Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SERENDIPIA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en SERENDIPIA

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LA SERENDIPIA. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE NOVIEMBRE

Relatos

31. Mamá se equivoca

He soñado con esto desde que nací, o desde que era muy pequeño, o desde que se que existen barcos tan grandes o… Ya paro. Mamá dice que me pongo muy pesado.

Cuando embarcamos sentí mariposas en el estómago. Mamá dice que es por el movimiento del mar, pero se equivoca. Ella cree que siempre tiene razón, pero ahora se que no es así.

Todo comenzó en la puerta del camarote 115. Mamá gritaba porque no era el que había reservado, pero a mí no me importaba el tamaño, la cama, el armario… Nunca había visto una ventana redonda y pegué la nariz al cristal.

– Mira mamá, con el mar tan cerca seguro que veo alguna sirena.

Ella seguía en la puerta con los brazos en jarras mirando hacia el pasillo.

– Ya eres mayor para cuentos. Las sirenas no existen.

Por una vez, el tiempo me ha dado la razón. Estaba en la cama cuando todas las cosas del camarote se han caído hacia la ventana. Me he levantado de un salto y, al mirar fuera, la he visto. Aunque no me crea, se lo diré a mamá cuando vuelva del baile.

 

30. TEORÍA DEL ICEBERG

En el camarote 115 del Titanic se alojaba Hemingway. La tripulación fue informada de lo peculiar del tipo que ocupaba aquel compartimento. No es extraño que desde la cúpula directiva de la corporación se fijara, como prioridad máxima, complacerlo en cualquier demanda a fin de orientar una más que previsible reseña de su experiencia. Por ello, nadie cuestionó al Capitán cuando ordenó variar la ruta y dirigir el transatlántico a una zona conocida por la cantidad de icebergs que albergaba. El tipo de la 115 demandaba hielo en cantidades generosas y, desde la noche anterior, los congeladores estaban averiados.

 

29. La abuela

El impacto me arrojó al piso.

No podía entender que pasaba, abrí mis ojos, el ambiente me era desconocido, mi ropa  era de otra época, oí gritos, gente presurosa, desde algún lugar llegaba música de orquesta.

Me vestí como pude, la luz titilaba, a pesar de sentirme atontado traté de apurarme. La imagen en el espejo era extraña, me recordaba a una fotografía sepia que mi abuela había guardado por años,  desde aquella época que soñaba con partir a una nueva vida en América, él partió primero luego lo haría ella. Pero sólo recuerda el barco perdiéndose a lo lejos  tras la cortina de lágrimas.

Noté que el piso perdía su nivel y el agua filtraba por debajo de la puerta. Al abrirla alcance a ver el 115 grabado en la misma, el torrente me arrojo contra la pared; Perdí el sentido.  Al despertar en mi habitación, estaba en el piso con un golpe en la cabeza y desde un cuadro la abuela con una sonrisa me miraba con cariño.

27. CUANDO LA MUSA DE LA INSPIRACIÓN ABANDONÓ AL ESCRITOR

Me dijiste que trabajabas en el piso 115 de la Torre 1 del World Trade Center de Nueva York. Que te salvaste de milagro, gracias a que el 11 de septiembre celebrabas el cumpleaños de tu bisabuela Fermina en Madrid: cumplía noventa y siete años y era una superviviente del Titanic.

Aquello, me dijiste, te marcó para siempre. Ella te confesó que su camarote también era el 115. Murió ese 11 de septiembre, sujetando tus manos entre las suyas mientras contemplabais por televisión, atónitos, el derrumbamiento de las torres gemelas.

Pudo ser el inicio de una hermosa novela autobiográfica, de haber sido verdad. Pero descubrí tu impostura a tiempo: las torres gemelas solo alcanzaban 110 plantas, Fermina Oliva murió soltera y sin hijos, y tú ni siquiera has cruzado el Atlántico.

No soporto más tus mentiras, te comunico con esta carta que hemos roto. Devuélveme el retrato de mi tío Dorian y te prometo no revelar jamás cómo descubrí que “La Gioconda” es falsa, por más que te empeñes en afirmar que sabes dónde se encuentra la original.

26. Una triste historia de amor (Ginette Gilart)

Cada 15 de abril, Dorothy se acerca al cementerio de Southampton. Delante del memorial a los músicos de la orquesta del Titanic deposita unas flores y siempre deja un poema de amor. Es su particular peregrinaje por haber sobrevivido a la tragedia.
En el bote salvavidas número siete Dorothy no paraba de llorar, Theodore, el pianista, seguía tocando en la cubierta del buque mientras éste se partía en dos y se hundía irremediablemente.

25. La venganza de los muertos es implacable

La venganza de los muertos es implacable.

Todos los días, Carolina se pregunta el por qué, la fatídica noche del 14 de Abril, Andrés la siguió hasta el camarote de Charly, ya que, como en otras ocasiones, se había asegurado de que las pastillas hubieran hecho su efecto.

Hoy, dos meses después del hundimiento del Titanic, se han reunido para celebrar su doble suerte: salvaron sus vidas y gozaban de libertad.

Tras la cena suben a la habitación. En la oscuridad, Carolina se muestra intranquila, tiene la impresión de que no están solos.
Cuando Charly la abraza para calmarla, un escalofrío recorre su cuerpo al notar el roce de una mano helada. Incluso le parece volver a oír sus últimas palabras: ¿Por qué?
Da un grito.
Es una alucinación, dice él; sin embargo se va a repetir en cada encuentro.

