Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SERENDIPIA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en SERENDIPIA

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LA SERENDIPIA. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE NOVIEMBRE

Relatos

47. Jack el Destripador contra Drácula

Título original: Jack the Ripper versus Dracula

Año: 1977

Duración: 87 min.

País: España

Director: Jesús Franco (a.k.a. Jess Franco)

Guión: Jesús Franco, Manfred Gregor

Música: Jesús Franco, David Kühne

Fotografía: Robert Zinnermann

Reparto: Klaus Kinski (Conde Drácula), Paul Naschy (Jack el Destripador), Lina Romay (Mary Jane Kelly), Marianne Graf (Catherine Eddowes), Tania Busselier (Elizabeth Stride), John O´Hara (Inspector Abberline)

Género: Terror

Sinopsis: En su castillo de Transilvania, el conde Drácula lee la noticia de que se ha producido un nuevo asesinato en Whitechapel. ¿Qué terrible monstruo está cometiendo esos crímenes? El asesino destripa a sus víctimas y deja que se desangren. ¡Qué desperdicio! El conde Drácula decide viajar a Londres. Por su parte, la policía londinense también busca al Destripador. No sospecha que un asesino más despiadado está a punto de llegar a la ciudad…

46. Revuelo Calamanda Nevado

Llevaba mi hija detrás de que la escuchara. Camino del cine era buen momento. Se desahogó. La dificultad de los trabajos de clase le preocupa; no dije nada, íbamos con prisas para llegar puntuales al estreno de “El niño”.
En taquilla aparté dos entradas para mis hermanas, interesadas en verla.
–Quedamos con las titas para la sesión de las diez y cuarto, en sala seis-. Observó mi hija, varias veces, mientras daban las diez en el reloj, compraba palomitas, y caminábamos hacia la sala seis. Su puerta abierta nos permitió pasar.
– ¡Ha empezado ya!- Gritamos sorprendidas. Solo había luz en la pantalla. En ella, tres policías, uno mujer, discutían. Buscando cuatro asientos libres, levantamos a una pareja sentada cerca del pasillo; nos miraron como si desprendiéramos un hedor insoportable. Seguíamos pensativas la increíble persecución esperando el reparto. No llegaba. Era imposible cogerle el hilo a aquello. Inquietas enviábamos wasap a mis hermanas, advirtiéndoles que vinieran rápido porque era de enredo.
Desorientadas con los continuos arrestos, decidí preguntar cuándo había comenzado a la pareja cercana al pasillo, sentada a mi lado. Entonces nos sorprendieron sus risotadas histéricas, mis hermanas con sus explicaciones sobre la sesión siguiente, y la palabra Fin.

45. EXPRESO DE MEDIANOCHE (Mariángeles Abelli Bonardi)

Justo cuando salía de casa, Alguien voló sobre el nido del cuco. Sin tiempo de preguntarme quién sería, me apuré a cruzar Manhattan  para tomar el tren.

Entré al vagón; unos Perros de paja, que no llevaban correa, le ladraban furiosamente a una Naranja mecánica. Un tal Jovencito Frankenstein insistía en darle cuerda hasta que, de un Arrebato, El padrino se la quitó.

—Ni se te ocurra llorar — le dijo, con El discreto encanto de la burguesía, y acto seguido no tuvo el menor empacho en contarme que había burlado a la Muerte en Venecia y que apenas pusiera un pie en Chinatown, pensaba abrir un restaurante. La rodilla de Clara (Ese oscuro objeto del deseo) se clavó en su pierna:

—Ni lo pienses; — le advirtióprometiste llevarme a bailar El último tango en París.

Él hizo una mueca pero no la contradijo; Todo lo que quiso saber sobre sexo y no se atrevió a preguntar, Clara se lo había enseñado, y por eso vivía para complacerla (“Los encuentros cercanos del tercer tipo bien lo ameritan”, me confió, sin que ella lo oyera).

44. SOLDADO DE ASALTO IMPERIAL (Eider Inchausti)

Se puso las mayas negras ajustadas, la camiseta de cuello alto y comenzó a pegar cada una de las piezas de plástico blanco a las tiras de velcro que le había cosido Ana con tanto amor. Lo bueno de tener un personaje como este era que no tenía que pasar horas en el set de maquillaje, lo malo que nadie le reconocía con aquella máscara por lo que nunca le habían pedido ningún autógrafo.  Una de las tiras de velcro del brazo izquierdo se estaba despegando qué pena no tener a Ana con su amor. Cuando colocó las placas del abdomen pensó que no conseguían tapar la barriga pero descarto ese pensamiento negativo y se colgó del hombro el rifle láser DLT-20A. Era la pieza por la que más había pagado en la subasta y también la que hizo que Ana se decidiese a dejar a su soldado de las galaxias.

