Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SCHADENFREUDE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta tercera propuesta es el término alemán SCHADENFREUDE, que viene a significar la "alegría por el mal ajeno" Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
días
1
3
horas
1
0
minutos
0
0
Segundos
3
2
Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de MAYO

Relatos

AGO130. COLORES CIEGOS, de José Antonio Tejeda Cárdenas

A duras penas le convencí para que saliera del agua. La tarde se nos venía encima, y aún, nos quedaban muchos kilómetros hasta el hospital. Pero aquella parada improvisada merecía la pena. A sus dieciocho años, hoy  cumplidos, era su primera experiencia con el mar. Cuando, finalmente, alcancé convencerle, y  dejó de chapotear como un niño,  nos abandonamos, ausentes, a la orilla de la playa. A ponerle traspiés a la brisa… e inventariar  las olas. Yo, las contaba según llegaban…él, por el sonido, por el que hacían al romper sobre nuestros cuerpos. La curiosidad no cupo en mí, y rompí el silencio. Le pregunté  por su experiencia, sensaciones, emociones… Me inquietaba saber: ¿Cómo sería el mar en su mundo oscuro? Calló unos minutos…Después, fue tanteando mi ausencia, hasta dar conmigo,con mi brazo, lo apretó fuertemente, y,emocionado, me dijo:
-Es azul, azul…marino.

AGO129. FIESTAS PATRONALES DE VILLARRUBIA. AGOSTO 1957, de Rosa Molina

Don Carmelo acarició su casulla nueva. Era azul marino, como cielo profundo, bordada con la misma seda del manto de la virgen. Ambos estrenarían indumentaria. Ambos irradiarían santidad. Tantas almas recuperadas justificaban el gasto.
Mientras se vestía para la misa, recordó su particular cruzada: sin mujeres jóvenes disponibles, los hombres, desesperados, acondicionaron la cuadra del Pancracio como burdel. Inmediatamente él se impuso la tarea de enmendar a aquellas ovejas estridentes y descaradas. Recordaba cómo los hombres intentaban huir cuando él penetraba en ese zarzal infecto; recordaba su dedo acusador, su ira, ¡cómo disfrutaba amedrentando con su labia, doblegando voluntades! Y vaya si celebraron bodas, ¡como Dios manda! El afecto vendría con el roce.  Puso las cosas y las vacas en su sitio.
Alisó sus vestiduras, salió y observó a los presentes: miradas culpables y ningún hombre soltero. Los casados estaban, agarrados, pero estaban. Miró al monaguillo de reojo, «trajeron mujeres nuevas, padre, para las fiestas». “¡Ya empezamos!”, y echó cuentas de los solteros disponibles en la comarca. «Señor, ¿por qué me utilizas de casamentero?”, pensó, pero vio el púlpito y con júbilo y ansiedad sintió afilarse su lengua, su dedo acusador. Y comenzó: ¡En el nombre del Padreeeeee, del Hijooooooo….!

AGO128. VANIDAD. de Ricardo Plantagenet Médano

Cogí el espejo.
─Dime, amor ¿ya no me quieres?
   En ese momento, la dama respondió todo lo indignada que supo dar a entender
  ─Todas las reclamaciones en asuntos sentimentales ha de dirigirlas a la central y debe dirigirse a la Alta autoridad en caso de que tenga dudas.
   Con hastío, le pasé el espejo. Ella lo cogió indignada y dispuesta a abrirme la cabeza con él. En ese momento refulgieron sus ojos azul marino, en el cristal e intrigada y fascinada, lo contempló mientras iniciaba una suave sonrisa.
        Entonces aproveché para besarla y huir de su estremecedora reprimenda.

AGO127. TRANSITO, de Pablo Vázquez Pérez

La pareja de barqueros levantaron los remos para descansar un momento en su viaje sobre las aguas opacas y lisas del caudal turbio. Los fresnos que flanqueaban las dos orillas mostraban una gama de hojas de color marrón pálido. La niña observó el cielo tórrido y gris mientras abría el orificio de su máscara protectora para descubrir sus labios rosáceos. Entonces miró el rostro encapuchado de su compañero navegante.
–       Papá, ¿recuerdas cómo era el sol?
–       Como el disco de un semáforo, brillante. Redondo, igual que una moneda resplandeciente de plata. De un amarillo más intenso que las últimas espigas del trigo que desapareció hace unos años.
–       ¿De color amarillo, no era verde?
El padre rió imperceptiblemente.
–       No, verde era la hierba, los frutos tempranos y las copas de los árboles.
–       ¿Y el azul, cómo era el azul?
Una débil ráfaga de viento los distrajo de su conversación. El hombre hundió su remo en el agua otra vez.
–       Sigamos el curso del río y lo veremos.

