Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

26. La culpa correcta

La penumbra camuflaba las mentiras de los dos infieles amantes. En aquella discreta habitación, satisfechos y en silencio, uno temía enamorarse y el otro, lo deseaba.

24. Dualidad

Lea atentamente, medite su respuesta y marque según considere:

C (correcto)             I (Incorrecto)

Justifique su respuesta:

Rebasar un semáforo en rojo con un herido grave dentro del coche.

Pagar sin factura cuando la pensión es escasa.

Aplicar la pena de muerte a un asesino.

Desalojar a los sin techo del aeropuerto.

Torturar a un maltratador.

Deportar inmigrantes ilegales.

Abortar tras una violación.

Cambiar la cerradura de tu vivienda inquiokupada.

Robar en un supermercado y donarlo a un comedor social.

Dar una paliza al acosador de tu hijo.

 

——-

Mayoría de I, delata que usted es una persona de moralidad intachable

Mayoría de C, hágase revisar su escala de valores

 

23. NI UN PASO ATRÁS (Ángel Saiz Mora)

Muchos hubiesen abandonado, pero mi padre volvía a estar allí después de meses de intentos, domingo tras domingo. Sobre el sillín, advirtió a gritos a aquella condenada cuesta arriba que no iba a entregarse sin lucha.

Tomó impulso hasta que el desnivel se hizo inhumano. La cadena de la bicicleta respondía con secos chasquidos metálicos a las órdenes de sus dedos. La marcha más baja y el piñón más grande quedaron ajustados en lo más escarpado del repecho.

La imagen de sus amigos aún en la cama irrumpió para golpearle, unida a la tentación de rendirse.

Cuando las piernas flaquearon por el esfuerzo, la sangre comenzó a acumularse en ellas para reforzarlas, al tiempo que abandonaba su cerebro. Pese a que, de nuevo, todo se puso blanco, en esta ocasión pudo coronar la cima sin desmayarse.

Bolígrafos, lapiceros y rotuladores fosforescentes aguardan alineados junto a un calendario con los objetivos. El lema paterno que, como un mantra, he enmarcado en la pared: “No hay nada más incorrecto que poner pie en tierra”, se alza sobre la imponente montaña de apuntes, leyes y reglamentos por asimilar.

¡Esta vez aprobaré la oposición! Por mí, por él.

22. Epítome del tiempo (Juan Manuel Pérez Torres)

El anciano relojero achacaba a su edad las anomalías que detectaba últimamente en sus trabajos. Segunderos erráticos, minuteros temblorosos y horas que parecían arrastrarse eran los nuevos tictacs en sus esmeradas creaciones. El ajuste de los engranajes, perfeccionado durante décadas, ahora marcaba el tiempo de un modo nuevo. El tiempo de los sueños, de las pausas, el tiempo de quienes nunca encajan en lo preciso, de quienes tienen tiempo para perder el tiempo, de los que se sientan un rato a leer, a escuchar música, de todos aquellos que cuentan sus momentos con sonrisas y tienen tiempo de caricias. Porque hay ratos sin premura, sin volantes ni coronas, y gente sin rubíes más que atemperando la vida con el brillo de sus ojos.
Fue un hombre adelantado a su época. No comprendió, entonces que, en realidad, había logrado su obra maestra haciendo que el tiempo fuera nuestro amigo.

21. Cataratas (Luisa Hurtado)

Un día descubrí en los ojos de mis padres una mirada, dirigida a mi gemelo, que no habían posado nunca sobre mí; una mirada que era una caricia, acompañada de una sonrisa y de una calidez que nunca me habían destinado. Hice de todo para ganármela, fui el mejor, el peor, el obediente, el pelota, el chivato; lo fui todo pero no logré nada. El problema solo quedó resuelto cuando, forzando un accidente, acabé con mi hermano y ocupé su plaza, apropiándome así de su nombre y de todo lo que conllevaba. Gané mucho con ese cambio, no solo el cariño de mis padres; con el tiempo, buscando expiar mi pecado, he hecho todo el bien del que he sido capaz, he sido la mejor versión que podía ser suya, mía y de ambos. Sé que no hice lo correcto pero, mirando hacia atrás desde mis ochenta años, confieso no reconocerme en el niño que fui: ¿fui tan malo?

20 LO CORRECTO (Fernando da Casa)

Aquel chico subió al autobús. Desgarbado, pelo rubio, muy flaco. El acné delataba una adolescencia incipiente, aún educable. No quedaban asientos libres delante.

Sus otros compañeros de fila, negros como ella, agacharon la cabeza y se dispusieron a abandonar su sitio, tal y como establecía la ley. Hacían lo correcto.

