Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

06. O´SO´LO

La brutal tormenta de nieve zarandeaba la pequeña caseta de madera perdida en medio de los inmensos bosques, aislada de cualquier lugar habitado.

Salía arrastrándose cada media hora a palear delante de la puerta intentando no quedar sepultado.

El extravagante profesor dejó a sus colegas de universidad boquiabiertos al comunicarles que disfrutaría de un año sabático para preparar el ensayo definitivo sobre la esencia de la soledad. Dijo que quería ser recordado como el mejor filósofo del aislamiento.

Llevaba once meses absolutamente incomunicado pero sus apuntes eran exiguos. No conseguía avanzar hacia la verdad definitiva.

Sonó un fuerte golpe. Pensó que era una rama de abeto arrancada por el huracán.

Abrió la puerta para retirarla.

No tuvo tiempo de reaccionar. El enorme oso se abalanzó sobre él. Había olido su sangre caliente desde kilómetros de distancia.

Los dos entes solitarios por fin se habían encontrado.

Bajo el aliento del plantígrado ambos saciaron su hambre; el animal de alimento, el profesor de sabiduría.

Acababa de descubrir la verdadera esencia de la soledad en el instante mismo en que las descomunales fauces le arrancaban la cabeza, ahora sí, plena de conocimiento.

05. GRADOS DE DIFICULTAD (Ángel Saiz Mora)

Había sido sencillo, demasiado. El dependiente no puso cortapisas para venderle un revólver pese a su juventud y comportamiento poco desenvuelto.

Tampoco le resultó problemático volver al infierno, el que hizo de él un ser asocial. Si generaba una masacre en su antiguo colegio e instituto se convertiría en alguien poderoso. Bastaba mover un dedo, el del gatillo.

No esperaba contemplar la humillación de un muchacho por varios bravucones, arrojado al suelo entre burlas, ante la inacción general. Le recordó su propia experiencia pocos años atrás.

Los hostigadores desaparecieron en cuanto se acercó, al descubrir el cañón del arma. Con una facilidad aún más inesperada, inédita en él, conversó luego largo rato con los padres agradecidos del adolescente.

Tan simple como liberador fue dejar que se hundiese la pistola en un lago.

Con sus conocimientos informáticos, desarrollados durante años de soledad, lanzar ataques contra el negocio del armamento se convirtió en un juego divertido, de niños casi, de esa infancia que le robaron.

Mucho más complejo va a suponerle sacudirse el carácter retraído, pero está dispuesto a hacer ese esfuerzo por más que le cueste. Sabe que la asociación contra el acoso escolar necesita de su experiencia y apoyo.

04. Caperucita

A medianoche, mamá me levantaba de la cama y me hacía entrega de una cesta con comida para que la llevara al bosque. Siempre bajo el mismo árbol. Desde que papá huyó para evitar ser capturado por los hombres malos, me convertí en el hombre de la casa. Aquella excursión nocturna se hizo tan habitual que la mantuve aun cuando el fin de la guerra trajo de vuelta a nuestro padre. Y cada mañana, al retirar la cesta, la seguía hallando vacía.

03. GENIO Y FIGURA

Era un narcisista de manual. Un líder nato, admirado por sus amigos y compañeros de trabajo y adorado por sus colegas de correrías nocturnas. Para él, eran sus súbditos.

Pero quienes lo vivían más de cerca, como su familia o sus parejas, conocían también su lado oscuro cuando no se salía con la suya. Entonces era prepotente, nada empático y, con frecuencia, agresivo. Creía firmemente que llevaba siempre la razón, que no lo entendían, y ni se inmutaba cuando quienes de verdad lo amaban, acababan huyendo para preservar su propia salud mental.

Cuando tuvo el fatal accidente que lo postró en una silla de ruedas, sólo su perro, su dinero y la foto de su deportivo destrozado le hicieron compañía.

Pero, genio y figura, él seguía considerándose la injusta víctima de todos los demás.

Esos imbéciles.

 

“Nota manuscrita de D. Raúl Gil de Prado, hallada junto a su cadáver, su silla de ruedas y un frasco de ansiolíticos vacío”.

02. Acecho y derribo

Más allá de la curva del mundo hay un hombre marrón robando miel a las abejas que anidan en un castaño centenario. Inmutable, fuma un cigarro apestoso mientras rebaña hasta la última gota dorada. Decenas de gatos verdes vigilamos sus movimientos sin decir ni miau. Estamos acostumbrados a ver lagartos hurgar en las entrañas de los exhaustos y culebras que chupan la sangre a los inocentes.

