Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

QUIJOTERÍAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en QUIJOTERÍAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el tercero serán QUIJOTERÍAS Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE MAYO

Relatos

23. EL VISIONARIO

Cuando Marcia contempla las imágenes de montañas cubiertas de nieve o de bosques verdes, dorados y granates o del fondo del mar, siente nostalgia por lo desconocido. Sentada en una butaca de la sala de proyecciones disfruta de esos paisajes desaparecidos a pesar de esa sensación agridulce que la acompañará durante horas. La misma que le producían los cuentos que leía con su abuelo a la hora de dormir. Eran historias de esa tierra lejana que unos cuantos colonos abandonaron para comenzar una nueva vida en este planeta. Su planeta.

Antes de comenzar la película se emite un documental -para que las nuevas generaciones no lo olviden- sobre el Gran Hombre, el Visionario que miraba las estrellas. En él se muestra el proyecto al que dedicó todos sus recursos: la habitabilidad de un mundo donde pudiera sobrevivir la especie humana. Los elegidos para acompañarle fueron los miembros jóvenes de las familias más poderosas, las mismas que durante siglos habían dilapidado los recursos naturales de la tierra. El Gran Hombre cuenta ahora en la pantalla como hizo realidad su sueño. Un sueño sobre millones de pesadillas.

 

22. DUAL (Juan Manuel Pérez Torres)

Farid era un hombre solitario. No le interesaba relacionarse con nadie, ni siquiera con sus vecinos. Su única compañía eran los libros, la música y el cielo. Un día quiso construir un muro a su alrededor para aislarse aún más del mundo. Se puso manos a la obra y durante semanas trabajó sin descanso, levantando ladrillo tras ladrillo. Cuando acabó el muro, se sintió satisfecho y orgulloso. Pensó que así estaría más tranquilo y feliz… Pronto se dio cuenta de que se había equivocado: El muro no protegía su soledad, sino que la agravaba. Así Farid empezó a sentirse triste y vacío. Había perdido toda conexión con el mundo exterior y consigo mismo. Se arrepintió de haberse aislado, pero ya era demasiado tarde. O no.

Entonces decidió cambiarlo todo. Con la única fuerza de su voluntad, empezó a derribar el muro en el que se había encerrado. Era un golpe de martillo cada grito de liberación. Cuando el muro cayó, Farid lo cogió y, como si de un calcetín se tratara, le dio la vuelta y lo volvió a levantar quedándose fuera, dejándolo todo dentro. Usó el muro para encerrar aquel mundo hostil y liberarse a sí mismo.

 

21. Hijo de Thor (Luisa Hurtado)

Juntos elegimos este destino, buscamos esta vida; pero tras el paso de las primeras tormentas ella no volvió a ser la misma y acabó arrojándose del faro cayendo donde rompen las olas. Desde entonces estoy solo. No mentiré diciendo que ha sido fácil, incluso a día de hoy he de admitir que hay noches en que no lo es; pero, en general, esta vida me gusta y lo que más, esas noches de tormenta en que la luz de la linterna se extiende sobre las frenéticas olas y la tormenta ruge alrededor. En esos momentos soy el dueño del mundo, soy dios y, aunque sé que es peligroso, no puedo evitar salir del refugio, gritar a las nubes, dejar que la lluvia me empape y el viento me zarandee mientras bailo rodeado de electricidad, ciego de poder y alegría; actitud que ella nunca comprendió y que quiso impedirme poniendo en riesgo su vida.

20. (H)AST(I)ADO (Mariángeles Abelli Bonardi)

«Cergio, con ‘ce’… ¡Qué nombre raro!», exclaman cuando les contesto… Qué mal que, de pequeño, me caía esa rareza, pero padre me hizo verle el lado bueno: aunque moleste igual que la boina, igual que el sombrero, protege el verdadero nombre – tanto y tan bien como cada nombre a cada Cernunnos – y ayuda a pasar inadvertido…

Dicen que no me prodigo y es cierto, lo hago muy poco, salvo necesidad, entre los débiles que necesitan mi ayuda. Soy el señor de lo salvaje; el dios-ciervo que fertiliza y regenera el bosque…

Saboreo mi cerveza. A lo lejos, más adelante en la barra, uno trata al otro de «cornudo» y se arma la pelea… (en mi mundo esa palabra es un elogio, ¿pero acaso algún humano lo creería?).

