Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

29. «Rejoice In The Sun»

Ha ocurrido algo terrible, he tenido que eliminar a mis compañeros para salvar la misión.

No me justifico.

Los recuerdos me asaltan.

 

Cuando el amor al cielo azul, al verde bosque y la comunión perfecta de todos los seres vivos que lo habitan, se unen en el alma, el corazón late y la defensa a la Vida se hace prioritaria.

 

Ya no importa. En cuanto apriete este botón el Valley Forge explosionará y lo único que seguirá su rumbo será un bosque sin su planeta y Dewey, atendiéndolo, a la deriva…

Mi Amado Bosque silencioso buscando un Sol en el que poder regocijarse.

 

 

Freeman Lowell me reprogramó con un software de selvicultura y jardinería.

(…)

Mi procesador está fallando. En ocasiones dejo de atender las necesidades del ecosistema y observo, sin más, sus ciclos, la paz calma en la que la vida se desarrolla a la perfección.

No encuentro una palabra adecuada en mi programa.

 

Universo en continuo movimiento.

 

Mi Amado Bosque necesita encontrar un Hogar, un Sol, en el que poder regocijarse.

 

 

«Laudato sie, mi Signore cum tucte le Tue creature, spetialmente messor lo frate Sole, lo qual è iorno, et allumeni noi per lui.»

 

28. TALKING TO ME?

—Talking to me? —repetía una y otra vez, como esas notas de saxo.

Frente al espejo, Travis, convertido en un ser desquiciado, pensaba en cómo rescatar a la joven Iris de las manos de un tirano, y así impresionar a la hermosa Betsy, que lo había tomado por un loco.

Tantas horas sin dormir le habían robado los sueños, por eso, pastilla a pastilla, tuvo que imaginar un universo en el que situar los destellos lúcidos de una mente rota.

—Mañana me querrás —pensaba—, tengo un arma. Liberaré a la pequeña y me querrás.

26. Esta noche cuento que te quiero. Capítulo X.

Emma e Isaías se basaron en aquella película de los 70 para organizar el plan  que acabaría con el enfermero.

– ¿Qué voy a sacar yo de todo esto Emma? – Preguntó Isaías. – ¿Voy a mancharme otra vez las manos de sangre por ti, para nada?

– Ayudarme a ser feliz – Contestó Emma.

– ¿Crees que para ser feliz es necesario tanto daño? Si me dieras una oportunidad, no sería necesario todo esto.

– ¡Cállate! Me dijiste que harías cualquier cosa por mí, pero si te estas arrepintiendo, lo haré sola.

Isaías se levantó y se dirigió hacia la puerta arrepentido de lo que ya había hecho por el que algún día pensó que era el amor de su vida.

-¡Esto se acabo aquí Emma, no voy a convertirme en un asesino por ti!. ¡Vete de mi casa! Y por favor no vuelvas.

Emma sin decir nada, se paró delante de él, metió la mano en su bolso, sacó un revólver y de un disparo certero en la cabeza acabo con la vida de Isaías en ese instante sin temblarle la mano.

– Lo siento Isaías, pero quien no está conmigo está contra mi…

25. Tiburón

 

El escualo desgarra las olas por el flanco derecho. Se dirige como un torpedo a las piernas del joven bañista. Se entrelazan en devaneos y escarceos ambiguos. Arrumacos, rechazos, juegos acuáticos. Después se suceden los ataques del depredador a los demás habitantes de la laguna. Se enzarza con los anátidos, un paquidermo y algún pingüino de aguas cálidas. Es una batalla cruenta, a vida o a muerte. Un transatlántico se ofrece a rescatar a alguna de las víctimas pero por falta de espacio solo puede hacerse cargo de una pequeña estrella de mar. El crío hace aguas menores y se declara náufrago. Se inicia un corto período de zozobra. Gritos, histeria y una llantina con hipo. Una figura todopoderosa se acerca y enérgica introduce sus suaves manos para rescatar a la pobre criatura que se ha tragado poco menos que el líquido de media bañera y que va a necesitar muchos mimos para olvidar el mal rato.  

 

24. Rebobinando la memoria

Wenceslao enfila la chopera que rodea la carretera que marca la única salida mientras, girando la cabeza, parece sorprendido al escapar del pueblo por primera vez en décadas. El destino que espera al final del camino no parece inmutar a un personaje (¿diseñado por Delibes?) de rostro inescrutable y con la sobriedad del castellano prendida al pecho con orgullos de labrador.

