Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SCHADENFREUDE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta tercera propuesta es el término alemán SCHADENFREUDE, que viene a significar la "alegría por el mal ajeno" Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de MAYO

Relatos

OCT193. SIN PRUEBAS, de Elysa Brioa Escudero

Pues ya está, este tipo me ha hecho la autopsia en un periquete y por lo que ha comentado con el policía no le queda ninguna duda, fallo multiorgánico provocado por mi afición a la botella. Qué rabia me da, ella se va a salir con la suya. Y eso que recelé cuando me convenció para firmar el seguro de vida, quién iba a pensar que la mosquita muerta aprovechara que me gusta beber para envenenarme. Si es que no se puede ser bueno, más fuerte le tenía que haber atizado. No puedo entender tanta inquina, si solo le pegaba los fines de semana y procuraba no dejarle cardenales. Es una desagradecida, no se ha esperado, no, tenía prisa por librarse de mí. Y le va a salir bien la faena a la muy zorra, con dinero y sin nadie que le tosa. Ahí entra, mírala, venga a llorar. Y es que lo hace bien, el doctor no para de consolarla dándole palmaditas en la espalda. Ahora que veo la cara del tipo, se ha quitado la mascarilla, me recuerda a alguien. Este forense se parece mucho, pero mucho a su primer novio.

OCT192. LA SONRISA DELATORA. de Laura Garrido Barrera

Buenas tardes, te dijo el hombre que abrió la puerta. Entraste en la habitación y observaste un desorden caótico. En la esquina más soleada se amontonaban blusas de mujer con las perchas camufladas en sus telas. Esparcida por la habitación, la colección completa de las novelas de Agatha Christie, con sus tapas negras formando pequeños triángulos. En otra esquina, un tocadiscos arropado por docenas de vinilos sin sus fundas. Ya ve, se han llevado todos los objetos de valor, sólo han dejado la cama, dijo el hombre cabizbajo. Tú reconcentraste toda tu atención en un cartel con un nombre de mujer y una curva febril que colgaba a los pies de la cama. ¿Cuándo falleció? El lunes, contestó él. ¿Y el cuerpo?, interrogaste. Incinerado. Te agachaste para mirar bajo la colcha que arrastraba hasta el suelo y encontraste una dentadura postiza sumergida en un vaso de agua. ¿Qué cenaron ayer su mujer y usted? Ensalada de zanahorias. Lo siento, el seguro no cubrirá este robo, afirmaste observando al trasluz el fondo del vaso tamizado por pequeñas partículas anaranjadas, y vigilen la fiebre de la pobre Ágata, que hoy es miércoles y en la curva señala que ya tiene demasiada.

OCT191. ASESINO PROFESIONAL, de Isabel OlIva Yanes

Hacía tiempo que venía pensando en retirarse. Dinero tenía suficiente para vivir bien acomodado hasta el final de sus días y su trabajo no le satisfacía especialmente. Se sabía el mejor y lo era. Pero conoció a una mujer especial con la que no le importaría casarse y tener hijos. Una vida normal.
El último encargo le llegó por las mismas vías de siempre. Se trataba de otro tipo más. Nadie en el mundo, salvo su jefe, sabía de su existencia y prefería que este tampoco le conociera. Investigó como siempre hacía y cuando le tuvo en el punto de mira llevó a cabo su trabajo con eficacia. Después de dispararle, dio la vuelta al cadáver y encontró a su jefe al que conocía solo de vídeo-conferencia. Esto significaba que ¡Era LIBRE! Gracias a la casualidad nadie en el mundo había visto su cara de asesino. ¿O no?
Corrió a casa de su amada y le pidió matrimonio, a lo que ella aceptó muy complacida. Después de casados, en plena luna de miel, ella le confesó que fue la artífice del último encargo. Él la besó con pasión y le rompió el cuello. Ahora sí que ya nadie le conocía.

OCT190. C’EST LA VIE, de Miguel Jiménez Salvador

Al fondo, expeliendo por igual maldiciones y esputos, como es su costumbre, el viejo Hild, normando y excontrabandista. Tipo peligroso aún la edad.
Hoy la ha tomado con ciertas mañas tecnológicas, artes propiciatorias de las tropelías espiantes perpetradas, presuntamente, por los “States”, según las noticias. Me cuenta el camarero mirándole de reojo. Lo acompaño, a él con la mirada, y a mi estado de ánimo con un encogimiento de hombros, mientras el viejo continúa su diatriba, ahora: derribando imaginarios “drones” que nos vigilarían, ajusticiando cobardes ladrones de salón, traje y corbata. Y en defensa de lo honorable de las tradiciones del cara a cara y cuerpo a cuerpo entre truhanes. La verdad es que al rato desconecto un poco, no vine aquí para eso.
Bien entrada la noche y con bastante más de la dosis recomendada emprendo retorno hacia mi cubil. Apenas reconociendo el camino, me dejo guiar al oeste por la salobre brisa que me rodea, Canebier abajo, creo.
Vislumbro el portal de mi pensión, por fin, y un fardo humano que me cierra el paso. Fijando turbio la mirada reconozco la oronda barriga abierta a cuchillo, desde el ombligo hasta debajo del esternón.
Al menos murió como quería.

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OCT189. NIHILISMO, de Jonathan González Almanza

El ambiente se tornó frío…

-He venido por tí Miguel. ¿Sabes? En mi trabajo no suelo dar explicaciones, pero eres un caso extraño; amas, eres amado, posees dinero y éxito en la vida, hay gente que te aprecia y admira, empero tu apatía me ha llamado.
¿Hay algo que quieras decir?

