Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SERENDIPIA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en SERENDIPIA

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LA SERENDIPIA. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE NOVIEMBRE

Relatos

06. LOS MENSAJEROS (Paloma Casado)

Cuando los bárbaros invadieron el país, apresaron a todos los carteros. Entonces nos preguntamos sobrecogidos por qué habrían elegido a esos civiles, inocentes como las aves del cielo. Qué peligrosa resistencia podían oponer armados con sus bolsones de cuero. Solo eran los encargados de comunicar las novedades de las cosechas, las bodas, defunciones y nacimientos a los ausentes, los que transportaban los abrazos de las madres, los que confortaban a las familias de los soldados que sobrevivían en las trincheras, los mensajeros de los besos de los amantes.

Nos gustaba salir a su encuentro cuando oíamos sus silbidos, esperar anhelantes los sobres que rasgábamos satisfechos y leer, primero con urgencia y luego paladeando cada frase, las cartas que nos entregaban.

Así, sin las noticias de nuestros seres queridos, fuimos sucumbiendo al desaliento y un pueblo que ha perdido la esperanza, es un pueblo fácil de vencer.

Por todas las cunetas quedaron abandonadas cientos de bicicletas herrumbrosas bajo el sol y la lluvia de una tierra baldía.

05. El crack (Lorenzo Rubio)

De joven solo practicaba algunos deportes como el sillonbol, en la categoría de pesos pesados, o el levantamiento de caña en barra fija. Pero, de mayor, cuando los Reyes Magos me trajeron una bicicleta de carreras, decidí tomarme muy en serio el ciclismo. Me apunté a un club y salíamos a entrenar juntos formando un pelotón por las carreteras rurales, aunque yo llegaba el último ya bien avanzada la noche. Entonces empeñé la bicicleta y adquirí una estática. La instalé en el salón junto a la pata de jamón serrano que usaba de avituallamiento. Estuvo años allí acumulando polvo, hasta que un verano, mientras veía el Tour de Francia, monté en ella y me imaginé que competía contra los ciclistas. Incluso cronometraba lo que tardaba en recorrer los mismos kilómetros que ellos y siempre cruzaba la meta fuera de control; menos en la etapa reina, que ataqué por sorpresa y gané. Fue cuando entraron en mi casa dos mujeres despampanantes a vestirme con el maillot amarillo y varios periodistas buscando la foto de portada. Los despaché pronto, pues en una hora comenzaba la final del Mundial y debía calentar mis manos para dirigir a la Selección Española con el futbolín.

04. Paco «el moderno» (Eva García)

La emoción, como un escalofrío, sacudía a todo el pueblo al acercarse la fecha de la romería; los aromas de hojaldre y miel arropaban amistades dejando atrás las rencillas. Todos recorreríamos sin prisas el camino, disfrutando, unidos por antiguos cantos que enardecían el corazón, haciendo fiesta de cada trago y bocado a la sombra de las encinas, de cada arroyo que refrescara nuestros pies.
Pero justo la víspera, desde Alemania, llegó el progreso (aquel mal contra el que Don José nos prevenía cada domingo) en forma de un enorme paquete para el alcalde. Muchos vimos por primera vez una bicicleta cuando lo desenvolvió en medio de la plaza, donde lo había depositado el coche correo.
Mientras daba vueltas saludando sonriente, la gente murmuraba que, haciendo las Europas, había adoptado costumbres impías, y atribuían al demonio el prodigio de que aquellas ruedas aguantaran sin descalabrarle. Al detenerse, comprobamos que, efectivamente, estaba trastornado: anunció, orgulloso, que ese año haría el trayecto hasta el santuario montado en aquel artefacto en menos de cinco días, para ahorrar tiempo.
Doña Finita, siempre tan cabal, le preguntó asombrada:
—Pero… ¿qué harás con el tiempo que ahorres, Paco?
Y él, por una vez, no supo qué contestar.

03. POLUCIÓN EN EL RÍO ( EPÍFISIS )

Qué cierto es, que son para el verano.

Sentada  en la barra lateralmente, sus brazos me acogen y camino del rio, mientras sus muslos suben y bajan  dándome en el culo, yo me voy excitando.

Me echo hacia atrás y le noto, no sé donde empieza y acaba la barra, ya no le acaricio, la última vez nos caímos.

Si hay muchos baches me agarro a la tija, igual de dura y me sigo mojando.

Subimos a la poza que nos gusta, más arriba de la garganta de los infiernos, metemos en el agua helada la bota con vino de pitarra y unas cerezas, la fiambrera fuera.

Ya desnudos, nos introducimos en el agua y nuestra piel reacciona como  piel de gallina, nuestros pezones se endurecen y nos sentamos en una especie de sillín, donde nos tocamos, estamos solos, no sé si existe algo mejor.