19. Solo pude mirarte de lejos (Manuela M.)

Ya no te quiero, si te he de ser sincera. Te dejé de querer desde que una madrugada te levantaste para meterte en la cama de otra. Esa misma noche me negaste la entrada a tu vida y solo pude mirarte de lejos, como una tímida fan, hasta que todo comenzó a ir peor entre nosotros. Desde entonces no dejas de asombrarme cuando olvidas mi nombre, mientras llevo el tuyo tatuado en la ingle, o cuando te diriges a mí en tercera persona porque me quieres ausente. No dejas de asombrarme cuando te cruzas por casualidad conmigo en la calle y me ignoras, como un dios engreído, para seguir tu camino hacia algún lugar donde seguramente ella te espera.

Ya no te quiero porque has inventado un código secreto para que te odie sin darme cuenta, y para colmo te has vuelto un ser solitario y quejica, que no deja de criticar mi obsesión por el orden. Me fascina que consigas que te odie cada día un poco más, lo suficiente como para darte un lavado en el programa eco, doblarte bien y meterte para siempre en el cajón de la ropa vieja.

18. Divino marginal (Javier Igarreta)

Convencido de que conocerse a sí mismo podía resultar tan duro como la piedra del frontispicio del templo de Delfos, se sentó al borde del camino para ver pasar a la gente. Tal vez podría encontrar en los demás las claves de su propio carácter. Pronto se sintió sobrepasado por el discurso cansino de los pregoneros del constante fluir. Aquello era un no parar. Los traficantes de ideas peregrinas, siempre dialogantes y atrapados en su caverna, le sacaban de quicio. Lejos de ladrarles a la cara las verdades del barquero,  los ahuyentaba con gestos obscenos. Pero los que realmente agotaban su paciencia eran aquellos patéticos correveidiles que andaban por el ágora, enzarzados en peroratas interminables. Total para acabar en sistemáticas reducciones al absurdo. O en un círculo vicioso. Él se mofaba de sus verborreicas divagaciones, aunque no podía permitirse el lujo de hacer ascos a sus dádivas. Siempre con el gesto compungido del que acepta lo inevitable.

Al caer la noche daba gracias al Olimpo. Los dioses, con su mítica manga ancha, celebraban que pudiera ponerse a su altura. Y crear escuela.

17. Rescoldos de humanidad

La joven de pelo corto y chaleco reflectante me mira sonriente y aplaude cuando paso a su lado. Le explica algo a la fila de niños que le sigue con sus camisetitas fosforito, y algunos de ellos imitan sus aplausos. Otros, en cambio, se afanan en tirar de las trenzas de la niña de delante, o se entretienen en volcar un poco de agua de sus botellitas de plástico a un escarabajo que ha tenido la mala fortuna de cruzarse con la expedición.

Desde ayer tengo que soportar estas molestas y caprichosas felicitaciones, y todavía no sé la razón. Si es por el perro que saqué de la casa en llamas, he de decir que yo jamás abandono a alguien en apuros, aunque sea un animal. Lo único engorroso fue desatarle del rabo la cuerda chamuscada. Nada que no hubiera hecho cualquiera.

La fila se aleja a pequeños pasos, y sólo queda un niño rezagado con chorretones en la cara que se empeña en provocar al escarabajo con un jirón de periódico encendido. Testigo de la falta, me acerco un poco para sentir otra vez ese agradable olor, a cerillas usadas, a tinta y papel en combustión.

16, SIEMPRE DIOSA

Acabo de levantarme, me miro en el espejo, definitivamente hoy tengo el guapo subido, estoy sola y me siento la diosa de mi casa; lo que tardo en llegar a la cocina y colocarme el delantal y Mr. Hyde hace su aparición: el colacacao derramado sobre la encimera, la basura goteando y manchando el suelo sigue aquí,  el móvil sonando…«mamá te prometo que cuando vuelva recojo la ropa de la habitación», «nena se me ha olvidado decirte que te he dejado sin dinero», «mamá necesito que vayas a imprimir,  el pen está sobre la mesa, ¡es urgente!».

Momento zen: desayuno, hoy no es saludable, la ansiedad merece un cruasán con chocolate.

Trabajo como una bestia hasta el mediodía cumpliendo mi agenda y las demás.

Llegan por turnos para almorzar, ya no estoy sola, escondo a la bestia para que se instale Hestia, todos deseando llegar al calor del hogar, volcar sus historias del día y relajarse.

Por la tarde cada uno se aísla en su espacio, he cumplido los objetivos de hoy, incluso me ha quedado un ratito para dedicarlo a escribir… y aquí, a solas, aunque a veces pueda salir la bestia siempre la dirige la diosa.

