Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SCHADENFREUDE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta tercera propuesta es el término alemán SCHADENFREUDE, que viene a significar la "alegría por el mal ajeno" Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de MAYO

Relatos

90. La lágrima de Pierrot, por Rueca de Aurora.

He dedicado más de media vida a la fabricación de piezas con las que taparse el rostro. Ojos deshabitados, piel de esmalte y una decoración artesana para que personas de todas partes del mundo vengan a mí en busca del preciado objeto. Mi triunfo, dicen, reside en el realismo de las mismas y no son pocos los que han intentado averiguar mi secreto.

Desde hace años llevo concentrado en acabar lo que será mi última gran obra la cual pronto verá la luz. Gracias a ti, que sin tú quererlo llevas el ornamento fundamental para finalizarla. Tuve que recorrer callejones y suburbios hasta encontrarte, el poseedor del alma más negra que produjera lágrimas igual de oscuras. Así que deja de aguantar el dolor del estilete. Vamos Pierrot, llora.

89. ¡Sálvame, corazón enmascarado!

A esta fiesta se viene con máscara, pero nadie quiere ocultarse. Todos llevan carísimas venecianas bañadas en plata o incluso oro. Los más pudientes incluso mandan incrustar esmeraldas y otras piedras.

¿Qué paradoja no? Un elemento que cubre el rostro, está siendo utilizado con el fin de ser ostentoso y por supuesto reconocido. Porque los 50 invitados se conocían muy bien. Tantos años trabajando juntos en programas del corazón los habían convertido en hábiles investigadores -de asuntos banales e íntimos sobre todo. Y en arpías claro… Todos saben que ese mundo los vuelve ambiciosos y es difícil decir ¡basta, quiero irme a casa, que nadie sepa de mis affaires!

Entró la invitada más rezagada, muy elegante aunque se notaba que no había pasado tantas horas entre peluquería y maquillaje como el resto. Llevaba una delicada máscara de plata con perlas naturales. De repente encontró en su bolso la máscara que su hijo le hizo para el baile, que por supuesto no pretendía utilizar. Pero según transcurría la noche, y veía en otras colaboradoras como podía acabar, guardó su lujosa careta y se plantó con la de cartulina y pegatinas de su pequeño, orgullosa como nadie y sintiéndose un poco salvada.

88. JUGANDO AL ESCONDITE

Java, mi hermana pequeña, la única que tengo, se asusta cuando me ve aparecer con la máscara. Entonces, mi madre me la quita y la esconde, pero suelo localizarla rápido; conozco bien el laberinto, incluso a oscuras puedo recuperarla. Tiene un pequeño orificio y ya no sirve para nada, sin embargo es mi trofeo. Cubría la cara del hombre con casco que se abalanzó sobre Noa, mi hermana mayor, la que ya no tengo. Eso ocurrió hace un año, el mismo día, que al darme cuenta de que las niñas se habían quedado rezagadas, sin temor a los gases ,salí del refugio y apreté el gatillo de un fusil, mientras seguían sonando las sirenas.

87. La cruzada de Marcelorámix, por Javier Ximens

En el año 2000, toda Hispania estaba ocupada por los cristianos… ¿Toda? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles toledanos resistía aún al evangelizador, por ello, la jerarquía romana envió al padre Marcelo Rámiz, extremeño, un auténtico templario, para que les sometiera a la Fe Verdadera. Al llegar a aquel pueblo perdido entre los montes tuvo que decidir si exterminaba a los nativos con plagas celestiales o se integraba en sus costumbres paganas y —lobo a oveja— atraía a las bestias al rebaño divino. Don Marcelo vio la oportunidad cuando el cielo les cayó encima y el diluvio se llevó el salón de baile.

Catorce años después no se entiende ningún carnaval sin la fiesta de máscaras organizado en las dependencias parroquiales. Adelanta el tapado de imágenes para que no vean el bautismo de vírgenes, la comunión de nalgas, la confirmación de perversiones sexuales, la consagración de deseos y la resurrección de pasiones jubiladas. Mientras entre los bancos, capillas y confesionarios se festeja la bacanal de la carne, con la pila bautismal rellena con el mejor vino de misa, el cura Marceloramixdesde el púlpito— hace inventario de los ausentes para el informe al obispado de los cristianizados en el ejercicio.

86. En directo

Todas sus amigas (y también sus enemigas) se habían operado. Era la última locura del mundillo de la televisión. Todas se operaban y la animaban para que también lo hiciera.