 http://pablosinbulla.blogspot.com.es/

AGO126. DESCONSUELO, de Fernando Sopeña Lopez

Al tío Evaristo se le encuentra siempre en el mismo lugar, cualquiera que camine por el muelle le puede ver sentado en el banco junto a la cofradía de pescadores con la mirada perdida en el mar, tan lejos y tan cerca. Si no vas con prisa y le preguntas te cuenta la historia de la tía Enriqueta.
A la tía Enriqueta le maravillaba el mar aunque no lo conocía más que por esas revistas de viajes que tanto la gustaban, siempre que íbamos a visitarla siendo niños nos entreteníamos ojeándolas, las tenía por montones en todos los rincones de la casa. Solía decir que su color favorito era el azul marino en homenaje a ese gran infinito, no vestía otra ropa que no fuera de ese color. Cuando un día decidió por fin viajar a la costa a conocerlo todos en la familia la apoyamos, menos el tío Evaristo, que nunca llego a comprender tanta pasión por algo desconocido. Por eso fue una desgracia que aquella ola se la tragara.
Al día siguiente sin ningún reproche el tío Evaristo hizo las maletas y se le encuentra siempre en el mismo lugar.

AGO125. CREPÚSCULO : THE TRULY STORY, de Cándido Macarro Rodríguez

El fuerte levante, que había soplado pertinaz durante todo el día, se transformaba lentamente, con la caída gradual de la tarde, en una ligera brisa, serenando el furor de las olas hasta dejar la playa en calma.
 No hacía más de diez minutos que el sol comenzara a ocultarse tras las cumbres de las elevadas montañas cercanas,  alineadas a espaldas de la costa, y sólo quedaban  ya unos pocos reflejos anaranjados en el agua huyendo de la orilla a medida que eran perseguidos por las alargadas sombras de las moles rocosas.
 El azul brillante y nítido del cielo iba perdiendo intensidad paulatinamente y se oscurecía, más cuanto más al este, acercándose sin prisa al instante mágico en que se funde en el horizonte con el color del mar, sin quedar claro dónde acaba uno y donde empieza el otro, cuando los espíritus desprenden una aureola de misteriosa ingravidez y el ánimo queda sobrecogido por el milagro diario del atardecer en el Mediterráneo.
Yo, sentado en la arena,  intentaba emocionarme con el espectáculo; sin embargo, las decenas de púas que, al pisarle, el puñetero erizo había dejado clavadas en mi talón, inflamado y dolorido, me impedían disfrutarlo como la ocasión merecía.

AGO124. HORIZONTE MARINO, de Pilar Pastor

Caminaba sola sobre la arena. Las olas, desafiantes y juguetonas, borraban sus pisadas como queriendo llevarse la pena que, al igual que su sombra, siempre la acompañaba. La mirada perdida en el horizonte azul buscaba anhelante… ¡la ola!  … esa ola que le traería la paz, la que bañaría su alma de esperanza, la que le arrebataría por breves instantes la pena que la aprisionaba. El horizonte no se divisaba, cielo y mar se habían fundido en un profundo beso y el azul …intenso, ultramar, celeste, marino, … cubría la bóveda celeste.
     Su paseo tenía una meta, llegar a las rocas. Al compás de las olas sus pasos se deslizaban entre el agua y la arena , la brisa marina le acariciaba el rostro antes de entrelazarse por sus cabellos direccionándolos a modo de velas.
      Había llegado. Sentada sobre una roca, y sin perder de vista el horizonte, escucha «la voz del mar«. Las lágrimas empiezan a brotar y  el nudo que le ahogaba en la garganta se deshace  para gritar:
     -¡El mar! ¡Mi mar! … el liberador de mi alma oprimida, donde la pesadumbre y las lágrimas se funden con las olas y juntas rompen su furia contra las rocas, donde las penas que me atormentan se diluyen con la sal de la brisa marina en la inmensidad del océano, …

