Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SERENDIPIA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en SERENDIPIA

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LA SERENDIPIA. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE NOVIEMBRE

Relatos

26. Cautivos

Mucho me temo que vienen a rescatarme. Oigo, cada vez más intenso, el rumor de los cascos de sus cabalgaduras, el sol se refleja en las cimeras de los yelmos y, sobre la polvareda cenicienta, se agitan los pendones blanquiazules. No lo conseguirán. Aunque sus lanzas atraviesen mis escamas, aunque cieguen con piedras la boca de mi gruta, aunque me aten y exhiban como a un monstruo de feria: podrán arrebatarme a mi princesa, mas yo seré por siempre prisionero de sus tímidos ojos de avellana.

25. ¡Monstruo!

Rafa se movía de un lado a otro de la cama con la frente repleta de sudor. Eran las cuatro de la madrugada,cuando entre pesadillas se le escapó un grito de auxilio.Su madre acudió preocupada y quiso saber qué le ocurría. Carraspeando, le contó que tenía miedo de los monstruos que dormían bajo su cama y le visitaban en sueños. Su madre lo tranquilizó diciéndole que los verdaderos monstruos visten con traje y corbata y no se llevan a los niños sino a sus ilusiones y, por supuesto, no viven debajo de la cama sino en los bancos. El chico se mostró aun más atemorizado pero su madre le dijo que esos hombres eran solo marionetas del verdadero monstruo, el dinero.

24. PERROS MONSTRUOSOS

Perros monstruosos corren por las laderas que quedan a ambos lados de la casa de Marta. Mira por la ventana cómo se acercan. Empieza entonces a recoger sus fotografías y escritos. Sus padres están guardando las joyas y el dinero. Entonces encuentra un viejo relato sobre un asesino que entierra a sus víctimas en huecos de las aceras. Él trabaja reparando líneas subterráneas de teléfono y con el uniforme y la excusa de la noche hace los cortes en los adoquines y las hendiduras en el cemento. Luego saca los cuerpos de su furgoneta y vuelve a verter nuevo cemento y a colocar adoquines recién comprados y no deja rastro. Al final del relato él acaba muriendo asfixiado en uno de sus propios agujeros junto al cadáver de la mujer más hermosa que ha conocido. Marta sonríe y sigue buscando relatos mientras los perros devoran ya su comida.

23. LA FOTOGRAFÍA (Paloma Casado)

En la instantánea, el monstruo cubre su cara con un pasamontañas. No esconde su deformidad, sino los rasgos armónicos de su belleza. Sin embargo, si te acercas lo suficiente, podrás distinguir la fiera agazapada detrás de sus ojos negros.

Está de pie, con las piernas abiertas y una daga en su mano derecha, desafiante. El escenario es desértico y amarillo bajo un sol que carga sobre las espaldas.

Delante de él,  un hombre arrodillado mira hacia la cámara con las pupilas dilatadas.

22. La propuesta

Había una vez una tetera silbando notas agudas de ebullición. Incipientes bucles de vapor dibujaron los primeros trazos de recuerdos con olor a jazmín. La ventana abierta parecía una veleta cuando el viento la golpeaba. El vaho formaba una niebla espesa que escalaba, como raíces, los tejados y las paredes. Los trastes de la cocina aspiraban los vapores mientras bebían de un sorbo la nostalgia. Un hombre estaba sentado frente a una taza, mientras elaboraba bocetos con trazos de soledad. Imaginó un pincel y empezó a iluminar la superficie de las paredes. Dibujó a una mujer con trenzas largas y negras. Pinto un balcón para mirar la noche eterna incendiada con farolas, con su perfecta mezcla de luces y oscuridades. No podían faltar un mago, un sombrero y un conejo llevando una sortija. En un platón estaban las galletas hechas con el susurro de las confidencias. Entonces la mujer, imaginaria, enrojeció con la propuesta. El hombre jugaba con la mirada. No se atrevía a verla. Contenía la respiración dentro de las paredes de sus sueños. Ella tomó sus manos sudorosas y se desvaneció en el viento helado. Al verse al espejo su monstruoso aspecto lo regresó de vuelta a la realidad.

21. EL CUERPO DE LOS ESPEJOS (Mª Belén Mateos )

Sara despertó de un sueño, tras muchos años de soñarlo.

Su piel se tornaba blanquecina y blanda. Una capa de suntuosa grasa aumentaba el centro de su cuerpo, proporcionándole un colchón alrededor de sus desgastados órganos. Y a medida que esta aumentaba iba perdiendo células, minerales y agua.

Comenzaba a disipar centímetros de vertical que se mudaban a la horizontalidad de su cuerpo.

Su desequilibrio le daba muestras de la inestabilidad de su vida y en cada caída se levantaba y seguía en su somnolencia.

Su espalda encorvada era un problema. Iba de la cabeza a los pies buscando acomodo en la soledad presente en la que se encontraba.

Se desperezó, meditó unos minutos para serenarse y se levantó.

Sacudió las sábanas que adornaban los espejos y volvió a la realidad de su cuerpo. Quizás la escarcha de la edad la estaba convirtiendo en un monstruo, pero como heroína del ciclo de la vida, se enfrentaba cada día a esos sueños y los vencía tras su reflejo.

Se preparó un desayuno bajo en grasa y prendió, tras un suspiro, un cigarrillo de tregua con el tiempo.

20. Sin una inspiración monstruosa

Sabía que alguna vez me tenía que pasar y parece que ha llegado esa vez, llevo días intentando escribir pero la inspiración no me acaba de llegar en forma de originales ideas para poder relatar en esta monstruosa propuesta.