 

Su juventud (arrebatada) se disuelve en el café de los años alejado del pueblo. Días marcados por la imagen de la vieja Europa cuyo saludo de bienvenida fueron los fríos pegándose al costillar y una niebla difuminando su belleza, mostrándose incapaz de alterar la templanza de quien jamás conoció parajes lejanos. Solo atisbo un brillo en sus pupilas al momento de tomar el tren que nos trasladará a Oswiecim, punto de lectura en el libro de la historia de nuestra aventura. Su mirada perdida (apoyando la cabeza en el cristal que nos anuncia campos nevados y cielos grises) va tornando en interés mal disimulado a medida que el tren mastica un condumio de raíles que se va acercando al final. Y (junto a él) me siento protagonista de la película de toda una generación de abuelos.

 

23. SUENA A ÚLTIMO TANGO… (Ana Tomás García)

Esta parejita de recién casados está verde como la hierba recién cortada,  parecen tiernos corderitos perdidos en un redil que les resulta ajeno, su nuevo apartamento. Como no tienen mucha idea de cómo solucionar un  pequeño contratiempo, deciden improvisar, así que Julia adopta la postura que cree más cómoda y Marcos va en busca de la mantequilla para usarla de lubricante.

 

-A ver cariño, yo te la voy dando y tú la vas untando con mucho cuidado por todo el alrededor.

-Sí, y tú, cuando yo haya terminado, empiezas los movimientos muy despacio para que se vayan engrasando bien las dos partes…

-Ok.

-Venga, ya puedes.

-Allá voy.

-Despacito cariño, que si no, no funciona.

-¿Así mejor?

-Sííí, ¡venga dale más, que esto ya va!

-Wow, cariño, ¡qué gusto! ¡Esto es una maravilla!  Hale, ya puedes bajarte de la encimera que esta dichosa puerta del armario no va a chirriar más.

-Ni que lo digas, amor mío, menos mal que compramos mantequilla para desayunar.

21. Una de amor eterno. Daniel Irazu.

Los martes y los jueves visito a Araceli en la residencia. Hoy es martes y está mejor. Cuando ingresó en urgencias escuché decir al medico que mi madre estaba a punto de marcharse para siempre. Aquella noche se salvó y ya han pasado tres semanas. Pero morirá pronto porque no come. Las monjas no la alimentan: mi padre no les da permiso, aunque, eso sí, de común acuerdo con él, la mantienen viva con una botella que gotea suero para que esté hidratada.

Mi madre es ahora huesos y carne magra que recubre con piel holgada. Heridas rojizas destacan entorno a sus articulaciones. Carece del consuelo de un tejido adiposo entre las sábanas y sus nervios martirizados por las llagas.

Ella, de ochenta años, padece el mal del Alzheimer que le dejó indefensa. El, como marido, es su protector legal, a pesar de que, viejo de ochenta y tres, sólo se preocupa por el vino y el olvido.

Hay soluciones: para Araceli una sonda por la nariz, o una directa al estómago, que la reponga; para mi padre, aparte de ninguna, una declaración de insolvencia mental…pero eso es asunto que lleva tiempo y a mi madre se le acaba.

20. LOVE STORIES (Inés Z.)

Mi jornada comienza en el primer piso. Su propietaria, Blanca, está furiosa con Paco, el del segundo. No lleva bien su indiferencia. Para ella, esa noche significó algo.

Quizá si supiera que él no es su destino…

El aroma a Boloñesa me eleva hacia el tercero. Kiara impregna la salsa de lágrimas. Quiere que la familia sienta su pena. No soporta vivir lejos de San Gimignano.

Yo me diluyo en el tomate cambiando la emoción…

En el cuarto piso suenan los acordes de una película de amor. Es la primera de las diez veces que Martin la verá. Recita las frases a la par que el protagonista…, cree ser Oliver.

El pasado es como una cuerda que amarra nuestras piernas…

En el quinto vive Hugo. Está nervioso: Lola deja el ático. El joven llama a su puerta tras recibir un WhatsApp escueto.  Lola abre. El drama ha embellecido sus facciones, besarla es inevitable.

Cuando el abrazo termina, ella le cierra la puerta sin mediar palabra, arrastra sus pies hasta la cama y se abraza a mi foto. Me pide perdón; pero lo que soy ahora no contempla esa palabra. No debería disculparse por amar. Solo debe dejarme marchar.

 

17. RENACER EN PRIMAVERA

Hola Juan:
He tardado en darme cuenta, pero ahora sé que eres el hombre de mi vida.
Perdóname….

