarán un beso a su papá que está en el cielo y los quiere mucho desde allí. Lo que ellos no saben y quizá no sabrán nunca, porque ella prefirió no contárselo, es que su padre era un cabrón que jugaba al póker hasta endeudarse, se iba de putas y pegaba a su mujer. Lo que ella no sabe y quizá no sabrá nunca, porque ella prefirió no seguirle la pista, es que ese padre justo ahora está recogiendo cartones para hacerse un parapeto y dormir en la entrada de una tienda de moda en una gran avenida de la capital.

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