La imaginación me trae vampiros, ¿pero para que escribir sobre ellos? sí ya está él, grande donde los haya, el terrorífico «Drácula». Cambio de idea y pienso en hombres lobos e irremediablemente a la cabeza me vienen ellos, los personajes de la incombustible saga «Crépusculo». Decido escribir sobre lo monstruoso que a veces puede llegar a ser el poder, y sin querer se me presenta la figura de «Lady Macbeth».

Tiburones, ogros, fantasmas, seres de otros mundos y un sin fin de monstruos ya novelados me aconsejan que por esta ocasión guarde mi pluma y mis folios en blanco para esperar a que la inspiración me llegue en bicicleta.

19. Descubriendo América (Jesús Redondo)

A aquel fraile, natural del noble pueblo de  Logrosán, se le helaron las rogativas al tiempo que un tremendo  reflejo cremastérico le puso al borde de una criptorquidia.

Un inmenso plenilunio en nadir, proyectaba unas grotescas sombras bamboleantes que surgían del mar. Crujidos, como de bisagras herrumbrosas, acompañaban a aquella fantasmagórica “santa campaña”. Al freire se le antojaban criaturas infernales, como púlpitos andantes blandiendo látigos a diestra y siniestra.

No sin tropiezos, más fruto de pánico que de impericia, se llegó a alertar a sus compañeros, conminándoles a protegerse de aquellos diablos. Paralizados, se apelotonaron  en el fondo de la oquedad que los aselaba.

El capitán obligado por la pérdida de una de las naves los había dejado allí, en aquella soledad pelada por vientos y tormentas de la inhóspita costa de la Patagonia, con la promesa de regresar cuanto antes a por ellos.

Al cabo de dos meses la nave de rescate solo encontró los famélicos cadáveres de sus compañeros, acurrucados en el fondo de aquel refugio.

De mañana, el guetaiarra  padre Arguiñano, ofreció  a sus compañeros un desayuno muy marinero.  Las sabrosas y rojizas “perlas” estaban cocinadas en el cabezón de un changurro de medio metro de diámetro.

18. TEMOR EN EL BOSQUE

Habíamos vuelto a cambiar nuestra residencia y aunque yo aún no entendía el motivo, observaba que tanto mis padres como los nuevos vecinos, tenían un halo de preocupación que trataban de disimular cuando se encontraban ante los niños.

Intrigado por aquel temor que como bruma, envolvía todo el ambiente, le pregunté a mi madre por aquello de los monstruos que le había oído en una sigilosa conversación con mi padre.

Con rostro de resignación y sin saber cómo empezar, me contó que últimamente estábamos perseguidos por unos seres malignos, de aspecto similar al nuestro, pero cuatro o cinco veces más grandes que nosotros, más feos que nuestra especie y que emitían fuertes sonidos guturales y extraños.

Nuestra nueva residencia estaba en pleno bosque y alejada de la ciudad, pero se temía por la visita de estos monstruos, que  generalmente cada siete días y  en grupos de individuos, se acercaban a nuestras viviendas y con gran estruendo de voces y armados de palos destrozaban cuanto veían a su paso y si lograban capturar a uno de nosotros, la algarabía crecía, se lo llevaban y jamás se volvería a saber de él.

Los monstruos nos llaman gnomos, nosotros les llamamos humanos.

 

IsidroMoreno

17. Ángel de la Guarda (Juan Antonio Vázquez)

El tipo se apostó en la barra con cara de pocos amigos. Cantaba como una mosca en un vaso de leche: gabán largo, sombrero incrustado hasta el entrecejo y una escopeta en la mano. El camarero se le acercó con la excusa de pasar el trapo.

—¿Qué va a ser?

Aprovechó para mirarlo de arriba abajo. Debía medir, por lo menos, metro noventa.

—Morid o marchaos –contestó.

A sus palabras la cantina calló de golpe. Se fueron levantando uno por uno, muy despacio, hasta que el corro de infames criaturas lo rodeó esgrimiendo las mejores galas del bestiario: miradas denostadas, hercúleos brazos, zarpas ensangrentadas y dientes afilados.

El primer disparo es el único que has de elucubrar, porque empuja al siguiente y anticipa el final. El cazador de monstruos amartilló el arma y disparó al techo. Sumido en la oscuridad que emanó de la bombilla quebrada se sucedieron gritos, fogonazos y lamentos.

Minutos más tarde, el hombre salía del armario. Arrastraba una cuerda, y del otro extremo, como si se tratara de un petate, los cuerpos sin vida de todos ellos.

Se acercó a la cama, le dio un beso al pequeño, y le aseguró sonriente que tendría felices sueños.

16. Preparativos

Puntilloso, retiró las cortinas azules del dormitorio, sustituyéndolas por otras confeccionadas con lino rosa. Retornó al fondo de la caja de cartón el avión teledirigido plateado y la colección de coches metálicos, ocupando el lugar disponible en la estantería con una casa de muñecas y el osito de peluche parlanchín. Arrancó el póster del equipo campeón de liga, y sobre las señales profundas, dejadas por el fixo en la pared de la habitación infantil, pegó la foto de una jovencísima cantante de moda.

Con una sonrisa despuntando desde sus labios, desinfectó y perfumó a fondo, escrupuloso. Antes de asomarse apresurado por la ventana, sospechando que hacía el día perfecto para salir en busca de una niña.

 

 

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