Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SERENDIPIA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en SERENDIPIA

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LA SERENDIPIA. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE NOVIEMBRE

Relatos

73. PESADILLA de Piluca Illana Herraiz

La sesión era continua. Un bucle de ida y vuelta.

Lo haría en la ida -pensó- y se frotó sus metálicas y asesinas manos. Cuando encendieran las luces, todo habría acabado. No habría vuelta. Ni delante ni detrás.

La obscuridad de la sala sería su cómplice. El ruido de fondo también: Un corro de niñas tarareando una canción a coro. Mejor entre toma y toma con el destello apagado. Iba a ser rápido. Los párpados de su víctima ya comenzaban a pesar. Languidecían sin remedio. Pronto caerían en un sueño profundo.

¿Sueño o Pesadilla?
Sería pesadilla. Seguro

En la pantalla Freddy kruger movía los cuchillos de sus dedos con el mismo sarcasmo que la grotesca risa de su cara.
Se relamía con repulsivo gusto y sonreía… je je je…
Pronto muy pronto saldría del celuloide y la atraparía. La adolescente sentía una necesidad imperiosa de dormir. La película que veía era tediosa y aburrida, pronto cerraría los ojos… Ignoraba que en el próximo pase, ella sería una de las sacrificadas protagonistas. De haberlo sabido nunca hubiera entrado en aquel cine tan cutre y tan solitario.

M. Pilar Illana Herraiz
21 Octubre 2014

72. Como espuma por la arena

Era temprano. Entrarían sin prisas, dándose todo el tiempo del mundo. Fila 23, butacas 13, 14 y 15. Como su mujer repetía que las cosas no pasan al azar, buscó una explicación para aquella decisión. La de llevar 23 años juntos y haber tenido una novia a los trece le satisfizo. Se echó unas palomitas a la boca, dio un largo trago al refresco de su hijo y se dejó asaltar por recuerdos ya olvidados… Sí. Con aquella chica quedó por primera vez en el cine. El que tenía las sillas de madera. De tijera, se decía, porque eran de abrir y cerrar. Salías masajeándote el culo cuando terminabas de ver la película… Fue su primer amor. Que guapa era. Y que dulce. Luisa. Caminaba sobre el suelo como espuma por la arena. Él era muy joven y no la supo corresponder. Más tarde ella le dijo ruborizada que tenía otro novio. El dio media vuelta y se fue. La volvió a ver esporádicamente, por aquí y por allá, hasta que perdió su pista. Se pregunta si aún vivirá. Sí, se responde, no hace tanto. Tan solo cuarenta años.

71.- PRIMEROS AUXILIOS (Paloma Hidalgo)

Aquella francotiradora me había alcanzado en varias ocasiones. Curaba los rasguños con cerveza, y las heridas más profundas con el whisky batallero que podía permitirme en aquella época. En cualquier caso, las balas más dañinas provenían siempre de sus ojos. Azules. Pluscuamperfectamente azules. Aquella tarde, en un cine lleno de gente, ese mirar turbador, su interpretación en la piel de Lucía, y mi predisposición natural para ofrecerle los mejores blancos, me dejaron maltrecho. En ese estado me dirigí a la parada del autobús. Mientras lo esperaba, una mujer joven me ofreció su sonrisa y unas tiritas; unos apósitos en su mirar encendido, de carbón. Unos ojos oscuros, cálidos, que evité sin embargo, para concentrarme por última vez en el cartel publicitario de la película, en los guantes negros que cubrían sus brazos y en la gorra de oficial alemán, antes de que llegara mi transporte.
Unos ojos de noche sin luna, que siguen colándose todavía hoy en mis sueños, para recordarme, quizás, que junto a ellos habría aprendido lo que se siente cuando una mujer conjuga el verbo amar en los tuyos.

70. Frenesí

Le había conocido en una película de los años setenta; cuando el ataúd se hundió en el lodo, una sonrisa escapó de sus labios rojos, mientras palpaba el dolorido brazo.

69. Diva (Juan Antonio Vázquez)

Desbordaba estilo; desde lo alto de los tacones de aguja reclamaba a cada nuevo paso la atención de un público que no estaba. A esas intempestivas horas la playa no era más que un auditorio desierto.

Escrutó las estrellas y buscó cual sería su lugar en el firmamento; profetizó en silencio que ninguna brillaría como ella.  Miró altiva a la que esa noche sería su cámara: redonda y enorme, ésta, respondió a su descaro tiñendo de blanco la vetusta figura de su cuerpo mientras las olas a forma de telón se hicieron atrás para franquearle el camino hasta el improvisado escenario.

