Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

102. En paralelo (Anna Lopez / Relatos de Arena)

A ti puedo decírtelo: tengo miedo. Me enfrento a lo desconocido, al misterio universal, al designio de los dioses, pero estoy decidido a despejar la incógnita. Después de años de esconderme, trabajando cuando todos duermen, llevando los cálculos mentalmente, escribiendo sólo lo indispensable en estas pequeñas tiras de papel que consigo, por fin he resuelto el enigma, he descifrado la clave, he encontrado la salida de este dédalo pluridimensional donde me consumo.

Mañana partiré, abandonaré la colonia y orientaré mi rumbo hacia los confines de este universo. Con una función hiperbólica doblaré el eje del tiempo y en el preciso instante en que coincidan nuestras coordenadas, desligaré mi trayectoria de los parámetros que la rigen y saltaré, impulsándome a través de siete grados de incertidumbre, para reunirme contigo en otra era.

Te lo ruego, no te muevas ni un nanómetro. Una diferencia infinitesimal en nuestras variables espacio temporales y no volveré a encontrarte, jamás.

101. ΕΞΟΔΟΣ

Mira el monstruo en la dirección que le señala la espada desnuda de Teseo. Incapaz de encontrar la salida por sí mismo durante todos estos años, vagando a tientas por los estrechos –húmedos, fétidos– pasadizos del dédalo en cuyo interior se consume, quebrando a su paso las calaveras de enemigos antiguos, es el rey de Atenas quien ha tenido que llegar por mar para mostrársela.

Comprueba ahora la veracidad de las palabras de aquellos desventurados que entraron para darle muerte. Y el Minotauro suspira, se desvanece y cae sobre los huesos de los guerreros olvidados, extrañamente sereno, extrañamente feliz, al distinguir, al otro extremo de la hoja manchada de sangre, esa luz tantas veces anunciada al final del túnel.

100. DUDA

Entre estar despistado sin darse cuenta del correr de los días, o lamentarse uno y otro por el que pasan tan rápido, prefería estar en el laberinto de la duda, esa que le marca el camino con el aliciente de que igual vuelves a pasarlo una y otra vez.

99. Ni un dios

El Minotauro camina cabizbajo. Lleva en las manos papiro, pluma y tinta. Busca un sitio tranquilo dentro del laberinto antes de que todo comience otra vez. No piensa en escribir un nuevo testamento. Esta vez va a reescribir la historia. Su historia.

Ha leído e interpretado tantas versiones de sí mismo que  está cansado de su propia muerte. Encuentra un lugar que le brinda apoyo para escribir  y una piedra fría donde aposentarse. Empieza a narrar, rompe finales que no cuadran. Cuando termina, se sorprende. No puede ser, se dice. Malditos escritores, si encuentran un buen final no hay un dios que lo cambie. Más furioso que nunca camina a enfrentarse con su destino, escrito esta vez  por su propia  mano.

98. Entré sin darme cuenta (Reve Llyn)

 

El despertador suena y hace tiempo que estoy despierto. Dudo haber dormido algo durante la noche. La cabeza me duele con dolor de resaca pero no he bebido. Hace mucho que no bebo, ni siquiera me queda ese consuelo. Repiquetea el gorjeo de la sangre en mis sienes lanzando una y otra vez las mismas preocupaciones -la hipoteca, la luz, la nevera desnuda que tirita-.

 Sin ganas ni esperanza salgo de la cama. A mi lado ella parece dormida pero sé que no lo está. Evito mirarla, ya no soporto sus inquisidores ojos cuando leo en su fondo que esto que les doy no es la vida prometida. Tampoco miro a los chicos, la parejita, ¿cómo deshacer el nudo que enmudece las palabras? Palabras bálsamo que no explicarían nada pero quizá calmarían algo.

 Cómo cada día volveré a hacer los mismos recorridos en busca de aquello que se supone merecíamos cuando hace apenas unos años, todos juntos, espoleados por la brisa de mayo, llenábamos de color la casa. Nuestra ilusión olía como las flores. Ahora se han marchitado y huele a miedo. ¿Saldremos un día de aquí?

 

97. Quién teme a Teseo (Eduardo Iáñez)

Supongo que ustedes no lo creerán, pero antes de ser lo que soy, disfruté otra vida: una existencia ajena a estos pasillos sin fin, a estos senderos que se bifurcan, a estas esquinas que desembocan en la nada o en secretos idénticos a sí mismos. Ahora, sin embargo, se me ha atado despóticamente a esta misión, que me obliga a vivir en una disyuntiva permanente, a forzar mi voluntad con una opción incansable y mi memoria con el reconocimiento continuo. Desmadejado en la esclavitud de tal existencia, sé que él me observa, esperando mis reacciones. Aunque yo desearía frustrar sus expectativas, me debo a mi condición animal, y cuando hago lo que se espera de mí, el tirano, satisfecho, me coge entre sus manos y me deposita de nuevo en este habitáculo transparente, desde el cual lo veo alejarse con su bata blanca, a juego con mi pequeño cuerpo peludo.