Salió a la calle con paso lento y firme. Poco a poco llegó a su puesto. Posición de ataque y rostro desafiante aunque con la máscara no se pudiese apreciar. Decidió que hoy el movimiento tras la moneda sería una ráfaga de disparos.

43. El sueño del taxista (Blanca Oteiza)

Como Travis deambulo cada noche paseando mi insomnio por las calles. Imagino una vida mejor, pero el momento del cambio no sube a mi taxi. Sueño con ser una heroína, salvar de las garras de un animal a una niña indefensa. Sueño con ser popular, salir en los canales de noticias y que mi rostro sea conocido cuando pasee por la ciudad. Pero como todo sueño se desvanece con las luces del día al aparcar mi trabajo en el garaje. En la soledad que me rodea busco sombras donde cobijarme sin más compañía que el aire que respiro.
Sus ojos se cruzan con los míos, mas ignora que por dentro ardo en deseos de conquistar su corazón. Soy un solitario justiciero que cada noche sale en busca de la fama. Quizás así, me gane su confianza y cariño.
Deprimido intuyo pueda hacer una locura y asustado busco consejo. Las noches se suceden monótonas hasta que se abre la puerta trasera y una voz infantil me dice que arranque. Sin tiempo para reaccionar se lanza sobre el parabrisas un loco gritando. Acelero y el delincuente queda tirado en la acera.
La policía llega. Soy un héroe, he salvado a la niña.

42. El regreso

A Charo le duelen los pies. Ya lleva tres pases sobre los tacones del uniforme de acomodadora. En la penumbra entre la puerta y las cortinas de terciopelo hace calor, así que las entreabre.  En la pantalla, el joven desnudo pasa a la cama desde su silla de ruedas mientras la chica lo mira. A Charo no le gustan las bélicas, pero en esta película las batallas se libran entre costurones del corazón y cuerpos hechos trizas.

―”¿Puedes sentirlo?”-  la chica acaricia la piel rubia.

―¿Puedes sentirlo?

El olor a tabaco rancio agrede la nariz de Charo justo antes de que el gerente le estruje los pechos. “¡No, otra vez no!”, ruega mientras intenta zafarse.

―”¿Puedes sentirme?”- susurra la chica.

―¿Puedes sentirme?

El gerente acorrala a Charo. Su aliento fétido embiste contra sus labios, la cornea con la lengua mientras se abre paso bajo su falda.

En la pantalla, el rostro de la chica revela lo que la cámara apenas muestra. Los espectadores laten al ritmo de la escena. Un gemido atruena la sala. Amor y placer, asco y humillación se acoplan en los oídos del público.

La película sigue. Y seguirá. Tres sesiones diarias.

(Relato fuera de concurso)

41. JUAN

Apoyados en un banco de la plaza, lo esperan impacientes.
– ¡Date prisa, Juan!- gritan.
La brisa de la noche mediterránea envuelve sus ilusiones y alborota sus cabellos.
Conocen el lugar en el que sentirse espectadores de primera fila y quieren llegar cuanto antes. Cuchichean repasando sus planes.
En el cine de verano bulle la vida y huele a calamares fritos y aunque ellos ya han cenado, se relamen. Cuando se tienen diez años, la sensación de saciedad es una desconocida.
Palpan fugazmente sus bolsillos para cerciorarse de que llevan provisiones. Ríen felices, la noche es suya y es mágica.¡DE CINE!
Trepan sin orden y se encaraman al árbol más frondoso, para ver sin ser vistos. Se remueven buscando la postura más cómoda pero al sucederse los fotogramas su expresión se hace de pronto adulta, contienen la respiración y hasta dejan de mascar. Sus ojos brillan, sus pupilas se dilatan.

Mientras sacude sus pantalones para que su madre no ande haciendo averiguaciones, Juan, que siempre ha tenido buen oído musical, tararea “Istambul blues” y piensa que mañana, en la hora de Gimnasia, también correrá en sentido contrario al de sus compañeros. Aunque pequeño aún, sabe muy bien lo que quiere.

40. LA NIÑA DEL JERSEY ROJO (Concha García Ros)

Forcejeo un poco más y al fin se abre la verja oxidada. Las malas hierbas han crecido a sus anchas, salvajes. Justo allí lo enterramos, metido  en una caja de zapatos. Murió demasiado pronto,  igual que mamá.

En el interior del caserío quedan algunos muebles. Mi sillón favorito sigue aquí, cubierto por una sábana. También está el tocadiscos lleno de polvo. Busco entre los discos apilados que nadie quiso llevarse.  Lo encuentro. Ha merecido la pena volver sólo por escucharlo.