Dispuesta a fraguar su mejor interpretación, la que haría claudicar a la cosmopolita crítica que le había desterrado al olvido, volvería a copar portadas enmudeciendo artificiosos estrenos de baja pasta y desalmados efectos especiales. Su nombre escaparía sin duda de las necrológicas, pozo al que iban a acabar sus días todos los secundarios.

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 Valparaíso Chronicle, 20 noviembre:

«Expertos de todo el mundo intentan desentrañar el misterio del fallecimiento de una conocida actriz de los años setenta cuyo cuerpo ha aparecido en la playa, contra toda lógica, como los personajes de las antiguas películas que interpretó: en blanco y negro»

 

68. Tiempo de desencanto

Un punto en el cielo celeste profundo. La intuición le decía que era él.
No sabía nada sobre su vida desde hacía catorce largos y penosos años. Solamente que seguía volando.
Al observar la imagen que iba agrandándose con la cercanía sintió que la sangre se le disparaba en juventud, no importaron los quilos acumulados ni las arrugas que trajo el tiempo, no pensó en qué diría él al verla allí ni si era correcto llegar sin avisar.
El parapente era ya un dibujo concreto  y casi tangible. Los hilos se aflojaron, los pies en la tierra firme.
Su cabeza sacudiendo el pelo semilargo y los ojos… mirándola como dos lunas asombradas.
Caminó hacia ella. Había imaginado que este encuentro sucedería como en aquella película de los setenta que juntó sus manos por primera vez.
Esperó que él dijera algo al pasar a su lado.
Esa tarde tuvo la certeza de que el silencio habla más de lo que uno quisiera  escuchar y no se dio vuelta para ver su espalda.
El reloj siguió avanzando ajeno al desencanto.

67. Una Rosa en Narragansett (Esperanza Tirado Jiménez)

Me costó conquistarla. Al principio se hacía la dura, fingiendo que yo no le interesaba. Años después me confesó que quedó deslumbrada conmigo. Me contó que me parecía a un galán de cine, a Robert Redford en aquella película de los setenta que le gustaba tanto. El Golpe, se titulaba.

Nunca me vi parecido con él. Aunque también fui rubio y bastante alto.

Ella siempre decía que no era guapa, que se veía una más del montón. Pero para mí, ella siempre fue la más bella de todas, mi gran Amor, mi Rosa.

Vivimos pendientes uno del otro, girando felices, como en un tiovivo. Creo que he sido buen compañero de viaje para ella. Fuimos afortunados de encontrarnos.

 

Pero nuestra Fortuna dejó de apostar por nosotros hace pocas semanas.

Aunque en el Hospital me cuidan bien, sé que me queda poco. No le digo nada para no preocuparla demasiado. Pero algo me está comiendo por dentro y me duele hasta el Alma.

Mientras duerme en ese incómodo sillón le acaricio el pelo. Que huele a rosas, como cuando nos conocimos.

Como cuando apostábamos los domingos en el Hipódromo y celebrábamos con chocolate y sidra achampanada nuestras escasas ganancias.

66. ¿QUÉ HACE UNA CHICA COMO YO EN UN SITIO COMO ESTE? (Mel)

No sé por qué hago escala en el AEROPUERTO WALPURGIS. Todo es muy raro. Hay un HOMBRE LLAMADO CABALLO relinchando a sus ARISTOGATOS mientras otro, al que dicen TRINIDAD, sigue las HUELLAs de un VIOLINISTA EN EL TEJADO.

En el NOMBRE DEL PADRE y de JESUCRISTO SUPER STAR, en qué estaría yo pensando cuando mi PADRINO dijo “VENTE A ALEMANIA PEPA”. La HUIDA es imposible, ¿por qué no escogería una FRENCH CONEXION o el EXPRESO DE MEDIANOCHE?

El personal de tierra son unos CARADURAS que no dan ni GOLPE y se impone la FUERZA DEL SILENCIO. Que falta el OCTAVO PASAJERO y que el CIELO PUEDE ESPERAR. Toca pasar LA FIEBRE DEL SABADO NOCHE aquí, que disfrutemos de los ENCUENTROS EN LA TERCERA FASE de la terminal: hay canapés de TIBURÓN y que si somos buenos nos darán un CADAVER A LOS POSTRES…

Recurro a los ULTRACUERPOS de seguridad pero gritan como posesos que se ha cumplido LA PROFECÍA: ¡que soy LA CHICA DE LAS BRAGAS DE ORO!, destinada a casarse con un tal ROCKY, TAXI DRIVER a más señas, si no empezará LA GUERRA DE LAS GALAXIAS. ¡Socorro, esto es el APOCALIPSIS NOW, que inventen ya los años ochenta!

