Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

78. DE NUEVO

Elegí el camino equivocado, pensé que todo iría rodado una vez me decidiera, pero no fue así, lo que parecía amor solo era necesidad de compañía;  cómo saberlo, quizá si hubiera tenido más experiencias.  A los 25 tampoco se es muy maduro, por lo menos yo no lo era.

Volví a errar una segunda vez cuando creí que aguantar solucionaría los problemas, toleré que la relación se degradara  basándome en ese prejuicio cultural que dice que a través del sufrimiento se llega a la redención.

Me costó encontrar la salida del  laberinto emocional que construí para justificar lo que de antemano había decidido hacer, con el desgaste moral que supuso esta experiencia.

Y ahora que he madurado a base de caer y levantarme, mi psicoanalista me felicita por haberme  liberado del  superego que me estrangulaba cada noche.

Uf! Después de tanta licencia tendré que buscar alguien a quien engancharme  y comenzar de nuevo.

77. Dédalo

Armada hasta los dientes me dispuse para la batalla.  Ajustado el yelmo a mi cabeza, la cota de malla al cuerpo y el escudo alzado protegiendo mi pecho, abandoné la aldea sin mirar atrás.  Yo era sólo una niña pero todos habían depositado en mí la última esperanza.

El castillo estaba protegido por un tenebroso laberinto que, según contaban las leyendas, se encontraba poblado de terribles criaturas.  Tardé años en atravesarlo.  Fue tal mi soledad en aquel tiempo que rezaba cada noche suplicando encontrar al Minotauro.  Cuando por fin salí de él, me había convertido en una mujer y maldije mi suerte por haber perdido media vida a la caza de un fantasma.

Hasta que pude verte una noche paseando a las puertas de tu fortaleza.  Entonces comprendí que sólo una herida de muerte pudo empujarte a levantar aquella maraña de calles sinuosas que unicamente pretendía aislarte del mundo.  Mis miedos se esfumaron y supe entonces que solamente debía esperar a que bajaras la guardia para enamorarte y curar tus heridas.  Acampé frente al castillo y ahí continúo, dispuesta para el asalto final, esperando que apagues la luz para asaltar el palacio y conquistar tu corazón.

76. Aniversari

Vuelvo de comprar fresas en la huerta.
¡Me encanta esta canción!
Giro mi cabeza sin querer mientras veo pasar, a cámara lenta, ese muro, esa antigua casa abandonada.
Aparco de cualquier manera mi furgoneta blanca y recorro el sendero exterior de la vieja tapia.
Donde piso malas hierbas y cardos hay un camino cuidado y encespedado.
Me agarro a la verja oxidada.
Hoy cumplo 7 años y mamá dice que es un día muy especial. Por eso ha preparado en el jardín una gran fiesta.
Todo está perfecto.
Los músicos tocan en el templete y cuando nadie mira me cuelo entre los setos altos de boj.
Salgo llorando con el vestido nuevo roto y sucio.
Mamá viene hacia mi y me protege en un abrazo infinito. Me seca las lágrimas, me atusa el pelo y entonces, todos a una, empiezan a corear con las velas encendidas de la tarta:
-«¡que pida un deseo, que pida un deseo!»
Concentrada, levanto lentamente mi cabeza y presto atención a un punto impreciso de la vieja verja oxidada.
Agarrada susurro: «pide un deseo, pide un deseo».
Un segundo
Dos segundos
Tres segundos
Cuatro y cinco.
Sonrío, apago las velas y salgo a mi encuentro.

75. A lo Cortázar

Era miembro de un grupo de comunistas, y así me presenté; él se rio, me explicó que al residir en un país capitalista solo era una simpatizante del sistema. Desde ese momento me adoptó como su alumna-amante. Me hizo sentir vergüenza por preocuparme de mi amigo desempleado mientras en Etiopía mueren niños de hambre, de la religión de mis padres, de mi entusiasmo por las pequeñas cosas, de mis opiniones sin cita bibliográfica; de mi ignorancia y mi ser romántico. Pero en el sexo sentí mi dominio; por completo indefenso se entregaba a mis simplezas. Él describía con palabras perfectas y yo le dibujaba su mundo teórico en cada una de sus células. Encontró a su Maga y también a ella, a su igual.

Cuando me preguntó si prefería pasar con él la Navidad o recibir el Año nuevo, me estremecí; sabía la respuesta correcta. Era como dar otra oportunidad a Edith Aron y a Julio en mi historia. Le propuse jugáramos por última vez a perdernos en algún barrio, dejar al destino nuestro encuentro, y entonces respondería. Él aceptó.

Hoy, en su vida, una de las dos es su esposa y la otra un personaje de su primera novela.

74. Mitología moderna

Vacilé, pero acabé adentrándome en aquel laberinto de polvo con el valor de una heroína. Cuando me enfrenté a los primeros monstruos no dudé en echar a volar, en elevarme parapetada por alas blancas; pero, desgraciadamente, quise acercarme demasiado al sol y acabé hundiéndome en el más profundo de los océanos.