Mientras la aguja pincha el vinilo la voz de Jeanette hace eco en las paredes grises. No te has ido, estás conmigo. Sonriendo saco el bote de bicarbonato, nunca viajo sin él. Aunque no es mágico, le sienta muy bien a mi maltrecho estómago.

39. Lo que perdura (Reyes Alejano)

 

Son las tres. Comienza otra tarde adolescente en un piso ruidoso de una ciudad inmensa. Hoy se estrena en sesión de tarde la guerra de las galaxias. La había visto en el cine, por eso con aún más ganas esperaba el momento. Devoro cada instante: lunas montañosas, energía metafísica que impregna el universo, República galáctica, la lucha por el bien y  los ojos de Luke,  azules e insondables. Se deslizan las imágenes en la tarde otoñal, fundiéndose  con mis propias batallas no estelares… ¿veré el lunes a Luis?…¿me dejarán ir de acampada?… ¿aprobaré las mates?…

Son las tres otra vez, otro cielo, otro otoño….ahhhh…ñiiicc…rac rac…los ruidos cotidianos han arrastrado el tiempo y han pasado los años. Y esta tarde tranquila no me preocupa la nota del examen, la acampada o Luis…hay afanes dormidos, decisiones tan grandes, hay gente que no está, hay hijos y hay mayores…Pero la tarde  es mía y busco en mi portátil la guerra de las galaxias. Se ve todo anticuado, las modas, los efectos…pero vuelve esa esencia que desplegó caminos a los planetas acuáticos, de selvas o desiertos, en que nos convertimos.

38. En aquella película de los 70

Esta noche te cuento, que era ver una peli en los setenta.

Como  nos mirábamos la cartelera de los cines, para ver los estrenos más significados, nos gustaba estar al día, viendo películas recién estrenadas.

Como disfrutábamos del pase de la película sin oír, masticar  palomitas ni sorber refrescos con pajita.

Estábamos todos pendientes de la acción desarrollada en la pantalla, escuchando atentamente los diálogos, para no perdernos detalle.

Pertenecemos a la generación que distinguía los largometrajes por sus directores, las anteriores primaban a la estrella protagonista.

Fue así como nos tragamos los padrinos mirando de reojo como se  acercaba un tiburón inmenso, que creaba un apocalipsis entre la población playera, asustada por una banda de sátiros adoradores de una naranja, refugiados en  un taxi conducido por un maníaco justiciero, leyendo la primera plana de un diario, para intentar encontrar noticias sobre un extraño 8ª pasajero en una nave espacial, intentando redimirnos ante un Gólgota al que ascendíamos silbando una tonadilla,  esperando nuestra propia crucifixión.

 

37. REMEDIOS CONTRA LA MELANCOLÍA (Eduardo Iáñez)

Un día más, y ya va una semana, los tenía en la puerta a las cinco en punto. Los dos con sus educadas maneras, sus gestos pausados y sus miradas penetrantes. «Tomaremos un té», me ha dicho el mayor, trazando ante mí esos gestos incomprensibles. Pese a mi soledad desde que los obreros concluyeron la demolición, hoy no les he franqueado el paso. Estoy enfadada, lo reconozco: ayer se demoraron más de lo prudente y, tras echarme la puerta abajo, las tropas imperiales irrumpieron en el interior. Cierto que mis invitados rechazaron el ataque empuñando sus espadas láser, pero esta mañana me he topado en el baño con un ewok usando mi bidé. Y hasta ahí podíamos llegar.
Confinada en el reducto de esta amplia caseta a la que aún tengo derecho por contrato, ahora comprendo que no debería haber curado mis ataques de melancolía proyectando esas películas de juventud sobre los escombros de la sala contigua. No porque me vea obligada a atender a invitados como los de esta semana, ojalá todo fuera eso. Es que no soporto la incertidumbre de no saber cuándo, cómo ni dónde le dará por aparecer a la niña de El exorcista.

36. LÓGICA

La estrategia no tenía fisuras: nos acercábamos a la solitaria chica del banco, comenzábamos a desplegar nuestro estudiado conocimiento sobre el cine de los 70 y, al desmigajar La muerte en Venecia, mi colega fingía un desmayo. Yo, al principio, simulaba desconcierto, para luego, segundos después, proceder a reanimarle con un delicado masaje cardiaco. Mi amigo debía toser y respirar con dificultad; la preciosa chica asegurar que jamás había visto un tipo tan valiente y cultivado. Todo parecía tan lógico que era estúpido no ejecutar el plan. De hecho, salió perfecto a excepción de un detalle desconcertante. La delicada chica morena, de ojos claros y labios finísimos, aprovechó la confusión del momento para coger mi bolso de mano y perderse con mis pertenencias en el parque.

 

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