AGO123. EL MAR Y SUS LEYENDAS, de Elysa Brioa Escudero

En mitad de la nada existe la isla, tan diminuta que apenas queda espacio para albergar el faro, hace mucho tiempo que allí no vive nadie.
Solo una vez cada año, cuando el cielo toma el azul marino, hace su aparición el navío. Emerge como una extraña luz roja, incandescente, y en el centro de esa fosforescencia, los mástiles, palos y velas de un bergantín. En ese momento el faro se enciende y la nave inicia su acercamiento. Cuando parece que ya la proa va a tocar tierra, unas inmensas olas, rugientes y feroces, se alzan majestuosas como corceles encabritados impidiendo toda posibilidad de aproximación. Durante toda la noche se repite el drama, una y otra vez, con una desesperación rayana en la locura, hasta que el amanecer cubre la escena atenuándose como un espejismo en la línea del horizonte.
El único tripulante de esa nave épica es el Holandés Errante, condenado a vagar eternamente sin pisar tierra jamás. No encontrará descanso hasta el día que consiga recuperar su alma. La misma que vive encerrada dentro del faro.

 http://elystone.blogspot.com.es/

AGO121. AZUL SON TUS OJOS, de Puri Otero Domarco

El azul estaba situado en el extremo superior derecho en la paleta del pintor aislado del resto.
Esperaba ansioso el roce del pincel y así deslizarse sobre el lienzo para formar parte de la obra. Todos los demás colores se mezclaban formando infinidad de tonalidades con las que el artista trabajaba, pero él estaba solo y no se le permitía mezclarse con la chusma colorista.
El era el Azul y su destino estaba marcado para dar color al mar y al cielo. Solo le permitían alternar con el blanco para formar entre los dos el rompiente de las olas y el galopar de las algodonosas nubes.
Los dias pasaban y su destino no llegaba, todos los demás ya dormian  sobre el cuadro y él seguía allí, esperando, temía convertirse en piedra  reseca, olvidado por todos.
Una mañana se escuchó la voz del pintor decir:
Y ahora para terminar usaré el Azul para dar color a los ojos de la joven. Acto seguido roza con su pincel suavemente el color, depositando unas diminutas gotas sobre el lugar previsto, consiguiendo el efecto deseado, dando así,  por terminada la obra.

 Blog = dulcinea-del atlántico

AGO120. AMA MIRARI, de María Elejoste Larrucea

Subiendo a Udala está el convento de la Concepción. A veces llevamos ropa que ya no usamos. La última vez nos abrió la puerta una monjita pequeña y vivaracha a la que nunca había visto. Mi marido exclamó: ¡Hermana Milagros, está usted igualita!. Al parecer, los treinta y tantos años que separaban su último encuentro  (cuando mi niño iba en pantalón corto y aún tenía pelo) no habían hecho mella en la religiosa. Tenía la piel tersa y una luz entre serena y divertida en sus ojos y con 86 añitos de nada tenía una memoria prodigiosa. Tan ricamente fue pasando el rato, cuando otra monjita apareció por la puerta :
-Ama Mirari- dijo en un susurro reclamando su presencia.
¿Ama Mirari? Se extrañó mi marido. –Sí hijo, sí, ahora que me hago mayorcita, me han ascendido de “hermana” a “madre”, y a demás en euskera… hace años que nadie me llama Milagros.
-¡Qué modernas!- exclamé. -Sí hija sí, fíjate que hasta el hábito es blanco…
– La toca sigue siendo negra – apuntamos…
-Nooo queridos, es azul marino, para refrescarnos ahora en verano- dijo ella tan salada mientras nos encaminaba a la puerta.

AGO119. ATUL MAINO, de Rafael Tejada Torres

Con pasitos torpes, con tus siete meses aún sin cumplir, no dejaba de sorprender tu exagerado magnetismo por el azul del mar. Sostenida por mis manos, tus bracitos se estiraban, tus ojillos vivarachos se aplanaban y escondían, y dos dientecillos te asomaban traviesos desde una eufórica sonrisa, (…) incontenible mueca nerviosa. Mientras tirabas de mí, con tu torpe caminar, alongando tus piececitos, tal vez para no perder la ola que de vuelta se escondía  en el mar. El agua te perdía…
Sé que lo habrás olvidado, que tan pequeña sería imposible recordarlo, que te gusta cómo te lo cuento, que exagero, me pides que te cuente cositas de tu niñez y aquí estoy yo, para contarte una y mil veces, tu primera experiencia azul agosto, la del azul del mar. La experiencia más bonita que he tenido, que a los dos nos sorprendió, que la guardo y que siempre mía será.
No es extraño por ello, que en tus primeros chapurreos, agua fuera la primera palabra con sentido y “atul” la segunda, reconocible al menos. Siguieron “atul turqueta”, “atul maino”, “Atulina” o “atul teleste”. Azul era toda tu vida, aunque sin saber pronunciarlo, lo hacías antes que saber decir papá.

Nuestras publicaciones