Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

53. Mar de polvo cósmico.(Mª Asunción Buendía)

Cuaderno de bitácora, fecha estelar 2014-10-14.

Después de atravesar un mar de polvo cósmico, la nave Enterprise de la Flota Estelar de la Federación Unida de Planetas avanza hacia una masa indeterminada envuelta en una nebulosa azulada.

El capitán contempla la imagen tras la cristalera del puente de mando.

— ¿Qué cree que habrá detrás de esa neblina azul, capitán Kirk?

— ¿Quién puede saberlo? esperemos a que vuelva la patrulla de reconocimiento.

— ¿Es cierto que nuestros mapas no muestran nada en este cuadrante espacial?

— Veo que mi tripulación no pierde el tiempo. Es cierto, nada debería haber entorpecido nuestro navegar en estas coordenadas.

Una alarma de sonido estridente interrumpe la conversación. Los tripulantes de la nave que acababa de regresar hacen su entrada de modo atropellado.

— Capitán, capitán— el hombre que habla cae pesadamente a los pies de su superior.

— ¿Pero qué es esto? Doctor McCoy, es una suerte que se encuentre aquí, díganos ¿qué le ocurre al ingeniero Scotty?

Todos quedan quietos, como suspendidos en el tiempo.

— Toma válida, muy bien chicos, lo dejamos aquí. Gracias a todos. Mañana a la misma hora. Y mucho cuidado con los trajes, son una reliquia de museo. Señor Spock, a ver esas orejas…

52. THE MIKE DOUGLAS SHOW

El paso de treinta años podría haber diluido sus recuerdos como gotas salpicando la ventana de una casita a la orilla del mar. Agua dulce bañada en sal, olas batiéndose en retirada con regusto a lluvia recién caída.  Tenía catorce años cuando visitó la isla de Nantucket, Massachussets, aquel verano de 1942.

Pero los escritores carecen de pudor, y los recuerdos se transforman en historias que los desnudan frente al mundo. En 1971, el éxito de la película había multiplicado por mil su exhibicionismo.

Después de haber recibido cientos de cartas de admiradoras que aseguraban ser Dorothy, la mujer que lo convirtió en adulto, reconoció la letra de su primer amor. Ella le confesó haber sufrido remordimientos por aquel acto irresponsable, plagado de dolor y generosidad a partes iguales. También le mostró su alegría por saber que él estaba bien…

Iba a reencontrarse con ella. Ante las cámaras de televisión. Millones de personas asistirían, desde sus sofás, al desenlace. Cuando solo faltaban cinco minutos para el comienzo del programa, Mike Douglas le dio la noticia: Dorothy no aparecería. Herman Raucher, dentro de su perplejidad, por fin lo entendió.

A ella nunca le gustó mostrar su desnudez.

51. USURPACIÓN CONVENIDA

Ya no es el cine Jerusalén, pero sus paredes siguen ahí para que al posar la mano  pueda apreciar la magia que suspendida en el interior me devuelve a Karen en todo su esplendor.

No siempre fue así, porque al principio afloraba sobre todo él, sus angustias, sus ásperos recuerdos y su desesperada solicitud de auxilio. Pero poco a poco ella fue apoderándose exponencialmente de mi.

Hubo un tiempo de percepción de culpa mientras iba anulándolo y ocupando su lugar, pero llegué a un punto de sosiego cuando me di cuenta de que le estaba proporcionando lo que él más deseaba: desvanecerse.

Así pues, acabé por protagonizar con ella esa escena tan turbadora. Pero, a diferencia del finado Johnny, yo puedo olerla, oírla y verla mientras mis brazos y piernas se estremecen ante un regalo tan íntimo y desinteresado.

 

50. Made in Spain Virtudes Torres (Servitud)

 

−¡¡Señorita!! -dice Gracita con voz de pito- ¡Señorita!

−¡Chis! Por Dios, no chille tanto, ¿no ve que están todos durmiendo?

−Es que en el salón tie usté visita.

−Bien y ¿quién es?

−La tía y la prima del señorito.

−¿La tía de Carlos y la prima Angélica?

−Las mismas ¿les digo que pasen o les pongo un piscolabis p´a entretenerlas?

−Pues ahora que lo dices… mejor llévatelas a la terraza, mientras aviso al señorito.

La visita entrando –Tristana, hija c´alegría. Verás es que hemos venido de papeleo a la capital y hemos dicho: vamos a visitar a los primos que se van a poner mu contentos. Y de paso pos comemos con ellos.

−Cuanto lo siento, me esperan en el club y Carlos come siempre fuera.

−No te preocupes, tu criada nos prepara cualquier cosilla. Anda veste tranquila.

−Lo siento muchísimo, pero Gracita tiene el día libre. Tendréis que apañaros en un bar (empujándolas a la calle) Adiós queridas.

−¿Como  c´adiós? Mira la finolis, ¿Qué esconderá en la trastienda?

