Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SERENDIPIA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en SERENDIPIA

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LA SERENDIPIA. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE NOVIEMBRE

Relatos

OCT190. C’EST LA VIE, de Miguel Jiménez Salvador

Al fondo, expeliendo por igual maldiciones y esputos, como es su costumbre, el viejo Hild, normando y excontrabandista. Tipo peligroso aún la edad.
Hoy la ha tomado con ciertas mañas tecnológicas, artes propiciatorias de las tropelías espiantes perpetradas, presuntamente, por los “States”, según las noticias. Me cuenta el camarero mirándole de reojo. Lo acompaño, a él con la mirada, y a mi estado de ánimo con un encogimiento de hombros, mientras el viejo continúa su diatriba, ahora: derribando imaginarios “drones” que nos vigilarían, ajusticiando cobardes ladrones de salón, traje y corbata. Y en defensa de lo honorable de las tradiciones del cara a cara y cuerpo a cuerpo entre truhanes. La verdad es que al rato desconecto un poco, no vine aquí para eso.
Bien entrada la noche y con bastante más de la dosis recomendada emprendo retorno hacia mi cubil. Apenas reconociendo el camino, me dejo guiar al oeste por la salobre brisa que me rodea, Canebier abajo, creo.
Vislumbro el portal de mi pensión, por fin, y un fardo humano que me cierra el paso. Fijando turbio la mirada reconozco la oronda barriga abierta a cuchillo, desde el ombligo hasta debajo del esternón.
Al menos murió como quería.

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OCT189. NIHILISMO, de Jonathan González Almanza

El ambiente se tornó frío…

-He venido por tí Miguel. ¿Sabes? En mi trabajo no suelo dar explicaciones, pero eres un caso extraño; amas, eres amado, posees dinero y éxito en la vida, hay gente que te aprecia y admira, empero tu apatía me ha llamado.
¿Hay algo que quieras decir?

Miguel, sin dar vestigios de algún sentimiento y con la mirada clavada en su vaso de whiskey susurra:

-Tu no sabes lo que es ser diferente aquí.

OCT187. PASO FIRME, de Núria Díaz Díaz

Hace una hermosa mañana en este claro del bosque. Ante mis ojos contemplo la belleza del paisaje en todo su esplendor. La suave brisa primaveral acaricia mi rostro. Floto en el aire. Delante de mí pasa toda mi vida. Parece que fue ayer cuando nació mi primer hijo. A los seis años enfermó y ya nunca más se recuperó. Lo enterré junto a la playa, mi playa, y la de Tomás, el marido que marchó a la guerra y me fue devuelto en una caja de madera.
Ahora, en este momento, no tengo dudas. Me siento libre, en paz conmigo misma. Mi cuerpo ha dejado ya de pesar. Voy cayendo hacia el infinito, sin miedo, recordando lo que un día fui. Caeré pero de pie.

OCT185. OLIMPO, de Rubén Rojas Yedra

—Mira ese hombre, papá. Se está acercando, ¿verdad?
El hombre no supo qué responder. Examinó a su hijo de reojo: sentado con los pies colgando, la mirada tendida sobre el fabuloso terraplén. No dejaba de ser un niño normal que pasaría desapercibido ahí abajo, se dijo, si no fuera por esa mirada inmensa, de siglos, y una paciencia impropia. Desde aquella altura olímpica, observaban los puntitos con la misma humanidad que se siente ante un tullido o un ciego. Y sin embargo eran cuerpos enteros. Mortales.
—Pronto lo sabremos —resolvió.
En algunas páginas mitológicas se representa el umbral de los tiempos; limen de acceso al panteón, en la cima del monte, en el que ciertos dioses, de dos en dos, esperan para ayudar a subir solamente a los salvados.

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OCT184.VISITA MOLESTA, de Ana Rosa de Artíñano Comin

No era el momento adecuado para irme pero pensándolo bien nunca lo sería.
Podía estrujar entre mis dedos la tensión que circulaba por el aposento y el silencio que se paseaba a sus anchas llenando el ambiente de interrogantes sin respuesta.
Tu cara blanquecina, tu nariz afilada, tus manos largas y huesudas y esa mirada tan perdida..me hacía estremecerme.
Estaba harta de verte tanto en los últimos días, aunque me encontrase mal no eras bien recibida, te expliqué cuidadosamente que tenía la casa desordenada, los cristales sucios después de un invierno de lluvias, los deberes del trabajo a medio hacer, tenía que cancelar visitas ya programadas, una sensación horrible de trabajo inacabado, tantas cosas en el tintero que me resultaba imposible, tanto amor por entregar y así de esta \»guisa\» no podía acompañarte y abandonar este mundo.
De momento tendrias que aguantarte.