96. NOCTURNOS

Cuando el sol cae tras la línea del horizonte y la tarde pierde su brillo ellos despiertan y se agitan nerviosos como si intuyeran próxima la oscuridad, donde se desenvuelven bien.

Pero únicamente cuando las sombras han poblado totalmente la tierra se animan a salir de sus escondrijos.

Es entonces, cuando nos creen dormidos, que se deslizan desde detrás de los cuadros, salen de debajo de las camas o de la puerta entreabierta del armario y se mueven a nuestro alrededor impunemente.

Si alguna vez llegaras a presentirlos es mejor que no se enteren, porque ya no te dejarían nunca en paz.

Cuando aún no duermes del todo y sientas un hálito frío en tu rostro ¡Nunca! abras  los ojos de golpe. Procura hacerles alguna señal para que crean que te estás despertando y darles tiempo a irse.

A ellos les gusta observarnos mientras dormimos, quizás añoran cuando estaban vivos, y de vez en cuando se nos acercan demasiado, nos rozan… o nos acarician provocándonos un escalofrío donde nos han tocado.

Están atrapados en un laberinto de donde no saben salir y eso les desasosiega. Nunca te muestres o te confundirán para siempre.

Déjales hacer y que sigan su camino.

94. EXIT (Nieves Mtz. Menaya)

Desde que su último intento había culminado en un fracaso, no había dejado de pensar en ello. Volvería a arriesgarse, pero esta vez se hallaba dispuesto a conquistar aquella geografía que tenaz se empeñaba en dilatar su miedo, y armado de valor se aventuró  a iniciar la entrada en esa nueva atmósfera. Conocía el proceso: debía olvidarse del vértigo infantil que le obligaba a palpar las paredes en busca de una brizna de oxígeno, eludir aquel zumbido que era como una infame letanía y dejar de sentir la ingravidez de un pavimento que parecía colgar del mismo cielo. Entrar le había sido fácil, sin embargo, desde ese mismo instante buscaba la salida. Esta vez el sudor parecía brotarle desde dentro, el tiempo había comenzado a ser elástico y la sensación de encontrarse en las entrañas de un cubo de Rubik le hicieron perder por un momento la noción del espacio euclidiano. Cuando definitivamente creyó que iba a morir, no lo dudó un segundo: apretó un botón y el ascensor frenó. Al menos podría contárselo al psiquiatra. ¡Había llegado hasta el tercero!

93. Enfermedad neurodegenerativa de nueve letras (Luisa Hurtado)

Durante los primeros años de vida apenas fui consciente de su presencia y de su sonrisa, pero supongo que siempre supe que estaba ahí, que podía recurrir a él si tenía algún problema. Sé ahora que me vigilaba de reojo mientras iba rellenando con letra pulcra, poco a poco, los libros de pasatiempos con los que siempre se entretuvo.

Cumplí años, soplé velas y pasamos las tardes juntos, cada uno en sus juegos y en sus tareas.

Hoy, recién cumplidos diez años, sintiéndome mayor y fuerte, me paro junto a él y lo miro. Su sonrisa sigue ahí, pero no tiene gracia alguna. Sus ojos están fijos en un punto más allá de mi espalda pero no me ve. Estamos a la misma habitación de siempre pero está perdido, y yo no logro encontrar a mi abuelo en él aunque lo sea.

Bajo la cabeza. El cuaderno de pasatiempos está en sus manos, abierto por la página 36 con ese laberinto gigante que no creo que vaya a terminar nunca. Es entonces cuando decido dejar de jugar, que lo haré yo y que lo traeré de vuelta.

92. MALDICIÓN

Salir o entrar solo depende de nuestra percepción, ya que al traspasar una puerta siempre existe esa dualidad. Tal que así, cuando atravesé el canal del parto salí del plácido útero de mamá y entré en un dolorosamente iluminado paritorio. No hicieron falta los golpes en el culete porque empecé a llorar de pura rabia.

A partir de aquí siempre tuve una extraña relación con la luminosidad y por eso iba gateando hacia Anita con los ojos cerrados y mordía su blanca y fluorescente piel. Nadie entendía mi fijación, y sus padres me cogieron una razonable manía que me convirtió en el primer expulsado de una escuela infantil.

En la época del maldito acné me enamoré de Lucia, pero cuando me acercaba a ella para confesarle mis sentimientos sus ojos azules me deslumbraban de tal manera que echaba a correr como un gilipollas a esconderme en la penumbra del wáter.

Ya con veintidós años, y todavía virgen, se cebó en mi una extraña enfermedad  que no pude sobrellevar, pero al entrar en el famoso túnel, con su brillante luz al final, no pude soportarlo y volví a salir (o entrar ¿lo veis?).

¡Y aquí estoy! condenado a vivir eternamente.

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