Tristana, para sí (ahora entiendo la frase “ese oscuro objeto del deseo”. Como me gustaría tener la escopeta nacional y liquidar a este par de cuervos gorrones)

 

49. (SOBRE)VIVIENDO. Carles Quílez

Gladys se encargaba de repartir los postres en el pabellón de los parapléjicos. Aquel sábado, en lugar de gelatina, a Juan le sirvió un pedazo de tarta con una velita encendida.

– Felisidades, mi sielo – le dijo, con voz de mermelada–. Pide un deseo.

Él cerró los ojos y apagó la llama de un soplo.

La camarera agachó la cabeza y le susurró al oído: “Consedido”; y durante un segundo imposible, el hombre creyó sentir un cosquilleo en su espalda.

Después de cenar, las enfermeras condujeron a los residentes a sus habitaciones, pero nadie vino a por Juan, que quedó solo.

De repente, las luces se apagaron y, al cabo, se encendió un foco. En el centro del salón estaba Gladys, que había cambiado su uniforme por un vestido ajustado. Con una sonrisa en los labios y un radiocasete en las manos fue hacia Juan. Dejó el aparato sobre la mesa, lo puso en marcha y las notas de ‘Staying alive’ llenaron el salón.

La mujer cogió las empuñaduras de la silla de ruedas y la hizo girar al son de la canción.

Juan vio cumplido su deseo. Sus ojos ardieron una vez más con la fiebre del baile.

48. Poseidón

Sí, quiero.

Ella le pone el anillo y se miran por última vez.

Los invitados se levantan y aplauden entusiasmados el final del enlace. Ellos se dan la vuelta y agradecen la euforia con un beso que los inmortaliza en las diferentes retinas de los invitados. Sombreros y algún casco de otra galaxia se alzan al aire.  Suena una canción de baile cantada por tres hermanos australianos.

Marchan del salón de actos, seguidos por los invitados, mientras el Padre Karras mira a su monaguillo que ha vuelto a vomitar y a cortarse el rostro. La puerta se cierra y el silencio se apodera del salón.

En cubierta se celebra el baile y el banquete, con una decoración de farolillos anaranjados y bombines negros, donde las parejas se mueven libremente. Una niña pelirroja cae al suelo. Un niño de fría mirada, el único que, tal vez, conozca el final de todo, la levanta. Un boxeador magullado explica su última victoria, escenificando su gran golpe final a una joven huérfana que su acompañante presenta como su hija y mujer.

Alíen y un tiburón blanco, junto a una gran ola gigante, los acechan en su camino a Europa, mientras Manhattan se aleja irremediablemente.

47. Jack el Destripador contra Drácula

Título original: Jack the Ripper versus Dracula

Año: 1977

Duración: 87 min.

País: España

Director: Jesús Franco (a.k.a. Jess Franco)

Guión: Jesús Franco, Manfred Gregor

Música: Jesús Franco, David Kühne

Fotografía: Robert Zinnermann

Reparto: Klaus Kinski (Conde Drácula), Paul Naschy (Jack el Destripador), Lina Romay (Mary Jane Kelly), Marianne Graf (Catherine Eddowes), Tania Busselier (Elizabeth Stride), John O´Hara (Inspector Abberline)

Género: Terror

Sinopsis: En su castillo de Transilvania, el conde Drácula lee la noticia de que se ha producido un nuevo asesinato en Whitechapel. ¿Qué terrible monstruo está cometiendo esos crímenes? El asesino destripa a sus víctimas y deja que se desangren. ¡Qué desperdicio! El conde Drácula decide viajar a Londres. Por su parte, la policía londinense también busca al Destripador. No sospecha que un asesino más despiadado está a punto de llegar a la ciudad…

46. Revuelo Calamanda Nevado

Llevaba mi hija detrás de que la escuchara. Camino del cine era buen momento. Se desahogó. La dificultad de los trabajos de clase le preocupa; no dije nada, íbamos con prisas para llegar puntuales al estreno de “El niño”.
En taquilla aparté dos entradas para mis hermanas, interesadas en verla.
–Quedamos con las titas para la sesión de las diez y cuarto, en sala seis-. Observó mi hija, varias veces, mientras daban las diez en el reloj, compraba palomitas, y caminábamos hacia la sala seis. Su puerta abierta nos permitió pasar.
– ¡Ha empezado ya!- Gritamos sorprendidas. Solo había luz en la pantalla. En ella, tres policías, uno mujer, discutían. Buscando cuatro asientos libres, levantamos a una pareja sentada cerca del pasillo; nos miraron como si desprendiéramos un hedor insoportable. Seguíamos pensativas la increíble persecución esperando el reparto. No llegaba. Era imposible cogerle el hilo a aquello. Inquietas enviábamos wasap a mis hermanas, advirtiéndoles que vinieran rápido porque era de enredo.
Desorientadas con los continuos arrestos, decidí preguntar cuándo había comenzado a la pareja cercana al pasillo, sentada a mi lado. Entonces nos sorprendieron sus risotadas histéricas, mis hermanas con sus explicaciones sobre la sesión siguiente, y la palabra Fin.