Después, con un velo en la mirada, se dirige como un autómata a un árbol cubierto de caracoles para recolectarlos en un saco. Su alma huele a amor podrido, a ego absoluto, a ambición insaciable. Esperamos pacientes que cometa un error para abalanzarnos sobre su rostro y sacarle los ojos. Lo hemos hecho otras veces, pero hay que tener cautela. Este tipo de bestias prepotentes suele cubrirse bien las espaldas.

Entonces, una niña blanca, como de nata, aparece cantando por el camino. Al hombre se le ilumina la cara: por fin un gesto de debilidad. Tensamos nuestras patas, afilamos las uñas.

Sin pensarlo demasiado le ofrece miel, le enseña los caracoles. Cuando abre su saco gris llega el momento. Un coro de maullidos le acorrala ensordeciendo su credibilidad, juzgando sus intenciones.

Ya es nuestro.

01. JUSTICIA

Augusto está contento. Esta mañana, mientras se preparaba la sopa de lentejas que tanto le gusta, ha recibido la notificación de su abogado. Ha sido un año incómodo desde el accidente. Que haya un joven guapo y deportista involucrado, y peor aún, que sea la víctima, hace que todo el mundo rastree la culpabilidad más fácil. Como si la vida fuera tan simple, piensa él.

Lo único probado es que el joven había bebido más de la cuenta y había incrustado su moto contra el coche a una velocidad no permitida en un cruce sin preferencia. Esa era la realidad. Él se había limitado a mantenerse sereno, pero los padres del chico le habían insultado en el juicio, le habían llamado canalla, bestia, insensible, asesino… Y ayer mismo el juez le había declarado inocente. Ahora qué…

Augusto está pensando llamar a sus abogados para agradecerles el buen trabajo realizado y de paso, pedirles que inicien las diligencias necesarias para denunciar a los padres del muchacho; les perdonará su comportamiento ofensivo, pero deberían correr con los gastos del arreglo del Toyota. Parece lo más justo.

75. Penurias

Tropiezo en los escalones de subida al escenario, las piernas me tiemblan. Mi mano escarba con torpeza en el bolsillo interior de la americana. Desdoblo el folio que escribí anoche, en donde la tinta de ciertas palabras se emborronaron salpicadas por las lágrimas de ausencia. Así las dejé porque la posibilidad de tener que leerlas era ínfima, y porque me las sabía de memoria. Un actor debutante y con un papel de mimo no tenía ninguna opción. Tras recoger mi estatuilla como mejor actor de reparto, mi voz entrecortada entona mirando hacia el techo: «Abuela, tu siempre serás mi Sirio, mi estrella más brillante. Gracias por tantos sacrificios».

74. Entre el suelo y el cielo

El turno de Ginés acaba a las ocho, pero desde las seis tiene los pies helados. Cuando sale de la gasolinera se pasa por casa de su madre y le lleva un inhalador para el asma y pistachos, que le encantan. Desde que murió su padre se siente muy sola y se queda un rato con ella viendo pasapalabra mientras acaban con media bolsa. Valeria lleva diez años en España. Se fue de Colombia huyendo de tantas guerras superpuestas, buscando terreno firme para empezar una nueva vida. Trabaja como un galeote en el servicio doméstico para enviar dinero a sus padres.
Ellos no lo saben, pero en el cielo algo ha empezado a moverse. Órbitas que se desplazan unos grados para asombro de astrónomos; lunas traviesas que olvidan sus fases y se ocultan durante semanas; estrellas que de forma sutil se mueven unos años luz.
Valeria paró de casualidad en la gasolinera de Ginés . Le llamó la atención su aire desvalido y su manoseado ejemplar de Cien años de soledad. Un mes después estaban desnudos en la cama mirando los astros por la ventana del techo, agradecidos y felices de que estos se hubieran alineado para que pudieran estar juntos.

73, Así en el cielo como en la tierra

Me dedico a descubrir parajes auténticos, vírgenes de turistas y franquicias. Comprendo que mi labor ya no es posible aquí y decido emprender la ignota ruta del horizonte: cruzar las nubes, escalar galaxias, atravesar cascadas de estrellas.  

