Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

NOV57. FIEBRE, de Luisa Hurtado González

Mientras trajino por la chabola, la vigilo. Alimento el fuego, compruebo que tengo agua caliente y barro en silencio sin apenas levantar el polvo del suelo. Todo mi ser está volcado en ella, en mi pequeña, en vigilar el movimiento de su pecho, en su  fiebre. Mientras escucho como delira, recorro otra vez el espacio que forman las cuatro paredes que nos protegen del frío y por las que sigue colándose el aire del invierno. Temo por ella y por nosotros; temo por lo que sería de nosotros sin ella.
        Se abre la puerta, es él, la cierra corriendo. Compruebo que ha adelgazado estos días, que está más viejo; pero me parece que su gesto está algo más relajado mientras rebusca entre sus ropas ansioso. Con cuidado y con una sonrisa, me muestra una pequeña botella llena de un líquido color ocre; sé lo que es, la medicina que venden los buhoneros de la ciudadela. No sé cómo lo ha logrado pero yo también sonrío, ahora sé que la niña se curará y, mientras hago que beba un poco, doy gracias a Dios y rezo.

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NOV56. BRUNA, de Ginette Gilart

Marzo 1244:
Los ojos de Bruna refulgían como el fuego, como el fuego de la hoguera que la esperaba. Erguida y serena, iba caminando con los demás cátaros por no haber renunciado a su fe.
Recordaba el asedio sufrido durante meses en el castillo de Montségur, en lo alto de la montaña. Cuanto más se acercaba al fuego, más brillaban sus ojos. No tenía miedo, pues iba a encontrarse con el Padre y atrás dejaba este mundo de sangre y fuego.
Además, regresaría…
En las noches de tormenta, suele aparecer una Dama Blanca cerca de las ruinas del castillo. Baila y canta canciones tristes. Dicen que en la zona del “Prat del Cremats” se puede percibir una energía poderosa … son las almas de los que allí perecieron.

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NOV55. IGNACIO, de Fran Rubio

La causa estaba clara: intencionado. El autor, un misterio que todos pretendían no saber. Mil conjeturas, cada vecino su propia versión, mil versiones. Por el día, las cenizas lo matizaban todo, infundiendo al pueblo un aspecto de castigo divino, de fin del mundo. Por las noches, mientras duró, el espectáculo era impresionante, surrealista. Todos subíamos a la plaza de arriba para contemplar con una mezcla de maravilla y horror el amenazante cerco de fuego que perfilaban las montañas y que una semana de brigadas e hidroaviones no habían logrado apagar. Ignacio, siempre solo bajo el olmo, era el último en irse a casa: se quedaba hipnótico mirando el fuego. Desde que regresó del ejército no era el mismo.
Días después de sofocado, aún desprendía calor la tierra; el río bajaba ennegrecido e Ignacio, con la mirada vacía, deambulaba de bar en bar. Siempre estaba fumando. En aquellos días, ya no se hablaba con nadie.

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NOV54. INCANDESCENCIA, de Paloma Hidalgo Díez

                   Al
                 borde
           de la carretera,
        como cada atardecer,
      ella esperaba engalanada
       con su vestido amarillo.
         Él, ciego de amor,
             acudía puntual
                todos los
                   días
en busca de ese deseado momento de
intimidad que nunca llegaba.Mientras daba vueltas y más vueltas intentando acercarse, le parecía  tan bella como inalcanzable, siempre rodeada de su cohorte de admiradores. Una noche por fin se atrevió a besarla. Durante
 un instante sintió el fuego de una pasión que habría podido ser eterna. Después, mientras  caía herido de muerte, el mosquito miró por última
vez la luz cegadora de su amada farola.