45. EXPRESO DE MEDIANOCHE (Mariángeles Abelli Bonardi)

Justo cuando salía de casa, Alguien voló sobre el nido del cuco. Sin tiempo de preguntarme quién sería, me apuré a cruzar Manhattan  para tomar el tren.

Entré al vagón; unos Perros de paja, que no llevaban correa, le ladraban furiosamente a una Naranja mecánica. Un tal Jovencito Frankenstein insistía en darle cuerda hasta que, de un Arrebato, El padrino se la quitó.

—Ni se te ocurra llorar — le dijo, con El discreto encanto de la burguesía, y acto seguido no tuvo el menor empacho en contarme que había burlado a la Muerte en Venecia y que apenas pusiera un pie en Chinatown, pensaba abrir un restaurante. La rodilla de Clara (Ese oscuro objeto del deseo) se clavó en su pierna:

—Ni lo pienses; — le advirtióprometiste llevarme a bailar El último tango en París.

Él hizo una mueca pero no la contradijo; Todo lo que quiso saber sobre sexo y no se atrevió a preguntar, Clara se lo había enseñado, y por eso vivía para complacerla (“Los encuentros cercanos del tercer tipo bien lo ameritan”, me confió, sin que ella lo oyera).

44. SOLDADO DE ASALTO IMPERIAL (Eider Inchausti)

Se puso las mayas negras ajustadas, la camiseta de cuello alto y comenzó a pegar cada una de las piezas de plástico blanco a las tiras de velcro que le había cosido Ana con tanto amor. Lo bueno de tener un personaje como este era que no tenía que pasar horas en el set de maquillaje, lo malo que nadie le reconocía con aquella máscara por lo que nunca le habían pedido ningún autógrafo.  Una de las tiras de velcro del brazo izquierdo se estaba despegando qué pena no tener a Ana con su amor. Cuando colocó las placas del abdomen pensó que no conseguían tapar la barriga pero descarto ese pensamiento negativo y se colgó del hombro el rifle láser DLT-20A. Era la pieza por la que más había pagado en la subasta y también la que hizo que Ana se decidiese a dejar a su soldado de las galaxias.

Salió a la calle con paso lento y firme. Poco a poco llegó a su puesto. Posición de ataque y rostro desafiante aunque con la máscara no se pudiese apreciar. Decidió que hoy el movimiento tras la moneda sería una ráfaga de disparos.

43. El sueño del taxista (Blanca Oteiza)

Como Travis deambulo cada noche paseando mi insomnio por las calles. Imagino una vida mejor, pero el momento del cambio no sube a mi taxi. Sueño con ser una heroína, salvar de las garras de un animal a una niña indefensa. Sueño con ser popular, salir en los canales de noticias y que mi rostro sea conocido cuando pasee por la ciudad. Pero como todo sueño se desvanece con las luces del día al aparcar mi trabajo en el garaje. En la soledad que me rodea busco sombras donde cobijarme sin más compañía que el aire que respiro.
Sus ojos se cruzan con los míos, mas ignora que por dentro ardo en deseos de conquistar su corazón. Soy un solitario justiciero que cada noche sale en busca de la fama. Quizás así, me gane su confianza y cariño.
Deprimido intuyo pueda hacer una locura y asustado busco consejo. Las noches se suceden monótonas hasta que se abre la puerta trasera y una voz infantil me dice que arranque. Sin tiempo para reaccionar se lanza sobre el parabrisas un loco gritando. Acelero y el delincuente queda tirado en la acera.
La policía llega. Soy un héroe, he salvado a la niña.

42. El regreso

A Charo le duelen los pies. Ya lleva tres pases sobre los tacones del uniforme de acomodadora. En la penumbra entre la puerta y las cortinas de terciopelo hace calor, así que las entreabre.  En la pantalla, el joven desnudo pasa a la cama desde su silla de ruedas mientras la chica lo mira. A Charo no le gustan las bélicas, pero en esta película las batallas se libran entre costurones del corazón y cuerpos hechos trizas.

―”¿Puedes sentirlo?”-  la chica acaricia la piel rubia.

―¿Puedes sentirlo?

El olor a tabaco rancio agrede la nariz de Charo justo antes de que el gerente le estruje los pechos. “¡No, otra vez no!”, ruega mientras intenta zafarse.

―”¿Puedes sentirme?”- susurra la chica.

―¿Puedes sentirme?

El gerente acorrala a Charo. Su aliento fétido embiste contra sus labios, la cornea con la lengua mientras se abre paso bajo su falda.

En la pantalla, el rostro de la chica revela lo que la cámara apenas muestra. Los espectadores laten al ritmo de la escena. Un gemido atruena la sala. Amor y placer, asco y humillación se acoplan en los oídos del público.

La película sigue. Y seguirá. Tres sesiones diarias.

(Relato fuera de concurso)

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