Miguel, sin dar vestigios de algún sentimiento y con la mirada clavada en su vaso de whiskey susurra:

-Tu no sabes lo que es ser diferente aquí.

OCT187. PASO FIRME, de Núria Díaz Díaz

Hace una hermosa mañana en este claro del bosque. Ante mis ojos contemplo la belleza del paisaje en todo su esplendor. La suave brisa primaveral acaricia mi rostro. Floto en el aire. Delante de mí pasa toda mi vida. Parece que fue ayer cuando nació mi primer hijo. A los seis años enfermó y ya nunca más se recuperó. Lo enterré junto a la playa, mi playa, y la de Tomás, el marido que marchó a la guerra y me fue devuelto en una caja de madera.
Ahora, en este momento, no tengo dudas. Me siento libre, en paz conmigo misma. Mi cuerpo ha dejado ya de pesar. Voy cayendo hacia el infinito, sin miedo, recordando lo que un día fui. Caeré pero de pie.

OCT185. OLIMPO, de Rubén Rojas Yedra

—Mira ese hombre, papá. Se está acercando, ¿verdad?
El hombre no supo qué responder. Examinó a su hijo de reojo: sentado con los pies colgando, la mirada tendida sobre el fabuloso terraplén. No dejaba de ser un niño normal que pasaría desapercibido ahí abajo, se dijo, si no fuera por esa mirada inmensa, de siglos, y una paciencia impropia. Desde aquella altura olímpica, observaban los puntitos con la misma humanidad que se siente ante un tullido o un ciego. Y sin embargo eran cuerpos enteros. Mortales.
—Pronto lo sabremos —resolvió.
En algunas páginas mitológicas se representa el umbral de los tiempos; limen de acceso al panteón, en la cima del monte, en el que ciertos dioses, de dos en dos, esperan para ayudar a subir solamente a los salvados.

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OCT184.VISITA MOLESTA, de Ana Rosa de Artíñano Comin

No era el momento adecuado para irme pero pensándolo bien nunca lo sería.
Podía estrujar entre mis dedos la tensión que circulaba por el aposento y el silencio que se paseaba a sus anchas llenando el ambiente de interrogantes sin respuesta.
Tu cara blanquecina, tu nariz afilada, tus manos largas y huesudas y esa mirada tan perdida..me hacía estremecerme.
Estaba harta de verte tanto en los últimos días, aunque me encontrase mal no eras bien recibida, te expliqué cuidadosamente que tenía la casa desordenada, los cristales sucios después de un invierno de lluvias, los deberes del trabajo a medio hacer, tenía que cancelar visitas ya programadas, una sensación horrible de trabajo inacabado, tantas cosas en el tintero que me resultaba imposible, tanto amor por entregar y así de esta \»guisa\» no podía acompañarte y abandonar este mundo.
De momento tendrias que aguantarte.

OCT183. COMO ALMA QUE LLEVA EL DIABLO, de Mercedes C. Velázquez Manuel

Postrado sobre el suelo húmedo y con la mitad de su cuerpo paralizado, oía asustado el sonido metálico de unas firmes pisadas acercándose. Se revolvió todo lo que pudo sobre aquellas losetas hidráulicas diseñadas con motivos geométricos y florales. Sus brillantes ojos negros parecían saltarse de sus órbitas, al tiempo que esperaba la llegada inminente de aquellos pasos desconocidos. Mientras, su corazón menudo aparentaba salirse por cualquier resquicio de su cuerpo, a poco que hiciera el más mínimo esfuerzo de querer salirse con la suya.
Y la suya no era ni más ni menos que permanecer atrapado en una pinza plástica, en cuyo interior estaba estratégicamente colocado el oloroso cebo. A la primera de cambio, y con solo rozarla levemente, quedó capturado para siempre como si de una gran mandíbula acerada se tratara. La agonía mortal le vendría lentamente por inanición y por su lucha desesperada.
La portadora de los tacones de aguja de considerable altura, nada más llegar a la puerta y vislumbrar el diminuto cuerpo retorciéndose, tendido e inmovilizado; saltando y gritando de miedo, huyó despavorida como alma que lleva el diablo, dejando uno de los tacones al lado del hocico empurrado del pequeño roedor peludo y desmadejado.

OCT182. EL LADO OSCURO DEL HONOR, de Alfonso Carabias Antúnez.

Mientras ajusto yelmo y me enfundo los guanteletes escucho de fondo la algarabía del pueblo, mancillando un silencio engañoso en el que ella me mira mientras me armo.

Intento que no note que la estoy abrazando más fuerte que otras veces; mantengo el tono solemne al despedirme de mis hijos y monto al caballo comandando el ejército que defenderá la ciudadela.

Saludo obligado ante el rey y luego en las calles ante el pueblo, que nos despide con admiración y esperanza. Atravesamos las murallas ante la atenta mirada de los grajos que, apostados en las almenas, nos ven partir al campo de batalla.

Tras las montañas un relámpago ilumina las huestes enemigas, que se extienden hasta donde alcanza la vista. La desventaja ante ellos es de veinte a uno.

Algunos de los míos dejan escapar lágrimas ante lo que será el final de su camino. Si pudiera, yo también lo haría, pero eso es algo que el maldito honor tampoco me tiene permitido.

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