Me quito la horquilla, me suelto la melena y le doy al manubrio, hasta que a pesar del agua del deshielo, tengo que usar del freno. Se pone  como una moto y le intento poner una cubierta nueva pero no llego a tiempo, se abre la válvula y la poza se llamará la garganta profunda.

02. ¿POR QUE DUELE SI NO SIENTO? ( Modes Lobato Marcos)

A Josito sus padres le regalaron la BH Gacela de su hermano mayor.

Desde ese día, arrasado en lágrimas, tocaba el timbre al pasar junto a la valla del cementerio.

 

Esa bicicleta fue mi amiga infinita aquel inolvidable verano.

Éramos jóvenes y el planeta rotaba en eterno presente.

Mañanas en el monte, tardes junto al río, corriendo desbocadas por los mares de la Luna. 

Y en el último instante…

Nuestros jinetes tiraban de las bridas, frenábamos en seco y nacían risas, jadeos y calma.

A mediados de agosto conocimos a la Bultaco.

Y nos enamoramos. Las dos.

Y al verla, nuestros radios temblaban, y nuestra metálica piel se estremecía con el asteroide de sensaciones que solo regala el primer amor.

Y…

Y como vino se fue.

Simplemente una tarde supimos que aquella moto, chuleta y ruidosa, perdía aceite a raudales.

Septiembre germinó y jamás volví a ver a mi amiga.

Y pasaron mil años.

 

Hoy escuché que esa BH Gacela murió en la jungla de asfalto, tras recibir el zarpazo brutal de un Seat León.

Y desde este desván, olvidada por todos y entregada al abrazo letal de la herrumbre, solo quiero llorar.

Y no puedo.

01. SELENE (JAMS)

La descubrió, apenas abocetada, en un blog de manga japonés, pero había reconocido sus formas como propias, hasta despertarle un arrebatador deseo por completarla.

Perfiló sus líneas y le aplicó personalidad a la expresion, a la curva sinuosa de su movimiento, a la tensa caída del ceño con gesto desafiante, de pura soberbia. Y la vio aparecer, encorsetada en seda y látex, entre una bruma húmeda que multiplicaba destellos en su pelo de noche, en su piel morena de luna.

Ganaba carácter en cada viñeta, mostrando una irresitible seducción en cualquier acto de su doble vida de superheroina: quebrando a un malvado de una certera patada o pedalenado por las calles de la ciudad en su ocupación de mensajera; manejando el sai con maestría o en la destreza diaria de mejorar su bicicleta plateada.

Pero le costaba asumir la fascinacion que despertaba. Andaba preocupado porque el último mensaje, grotesco y empalagoso, del joven senador de Wichita con poderes ocultos, hubiese sido respondido por ella. Tuvo que intervenir para advertirle que Panter Black (su distintivo) sólo era un estúpido personaje de tinta al que podría borrar en un instante, y que todo halago a Selene sería inútil porque jamás la compartiría con nadie.

107. Gananciales

Cuando exterminamos el amor, procedimos al reparto. Fue sencillo plasmarlo en el acuerdo de divorcio: de la biblioteca elegí los libros en estantes pares. “¡Ay, Teo! Sabes que los números impares nunca me gustaron”, le digo. Con la ropa hubo cierto equívoco, hasta que convenimos realizar la asignación de los cajones sometiéndonos al antojo de los dados. Él se quedó con los vasos largos. Yo con los chatos. Con la medicación, sin embargo, tuvimos que sentarnos a negociar. Conseguí quedarme con las píldoras amarillas de las mañanas y su sabor metálico. Él prometió llevarse todas las de color malva que me hundían las noches y me dejaban el vientre helado.

El conflicto surgió cuando llegó el turno de dividir mis monstruos interiores. “Se reparten también al cincuenta por ciento”, dije. Sólo así era posible disolver la sociedad de gananciales. Así que a base de alaridos logré endosarle mi pánico al tintineo de las llaves y las sombras que arañaban los cristales de madrugada. Las voces de mi cabeza, sin embargo, no quisieron marcharse con él. Se escabulleron en mi cálido estómago en una orgía de palabras, festejando la liberación de las cadenas moradas.

106. Monstruoso

Monstruoso es, mi vida, despertar en la alborada y no escuchar tu respiración serena a mi lado. Monstruoso es mirar al cielo y no ver estrellas que recuerden el brillo de tus cenicientos ojos y que la luna no vista de plata tu dulce y nívea piel. Monstruoso es observar con los pies húmedos bajo la lluvia, como otro acaricia tus labios mientras limpia en ellos la espuma de mis sueños. Monstruoso es cruzar a nado la laguna Estigia para cerciorarme que Caronte ha zarpado con su barca, para llevarte allí donde no quieres nunca llegar. Monstruoso es, mi vida, buscar a tientas en tu lecho y sólo hallar tu cuerpo yermo, lívido y frío por estas, mis manos errantes por tu cuerpo, que no lograron encontrar en tu corazón ese hueco que me pertenece por derecho. Monstruoso fue oler miedo  donde el aroma de tu amor sólo debería embriagarme. Monstruoso fue escuchar de tus labios la palabra mágica antes de lavar mis manos en tu esencia: Monstruo…