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NOV53. LEY DE VIDA, de Fernando Andrés Puga

Cuando lo vio subir al bote dispuesto a todo, Calíope cayó de rodillas, juntó las manos y con los ojos rojos de llanto, imploró:
—¡Ay, barquero! ¡Díselo! A mí no me escucha. Dile que no baje al inframundo. Dile que la olvide. Convéncelo. Aunque jamás podrá rescatarla del abrazo del fuego, está tan enceguecido que persiste en la idea por más que nadie dé apoyo a su locura. ¿Es que no teme a las llamas que como arrebatados tentáculos obstruyen el camino? ¿No le basta con el amoroso cobijo que le brinda mi regazo y el aroma tibio de las sábanas del lecho donde lo acuno cada noche? ¿Qué busca? ¿Arder en otros brazos? ¡Ay! No lo cruces, te lo ruego. Que no baje hasta el reino de Hades. ¿No ves que acabarán mis esperanzas? Si vuelve, será con Eurídice; será porque pactó con el señor del fuego. Si no, es que acabó quemándose hasta no ser más que cenizas. Dime: ¿Es que ni matándola he podido alejar a esa ramera de mi niño?
Inmune a toda súplica, Caronte cruzará plácidamente el Estigia llevando a Orfeo a la otra orilla. Carece de poder para cambiar destinos.

NOV52. CONFESIÓN, de Virginia González Dorta

Me contó de lugares y gentes, de los hombres a los que amó y a los que abandonó, de su vagar en pos de sentirse libre. Sus ojos, refulgentes, ascuas como el fuego que nos calentaba. Junto a la chimenea, los troncos se deshacían entre leves crujidos, como mi rabia y su vida, una vida que ahora yo entendía, después de haber esperado por aquella confesión durante años. Allí, al calor de las llamas, comprendí a mi madre.
Fuera, la lluvia y el cierzo hacían añicos el tiempo perdido. El fuego ya se encargaba de purificarlo.

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UN TÍTULO PARA NUESTRA PORTADA

La idea ha sido vuestra… 
Hemos elegido 5 posibles títulos entre vuestras propuestas y algunas adaptaciones que nos han gustado; pero ya que habéis iniciado esta propuesta queremos invitaros a terminar el trabajo: elegir el nombre definitivo.
La foto de la portada la conocéis, y encontraréis el formulario en formato de encuesta en la columna de la derecha. Estará activado hasta las 12 de la mañana del próximo sábado 10 de noviembre.
¡¡¡GRACIAS!!!

NOV51. REFLEXIONES Y CAMBIOS, de Juan Herminio García-Zeballos

Esbeltas bailarinas que danzan mientras rechinan las tablas, pájaros de color amarillento que vuelan en medio de la negrura del cielo, grandes rubíes que destellan su fulgor por un tiempo no muy prolongado y grisáceas nubes odorantes que suben a toda velocidad producidas por un mar de magma y calor.
La imagen lo dejaba impactado, -¡No hay nada como el fuego!- Solía repetir en voz alta, pero…, ¿por qué entonces se lo asocia con la catástrofe y la destrucción? ¿Por qué en el Infierno hay fuego y en el Paraíso no? ¿No pasan frío las almas buenas? Si la combustión es controlada y se maneja con cuidado, resulta vital.
Estas disquisiciones lo estaban volviendo loco, por eso decidió incorporar una cláusula prohibitiva a su testamento: no vaya a ser que justo al final, su admiración por lo ígneo se estropeara.

NOV50. EL RAYO DESTRUCTOR, de Jesús Lozano López

Aún guardo en mi retina esa fotografía  de aquellos jóvenes impresa en blanco y negro en el couché de mis recuerdos. Su historia –dicen– fue una tragedia, un espanto; estarían enfermos…  ¡no!, ¡aquello fue distinto!
Comenzó una tarde en aquella esquina del viejo edificio de la facultad donde cada tarde se citaban. Una mirada, un beso y el mundo se suspendía, sólo el otro existía.  Pero aquella tarde, cuando sus bocas se alimentaban la una en la otra, ella notó –algo–un resplandor, un fuego helado recorriendo su espinazo; no te ama, sus besos son para otra.   Por un momento, una hebra imperceptible de tiempo apartó sus labios de los de él. Después, siguió besándole como siempre. No dijo nada. El percibió la duda, la negación en los ojos de ella. Tampoco dijo nada.
Aquel fulgor reapareció, aleatoriamente al principio, incesantemente después. Ella pasaba las noches en vela;  no me ama, sus promesas están vacías… El golpeaba con sus puños las mañanas, maldiciendo al mundo por perderla. Jamás dijeron nada. Unas palabras sin sentido escritas en tinta roja.
Pero sé, aquel rayo destructor que vi entonces no cesará, aquella visión –horripilante guadaña espectral– sigue su camino, otro corazón quizás aguarde.

