Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

34. Organización

En poco tiempo el número y la variedad de monstruos había ido creciendo de tal manera que se decidió agruparlos a todos y, para su mejor conocimiento y control, enviarlos a lugares preparados para ese fin y clasificarlos por afinidad o según sus características. Así, poco a poco, se recuperaría la armonía necesaria.

Como primera medida se dividieron en dos grandes grupos según su tamaño y a partir de ahí, siguieron las divisiones, según su color, lugar de origen, disponibilidad de armas, movilidad y fiereza, y a cada grupo se le asigno un espacio, como un compartimento estanco, y una marca, que transformó el caos inicial en un perfecto orden.

Para terminar el trabajo, los identificaron por su nombre, y con ello consiguieron que todos los monstruos estuvieran bien localizados y disponibles en cualquier momento. Solo faltaban dos semanas para los Reyes Magos y había que abastecer a infinidad de niños.

33. FLAMINGO (Mariángeles Abelli Bonardi)

La rosada levedad de la pluma contrasta con sus motas de pelo.
—Será de la boa de una de las tantas chicas que me piden tragos en la barra —, supone al tiempo que la desprende y tira en el tacho del baño para luego terminar de arreglarse, y no vuelve a pensar en ella hasta la noche siguiente, mientras sirve piñas coladas, cuando le observan, de forma bastante jocosa, que es obvio que sigue enfiestado.
—¡Como para no estarlo! — asegura, con estudiada complicidad, pero apenas puede pide que lo releven, y mirando su reflejo constata que otra pluma igual de rosa le nace del cuero cabelludo, que su armónica nariz se ve súbitamente ganchuda, y que al negro de sus ojos lo rodea un vibrante amarillo.
—Gajes del oficio —, vuelve a suponer, sin advertir que ha encogido una pierna y se yergue equilibrado en la otra.
Retoma su puesto en la barra y esa misma madrugada, en alas del impulso, pide traslado a Las Vegas: lo espera el magnífico casino que brilla en el afiche en la pared.

32. K. y B.

K. observa triste su reflejo. Lo mira con atención y se sorprende al no reconocerse en él.

¿Qué te ocurrió anoche?

¿Por qué tuvo que pasar en la noche y no al abrir los ojos en esta habitación desconocida? Se pregunta.

Anoche, saliste de casa y aún no has regresado.

Su tristeza se derrite en marcas desmaquilladas que surgen de sus ojos hacia sus labios cansados, secos y necesitados de hidratación. Su oscuridad se torna gris.

¿Dónde estás?

Su reflejo le arroja el humo extraño de la hierba mezclado con tabaco que no posee pero sí reconoce.

¿Qué está ocurriendo?

B. mira su reflejo con una sonrisa y un cigarrillo en sus labios. Examina la perfección de su nueva obra. Le sonríe orgulloso.

Te transformas en quién realmente eres.

Observa la piel que ha reseguido con sus labios, con sus dedos. La que ha envenenado y venerado con su hedor esta noche.

En tinieblas

B. le da la espalda a su nuevo reflejo. Su sonrisa es triste. Es lo que resta tras abrazar la oscuridad e iluminarse un nuevo día.

¿Qué está pasando?

K. toca el espejo ante la huida de su reflejo. Y decide atravesarlo, aunque eso signifique

Desaparecer

 

31. ¡Slurpp!

 

 

 Él

era un monstruo hueco. \\\ /// Lo supe en cuanto le vi.

Le brotaban borbotones                ⃝ ♦     ⃝ ♦                    de florida palabrería

 dejando un rastro empalagoso      ҉        de resbaladizos sinsentidos.

      Alimentándose de ilusiones ajenas    ˅V˅V˅  camuflaba la resonancia de su vacío.

         Bebiendo halagos ponzoñosos                           mantenía su tersura insustancial.

     Pero no era perfecto.                     No… o sí:                    sus ojitos eran tiernos.
Y me miró.                   Y me atrapó.
Y me absorbió.

30. Dioses liberales (Daniel Irazu)

Las moscas vuelan desde la boca de la madre. Una mujer se desnuda de espaldas al hombre de camisa con gemelos de oro. Cae otra bomba en los escombros, las ratas salen chillando de las cuevas, dos se muerden mientras un niño en harapos se duele el terror con un murmullo sin lloros.  El barco navega cargado con contenedores de fusiles. Las cotizaciones se estancan, la ciudad resiste, el petróleo baja, el broker lee la llamada y teclea las órdenes de venta. Se acaricia los grandes pechos que disimulan en su exuberancia las cicatrices de la cirugía, folla con sapiencia, luego se viste de encajes y junto al cliente toma el taxi que les lleva al centro, amanece en Levante cuando acaban la cena. El polvo de las paredes machacadas forma nubes en la brisa de la mañana, la Muerte descansa, guarda silencio, en aquél sótano sólo se escucha el rumor de las larvas nuevas, el niño no respira, yace con la cara pegada a la de su madre. En el puerto, el capitán da la orden de atraque.

29. Recaída (towanda)

Cuando se despierta, adora contemplar a Roberto durmiendo en la cama. Pero hoy no ha sido así. Su traje no colgaba del perchero. Quizá madrugara. Canturrea hacia la ducha. Tampoco está su albornoz. Se sorprende. El agua brota fría. Suena el móvil. Coge una toalla y avanza descalza. Cuelgan. Número oculto. Bufa. Decide telefonearle. Busca en la agenda. No hay “robertos”. Maldice; no recuerda el número.