A partir de un punto la senda se desdibuja, la tierra firme desaparece y mis pies se sumergen en vapor de agua, en cráteres de lunas y planetas, o se embarran con polvo sideral. A veces me vence la soledad, y, pese a que el cansancio se acumula, no desfallezco. Me consuela imaginar la pureza de una civilización, la sabiduría de musas celestes, descubrir la divinidad. Casi al borde de la extenuación me deslumbran ráfagas de luces. Abrumado, tardo en comprender que son las puertas del paraíso celestial.  

Al atravesarlas me asalta el griterío de ángeles ambulantes ofreciendo descuentos por expiar mis pecados. Huyo. Doblo esquinas, cruzo avenidas. Todas plagadas de centros comerciales donde adquirir parcelas de cielo con vistas a la Osa Mayor, hamacas para las duermevelas del descanso eterno, alas ribeteadas con purpurina estelar. 

72. Las lágrimas de San Lorenzo

Sé que lee mucho mientras tiene paciendo las ovejas. El pueblo es pequeño, pero gozamos de una buena biblioteca.

Los poemas que me escribe son de revolver las sensaciones hacia donde él las dirige. No solo expresa su amor por mí, aunque a menudo, sino que me lleva a todos los lugares donde su ánimo transita.

Juan, el médico, me escribe cartas. No gozan de metáforas más allá de las de un jovenzuelo, pero deja clara su magna devoción por mí.

Me casé, acorralada por la familia y sin que sirva de excusa, con quien me daba seguridad y un emparentar envidiable.

Ya en la ciudad hemos progresado mucho. A las gemelas no les falta de nada.

Por mi parte, estoy muy pendiente de las presentaciones de los libros de mi poeta preferido. Voy a todas las que la distancia me permite. Los tengo todos repetidos.

Claro que me acerco siempre a por mi dedicatoria. La empieza por “Querida Estrella”, me llamo así, no hay que rebuscar. Luego siempre pone una hora y una dirección.

71. BIOPIC-BIOEPI

De niño soñaba en el colegio a ser astronauta para jugar con las estrellas. El borrador de la pizarra o algún capón, me volvían a la realidad.
Candice Bergen y alguna más me ayudaron durante mi adolescencia a perfilar mi sexualidad, aunque fuera en solitario. Puro egoísmo.
En mi época de ligue, mucho más frecuente el estrellado que el estrellato.
Como médico, me podría situar entre el doctor Barnard y los doctores Rosado y Cabezas, en un término medio.
De estomatólogo me di cuenta, que los que veían las estrellas eran los pacientes, por sus dolores de muelas, cosa que digo es cierta, pues desde que estoy en el lado oscuro de la medicina, soy paciente, las he visto en alguna extracción. Me oigo decir, si no es nada, si no duele.
Ya en el Ejército la búsqueda de estrellas me sobrepasó. No hice el curso de comandante pues prefería las tres estrellas de Capitán a la única de Jefe.
Durante mi largo camino por ENTC, la única vez que consigo llegar al estrellato la pandemia me impide reunirme en Cantabria, porca miseria.
Tantos años, 71, para darme cuenta, de que no quiero las estrellas, quiero su Luz. Mi Luz.

70. HOLLYWOOD BOULEVARD

A menudo, mis compañeras de clase me miraban desdeñosas porque, en los teatros de fin de curso, siempre era la protagonista. Aquella sensación de poder despertó en mí la vocación. Ya antes había demostrado desparpajo sobre el escenario y memoria para repetir frases; capacidades que influyeron menos.

Años después, con la polla de un productor en mi boca, pensaba en aquella niña que decidió ser actriz para sentirse poderosa. Deseaba triturar aquella polla, pero todo terminaría pronto y recibiría propuestas. Así llegaron los primeros contratos. Yo sabía que los merecía, únicamente había acelerado el proceso.

Mi éxito fue instantáneo, pues era realmente buena. Cuando me telefoneó Almodóvar le dije: «¿Por qué has tardado tanto, Pedro?» Y él se tronchaba. Jodie Foster me entregó el Oscar a la mejor actriz y no había preparado discurso. Me introduje aquel falo dorado en la boca y simulé hacer una felación.

—El camino hasta aquí ha sido duro —dije, bizqueando. Y todo el Teatro Kodak me ovacionó.

Anoche, en el Paseo de la Fama de Hollywood Boulevard, tras imprimir mis manos en el cemento, volví a recordar a aquella niña. Llevaba tiempo sin hacerlo y me deprimí profundamente, pero conseguí sonreír a los fotógrafos.

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