—Es “supersencillo” tía, no sé por qué no te animas— le había dicho la becaria del programa.

Eso fue lo que la decidió. La becaria, jovencísima, intentaba escalar posiciones y Carla no podía ponérselo más fácil aún. Además era cierto, la operación era muy sencilla, bastaban dos pequeñas incisiones para acortar ligeramente los músculos faciales y fijar para siempre una sonrisa en el rostro. Sonreír era parte del trabajo.

Dos semanas después se produjo la tragedia. La noticia conmocionó al mundo. Los muertos se contaban por cientos y, al ser Navidad, muchos eran niños.

Desde el plató, Carla dio paso a la becaria, que había conseguido un puesto en la unidad móvil, y la vio paseándose entre cadáveres cubiertos con mantas, luciendo aquella sonrisa imborrable. Sus ojos estaban húmedos y sus labios temblaban, pero su boca sonreía dándole una expresión de máscara bipolar.

Cuando le devolvieron la conexión, Carla se cubría el rostro con las manos, avergonzada.

—Publicidad, nos vamos a publicidad— murmuró el regidor.

85. LA GEISHA (Paloma Hidalgo)

La primera lágrima, negra y amarga, cae en la taza de té que prepara para su cliente; las siguientes, tras recorrer la fina máscara de porcelana de la geisha,  vuelan libres durante unos instantes antes de estrellarse en el suelo de bambú. Minúsculas gotas de azabache, brillantes como los koi que nadan entre las flores de loto del estanque,  que acaban varadas a los pies del hombre que la ha escogido, para formar un pequeño mar de cristal en el que naufrague el deseo.

Se pregunta entonces a cuántos hombres más conseguirán derrotar esas lágrimas sinceras, que manan del alma de varón que vive presa en su cuerpo.

84. Noche de máscaras

En la noche de las máscaras no hay normas, es un ritual que invita a romper todas las reglas; pero es sólo UNA NOCHE después todo vuelve a ser normal, la cotidianeidad retorna al pueblo con su ritmo habitual. Pero esa noche todo está permitido, las mujeres correctas son infieles, los niños comen caramelos hasta hartarse, los borrachos se tiran en la calle a beber el vino robado,  los hombres casados se sientan a jugar al poker mientras las bailarinas se refriegan en su regazo, los envidiosos asesinan a sus envidiados y las abuelas se sacan las medias cancán y en calzones se echan en el jardín a tomar cerveza y comer salame sin pan y a mordiscones.

En la fiesta de las máscaras nadie juzga a nadie, los crímenes no se condenan y todo queda en el olvido al día siguiente cuando el dolor de cabeza de los excesos despierta a los hombres comunes.

83. JUEZ Y VERDUGO

Según su hermano iba disfrazada de monja putona. Según su madre, de bruja yeyé. Su padre murmuró: “¡Ajá… Hum. Ajaá…!”, como siempre que Adriana le consultaba algo.

El gimnasio del instituto parecía un cementerio brumoso. Estaba muy bien conseguido. Berta se había encargado del atrezo, como el año pasado, aprovechando viejos decorados del teatro que dirigía su tío. Consiguió  seis ataúdes con mecanismos chirriantes. Al levantarse cada tapa se incorporaba un muerto viviente… Excepto el muerto de verdad: el ex novio de Adriana.

Cuando Adriana llegó a la fiesta se tranquilizó al ver aquellos coches de policía bloqueando la puerta del instituto, y disfrutó con la explicación quejumbrosa que Berta daba a los agentes: “Se trataba de una escenificación con zombis  -hipaba Berta-. ¡Qué tragedia!… ¡Adriana, Adri, ha sido horrible!”.

¡Todo estaba saliendo según lo planeado! Adriana tenía coartada familiar y su amiga no la necesitaba… Cómo iba a saber Berta que el cerdo de Manu era alérgico a esa marca de Ketchup, justamente la utilizada para la sangre de los zombis…

Adriana iba disfrazada juez, y Berta de verdugo. Pero las dos amigas parecían plañideras enlutadas. En carnavales, ya se sabe: ¡nadie es lo que parece!

 

82. SOLO CUATRO DIAS

 

Tenia que llevar aquella máscara durante 361 días, ahora durante cuatro se la quitaría y se mostraría ante los demás tal y como él quería ser; un hombre sencillo, amante de su mujer, padre ejemplar, educado con sus vecinos, buen jefe con sus trabajadores, solidario, risueño, y un monton de excelentes cualidades que lo convertían en otra persona.