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NOV48. VOCES, de Susana Revuelta

—¿Y cuándo será el incendio?
—Eso no se lo puedo confirmar, don Luis. Hoy mismo, dentro de unos días… Las órdenes las mandan los de arriba, ya se lo dije.
El de la barba gris garabatea algo en un papel y recogiendo su maletín se levanta para marcharse.
—Te veré en una semana, Rodrigo, a ver si sabes algo más.
El muchacho asiente, aturdido, sin parar de retorcerse las mangas de la camisa.
Agotado tras la última consulta del día, el doctor abandona el edificio. Aspira una bocanada de aire fresco y busca en la chaqueta el paquete de cigarrillos. El vigilante de la puerta le ofrece lumbre. Qué cabeza, otra vez se ha dejado el mechero en casa.

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NOV47. FRESCOS, de Marta Trutxuelo García

El escritor contemplaba, absorto, el crepitar de las llamas consumiéndose, y su mente se fundió con los cálidos recuerdos de las vacaciones de su infancia…. Era mediodía y la canícula no perdonaba. Su padre, sudoroso, miraba solícito a su madre quien, sin mediar palabra, se recogió su espesa melena azabache, tomó el botijo y sirvió a su marido; él prosiguió hiriendo el bloque de madera para extraer el misterio que escondía. Ambos componían un fresco que parecía pintado por Romero de Torres…
Tenía que escribir un relato. Su  mano jugueteaba con el atizador y bailaba al son de la danza del fuego en la chimenea. El luminoso albor de la tez de su mujer encendió como una pequeña lucerna aquella tenue escena. Él la miró y ella, sin mediar palabra, retiró un mechón rojizo que caracoleaba sobre su frente, tomó una botella de vino y sirvió a su marido; él inventó palabras que vistieron el hasta entonces desnudo folio.
Poco quedaba del folclore de aquella escena que el escritor conservaba en la memoria; el tiempo había despojado a la nueva dama del exótico manto de antaño, pero el fuego que desprendía aquella musa inspiradora seguía tan vivo como entonces.

NOV46. CENIZAS, de Raúl Gómez Lozano

Ashley coloca el último tronco cuando el fuego de la chimenea amenaza con morir. Repasa en el espejo de mano el color de sus labios y ríe nerviosa; parece una de aquellas damas de alto linaje. Recoloca su corpiño y su falda de las grandes ocasiones. Diez años ya, y sigue igual de enamorada.
La puerta se abre acompañada por el crepitar de las astillas. De entre las entrañas del invierno aparece él, huraño. Ella advierte extrañada sus manos vacías:
–Creí que habías ido por leña –observa, delicada.
–No quedan árboles secos –contesta él– ¿Se puede saber qué haces así pintada? Pareces una ramera de ciudad.
El tronco se desquebraja en la lumbre.
–Es que hoy…
–¿Y la cena? ¿Será posible que no pueda encontrar un miserable chusco de pan encima de la mesa cuando llego a casa? –grita–. Me marcho a la taberna. Espero que el posadero cumpla con sus obligaciones mejor que mi mujer.
La puerta se cierra con estrépito ante los vidriosos ojos de Ashley. Las lágrimas resbalan en su rostro y se cuelan en sus fosas nasales, junto con el olor de la madera quemada y un forastero aroma femenino.
El fuego se apaga.

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