Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

BLANCO Y NEGRO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en BLANCO Y NEGRO

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán relatos que desarrollen el concepto BLANCO Y NEGRO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE DICIEMBRE

Relatos

76. La decisión de la señorita Baras. (Filias)

En enero fueron las heladas, y en febrero una tempestad de nieve. Para marzo ya esperaba la ventisca, y por eso en abril no le sorprendió la intensidad de la borrasca. Iso reconoció que, aunque aún echaba de menos algunos buenos momentos, la mejor decisión fue poner punto y final a aquella relación tan tormentosa.

74. Paisajes (Gabriel Bevilaqua)

El pasajero no duerme. La azafata le informa que, si lo desea, puede activar la ventana para que muestre un paisaje de su agrado que lo distienda. Tras darle las gracias, selecciona una campiña de exuberante verdor, adornada cada tanto por una granja o algún rebaño de vacas paciendo.  A poco comienza a bostezar…

Una gota de agua salpica la cara del pasajero, luego otra y otra. Se despierta y advierte por la ventana un bosque oscuro castigado por la lluvia y el viento. Busca a la azafata con la mirada mientras presiona alocadamente los botones del mando. Inicia a diluviar, relampaguea y truena. Se para, se quita la chaqueta y trata de cubrir la abertura. De improviso la nave pasa por un pozo gravitacional y se ladea. El hombre se abisma entre las sombras del bosque. La ventana parpadea y el paisaje de la serena campiña se restaura. El resto del pasaje duerme.

73. Luz salvadora

La lluvia arreciaba mientras la familia intentaba ponerse a salvo. La noche, tan desapacible, se sumaba al sentimiento familiar, lleno de desazón y tristeza. Las aguas del río habían entrado en su casa, y habían obligado a los padres, y a a sus tres hijos a abandonar la vivienda con lo puesto. Los padres, temerosos por la seguridad de su prole, sabían que debían intentar llegar a lo más alto del pueblo. Quizás así pudieran librarse de las fuertes inundaciones, que amenazaban con romper la presa cercana. Pero mojados hasta los tuétanos, y cargados con los dos pequeños, no era nada fácil avanzar. La niña mayor, pese a sus escasos cinco años, intentaba avanzar todo lo rápido que le permitían sus cortas piernas. Cuando sus fuerzas empezaban a desfallecer y comenzaban a desesperarse vieron a lo lejos una luz cegadora. Los cinco empezaron a gritar: Aquí, ayuda, ayuda- para alertar de su presencia- mientras veían acercarse a una brigada de Protección Civil, que en una barca iban en busca de afectados como ellos. La alegría regresó a aquella familia que lo había perdido todo, pero que conservaban lo más preciado para ellos, sus vidas.

72. Loki el genesis no contó

A Odín le tocó la lotería, esa con la que todos sueñan para “tapar agujeros y echar una mano a los hijos, que está la cosa muy mal”. Así que, como buen padre -harto de tener el Val-halla lleno de vástagos dando guerra- le dio la pasta a su primogénito para que se independizase de una santa vez.
Thor, que no era muy de números, lo gastó todo en un pedazo ático, pero como era modernito le dio por reconvertirlo en loft. Total, con semejante martillo iba a ser cosa sencilla. Y ahí que se puso, dale que te pego con el Mjolnir.
Entonces, un día ventoso, estando Odín en su jardín sin fin, ya libre de su delfín, recibe una llamada de Noé:
– “Oiga, Don Odín, que los martillazos de su hijo me han provocado unas filtraciones, que es que me está cayendo el diluvio universal. Se me está inundando todo. No le digo más que voy a necesitar un barco para sacar a mis bichos de casa. ¿A mi quién me arregla este sin dios?»
– “Ya ve, hombre, ya ve”.

71. PROMESA DE ESPUMA (towanda)

Cayo le prometió que recorrerían el mundo en un velero que él mismo armaría…

Una mañana de primavera el Helena zarpó. Calma chicha. Suave viento de popa. Jornadas que no hacían presagiar que, súbitamente, el cielo enlutara voceando truenos sin clemencia. El viento bramó furioso alimentando una voraz tormenta. Plegaron velas. El agua anegó la cubierta quebrando el mástil. Un desafortunado bandazo a babor precipitó el barco de proa, sumergiéndolo en un furioso océano…

Llueve. Una mujer entra en una cafetería. Viste de negro. Llama su atención un anciano distraído con palillos y servilletas. Le resulta familiar el modo de coger la taza, su olor a maderas o esa forma de colocarse las gafas. Piensa en otra persona y sonríe. Ha cesado de llover; se marcha. Al salir, roza con su abrigo el brazo del hombre que percibe una brisa como de sal. Eleva los ojos. Apenas avista una figura oscura alejándose. Nota una punzada en el pecho. Aplasta su canoa de palillos. Se cubre el rostro y rompe a llorar…

Jamás han abandonado su memoria, pero la culpa, la pena y la imagen de Helena, engullida por lenguas de espuma, le asfixian, con más saña, los días de tormenta.