 

105. ESCUDOS

Un escalofrío le recorre  la nuca. Es algo superior a él. Intenta pensar en otra cosa, dejar de mantener en alerta todos los sentidos. Siente la amenaza de la oscuridad. El oído se aguza ante cualquier sonido mínimo. Hasta cree percibir el olor del peligro rojo y oscuro. Hace tiempo que el sol desapareció y la penumbra invade la estancia. Nota en  la boca ese sabor salobre y reseco del miedo. En medio del temor un susurro lo tranquiliza. Ahora, ya al fin seguro, respira. En la pequeña cama duerme apacible su hijo. A él, nadie le va a inculcar el pavor a ese ente, que  nunca vio, pero que sabe que existe: el terrible  coco.

104. FORMAS DE AGUA

Ángela se quitó el albornoz introduciéndose en la bañera  jabonosa. Siempre le relajaba esa acción, y al contacto con el agua los recuerdos comenzaron a surgir. Pensó en aquel mediodía, de niña, el momento en el que comenzaron sus visiones: se encontraba en la pila, limpiando la lechuga que acompañaría al asado. Entonces sucedió. Las diminutas gotas que resbalaban por las hojas se convirtieron en pequeñas personitas. A partir de ahí no ganó para sustos. En sus vasos de agua nadaban peces extraños, de la sopa brotaban minúsculos cisnes … Una noche de su bañera surgió un niño. Sus ojos eran tan profundos y misteriosos que Ángela cerró los suyos deseando que se fuera.

Desde entonces no hubo más visiones. Pero ahora, en aquella misma bañera, Ángela deseó de nuevo, y él apareció. Adulto. Sensual. Elevando un chorro de agua que convirtió en tres estrellas espumosas. Fascinada por su magia le suplicó que la llevara lejos. Él tendió su mano. Harta de relaciones fallidas, ella la tomó. Soñando. Imaginando escamas plateadas y agua salobre. Pobre Ángela. No debió cerrar los ojos. Quizá entonces hubiera visto un brillo malicioso en aquel ser.

103.Historia del arte

Las casullas, bordadas con oro y sedas policromas, ligeramente herrumbrosas. Los rostros de los ángeles lucían carcomidos por una viruela irreverente. La lápida de alabastro con inscripciones en hebreo, latín y griego, en cambio, resistía el paso de los siglos con dignidad.

Dejo constancia de cómo encontré todo al llegar, para que la historia no atribuya solamente al paso del tiempo el deterioro que han sufrido las piezas del museo catedralicio desde que mi enemigo logró acceder al antiguo dormitorio de los canónigos, donde se guardan los más preciados tesoros.

Digerir el arte e interiorizar sus motivos a veces cuesta una vida.

Con él desaparecerán secretos de obispo, tapices góticos y la geografía de las diócesis más antiguas.

Su principal objetivo han sido los códices y los manuscritos medievales. El bocado más  sabroso: un pergamino que olvidé una noche en el taller de restauración. Con el retablo de la transfiguración ha conseguido mantener sus incisivos bien afilados. La lápida trilingüe siempre se le resistió.

Por fin ha sucumbido. Tan saciado estaba que he tenido que recurrir al Emmental. Atrapado entre los hierros me mira con ojos desorbitados.

Y no sé qué hacer con ese compendio vivo de historia del arte.

102. Engendros (Lola Pacheco)

Arturo no sufrió al nacer. Era perfecto, un hijo único deseado, una bendición. No se quejó nunca, ni al salirle los dientes, ni cuando se caía montando en bici… Sus heridas simplemente sanaban sin dejarle recuerdo de lo vivido.
Aun así, sus padres lloraron desconsolados el día que un alambre le atravesó el párpado. Pensaban que quedaría desfigurado. Milagrosamente, como siempre, sanó.
Sin temor, su crueldad no encontró límites. Ahogaba gatos sin miedo a los arañazos, se metía en cualquier pelea por el placer de desfigurar a los demás. Se creyó invulnerable.
Por eso, el día que volvió a casa con un bote de cristal, no concebía que esa inmundicia hubiera vivido entre sus vísceras: un ser amorfo con la piel escrita como un mapa y un único ojo como un huevo podrido a punto de estallar.
Le repugnaba su visión tanto como le dolía la herida en su vientre. Dolía por primera vez.
Asqueado, prendió fuego al líquido en que flotaba sin imaginar que explotaría.
Mientras el monstruo ardía, Arturo intentaba huir del calor que le comía, que le llenaba el cuerpo de burbujas, que le dejaba encogido para siempre, como su hermano, de nuevo en posición fetal.

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