Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

ENE117. CASO RESUELTO, de Carlos Enrique Rodrigo López

Don Alberto, como cada año desde hacía treinta y cinco, cumplió religiosamente con su ofrenda de Viernes Santo ante el Cristo de su pueblo en agradecimiento por los beneficios recibidos a lo largo de su vida. Y como cada año, mientras todos rezaban fervorosamente, sustrajo una modesta e indeterminada cantidad de dinero del cepillo de la Iglesia, rememorando tiernamente sus años de pobre pilluelo con causa. El problema era que Don Julián, párroco y compañero infantil de correrías, sabía más por viejo que por cura, y por fin este año había instalado una cámara de video vigilancia en el retablo, segundo angelote a la derecha. Concluida la ceremonia le tocó el hombro alargándole la fotografía. La instantánea era lo suficientemente explícita como para desbaratar cualquier argumento de defensa. Se miraron sonriendo. Obviamente este año no cabía sobreseimiento provisional. Don Alberto invitaría a torrijas. Esta vez no le libraba ni Dios.

ENE116. MAMÁ, ¿DÓNDE ESTÁ EL ABUELO?, de Mª del Rosario Val Gracia

 Felipe estaba triste. Recientemente había fallecido mi padre y aunque todos lloramos su pérdida, él fue quién más notó su ausencia. Tenían una relación muy especial.
Seguía despertándose por la noche, iba a su cama y allí se quedaba dormido. Llegaba del colegio y lo buscaba. Pensé que sacándole de casa unos días, mitigaríamos su pena. Decidimos llevarle a un parque de atracciones, aprovechando así, las vacaciones de Semana Santa
Cuando embarcamos, para él su primera vez, parecía emocionado. Tomó asiento y sin ayuda nuestra, se puso el cinturón de seguridad. Nos sorprendió lo feliz que estaba, hasta bromeaba con un libro de dibujos que sacó de su mochila…“estamos dentro del dinosaurio más grande, el sauroposeidón, el lagarto dios de los terremotos”. Me congratulé, Felipe sonreía de nuevo.
Cuando alcanzamos altura, contemplaba con insistencia las nubes. Movía su cabeza de un lado a otro para volver de nuevo su vista hacia la ventanilla. Empezó a ponerse algo tenso, en su cara un rictus de impaciencia.
-¿Qué te pasa Felipe, no te encuentras bien?
– Es que no le veo
– A quién cariño…
-Al abuelo mamá, dónde está el abuelo, ¿no me dijiste que estaba aquí arriba?

NO HABRÁ ALFOMBRA ROJA… SNIF…

Siento tener que admitir mi fracaso, pero NO cumpliré con mi palabra de poder organizar una entrega de premios que nos sirviera como ocasión para reunirnos y conocernos; me ha sido imposible alcanzar unas condiciones mínimas de organización. Ya sabíamos que no son buenos tiempos, y tras unos meses de gestiones y proyectos debo claudicar, renunciar a la jornada de encuentro y entrega de premios, y conformarnos con mantener todos nuestros premios y asegurar nuestro funcionamiento para este 2013; aunque también será, muy probablemente, nuestra última convocatoria. Tendremos que esperar otra ocasión o aprovechar alguna otra de las quedadas que veo anunciadas por los medios de la red con vistas a un futuro próximo para conocernos personalmente. 
De los ganadores y seleccionados finales del año 2012 no podemos decir nada áun. Tenemos al jurado en pleno proceso de lectura y creo que tendremos el resultado hacia mediados de febrero. Ya que no habrá alfombra roja, iremos dándole un poco de emoción y gracia. 
Os iremos contando; lo sentimos…. snif… Mil disculpas.