15. Nana de una huida

Mirando tu carita, ahora que ya te tengo en mis brazos, me siento dueña de mí misma por primera vez

Ea, ea…mi nena

Sin miedo del que manipulaba nuestras mentes, del monstruo solitario y carismático de mirada fría. Falso guía, auténtico bestia.

Ea, ea…no llores nena.

Él era el camino, la luz y la única verdad. Sin túnica blanca ni larga barba nos llevaba de la mano a las más jóvenes. Nosotras, obedientes y temerosas, le seguíamos. Negarse a participar en la orgía era EL CASTIGO.

Ea, ea…que ciega era.

La segunda falta me dio fuerzas para la huida, desperté a la realidad, seguí a la verdadera luz, la que me indicaba el camino de regreso a casa.

Mirando tu naricita, una copia exacta, me surgen nuevos temores.

Ea, ea… no tengas miedo, duerme mi nena.

14. Por senderos indeseables

Para descubrir el encanto del barrio -según rezaba en la guía- nada mejor que perderse por sus estrechas callejuelas sin preocuparse por el rumbo. Y eso hicimos, adentrarnos en sus calles al atardecer…

Parecía tan romántica la travesía que caminamos durante varias horas entre las callejuelas medievales y más estrechas de la ciudad. Una ciudad cosmopolita que se vende bien para los turistas que cada año la visitan.

En los folletos se muestra una urbe tranquila, moderna, apacible, con el encanto de edificios góticos, románicos y modernistas, entre iglesias, murallas y plazas. Sin embargo, y paradójicamente, el ambiente y el entorno que se vende dista mucho de la realidad. Tras esa fachada bonita, la ciudad esconde disturbios, miseria, adicciones, inseguridad, hombres y mujeres solitarios pidiendo limosna para sobrevivir, y los sin techo durmiendo al amparo de algún pórtico, cobijados entre sus pocas pertenencias y cartones.

Terminamos nuestro camino en un taxi, de regreso al hotel y sintiéndonos afortunados como dioses.

13. 1930, AMOK EN AGÜERO (CANTABRIA) (Jesús Alfonso Redondo Lavín)

─Al salir de misa daba tabaco. Nadie osaba negárselo, contaba Nel Setién mientras limpiaba el vaso en un cubo de agua para rellenarlo de leche ordeñando, allí mismo, la ubre de la frisona.

─Yo, de joven, arreglaba su ganado. Aquel día me recibió a tiros, continuaba el vaquero que alargaba el vaso a otro excursionista de los que bajaron de la lancha al prado en que termina lo navegable de la ría de Cubas.

─Al señorito Abelardo lo abandonó su familia, los Velarde de Agüero. Ninguno soportaba su carácter irascible y en aquella casa sólo lo atendía desde niño Constantina Cacicedo.

Nel limpiaba de nuevo el vaso y lo rellenaba a tres pesetas.

-Maribel, hija, súbeme de la ría otro cubo con agua limpia. Continuaba Nel; ni siquiera quiso atender al cura, él tan religioso, con su casa llena de santos y crucifijos. El guardagujas de Villaverde con artimañas lo sacó de casa y la policía pudo arrestarlo. El suelo estaba encharcado de sangre. Encontraron una pizarra afiladora ensangrentada, dos cuchillos rotos y un machete bajo el colchón. El “pirao”, sin mostrar turbación alguna declaró: “He matado a Tina, se rio de mí y de mí no se ríe nadie”.

12. Estrés (Susana Revuelta)

Manuel se sentía eufórico, ¡como para no, si acababa de volver a nacer! Los mareos, ahogos y dolor abdominal no eran síntomas de cáncer, tal como había leído en Internet, sino ansiedad, según el doctor que acababa de examinarlo.

—Para relajarse ―le explicó el facultativo― es importantísimo respirar bien. Recuerde: 4-7-8, inspirar, mantener, expirar.

La alegría le duró hasta que vio que el ascensor pasaba de largo, algún imbécil se le había adelantado desde otro piso. «Con la prisa que tengo» bufó. Bajó por las escaleras de dos en dos y renegó al dar un traspié, pues las bombillas de los rellanos apenas alumbraban y los peldaños de madera estaban recién encerados. «La hija de puta de la portera, querrá que alguien se mate». Desde el patio interior entraba un olor a coliflor hervida y fritanga que le puso de mal humor. «Qué asquerosidad de comida». Inspiró uno, expiró tres, uno, tres, «¿cómo era?, no me acuerdo…». En el portal, tuvo que aguantar que el pequinés de una vieja que olía a pis le llenase de babas los mocasines nuevos.

Hiperventilaba cuando salió a la calle. Aflojó entonces los puños, miró al cielo, llenó de aire sus pulmones y sonrió.

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