65. Constante movimiento

Nunca supe las razones del por qué nos mudábamos constantemente, pero recuerdo que en la década de los 70 nos movíamos con frecuencia. Fue un periodo plagado de revueltas estudiantiles que, por desgracia, colisionaron de frente con la brutalidad del Estado, donde los toletes golpeaban cabezas de largas cabelleras al compás de la música disco.

También en ese tiempo nuestros corazones se inflamaron con algunas películas, en las cuales, jóvenes pandilleros estaban rebelándose contra todo régimen establecido. Héroes de mezclilla muy parecidos a nosotros. Un nuevo modelo de juventud, más agresiva, estaba proyectándose en las pantallas. Sin embargo, nunca llegamos a convertirnos en «drugos» precoces y violentos como los de “La Naranja Mecánica”; ni tampoco logramos emular el viaje épico de los pandilleros del film “Los Guerreros”, quienes, y contra todo pronóstico, lograron arribar a un paraíso desolado llamado hogar.

Fueron años difíciles para la mayoría de los jóvenes, pero los marcó como generación. No pude disfrutarlo plenamente porque aún era un niño-adolescente, pero lo viví a través de las experiencias de mis padres y tíos, los cuales lograron sobrevivir las convulsiones sociales. Quizá, tuvieron suerte por estar en constante movimiento.

64. NOCTURNO (María Jesús Briones)

Tres vueltas de llave. Penetra el centinela. Mi estrella arrollada. Una gorra sobre mi cabeza desnuda.

El cuero se desliza por mis cueros. Ampollas explotadas en lágrimas y gemidos.
Su batuta enardece Las Valquirias, que me señalan para el sacrificio.

Quince años después, las ampollas renacen en la sala de conciertos. Aplaudo a Mozart y a la batuta de mi marido. Su magia me transporta a Wagner . El eco me acompaña hasta el hotel.
Allí, Él, espectro y guardián en la noche me facilita la llave trescientos tres.
Se abre la recámara. Rezuma el tatuaje. Palpitan mis sentidos.

63. Y Johnny arrojó su fusil (E. Cuesta)

Confinado a perpetuidad, el juez le permitió una única visita antes de ingresar en prisión. Y eligió ir al hospital. Aunque siempre ha sido “un broncas”, ni siquiera sabe por qué lo hizo. “Esa noche me ensañé”, reconoció ante el juez. Atado a los tubos que le sostienen la vida, yace en la cama un chico de edad parecida a la suya. No le permiten tocarlo, pero roza su mano mientras le pide perdón y se tapa la cara, para que no le vean llorar los polis que aguardan fuera.

En el cuerpo, un párpado se abre con dificultad y clava en él su pupila. Esta vez, sí sabe lo que debe hacer, convencido por primera vez en su vida. Él ya está condenado.

62. SEGUNDAS PARTES.

No éramos la pareja ideal, ni tan siquiera aspirábamos a serla. Puede que la historia se deteriorase en aquella barra compartiendo miradas, copas y tertulias con antiguos compañeros de los años setenta. O quizás fuese aquel camarero que jugaba con nuestra rutina, ahogada en cubitos de hielo. De cualquier modo, el amor se derretía.

Yo fantaseaba con viajar a Manhattan en busca de un amor apasionado que no tendiese a naranja ni a mecánico. Sentarme frente al puente de Queensboro para contemplar aquellos Ford-de-Luxe que se habían convertido en Hot-Rods de caminar seductor y atrevido. Poder derramar mis penas al río East. Soñaba con no echarte de menos.

Pedías otro Bourbon y de nuevo, recurrías a tus anécdotas enredadas de tupé e instituto Rydell, pero hace tiempo que dejé de ser  una adolescente a la que le quedasen bien los  pantalones de cuero y los rizos rubios. Marlon Brando aseguraba que era el momento de huir. Con la intención de salvar lo perdido te sugerí  interpretar un tango, pero contestaste: Sandy, es tarde para bailar lejos de París.  Y mientras desafiábamos al destino, éste había dado su gran golpe, al mostrarnos que  las “Love Stories” del cine también mueren.

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