Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SERENDIPIA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en SERENDIPIA

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LA SERENDIPIA. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE NOVIEMBRE

Relatos

14. Día de la madre Virtudes Torres

 

La vieron acercarse con las tijeras en la mano. Al principio creyeron que era otra de sus atenciones de estética que tanto les gustaba. Después, los gritos de sus hermanas, primas o amigas les llegaron claros y supieron que, esta vez, no iba a cortarles las puntas.

Hasta ayer las había cuidado con esmero, les decía cosas bonitas, las alimentaba, les regalaba cócteles vitaminados, les ponía música y hasta cantaba para ellas.

Hoy, hoy  parecía otra. ¿Qué le había pasado a esa mujer, ayer tan dulce, tan atenta?

Aunque sacaron su genio y le arrebataron alguna gota de sangre, una tras otra, fueron víctimas de su mano ejecutora.

Después, casi exangüe, fueron introducidas en un líquido. Eso las reanimó, se vieron hasta más bonitas que antes.

Fueron colocadas junto a la ventana, al lado de la foto de una anciana.

La mujer las acarició y ellas, exhalaron suspiros de emoción.

13. La maleta de la señora Tillmore

— Todavía no están preparados—ha dicho la señora Tillmore bajando la tapa y echando el cierre.

Y eso que fue tajante en ese sentido, advirtiendo a los empleados de la empresa de mudanzas:

— Bajo ningún concepto, repito, bajo ningún concepto debéis abrir esta maleta, y mucho menos mirar su contenido.

Pero eso aquí, en pleno corazón del condado de Kildare, y casi en cualquier lugar del mundo, es una provocación, una incitación, un órdago al niño desobediente que el ser humano lleva dentro.

Así que, ahora, la señora Tillmore arrastra pesadamente sus cadáveres por el suelo hacia la bañera, donde ha preparado una mezcla de hidróxido de potasio y agua que los hará desaparecer en unos días. Y, como en otras ocasiones, tiene que darse discretamente a la fuga.

Pero la suerte, esta vez, no la ha acompañado. Ha acabado con el cuello partido al caer escaleras abajo. A pocos centímetros ha quedado su maleta, semiabierta tras el accidente.

Abstraído por el delicado haz de luz que entra desde el exterior me debato entre intentar escapar y esconderme o esperar a que alguien me encuentre.

“Todavía no están preparados”, decía la señora Tillmore.

12. EL VIOLADOR DEL PICO (Edita N.T.)

Andan diciendo las malas lenguas que en el Pico Sacro, desde hace unos meses, habita un mal bicho, un monstruo que roba muchachas jóvenes en los alrededores de las discotecas de la zona. Después de abusar de ellas en una cueva de dicho monte, por lo visto, las deja abandonadas en cualquier lugar. ¡No hay cosa que más me reviente que las habladurías! Sí, es cierto que las llevo a la entrada de una gruta porque allí tengo resguardado todo el material necesario; también para que puedan gritar a gusto sin tener que amordazarlas. Pero no las fuerzo, no les hago daño alguno, si hasta uso guantes de quirófano y todo… Tampoco es verdad que las deje tiradas por ahí; buen trabajo me da acercarlas lo más posible a sus casas, arriesgándome en exceso. Porque la gente es muy mal pensada; si me descubrieran, no entenderían mis explicaciones. Yo soy un hombre serio, sólo me mueve un interés estrictamente profesional: debo preservar mi dilatada fama de cirujano destacado. Por eso necesito con urgencia un himen intacto, para un trasplante. Tan pronto como lo consiga, se acabó la historia.

10. Un día menos (Ángel Saiz Mora)

Aún no ha vuelto. Incapaz de conciliar el sueño, le esperará en ese hábitat caótico que es su cuarto, a sabiendas de que si la encuentra allí recibirá su rechazo. Toma asiento sobre el desordenado lecho, antes retira diversas prendas amontonadas, aparte de una pantalla estrecha, ventana a un mundo que ella no comprende, como tampoco a los sujetos melenudos, vagamente humanos, que pueblan las paredes. Le sobrevienen recuerdos de haberlo tenido en el vientre, de los primeros pasos de un ser adorable, tan opuesto a ese pequeño monstruo que la trata con incomprensible desdén.

