Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

69. Constelaciones (Alberto Jesús Vargas)

Me quedé dormido contemplando la bóveda celeste y en mi sueño apareció ella, tan deseada como imposible, invitándome a pasear en cuerpo astral por todas las constelaciones. Despojados de materia aunque no de deseo, ascendimos ligeros hasta la Osa Mayor y desde allí alcanzamos las nebulosas de Orión. Nos besamos en Andrómeda y ya en Casiopea sentimos que formábamos parte de un infinito capaz de desplegar toda la belleza de un orgasmo. Cegado por tanta luz medida en años, no vi el agujero negro por el que me precipité y caí en un vertiginoso descenso que parecía no tener fin. Desperté sobresaltado en la realidad de una butaca reclinada que debía abandonar sin perder más tiempo.  Me esperaban el cubo y la mopa para seguir fregando, como cada noche, el suelo pisoteado del planetario.

68. Estrellados ( Nuria Rodríguez)

Entré en aquel tugurio de Broadway atraído por una maravillosa voz. Sobre el viejo escenario, escondida tras un micrófono, cantaba la chica más fea que había visto en mi vida. 

Sus movimientos eran lentos, seguramente fruto del alcohol y las drogas. Enseguida empaticé con ella porque, al igual que yo, solo era una pobre desgraciada que se había estrellado en el tortuoso camino hacia la fama, teniendo que hacer malabares para poder malvivir.

Sin saber cómo, acabamos juntos en el motel más cutre de los suburbios neoyorquinos.

Cuando metí mi cabeza entre sus piernas, ella empezó a cantar una triste balada mientras acariciaba mi pelo. Sus gemidos de placer se unieron a mis sollozos en lo que se me antojó una patética melodía. Lloré durante horas sin consuelo. Lloraba por ella y por mí, imaginando, otro escenario, otra mujer, otra vida…..

67. Siempre ella (Patricia Collazo)

Madre fue siempre una maniática de la limpieza. El suelo de casa, un brillante e impoluto tablero por el que había que deslizarse siempre sin zapatos y procurando no pisar lo recién fregado. Los cristales de las ventanas estaban tan limpios que podía dudarse de su existencia y al polvo, su peor enemigo, no se le permitía permanecer sobre las superficies más de los dos segundos de cortesía que su plumero presuroso les otorgaba.

Todos conocíamos sus estrictos castigos contra quien osara depositar una mota de suciedad sobre sus dominios, y nadie le discutía cuando decretaba “Día de limpieza general”.

Desde que ha muerto, por las noches padre pasa horas en el patio mirando el cielo. Si los nietos le preguntan qué mira se embarulla en explicaciones sobre basura espacial, polvo de estrellas y órbitas que pasan sobre la casa.

Los niños no lo entienden, pero yo, a menudo sigo su mirada y distingo la franja de la que habla. En ella no hay nubes, las estrellas están lustrosas, y las constelaciones perfectamente alineadas. Pero lo que la delata es la fina capa de polvo plateado que cae sobre las baldosas del patio, cuando canturreando, ella se pone a barrer.

66. Embrujados

Cada noche observamos el cielo. Cuando pasa una estrella fugaz, mi hermano dice que es nuestra madre. Me jura que la vio volar desde la ventana mientras papá le daba impulso y que, antes de que se lo llevara la policía, le susurró al oído el secreto de mamá.

65. El cartero (Rosy Val)

Siempre que pasa por su lado les habla. A los gemelos les recuerda que se porten bien. A él le pregunta si la sigue queriendo. Con ojos emocionados le cuenta que el otro continúa viniendo, que lo que quiere es separarles, pero que no piensa abrirle; jamás abandonará la casa.

Ya son las doce del mediodía. Y como un ritual los recoge de la mesilla y los coloca entre su pecho y el vestido de flores. Es su preferido, se lo regalo él. Observa la calle agazapada en la ventana y espera a que el timbre suene. Se sobresalta. Con un hilillo de voz le dice que se vaya.

Permanecerá escondida hasta que el ruido de la moto cese y cuando la luna se le eche encima le pedirá que busque a sus tres estrellas y que le devuelvan el alma. Se la robó un loco una tarde de verano que destruyó el pinar por el que paseaban ellos.

En cuanto deje el retrato en la mesilla les implorará que no tarden en llevársela con ellos, que no aguanta tanta insania en su cabeza. 

64. MÁS ALLÁ DE ORIÓN (Rosalía Guerrero Jordán)

Estela imagina como sería observar la constelación de Orión acercándose. Ir dejando atrás cada una de las estrellas que la componen. Desde el otro lado, quizás se vea diferente.

Desde que tiene memoria ha querido ser astronauta. Sonríe al recordar a aquella niña curiosa que pegaba posters del Sistema Solar en las paredes de su habitación; a la adolescente que cada noche escudriñaba el cielo a través del telescopio acomodado en su ventana; a la joven que no pudo cumplir su sueño y se quedó en tierra firme, transmitiendo su pasión a quienes pudieran alcanzarlo por ella.

Mira su mano llena de arrugas y le parece ver en ella a Casiopea. Desde hace un tiempo los únicos nombres que recuerda son los astrales. ¿Quién es ese joven que le habla? Su rostro le resulta vagamente familiar.

Agotada, cierra los ojos, y la máquina que la acompaña emite un pitido prolongado y agudo. Mientras vuelve a hacerse el silencio, en su retina se va formando la Vía Láctea.

Pronto atravesará Orión.