73. Recaída

Descendió de nuevo por la madriguera, y llegó hasta el familiar pasillo. Estaba preparada para regresar. Esta vez enfrentaría sus miedos, y escogería la puerta correcta. El tiempo no volvería a escaparse tras el dichoso conejo blanco, porque sus días estaban llenos de proyectos. No habría más dudas sobre el camino a seguir, ni dejaría que nada enredara su mente a la hora del té. Sonrió al contemplar el tatuaje con forma de corazón, dibujado en su brazo.Tenía respuestas para todos, incluso para aquella voz felina que retumbaba en su cabeza.
Ahora que Miguel estaba con ella, no volvería a temer por su vida. Aferrada a su mano se sentía segura; la apretó con fuerza, dispuesta a dar el paso. Se volvió hacia él para buscar su mirada alentadora, y una fuerte descarga la sacudió de pies a cabeza. Descubrió, horrorizada, cómo su ángel guardián tomaba un trago del pequeño frasco de licor que había sobre la mesa, y comenzaba a hacerse más y más pequeño. Arrastrada por el impulso de seguir junto a él, Alicia también bebió, y rompió a llorar desconsoladamente.

71. Encrucijada (La Marca Amarilla)

Aquella noche Ariadna se durmió entre lágrimas, madurando la idea de divorciarse. Cuando despertó no estaba en su habitación sino en medio de un oscuro laberinto de altos setos. Se asustó y comenzó a correr en busca de una salida. Aplicando el sentido común cogió el camino más despejado, pero los setos eran más frondosos a cada paso; entonces intentó desbrozar alguno pero solo consiguió lastimarse. Ariadna decidió probar por otras veredas, pero por una surgía la incertidumbre, por otra el “qué dirán”, en alguna senda vio importantes motivos económicos, en otra sus padres se mostraban decepcionados y, en la más compleja, sus hijos suplicaban que no lo hiciera… Siempre encontró obstáculos que le obligaron a retroceder hasta el punto donde se encontraba su cama. Cansada, se tumbó sollozando de coraje pero sin dejar de pensar en un nuevo intento, convencida de que sería lo mejor para todos… Entonces se durmió y la pesadilla del laberinto se repitió varios días hasta que una mañana le despertaron los niños, jugando en su cama entre risas y alboroto.

–         Pero… ¿por dónde habéis entrado? – preguntó Ariadna, desconcertada.

–         Por la puerta, mamá – respondió extrañado el hijo mayor.

70. Lapi ro hunt (Izaskun Albéniz)

Despierto y miro tu blanca crisálida de sábana. Hechizado, me acerco despacio mientras te desperezas y me tiendes una fina hebra arraigada en tu cuerpo. Sonríes. Tus pupilas silueteadas en khol me invitan a traspasar el umbral del laberinto. Sorteo tus calles y mi boca se enreda en tu piel; avanza sin tregua y conquista el hueco tibio de tu cuello. Beso tu rostro encendido y lamo tu pecho colmado.
Perdido en tus senderos la mente se olvida de ser y se aturde, recreándose en cada recóndita curva de tu cuerpo. Sigo el cabo que me has entregado sin miedo a nada, sin pensar en el destino que me espera al final del laberinto.
Parpadeas. Me detengo jadeante, confuso en la ruta. Mi ser se desdobla enardecido por tu aliento hasta que encuentro el camino. Te impregno de ternura y cabrioleo alborotado entre tus muslos, preso del abrazo firme de tus tobillos. Cuando muere Apis se desvela el arcano misterio y desfallezco licuado en tu vientre para resurgir poco después, como un párvulo perdido en las calles. Exhausto, encauzo mis pasos tras el hilo y me tiendo sobre la almohada dispuesto a morir nuevamente para resucitar a tu lado.

69. De vuelta al laberinto.

Toda Creta se hallaba en alerta tras conocer la noticia de que el Minotauro había escapado del laberinto y campaba a sus anchas, sembrando el terror en todos y cada uno de los rincones de la isla. El joven Artenipo, de fornido torso y poderosa espada, acudió a su encuentro en un desesperado intento de poner fin a la terrible masacre que la abominable bestia estaba provocando. Artenipo, encomendándose a los Olímpicos, pidió que le dieran fuerzas para acometer con éxito la hazaña de derrotar al Minotauro y, sin causarle la muerte, devolverlo al enmarañado lugar donde la locura cobra forma de interminable y tortuoso camino. Tras desencadenarse una feroz batalla en la que Artenipo llegó a temer seriamente por su vida, logró asestar un certero golpe que dio con el cuerpo de aquel monstruoso ser en la árida tierra a los pies del monte Ida. Desde la cima, envuelta en nubes, Zeus le insufló el vigor suficiente para poder arrastrar al Minotauro hasta la mismísima puerta del laberinto y de un formidable mandoble enviar los huesos de la alimaña al más oscuro rincón de aquel lugar de pesadilla.

68. Rastreando el olvido

Desde aquella cama de hospital pasea incansable por su mente buscando resquicios de una vida que probablemente tuvo y que añora a cada minuto.

Se recuerda vagamente en lugares que no conoce, con personas que estima sin saberlo, y en situaciones en las que no es más que un extraño o un observador casual.

Son secuencias de momentos inconexos e inacabados con las que convive a diario, y que poco a poco le van robando su identidad, y sin identidad nada tiene sentido.

Pero aquella noche, en otro de sus paseos por ese laberinto en el que se había convertido su memoria, alguien se dirigió a él. No sabía quién era, aunque algo le decía que la conocía desde siempre.

Pronunciando un nombre que aceptó como suyo, aquella mujer cogió su mano y fue guiándolo entre sus recuerdos, mostrándole la única salida que conocía. Entonces le pidió que aguardase ante ella, atravesándola ella misma a continuación.

Apenas un instante después, todos sus recuerdos fueron hilándose para devolverle la esencia de aquella vida perdida. Ahora todo tenía sentido para él, tenía consciencia de sí mismo, y de su mujer, que años después, aguardaba a tan solo un paso de él.

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