Muchas veces durante esos 361 dias tenía la tentación de dejarlo todo y volver a sus orígenes, aquella vorágine de poder y placer lo había convertído en todo lo que el siempre odiaba, pero el regreso a la nada le daba pánico, por eso decidió esos dias de carnaval quitarse aquel disfraz que tanto le pesaba y por el que muchos le admiraban.

No era fácil pero la recompensa le proporcionaba momentos de felicidad que le servían para luego poder seguir con su vida el resto del año: la sonrisa de sus hijos, las palabras de amor de su mujer, los saludos de sus vecinos, la amabilidad de su empleados, el abrazo de su madre, la mano extendida del necesitado, todo eso era lo que él buscaba ,aunque solo fuera durante aquellos cuatro dias.

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81. El reencuentro

Para celebrar el inesperado éxito de su primera novela, La asesina enmascarada, Marcos organizó una fiesta de carnaval con algunos antiguos compañeros de universidad.

La luna, semioculta tras un antifaz de nubes, presidía la noche. Marcos, vigilante desde una de las ventanas del ático, presenció la llegada al viejo caserón del último de los invitados. Todos vinieron por separado y debidamente ataviados para la ocasión, ciñéndose a las indicaciones del anfitrión.
La pista de baile se convirtió en un mosaico caleidoscópico al sonar los primeros compases de la música. Tal como estaba convenido bailarían a media luz y en absoluto silencio, siendo las siluetas y movimientos de los cuerpos de los bailarines las únicas claves para poder reconocerse. Marcos, mezclándose entre ellos, los fue contando y vio, sorprendido, que eran catorce, cuando solo trece habían confirmado la asistencia. Fue aproximándose a cada uno, afanado en conseguir una rápida identificación, y se quedó perplejo al observar que una de las máscaras, la de diseño más peculiar y sofisticado, era exacta a la que él había imaginado para la protagonista de su novela y que había intentado reproducir, sin conseguirlo, para ilustrar la portada. La enmascarada, sintiéndose observada, le dio la espalda.

80. UN OLFATO ESPECIAL

Estaba tan convencido que el de la máscara dorada se comportaba como un animal al acecho, que optó por no separarse ni dos metros de él. Bien estuviera bailando, bien pidiendo una copa o simplemente paseando, no le quitaba el ojo.

Se fijaba sobretodo en sus manos, a la espera de que sacara el arma que utilizaría para atacar a su víctima en cuanto descubriera tras que máscara se ocultaba.

Estuvo a punto de abalanzarse sobre él al percibir que realizaba un extraño gesto con su mano derecha, pero solo fue para rascarse la ingle. Agradeció haber dudado.

También le robó algunas parejas de baile pensando que tal vez ya había descubierto su objetivo y se disponía a actuar, pero dedujo que no era así porque su comportamiento no variaba sustancialmente.

Al final, tras tres horas de intensa vigilancia, todo se desarrolló tan rápido que no fue capaz de verlo venir. El bueno de Juan, el ebanista, le levantó la máscara, y con la mano plana como un ariete, le chafó su ya maltrecha nariz.

 

79. La orden

La megafonía de las calles no cesaba de   trasmitir noticias sobre la desaparición del carnaval. Luis escucha consternado; le gusta disfrazarse.  Se divierte. Desde pequeño disfruta diseñando su disfraz para llamar la atención de los demás.
La radio del autobús del colegio, también repite que nunca más se celebrará; estudian como sustituirlo. Alegan los muchos años que sometió a los niños  confundiendo sus personalidades. Cuanto exhibe a parejas de amantes en público. Cómo camufla a pobres en ropajes de ricos ostentosos. Y lo que les hizo tomar esta drástica decisión: muestra a las mujeres indecentes y frívolas.
No  entiende nada. Pone la televisión; emiten   la misma información con cifras  del setenta por ciento de dependencia;  incluso en gentes de  países pobres  como él suyo.  El periódico de casa  tampoco calla. Acusa de “celebración mediática.”
Sin alcanzar a comprender, le  resulta extraño ver  su barrio callado. Entristecido. Con los disfraces para el desfile y el baile guardados. Se pregunta cuándo disfrutará  viendo a su mamá caracterizada de hada, bailar  con su papa vestido de caballero.
-Es mala suerte que algo así ocurra ahora,- dice llorando. -Si bailaran este carnaval se divertirían,- murmura desconsolado. Cuando creen que no escucha, hablan de separarse.

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