¿Lo correcto?

Rosa amagó con levantarse. Dudó. Las varices le recordaron el duro día de trabajo que acababa de soportar. El chaval de los granos le sonrió, o eso le pareció a ella. No parecía mal tipo, tal vez algo tímido. Pero no se sentó a su lado, permaneció de pie, esperando a que ella iniciara su camino hacia la parte trasera del autobús. Era lo correcto.

¿Lo correcto?

Apretó los dientes y decidió no moverse. Sus piernas, su dignidad y una lógica aplastante le daban la razón.

-Señora, levántese y váyase para atrás. ¿No ve que este chico está esperando? –le increpó el conductor-. Si no lo hace, me obligará a llamar a la policía, no está haciendo lo correcto.

¿Lo correcto?

Cuando Rosa Parks abandonó el autobús, esposada e increpada por la mitad del pasaje, aún no era consciente de que, ahora sí, ella estaba haciendo lo correcto.

18 En el espectro

Que no me mueva, que no grite, que no me meta las manos en la boca, que no haga esos gestos bruscos, que mire a los ojos, que responda cuando me hablen, que atienda, que utilice las fórmulas de cortesía, que no corra, que pruebe todo lo que me ponen por delante, que juegue con los otros, que no me quite la ropa, que sea más flexible, que no me muerda el pelo, que empatice, que no llore sin sentido, que comparta, que no me tire por el suelo…

Que lea; que no lea tanto,

que ordene; que no ordene tanto,

que me lave; que no me lave tanto,

que hable; que no chille tanto…

¿De verdad soy yo el erróneo?

Si la sociedad es el ataúd en el que te clavan mientras vives, yo bailo sobre mi tumba.

17. El abismo en tus pupilas dilatadas

Me pregunté si estaba haciendo lo correcto muchas veces aquel día y, antes de salir de casa, interpelé con la mirada a mi marido que volvía la suya con dolor, incapaz de hacer ni decir nada. Me lo pregunté cuando huía, cuando mis pasos temblaban por las calles oscuras y me enfrentaba al lento desfile de seres fantasmales, a sus voces arrastradas y confusas. Y aunque sabía que no era la única mujer que se había sentido forzada a hacer lo que yo hacía, me lo pregunté al subir la escalera negra, al llamar a la puerta desvencijada y entreabierta. Sucia. Me lo pregunté al extender el dinero sobre una garra tatuada y recoger aquel paquete pequeño y lacerante. Me lo pregunté una vez más antes de entregárselo a mi hijo que, como una fiera insomne y convulsa, me lo arrancaba de la mano… Poco después, tras un silencio boscoso y desgarrador, supe que me lo preguntaría el resto de mi vida.

16 SATO, CORRETO, PERFETO

SATO, CORRETO, PERFETO

 

Hice trampas para salvar a mi jefe. Nadie me lo agradeció. Fui despedido al día siguiente. La lealtad tiene sus límites. Aquel jefe no tenía decencia. Ni nunca la tuvo, por lo que veo. Siempre me dijo que defendería a su equipo hasta “la muerte”. A la hora de la verdad no me defendió. Me equivoqué por confundir los límites de la lealtad.

 

Sato.

 

 

Ana daba lecciones de todo. Era difícil debatir con ella. Tenía soluciones sencillas para problemas complejos. Odio a la gente que aparenta saberlo todo. Qué peligro. Qué miedo me dan. El niño se ahogó porque no sabía nadar.

 

Correto.

 

 

En primer curso de ingeniería en la Politécnica suspendí todas las asignaturas menos el inglés, al que siempre odié. Nadie me felicitó cuando se enteraron de que el profesor había dado aprobado general.

 

Perfeto.

 

 

De los más complejos cálculos exactos nació la bomba atómica.

 

Sato. Correto. Perfecto.

 

15. LA DUDA

No ha sido por las treinta monedas de plata. Tampoco por el desencanto de ese reino prometido que, como el horizonte, nunca llega a alcanzarse. Ni siquiera por sentirse menos querido que otros discípulos. El motivo fue esa voz sobrenatural que se abría paso entre sus sueños: “haz lo que se espera de ti”.

A pesar de su reticencia a cumplir con el mandato, comenzó a urdir un plan: mostrarse en público demasiado crítico con el Maestro, demasiado interesado por el dinero, parecer dispuesto a dejarse comprar…hasta el acuerdo con los poderosos del Sanedrín y el prendimiento en el Huerto de los Olivos.

Pero cuando lo besa para señalarle, descubre a un hombre solo, resignado a su destino. Siente entonces el peso de la culpa y duda si su traición es voluntad de Dios o del Demonio.

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