UN DINOSAURIO TREMENDO…

Un valor del que presumen los clásicos es que siempre
gozan de plena actualidad.
Ayer mismo, en el diario EL PAÍS
el humorista gráfico EL ROTO
nos ofrecía esta VERSIÓN de nuestro 
famoso dinosaurio de este mes
(Gracias Ximen por compartirlo)

ENE115. LA ZONA DE CONFORT, de Javier Ximens

 Desperté sobresaltado al sentir unos dedos que acariciaban mi pecho. Me asusté, no eran los de mi mujer, pero sus caricias me levantaron otros recuerdos e hicimos el amor, ella con pasión y yo con remordimiento. En la cocina me dieron los buenos días y me besaron dos jovencitos que me llamaban papá, mas no eran mis hijos. Los miré con miedo. En la oficina fui recibido con sonrisas y el jefe me felicitó por los resultados en las ventas. Temí lo peor. Trabajé toda la jornada en asuntos que me gustaron. A la hora de salida me puse el abrigo y nadie me preguntó si tenía frío. Llegué temeroso a casa, sin embargo, la mujer me recibió con abrazos y besos; los chicos dejaron de jugar con la consola; todos juntos hicimos la cena y nos sentamos a ver y comentar una película que no disfruté.
Fue al quedarme dormido cuando volví a sentirme tranquilo al saber que había sido una pesadilla: mi mujer me regañaba por la falta de espíritu, por no buscar un trabajo en el que ganara más, por intentar darle un beso; mis hijos se recluían en sus habitaciones, me evitaban y despreciaban mis conversaciones.

ENE114. SENDERO A NINGUNA PARTE, de Belén Molina Moreno

Paseaba  por el monte y supo que la muerte, tan cierta como inmisericorde, se cernía sobre él. Lo cantaba el graznido del cuervo tapando el cuchichí de la perdiz. Las alas  de los halcones lo silbaban al caer sobre las musarañas que huían despavoridas. Lo veía en el tono de súplica muda que gritaban las hojas secas de los árboles rendidos. La boca ensangrentada del perro que corría relamiéndose se lo dijo.
El fondo del valle se iluminaba con la luz difusa de nubes grises cambiantes, amenazadoras. Cuando el estruendo de los latidos de su corazón le despertó, la  nube cenicienta seguía oprimiéndole la cabeza.

ENE113. HACIENDO PRÁCTICAS, de Isabelle Lebais

No podía gritar, estaba amordazada pero con sus ojos le suplicaba que todo aquello terminase de una vez fuera cual fuese el final.
Había perdido toda esperanza de salir con vida de allí y solo esperaba que la siguiente vez, fuese lo suficientemente doloroso como para matarla, no se creía capaz de soportar otra sesión y casi deseaba que empezase de nuevo para descansar por fin.
Oyó como la puerta se abría y el penetrante olor a rancio de su verdugo le precedió unos segundos, antes de aparecer en su campo visual. Todo acabaría pronto, y con ese pensamiento casi sonrió detrás de su mordaza.
Le dolía todo el cuerpo, lo que aquel salvaje le estaba haciendo traspasaba todas las barreras soportables humanamente. Se oyó el chirriar de la sierra eléctrica cuando la enchufó de nuevo.
Era la cuarta vez hoy, y después vendría ese horrible olor a carne chamuscada, ya se acercaba a ella, el dolor fue insoportable, y se dejó ir con la esperanza de no volver nunca más.
Cuando despertó y vio que no estaba amordazada, creyó que todo había sido un sueño. Levantó su cabeza, al notar algo extraño en sus extremidades. No estaban.

ENE112. LOS AIRES FELICES, de Rosa Molina López

Para resolver sus conflictos internos, decidió dividirse. Proyectaba su sombra junto a la imagen en el espejo y así, en el baño, pasaban los tres las horas charlando. Su sombra le inventaba una vida deslumbrante y su imagen le juzgaba, le exigía ambición, rectitud y le reprochaba su dejarse llevar por todo, por cualquiera. Él, indolente, dudaba entre sueños y obligaciones, balbuceando agradecimientos o excusas y con un miedo feroz a la vida.

Pero llegaron las discusiones, la insolencia. Sombra e imagen se exasperaban mutuamente y él intentaba conciliar, encontrar puntos intermedios. Hasta que un día llegaron a las manos. Los puñetazos de uno atravesaban la oscuridad del otro y él, por separarlos, se dio un cabezazo en el espejo y cayó hacia atrás, desnucándose con el bidé.

Cuando despertó se alejó de su cuerpo, del espejo sin nadie y del escaso dolor ajeno que dejaba su absurda muerte. Atravesó las paredes y, desde entonces, con la felicidad de una vida decidida por una corriente de aire, surca los mares, sin brújula, silbando en el rizo de las olas, aliviado de la responsabilidad de sí mismo.