70. TORMENTA DE VERANO

Una tarde de agosto. Calor, bochorno, sudor. Nubarrones, oscuridad, una luz resquebraja el cielo. Tres segundos pasan. Gotitas, gotas, goterones. Un sonido retumba en la distancia. El viento arrecia. Las gotas se vuelven lluvia, la lluvia se vuelve granizo. El sonido se acerca, aumenta su intensidad y los cristales vibran. Diez minutos pasan.
Entonces, vuelve la calma. Los rayos de sol pelean por salir y lo consiguen. La oscuridad da paso a la azulada luz. El suelo huele a humedad. Una tarde de agosto. Brisa, frescura, paz. Verano.

69. AVALANCHA (Amparo Martínez)

Las musas recelan de la felicidad, por eso me habían abandonado. Me esquivaban jugando al escondite entre mis sueños y mi suerte. Se burlaban de mis dedos, de mis ganas; mientras mi inspiración, cabizbaja, dormitaba a lo largo de un pentagrama vacío… ¡Hasta ayer!

Ayer, tras colgar el teléfono, las notas negras y blancas proliferaron en avalancha, enlutando mi cuaderno.

Ayer, mi mano bailó un ritmo primario, de letanía. Acarició las curvas de la guitarra, arrastró mi corazón…, manteniendo a flote el meñique.

Ayer, mis dedos se aferraron a seis cuerdas afónicas, punteando quejidos: nota a nota, nota a nota…, repicando, como la tormenta tras los cristales.

Ayer, plañidera asmática, mi guitarra lloró mares de sirenas muertas.

¡Pero eso fue ayer!

 

“Como informamos ayer, la abundante lluvia caída durante las últimas jornadas causó un trágico desprendimiento de terreno en la nacional 634. De los vehículos que resultaron atrapados en la avalancha y arrastrados al mar, se ha conseguido recuperar con vida el cuerpo de una mujer. Las tareas de rescate están resultando lentas y laboriosas por el fuerte temporal que continúa azotando el norte del país…”

68.PACTO DE SILENCIO ( Begoña Heredia)

En el pueblo sabíamos que la llegada de la familia holandesa no pasaría inadvertida. Una constante ronda de vecinos asediaba la casa con la intención de verles entrar o salir, la curiosidad se regaba en cada huerto. Eran cuatro, padre, madre y dos niñas bellas y rubias. A mis amigos y a mí, la mayor de las hijas, cercana a los diecisiete, nos hacía soñar con senderos desconocidos hasta ese momento. Nuestra admiración, cada vez iba más lejos, lo que nos hizo descubrir, que al llegar la noche, la muchacha desnudaba su cuerpo, refrescándose en el baño sin cerrar los cuarterones. Fue a Jorge a quien se le ocurrió la idea de apostarnos en el muro contiguo a la casa. Y aquella noche, observamos medio ocultos un cuerpo mágico, hasta que una tormenta de verano, sorprendió a la chica con sus truenos. Justo en el momento, en el que un rayo iluminando el cielo se entrelazó con un alarido de la holandesa, de los arboles saltaron como manzanas maduras otros espías descubiertos. Corrimos sin mirar a tras hasta llegar a los soportales de la iglesia y como en un silencioso pacto, una compaña de hombres cabizbajos pasó frente a nosotros.

67.LA VERDADERA HISTORIA DEL SOLDADITO DE PLOMO Y LA BAILARINA

Todo lo que se ha escrito acerca de su caída no es verdad.  A Friedrich Larsen, guardia húsar del primer batallón de infantería danesa, lo arrojaron desde el alféizar.

Puede que el resto de la historia sea cierta o puede que no: la caja de música diabólica y su envidia ante el amor incipiente de los enamorados, la desolación del soldadito tullido bajo el aguacero tras precipitarse al vacío, la maldad de los infantes al aventurar a nuestro héroe por las alcantarillas de la ciudad a lomos de un barquito de papel condenado al naufragio,  o su angustioso final en el estómago de aquel pez terrible que lo engulló.  Nunca lo sabremos.