Repite como un mantra que es una etapa inevitable. Rememora el día de su Primera Comunión, frente a ese rostro actual cuajado de acné y alfileres. Está a punto de echarse a llorar cuando aparece por la puerta. Esta vez no llueven insultos, aunque sí recibe su mirada de desagrado, a través de unos ojos enrojecidos que pronto la ignoran. Al poco, ya duerme profundamente. Aprovecha que no puede verla para cubrirle con la sábana. Ha leído que estos años rebeldes se terminan, que probablemente ambos recuperarán entonces una vía hacia el afecto. Sonríe, piensa que le queda un día menos.

 

9. BABEL III (Bestiario)

Ahí yacía Porfirio Iglesias, clavado en una mesa.

Cuando la Guardia Civil lo encontró estaba agonizante. Arrestaron inmediatamente a una artista que lo dibujaba con la indiferencia y la precisión decimonónica de un botánico, y a dos individuos que discutían complejidades taxonómicas.

Esto ocurrió hace un par de años, en los momentos más duros de la crisis económica. Sin embargo en el Gabinete nos sobraba el trabajo y tuvimos que subcontratar a una pequeña empresa para sacar adelante el encargo de actualizar el Catálogo de Monstruos Modernos.

Revisaron las ediciones anteriores, recopilaron artículos en revistas y ponencias en congresos, contrastaron y actualizaron información, corrigieron taxones y desarrollaron árboles filogenéticos…  Además se realizó una encuesta que completaron reconocidos doctores de siete universidades.

Y cuando parecía todo acabado nos aseguraron que habían localizado un nuevo sujeto que debían incorporar al catálogo y que necesitaban una semana más.

El tiempo pasaba y es que los especialistas no se ponían de acuerdo sobre cómo nombrar al espécimen. Nos llegaban correos, que sin dar más explicaciones, reclamaban vehementemente nuestra mediación en el conflicto.

Fue el cabo Almendros quién zanjó la cuestión cuando recogió la filiación de la víctima. Escribió en el impreso: Consejero Delegado.

7. Simposio anual de las criaturas únicas

El pabellón añil alberga a los invitados. Decenas de lacayos escrutan ademanes y mohines en busca de sus deseos agazapados. Doblegados, sin voluntad propia, colman los caprichos de la exquisita grey. Así, el sirviente del cíclope recolecta sin pausa las lágrimas de cristal que desprende el ojo del gigante. Una ondina humedece a intervalos, con agua salina, las escamas del tritón de dos colas, rescatado de una almadraba en el mar de los Sargazos. El amolador de navajas afila el asta despuntada del último unicornio conocido. Los siervos afanosos detienen por unos momentos su labor de filigranas. Dejan paso a la concertista, que se adentra vestida de nácar en la bóveda de los instrumentos de cuerda. Detrás, sosteniendo la larga cauda del vestido de coral de arrecife, camina una esclava que la escolta hasta la silla ambarina. Una vez sentada, la doncella, con movimientos rápidos pero certeros le hará la manicura, con urgencia, de una uña malograda. La clepsidra indica entonces el instante esperado. La pianista, frente al clavicordio, posará sus palmas hexadáctiles en el teclado y ofrecerá con brillantez prodigiosa, el Concierto malabar para tres manos y un meñique.

 

6. FREAK SHOW (Sergi Cambrils)

Al caerse mis dientes de leche los nuevos que se formaron fueron todo muelas. Ni incisivos ni caninos ni premolares. Se configuró una dentadura descomunal de treinta y dos anchas coronas que molían y machacaban cualquier cosa. A la hora de comer me llamaban “la apisonadora” porque ni cortaba ni desgarraba, solo trituraba alimentos. Era un monstruo con sonrisa de caballo, la atracción de feria de todos y el motivo por el que llenaban su boca de improperios para provocar mi llanto. Arrinconado en una esquina e incapaz de contenerme, conseguían hacerme llorar desconsoladamente, y descubrían fascinados el verdadero espectáculo que suponía presenciar como brotaban lágrimas de gelatina de mi único ojo.