Ella sabe que el cuerpo de su marido, con un puñal clavado en la espalda, quedó encerrado en el camarote 115, pero su espíritu sigue libre para atormentarlos de por vida.

23. Partida final

En el camarote 115 del Titánic tenía lugar una timba de poker en el momento en el que el iceberg arremetió contra el buque.
En la partida además de tres adinerados empresarios, uno británico, otro americano y un alemán, participaban un general austríaco, un marqués francés y un truhán de tercera clase, ávido de desplumar a cándidas palomas.
Al notar la arremetida del hielo contra el barco los jugadores intentaron dejar la partida para subir a cubierta.
Sin embargo, el pasajero de tercera, que iba ganando en ese momento una fortuna, se lo impidió.
Rápidamente y como por arte de magia, de sus bolsillos surgió un pistola, que se convirtió en la razón más convincente para obligarles a terminar la partida.
Cuando esta concluyó el barco se encontraba completamente escorado, el agua entraba con fuerza por las escaleras y camarotes, y ya no había ninguna barca salvavidas.
La partida había unido para siempre sus vidas.

21. Sueños emergentes (Javier Ximens)

En el 115 de la calle Titanic, en los muelles de Southampton, hay un pub decorado como un camarote del transatlántico. Nunca abre las puertas. Allí se reúnen cada 14 de abril, a partir de las veintitrés cuarenta, algunos de los espectros de los ahogados en el naufragio y conversan de sus vidas no vividas. Ninguno nombra la catástrofe. Hablan de América, de la calle de New York donde con el tiempo abrieron el comercio; del trabajo duro como leñadores en los bosques de White Mountain; del despacho de abogados en Philadelphia; del oficio de tramoyista en Broadway; de lo que el futuro les deparó y, en fin, de cómo se realizó su sueño americano.

En ocasiones la tristeza se agolpa en algún joven al que no lo esperó la novia o en el predicador que vio alejarse el bote salvavidas con su mujer y tres hijas y que nunca supo de ellas. A las dos y veinte de la madrugada, antes de que empiece a oírse la humedad, cuando el camarero solicita el desalojo del camarote, los náufragos se deslizan con indiferencia extraña hacia el puerto y se sumergen en el agua aprovechando la marea.

20. KARMA

Su vocación era ser director de cine. Empezó su carrera grabando las hojas cayendo de los árboles, el perro corriendo por el jardín, a su abuela roncando en el sofá. Con el tiempo fue ganando en técnica. Sus rodajes cada vez resultaban más elaborados y lucrativos: las damas del club de badminton duchándose después de un partido, Harry y William besándose detrás del escenario durante el concierto de fin de curso, Lady Mersey saludando muy cariñosa al cartero. Su principal admirador, quien más financiación aportaba a sus nuevos proyectos, era Sir Longhands, el Alcalde, protagonista indiscutible muy a su pesar de las grabaciones de los últimos meses.

En 1912 resolvió culminar su obra más osada, aquella que le daría la fama eterna. Hubo de capitalizar todos sus anteriores beneficios para convencer al concienzudo Capitán Smith de que, contraviniendo las indicaciones de las cartas de navegación y los partes meteorológicos, no desviase el rumbo. Lo consiguió argumentando insumergibilidad y una jubilación dorada en Isla Reunión. Con la cámara y varios rollos de película preparados, esperaba ansioso el momento del rodaje en el camarote 115, el primero en ser arrasado por el agua tras impactar de lleno contra aquel enorme iceberg.

19. EL REGALO (Sergi Cambrils)

Como era el cumpleaños de mamá lo que íbamos a celebrar, y siendo en pleno océano como iba a ser, estábamos todos ocupados en buscar regalos para ella. Por casualidad, descubrí que la caracola de mar que ella usaba como instrumento para hechizar a los navegantes, si te la acercabas a la oreja y escuchabas con atención, además de guardar el sonido de las olas también emitía un arrullo casi imperceptible que desvelaba sus verdaderos anhelos. Descarté entonces el espejo recubierto de preciosos corales que encontré en el camarote 115 de un enorme trasatlántico que se hundió por un accidente marítimo y, pensando que acertaría de lleno, le regalé unos zapatos humanos que hallé intactos en ese mismo compartimento; por si decidía transformarse algún día y pisar tierra firme con el marinero de sus sueños.

18. EL PODER DE LA LITERATURA (ÁNGEL SAIZ MORA)

Había dado instrucciones estrictas para no ser molestado. No se movería del asiento hasta completar el encargo de escribir un relato sobre la mayor embarcación de recreo jamás construida.

Rodeado de útiles de escritura y un papel tan en blanco como su mente, la falta de ideas llevaba obsesionándole varias semanas, con un plazo de entrega que llegaba a su fin. No obstante, la falta de distracciones y, sobre todo, la elección del entorno más acorde, hizo que ese día fuese distinto. Al fin, acogió con entusiasmo un concepto original. Las palabras surgían a borbotones. Había logrado que su mente trabajase con una concentración inaudita, ningún estímulo exterior le perturbaba.

Escribió sobre una lujosa y célebre embarcación a vapor, un prodigio humano prácticamente insumergible, que chocaba fatalmente con un bloque de hielo. Él mismo se asombró de haber logrado una visualización tan real, hasta temió ser capaz de emitir ondas telepáticas que pudieran hacer posible su fantasía.

Agotado, se acostó con la intención de no levantarse hasta atracar en Nueva York, satisfecho de haber reservado pasaje en este coloso donde encontró la inspiración. Estaba profundamente dormido cuando el agua comenzó a inundar su camarote, el 115.

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