En el clóset, una caja de pastillas intacta. Sonríe. Extraña el gel de afeitado, su loción, la gomina. Tiembla. Acude al dormitorio. Abre el guardarropa. Faltan camisas, el abrigo, pantalones… una maleta. Corre al salón. No encuentra los discos de vinilo. Anda y desanda el pasillo aturdida. Decide no ir a trabajar. Ovillada sobre las baldosas enciende un pitillo. Lo había dejado. Su lengua lametea los rosados queloides de sus muñecas. Le alivia. Repara en el álbum de fotos del verano: ella paseando. Ella tomando un helado. Ella riendo… Ella sola. La angustia se hace densa en su cuello. Marca el teléfono de su madre. Le dice que Roberto se ha ido y que alguien lo ha borrado de todas sus fotografías.

Al otro lado, una mujer cubre su boca y llora. Han regresado.

28. EL VECINO DE AL LADO (Salvador Esteve)

Me llamo Aníbal.  Ángel es mi hermano siamés, dos cabezas, dos cerebros, pero un mismo cuerpo y una vida; la suya.  Ángel es de rostro bello, refinado e inteligente, yo tengo el rostro desfigurado, monstruosamente desfigurado, de lejos parecemos un gallardo bucanero con un loro al hombro.

Abandoné los estudios, pero no me libré de acudir a clases, ya que mi hermano acabó sacándose el título de Bellas Artes.  Recientemente, se ha casado con una preciosa rubia.  La convivencia es complicada, sobre todo cuando hacen el amor; para mí es solo sexo.

Por la mañana, al mirarnos al espejo, la parte de mi hermano refleja determinación y seguridad, mi parte la he pintado de negro, como mi existencia.  Solo la imaginación me convierte en protagonista de otras vidas deseadas.

Desde hace unos días, Ángel vierte una pequeña cantidad de veneno en mi comida cuando me cree distraído.  No me importa, pronto dejaré de ver esa sonrisa exultante e insultante, anhelo que mi alma se separe y volar por fin libre.

Supongo que la única preocupación de mi hermano es cómo le extirparán al monstruo una vez fiambre, aunque se le ha escapado un pequeño detalle: compartimos estómago.

27. NUEVO BARRIO (Ginette Gilart)

Germán ya lleva un tiempo viviendo en esta ciudad y no se acostumbra; encuentra los habitantes del lugar un tanto peculiares.
Su tortura comienza pronto por la mañana cuando sale para ir al colegio; al bajar las escaleras se tropieza con la vecina del cuarto, un horror de mujer. Luego en el autobús escolar se sienta en el fondo, se pone los cascos del iPod y cierra los ojos para no ver a los viajeros.
En la clase es un suplicio; todos los alumnos le miran raro. La profesora de ciencias intenta ser simpática y a veces se acerca a él, lo cual le aterroriza pues despide un olor tan desagradable que le repugna.
Por fin se acaban las clases y regresa a su casa, su refugio.
Cuando llega en el portal, otro obstáculo, la portera; no puede haber ser más feo. Ella sin darse cuenta de la repulsión que provoca le tiende un sobre:
—El cartero ha dejado esta carta para vosotros, pone Familia Monster.

26. Cautivos

Mucho me temo que vienen a rescatarme. Oigo, cada vez más intenso, el rumor de los cascos de sus cabalgaduras, el sol se refleja en las cimeras de los yelmos y, sobre la polvareda cenicienta, se agitan los pendones blanquiazules. No lo conseguirán. Aunque sus lanzas atraviesen mis escamas, aunque cieguen con piedras la boca de mi gruta, aunque me aten y exhiban como a un monstruo de feria: podrán arrebatarme a mi princesa, mas yo seré por siempre prisionero de sus tímidos ojos de avellana.

25. ¡Monstruo!

Rafa se movía de un lado a otro de la cama con la frente repleta de sudor. Eran las cuatro de la madrugada,cuando entre pesadillas se le escapó un grito de auxilio.Su madre acudió preocupada y quiso saber qué le ocurría. Carraspeando, le contó que tenía miedo de los monstruos que dormían bajo su cama y le visitaban en sueños. Su madre lo tranquilizó diciéndole que los verdaderos monstruos visten con traje y corbata y no se llevan a los niños sino a sus ilusiones y, por supuesto, no viven debajo de la cama sino en los bancos. El chico se mostró aun más atemorizado pero su madre le dijo que esos hombres eran solo marionetas del verdadero monstruo, el dinero.

24. PERROS MONSTRUOSOS

Perros monstruosos corren por las laderas que quedan a ambos lados de la casa de Marta. Mira por la ventana cómo se acercan. Empieza entonces a recoger sus fotografías y escritos. Sus padres están guardando las joyas y el dinero. Entonces encuentra un viejo relato sobre un asesino que entierra a sus víctimas en huecos de las aceras. Él trabaja reparando líneas subterráneas de teléfono y con el uniforme y la excusa de la noche hace los cortes en los adoquines y las hendiduras en el cemento. Luego saca los cuerpos de su furgoneta y vuelve a verter nuevo cemento y a colocar adoquines recién comprados y no deja rastro. Al final del relato él acaba muriendo asfixiado en uno de sus propios agujeros junto al cadáver de la mujer más hermosa que ha conocido. Marta sonríe y sigue buscando relatos mientras los perros devoran ya su comida.

23. LA FOTOGRAFÍA (Paloma Casado)

En la instantánea, el monstruo cubre su cara con un pasamontañas. No esconde su deformidad, sino los rasgos armónicos de su belleza. Sin embargo, si te acercas lo suficiente, podrás distinguir la fiera agazapada detrás de sus ojos negros.

Está de pie, con las piernas abiertas y una daga en su mano derecha, desafiante. El escenario es desértico y amarillo bajo un sol que carga sobre las espaldas.

Delante de él,  un hombre arrodillado mira hacia la cámara con las pupilas dilatadas.

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