OCT183. COMO ALMA QUE LLEVA EL DIABLO, de Mercedes C. Velázquez Manuel

Postrado sobre el suelo húmedo y con la mitad de su cuerpo paralizado, oía asustado el sonido metálico de unas firmes pisadas acercándose. Se revolvió todo lo que pudo sobre aquellas losetas hidráulicas diseñadas con motivos geométricos y florales. Sus brillantes ojos negros parecían saltarse de sus órbitas, al tiempo que esperaba la llegada inminente de aquellos pasos desconocidos. Mientras, su corazón menudo aparentaba salirse por cualquier resquicio de su cuerpo, a poco que hiciera el más mínimo esfuerzo de querer salirse con la suya.
Y la suya no era ni más ni menos que permanecer atrapado en una pinza plástica, en cuyo interior estaba estratégicamente colocado el oloroso cebo. A la primera de cambio, y con solo rozarla levemente, quedó capturado para siempre como si de una gran mandíbula acerada se tratara. La agonía mortal le vendría lentamente por inanición y por su lucha desesperada.
La portadora de los tacones de aguja de considerable altura, nada más llegar a la puerta y vislumbrar el diminuto cuerpo retorciéndose, tendido e inmovilizado; saltando y gritando de miedo, huyó despavorida como alma que lleva el diablo, dejando uno de los tacones al lado del hocico empurrado del pequeño roedor peludo y desmadejado.

OCT182. EL LADO OSCURO DEL HONOR, de Alfonso Carabias Antúnez.

Mientras ajusto yelmo y me enfundo los guanteletes escucho de fondo la algarabía del pueblo, mancillando un silencio engañoso en el que ella me mira mientras me armo.

Intento que no note que la estoy abrazando más fuerte que otras veces; mantengo el tono solemne al despedirme de mis hijos y monto al caballo comandando el ejército que defenderá la ciudadela.

Saludo obligado ante el rey y luego en las calles ante el pueblo, que nos despide con admiración y esperanza. Atravesamos las murallas ante la atenta mirada de los grajos que, apostados en las almenas, nos ven partir al campo de batalla.

Tras las montañas un relámpago ilumina las huestes enemigas, que se extienden hasta donde alcanza la vista. La desventaja ante ellos es de veinte a uno.

Algunos de los míos dejan escapar lágrimas ante lo que será el final de su camino. Si pudiera, yo también lo haría, pero eso es algo que el maldito honor tampoco me tiene permitido.

OCT181. LA NEGRA SEÑORA, de Mateo Alonso Ferrera

Pámpero conocía bien aquella mujer que se le acercaba corriendo desde un extremo del puente, exhausta, con la cojera metálica y las negras facciones desencajadas bajo los negros ropajes. La había visto en los pasillos del Comarcal, cuando su esposa llegó a ponerse tan enferma; junto a los pozos, momentos antes de los derrumbes o donde los Pocielo, cuando todos menos ellos consiguieron dejar el fuego atrás. La mujer llegó a su altura y abrió la boca como para tomar aire, pero todo lo que hizo fue sacar por ella un humo negro que sonaba a montaña y tierra.
-¿Y el niño? –preguntó, mirando en derredor.
-Esta vez llega tarde, Señora –contestó Pámpero, esbozando una sonrisa mientras contemplaba cómo, muchos metros más abajo, dos hombres sacaban a la orilla el joven cuerpo de entre las revueltas aguas. El muchacho tosió agua, tosió aire y agradeció que en la escuela hoy les dejaran salir un poco antes.

OCT180. CITA A LAS CINCO, de Ignacio Feito

Ven esta noche, está escrito en tinta corinto en el billetito perfumado que el maestro le mandó coser al Zayitas con hilo madreselva justo en el pliegue de la taleguilla.

Y el ven esta noche le está latiendo al maestro en el lado de la carne cuando mira al Cabileño, quinientos cincuenta, zahíno, bizco, avisado. Y como no quiere llegar tarde a su cita con la bella, le espeta, le grita, lo cita de veras con palabras de cita, ven, vente, venme, y le tiende la alfombra franela escarlata para que no se manche los pies en la arena espléndida.

Ya estamos viendo, maldita sea, estamos viendo que el maestro se va a confundir de cita y de este modo ocurre en verdad la vuelta de rueda, la larga cambiada, que por desear tanto la noche y quedar tanto del día, al abrazo de la bestia se entrega el valiente y de la fantástica cópula solo nos queda el rugido cuajarón arruinando de sangre el billetito y el tendido de sol mirando al tendido en la sombra, sombra y capucha, en la ingle el pitón y adentro la muerte.

OCT179. EL FINAL, de Nicoleta Ionescu

Entró y cerró la puerta. El cuarto alquilado le pareció desierto. Ningun cuadro en las paredes, ninguna ventana. Una mesa, una silla, una cama, un armario. Pobreza. Y soledad.
Colocó en la mesa la caja del violín, el único equipaje que había traído con él. Acarició con sus largos dedos el cuero envejecido, pero todavía reluciente. Surgieron imágenes casi olvidadas. Sonidos confusos, aplausos frenéticos, caras transfiguradas. La emoción voló un breve rato antes de caer, vencida, en el suelo. El silencio, hambriento, la tragó.
Cuidadosamente, abrió la caja. Desplegó el frágil esqueleto agachado en ella y lo colgó en el armario.
Ya no era solo. La eternidad podía empezar.

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