63. Recursos humanos, no, Personas

Descartamos los currículums que no cumplían los mínimos exigidos. Con un correo electrónico se informó al resto de que entraban en el proceso de selección. A los que respondieron durante la primera media hora dando las gracias los tachamos de la lista, no queremos gente que está siempre conectada. En un segundo mensaje se les convocaba a unas pruebas psicotécnicas en la web, plazo: una semana. Dos días después cerramos el acceso, tampoco queremos personal que demore sus labores. Quedaban la mitad de los candidatos.  A las mejores veinte puntuaciones les cité dos días después a una entrevista personal.

Solo hice una pregunta: ¿lo primero que te viene a la cabeza si digo: “estrella”?  “Rock”, “cine”, “futbol” y “Galicia” las más repetidas. Alguien dijo “sol”, otro “Michelín” y  me impactó quien pronunció “mamá”. Cuando añadió  “aunque hace años que murió, me sigue dando luz” supe que era la persona que buscaba.

Solo lleva dos días con nosotros y ya le ha cambiado el nombre al departamento.

62. Esta noche (Manuela Mira)

Esta noche, mientras busca sus gafas de miope, no deja de pensar en cómo le horroriza lo que les está pasando. Caminan  hacia el desastre y ninguno de los dos quiere hacer nada para evitarlo. Ella desearía intentarlo de nuevo, pero no tiene el ánimo necesario, y él, sencillamente, no quiere, porque ahora resulta que no tiene voluntad y eso complica las cosas. Qué fatiga.

Recuerda cuando no pasaba nada, solo ensoñaciones y ganas de comer chocolate de madrugada. Recuerda que le gustaba el roce de su pelo y ese turbador aroma de ángel que exhalaba. Era tan cálido y delgado; era perfecto hasta en su frágil levedad. Cuando hacía yoga podía sentarse con las piernas muy abiertas, o en la postura del loto, sin perder su exquisita elegancia.

Pero ahora todo se acabó, rumbo al olvido de lo que nos llega por sorpresa, como la dosis diaria de azúcar que se necesita para quitarse la amarga tristeza de la vida.

Ahora contiene el pánico porque esta noche escucha como él ronca suavemente en su cuarto y ella busca, con su mirada de miope, una señal en las estrellas que le ordene el sacrificio, mientras busca el cuchillo adecuado.

61. Sacrificios

Las dos trabajamos duro para cumplir nuestro sueño y, cuando por fin me asignaron como tripulante de una misión orbital, llegó el mazazo de tu diagnóstico. No paraste hasta que retiré mi renuncia al proyecto. Y aquí estoy meses después, girando a tu alrededor aunque a cientos de kilómetros por encima. Debido a los tratamientos que recibes, no puedes ser tú la doctora que procesa los datos de mis experimentos en el espacio. Eso le resta interés, pero te los cuento en la videollamada diaria. Desde la semana pasada te veo muy desmejorada, y hace tres días que no te conectas. Antes he preguntado por tu estado de salud y mi interlocutora ha intentado ocultar una lágrima que se le escapaba. Creo que me voy a volver loca, sola en esta nave, pensando en que no estarás al regresar. Queríamos formar una familia, yo me iba a quedar embarazada a la vuelta, y ahora… Hoy un equipo del laboratorio sonaba como una de tus tantas resonancias magnéticas de seguimiento. No he podido digerirlo. Esta cápsula espacial será mi ataúd. Orbitará sobre una tierra que ya no es nuestra, pues nos reuniremos más allá de las estrellas.

59. Humilde solicitud

Junto al silencio pregonero del comedor, miro con espanto por la ventana entreabierta ¡Ojalá acabe pronto!, murmuro corrida de escalofríos.  Me ahoga el cielo bajo. Estoy sola, tiemblo y cierro los ojos. Dónde está la luna vestida de blanco. Quiero llorar igual que una niña. La casa llena de suspiros hondos, tan sonoros, desbarata. Pongo las manos sobre mis orejas. Me enfado y gruño a una voluble estrella que alumbra inesperadamente. Se escapa de mi vista, y enseguida aparece sobre el tejado de enfrente.

Un rayo despistado podría estrellarse en mi pequeña estrella, pero vuelve a brillar. De cuando en cuando me mordisqueo la uña del dedo índice. Canturreo encaramada a una silla.  Da espanto la visión verde y blanca de los relámpagos. Huele a pino quemado.

Tomo agua en la cocina, oigo el reloj de cuco y vuelvo a abrir mucho los ojos. La noche es lluvia y carga de piedra, deslumbra su fuerza eléctrica. Mi estrella alumbra fachadas, calles   y picaportes. Y si me muero como los que no tienen quien los quiera. Si supiera subiría a su luz de oro agarrada a las ramas, como cuando cogía piñones. El agua lo tapa todo, menos a mi estrella.

58. MATA-HARI

«Este es el camino a las estrellas y para las estrellas» pensó mientras caminaba con paso ligero por la pequeña y escondida callejuela. La escoltaban  hileras de farolas desconchadas que apenas emitían un leve halo de luz. Sentía que no había flecha que le pudiera hacer daño ni arquero que lo intentase. Su estrecho traje de polipiel negro, brillante, elástico, apretado hasta el extremo… dejaba intuir el surco de la cicatriz del apéndice extraído. Se hallaba a un sólo paso de triunfar. Así, enfundada en su segunda piel y con los tacones rojos palpitando en el suelo de la discoteca se sintió, por única vez, justiciera inmortal y letal al mismo tiempo. Sabía que la pelea iba a ser  dura y descarnada cuando le tocase ir al W.C.

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