5. La estocada (Susana Revuelta)

Por fin parpadeas, Sabeliña. ¿Esto es una lágrima? No, no llores, tontina, pero sobre todo no trates de hablar: con tanto tubo que te metieron por la boca y la nariz podrías lastimarte. Y deja de dar manotazos al aire, ¿qué andas buscando, el timbre de la enfermera? Lo enrollé en el gotero; hasta dentro de una hora no pasará el doctor. ¿Sabes que estás muy guapa con la cabeza vendada? Solo recordarte hace un mes, tendida en la cocina con los sesos desparramados por el suelo… ¡Qué sustos me das, malvada! Con lo dura de mollera que eres, me pasmó la facilidad con que reventó el cráneo al estrellarse contra las baldosas. Nunca quisiste entender que una mujer decente no puede ir por ahí insinuándose; claro, así luego el panadero te metía un bollito de regalo en la bolsa cada vez que ibas a comprar el pan, ¿o te crees que no me daba cuenta? Es eso, piensas que soy tonto, ¿verdad? Pues entérate: en el cuartelillo los guardias se tragaron mi patraña del ladrón. ¿Qué intentas ahora, infeliz? ¿Gritar? Mira, ayer estuve afilando el cuchillo jamonero; corta bien, ¿eh? Mala pécora, ya tuviste que estropearlo todo otra vez.

3. PLATILLO VOLANTE (Eduardo Iáñez)

Ni en la peor de sus pesadillas habría podido soñar con una criatura así. Una serie de placas translúcidas le recubrían a la perfección el cuerpo cerúleo y mórbido, encorvado hasta límites imposibles a causa del volumen de la cabeza, que ocupaba un buen tercio de su altura. Soldada al tórax y directamente encajada sobre el abdomen, destacaban en ella dos pares de antenas, uno a modo de largos flagelos y el otro como embocadura hacia unos dientes diminutos; y dos ojos desproporcionados y oscuros, sin vida, que casi se salían de sus órbitas y colgaban de sendos hilachos. Completaban el horror dos filas de patas innúmeras, cuyas coyunturas les permitían retorcerse sobre sí mismas en círculos dantescos. Cuando constató entre náuseas que el monstruo venía acompañado de un auténtico enjambre de seres idénticos, estuvo a punto de gritar. Justo en ese momento, su padre acudió en su ayuda: “Niño, no las mires tanto y prueba las gambas. Verás qué ricas.”

2. NINFA

Arrebujados, las sábanas de seda nos envolvían, como un capullo a las crisálidas, mientras copulábamos sin descanso.

Como si no hubiera un mañana, nuestras estructuras exoesqueléticas se acoplaban produciendo un ruido armónico y una secreción filante salía de mi tubo excretor.

Mi cuerpo, cada vez más marchito, se acoplaba al suyo, intentando con mis cada vez más exangües intumescencias de los cuerpos cavernosos y esponjosos, mantenerla cerca de mí. La noche pasaba rápida y yo notaba que ella estaba cada vez más rígida, su oviscapto más cerrado y sus órganos estridulatorios comenzaban a vibrar una queja continua y amarga.

Su cutícula, suave hacía un rato, se escamaba y la queratinización provocada, erosionaba la mía, produciéndome una histólisis con descomposición corporal, que pasó de imago a pupa.

Mientras mi ciclo circadiano estaba tocando a su fin y me estaba convirtiendo en un monstruo, empezó ella a agitarse y yo, que me agarraba como podía, tenía miedo de perderla, se contorsionaba, hasta que un crujido bestial me dejó aturdido y se produjo la exuvia, me empujó hacia el suelo, se liberó de los restos, se sentó en el borde y extendió sus alas y sin mirar atrás salió de la habitación.

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