ENE111. LA VIDA ES SUEÑO, de Miguel Angel Serantes Conde

 Cuando despertó sintió inmediatamente la alegría de haber regresado. Miró hacia el cielo de color verde esmeralda, y la luz de tres soles le deslumbró. Utilizando la mano a modo de parasol pudo observar todo lo que le rodeaba.
Se encontraba en una extensa llanura terminada en un precipicio que caía hacia arriba. La hierba era de color naranja, los árboles no tenía hojas, sólo ramas repletas de frutos de todos los colores, que brillaban con la luz del nuevo amanecer. De repente, un pez de color celeste se posó sobre su mano extendida y emprendió de nuevo el vuelo, alejándose mecido por una suave brisa que emanaba del suelo.
Al girar la cabeza vio que sus viejos amigos estaban allí, le sonreían y se acercaban para darle la bienvenida. Tras saludarse, se acostaron en el suelo, charlaron, bebieron y rieron, y no se olvidaron de los que todavía no habían llegado.
En cuanto el primero de los soles empezó a descender se sintió cansado, casi exhausto, y no pudo evitar que el sueño le venciese. Con la noche llegó la pesadilla, las ocho horas de trabajo, la soledad y ese mundo, en blanco y negro.

ENE110. DESPEDIDA, de Ana Rosa de Artíñano Comin

Cuando despertó, los rayos de luz se empezaban a colar tímidamente entre las rendijas de la persiana, olía a silencio. Me acerqué a su cuarto, le ví sentado en la cama con el pelo revuelto restregándose los ojos soñoliento, poner los pies sobre el suelo, apenas mide un par de palmos.
Avanza por el pasillo en busca de los restos de la Navidad que ya se ha escapado por la ventana arrastrada con prisas por el calendario.
De puntillas sobre la gran mesa del salón, apoya las manos intentando alcanzar alguna figurita del belén que ha quedado rezagada, una oveja sin patas, una cabeza desmembrada, un camello abandonado, el musgo seco que deshace entre sus dedos y tira al suelo.
la ilusión ha ido desapareciendo de su rostro, busca el árbol, solo halla el esqueleto, sin adornos, sin luces que yacen en una caja abandonada en una esquina del salón.
– Mamá ya no hay nada!!- me grita con los ojos abiertos como platos,mirándome fijamente. – ¿Volverán?
– Si, volverán cada año, mientras tú quieras con ilusión que exista la Navidad.

ENE109. NADA, de Marcos Santander Llona

Cuando despertó, notó que había habido un nuevo amanecer, pero vio, así mismo, que el rojo había tornasolado a un sucio, entre violeta y marrón, como las pesadillas———-Cuando despertó, todo, por lo demás, seguía invariablemente igual. Había estupidez en los famélicos ejércitos de las lujosas avenidas, los cangrejos de las chisteras seguían retrocediendo y el amor continuaba necesitando de muletas y mamporrerías———-Cuando despertó, las hormigas se habían tumbado a la bartola y las cigarras cantaban, con melodías elegíacas, salmos que anunciaban el fin de los mundos conocidos———-Cuando despertó, las mujeres llamaban a todos los hombres de tú a tú y se escondían de la luz, impregnadas de un nuevo y solícito paradigma———-Cuando despertó se dio cuenta que era la quingentésima vez que lo hacía, y todo seguía igual, todo estaba construido de las mismas partículas difusas———-Por eso, cuando despertó, cerró los ojos, ladeó la cabeza y se volvió a dormir———-Cuando despertó, volvió a dormirse para siempre.

ENE108. MALDITAS VERDURAS, de Begoña Heredia

Papá se mesa las barbas intentando hacer desaparecer las canas. Mamá se maquilla frente al espejo poniendo caras ridículas. Aquí nadie quiere hacerse mayor, pero a mí me obligan a comerme las acelgas y las espinacas, porque así, dice mi madre, he de hacerme un hombre. Lo mejor es el abuelo, a ese ya todo le da igual. Hoy cumple años, tiene una gran colección de ellos, por eso dice que uno más no le importa. Le hemos regalado una bufanda, unos guantes y una radio nueva. La radio imagino que es para que no se encuentre sólo. Cuando el día se acabe, el dinosaurio, dice mi padre, volverá a su sitio. Son las ocho, el abuelo se ha quedado triste mirándonos por la ventana del asilo. No pienso comer más verduras.

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