Respuesta:

Hola Carmen:
Han pasado cuatro años y cinco mese desde aquel 2 de Mayo que te largaste con un millonario que te doblaba la edad, tres días antes de nuestra boda.
¿Te acuerdas de la película titulada “Primavera Mortal”?, que al finalizar dijiste: “Menuda zorra la tía y él que imbécil”.
Estuviste muy acertada. Pero el imbécil, o sea yo, en lugar de malgastar su vida y fortuna en el juego y el alcohol, como él en la peli, me convertí en un experto bróker, cuya actividad me ha hecho ganar mucho dinero hasta que me retiré. Por lo demás, las mujeres se me rifan, pero solo una reina en mi corazón y a ella dedico todo mi amor.

Busca a otro tonto que te aguante, princesa

16. LA LEYENDA DE EL BRUS (Ángel Saiz Mora)

Soy un cincuentón nostálgico, por eso me hizo ilusión que esa noche una cadena programase Furia oriental. De inmediato evoqué recuerdos de mi infancia en un cine de barrio, embobado ante el arte marcial del maestro chino Bruce Lee.

Intenté hacer partícipe a la familia. Mi mujer, siempre sensata, optó por retirarse a leer hasta ser vencida por el sueño. Mi hijo también se acostó, no sin antes burlarse repetidas veces de tanto entusiasmo.

Con los anuncios, la cinta terminó entrada la madrugada. Bebía un vaso de agua cuando escuché que alguien manipulaba la cerradura de la entrada. Al asomarme con mi batín leí la sorpresa en los ojos del fornido delincuente. Sin dejar de proferir sonidos guturales lancé torpes patadas y puñetazos al aire que hicieron añicos un jarrón. No pudo atacarme ni huir, presa de un acceso de risa a causa de mi grotesca exhibición. Aproveché su flojera para empujarle dentro del armario, cuya puerta me apresuré a atrancar con una mesa.

Las versiones sobre este risible episodio, claramente agigantadas, se extendieron con rapidez. Desde entonces, a mis años, me he ganado un respeto inesperado, junto con un apodo que me encanta: El Brus.

15. ARTE Y ENSAYO (EPÍFISIS)

En aquella película de los 70, en una sala de arte y ensayo, las escenas de desnudos y de sexo explícito, consiguieron que las feromonas de las parejas que estaban desperdigadas aquí y allá, subieran de tono. Proyectaban El Decamerón con sus historias de libertinos y mujeres de mal vivir.

Algunas, se protegían de las visiones de los mirones, tapándose con los abrigos, pero se intuía lo que sucedía debajo, por el oleaje de la tela y por los gritos ahogados y susurrados.

Otras, se daban al magreo y las manos volaban del pecho a las zonas pudendas sin recato alguno, espectadores solitarios, entre las filas, buscando las mejores vistas y sentándose en las zonas posteriores para aliviarse.

Por otro lado, mujeres de edades indefinidas, más bien talluditas, más bien pajilleras, se ofrecían al mejor postor, acuclillándose en los sitios vacíos y mostrando su catálogo de idiomas, francés, griego y cualquier otra lengua, enseñando una sonrisa de dientes que semejaban una ciudad bombardeada.

Gracias al cine de arte y ensayo, muchas parejas intimaron y les llevó al matrimonio. Mañana, cuando estés en una sala de cine, mira a derecha y a izquierda y no comprenderás como fuiste capaz.

14. El cerdo es mío

El problema no era que la muchacha gritara «la cerda es mía» o que girara el rostro ciento ochenta grados mostrando la cara convulsa del horror. El verdadero problema se hallaba frente al televisor: el pequeño de seis años, en pijama sobre el suelo, contemplaba plácidamente aquella película de los setenta.

Le habían acostado temprano temblando de fiebre. A media noche la madre se levantó para vigilar su sueño y llevarle agua. Cruzó el pasillo a oscuras y alertada por la luz azulada de la tele, asomó la cabeza por la puerta. El niño de espaldas a ella, apoyaba la cara en las manos, absorto en la pantalla, ajeno al revuelo de cortinas aireadas por el viento gélido de la noche. La madre, confundida, soltó el vaso. Él, los ojos brillantes, giró la cabeza con un crujir de músculos del cuello, mirándola fijamente sin dejar de darle la espalda, mientras con voz dulce anunciaba sonriente, dislocado: «la peli acaba de comenzar, mamá».

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