Sí conocimos que fue después cuando llegó el terror de verdad. “Adelante, guerrero valiente. Adelante, te aguarda la muerte”, resonaba en su cabeza aquella cancioncilla militar cuando volvieron a depositarlo en el cuarto de juegos, encima de la chimenea y tuvo que enfrentarse a sus ojos cínicos y burlones y a una condena eterna, unido a ella por una peana fundida por el fuego en forma de corazón.

Confirmó dolorosamente que las bailarinas sentimentalmente anoréxicas y emocionalmente minusválidas no danzan con soldaditos cojos.

66. TORMENTO

Primero llegó el olor a humedad, de repente el cielo oscureció y comenzaron a caer las primeras gotas. Aquella tormenta acudió en mi auxilio, me sacó de mi letargo y por fin pude respirar hondo, sin miedo a que en medio de la respiración un sopapo o un insulto me hiciesen perder el aire. Podría haber imaginado hacerlo, pero no paso por mi cabeza que hubiese una solución a aquella tortura. Nunca pensé que tendría la fuerza necesaria. Un segundo de indecisión y él podría volver a levantarse y agarrarme con sus grandes y ásperas manos.

Podría haber reaccionado tantas veces, como cuando me quitó la falda que el mismo me había regalado para que enseñase de verdad las piernas. Podría haber sacado la rabia, pero no, aguanté.

Hoy sus palabras por fin me han dado la fuerza. Podía haber añadido que soy una inútil, que no sé cambiar ni una rueda, pero no sólo ha sido “tráeme el gato” y según le he visto de espaldas me ha venido la fuerza necesaria para golpearle.

La sangre ha manchado el suelo del porche pero gracias a esta bendita tormenta ya no queda ni rastro de mi verdugo. Respiro hondo, libre.

 

65. Cuentos de viejas… (Esperanza Tirado)

Fuera llueve a mares. La luz se ha ido por la fuerte tormenta. Tres caras mustias y aburridas, sentadas en el sofá, miran sus cacharritos tecnológicos, ahora inservibles.

En el salón, iluminado con velas, su abuelo los observa desde su mecedora.

 

–¿Sabéis? Cuando éramos pequeños aquí la electricidad no existía.

–Siii, abu Gus,…que ya nos lo has dicho tropecientas veces…

–Y contábamos historias. –El abuelo ignora la queja. –En noches de tormenta como esta, se decía que una dama de larga cabellera oscura, vestida con un brillante manto blanco, vagaba por el bosque en busca de su hijo perdido…

–Bah, cuentos de viejas…

–Cuentan que el niño salió con su aya al bosque. –El abuelo continúa– Ésta se encontró con su amante y dejaron al niño jugando a la orilla del lago. El niño se perdió, quizás se ahogó… Y la pareja fue expulsada del pueblo. Cuando hay tormenta se dice que es la dama abrigada con su manto blanco que sale a buscar a su hijo en el lago.

Un relámpago ilumina el cielo. Los tres corren a la ventana, expectantes. Suena un trueno, y un escalofrío les recorre el cuerpo.

El abuelo sonríe desde su mecedora.

64. Tormenta

La gota desciende con ligera suavidad, casi invisible, hasta que choca con su cuerpo, provocando que sus ojos vean el cielo oscuro que los rodea. Otra gota se disfraza de lágrima, diluyéndose en su rostro.

-Tendríamos que marchar. Va a caer una buena.

La besa. Sus labios son frescos. Ella los envuelve con los suyos. Cierra los ojos e imagina posibles caricias. Las gotas caen indiscriminadamente sobre sus cuerpos dejando sus húmedas huellas en ellos.

-Busquemos un lugar dónde refugiarnos.

Él la mira. Ella se pierde en sus ojos. Él le susurra palabras. Ella le sonríe. Él le dice que no puede amarla. Ella lo mira extrañada. Él le indica que espere un segundo. Ella siente que acaba de despertar de un sueño. El segundo se le dibuja eterno. Él saca un libro. Una página. Ella lo mira extrañada. Lo escucha. Las palabras enlazan con ellos, no puede rechazarlas. Es su propia historia. Él acaba. La mira. Ella lo besa. Lo abraza.

-No importa ya la lluvia.

La tormenta rompe los grilletes meteorológicos que la sujetan a las nubes y libera todos sus recuerdos sobre ellos, como cuando no existía el aire y el cielo vivía abrazado a la tierra.

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