Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

42. Cuarenta dias de calor

El día está soleado, el calor quema, la arena se dora bajo los rayos de un despiadado sol. Empiezo a ver cosas donde no las hay y un sentimiento abstracto se apodera de mí. Los cuarenta grados que aporrean mi cabeza no me dejan pensar con claridad y me incitan a fantasear algo en base a tu persona. Pasa el tiempo y me convierto en un simple músico con magulladuras en las manos de tanto escuchar la canción que te dibujé. Algo pegadiza y molesta a la vez; atractiva, fuerte y ¿algo más?, nunca se sabe.

Recorro esta duna interminable hasta más allá del horizonte, donde los cangrejos caminan hacia atrás, las conchas se abren y cierran a la vez. Un palmeral perfecto en el que no pensar en nada, me ayudan a encontrar las ideas que necesitaba para componer la melodía con las notas perfectas.

¿sigo así, o todo esto es cierto de mi poderosa imaginación?

41. Volver

Si hay algo que detestamos en Crown City son las despedidas ¿Que quiere usted largarse de la ciudad? Está en su derecho, por supuesto, pero le rogaríamos que lo hiciese de madrugada, cuando nadie le vea, lo más furtivamente posible. No pretenderá que, además de dejarnos, le despidamos con una comitiva y batiendo pañuelos al viento. De la misma manera, si algo nos gusta a la gente de Crown City son los recibimientos, los regresos. Es, digamos, nuestra especialidad. Da igual que se vaya usted hoy y decida volver mañana. Le recibiremos entusiasmados, con pancartas, los brazos abiertos y los ojos henchidos de lágrimas: como si llevásemos toda una vida esperándole.

40. Vuelve a casa, vuelve

En otoño escogen a los más jóvenes, los separan de las faldas de su madre y los llevan en camiones hasta la gran ciudad.

Enseguida, los urbanitas se hacen con ellos y los encierran en sus salones. Se convierten en prisioneros al calor de un hogar que desconocen.

Pasan los días lejos de su tierra, sin agua ni apenas luz solar. Pero, a cambio, les ponen luces y bolas de colores. Hasta que, entrado el nuevo año, empiezan a ser un estorbo en las casas.

Entonces solo hay unos cuantos que tiene suerte, unos cuantos abetos que, escuálidos y medio muertos, son entregados a tiempo para regresar a los brazos de Pachamama.

39. La última estación

El bosque aguardaba a que pasara el verano. Por fin volverían las lluvias y el olor a tierra húmeda lo inundaría todo. Pero pasaron los meses y el otoño no llegó, tampoco el invierno ni la primavera. Ya no hubo flores, ni abejas, ni pájaros en sus ramas.

Aunque, poco a poco, los árboles se fueron acostumbrando a ese calor extremo, también a que no hubiera hachas ni incendios.

38. En riguroso directo

El reportero suda la gota gorda intentando entrevistar a algún transeúnte que se atreva a merodear por aquel paraje desértico en plena ola de calor, a unos metros de una playa recóndita y muy concurrida, para la conexión en directo del informativo de las tres de la tarde. El cámara y él han olvidado llevar agua y  empiezan a sufrir las consecuencias de la deshidratación, pero allí están, aguantando el tipo porque en cualquier momento les darán paso, cuando de repente le quitan el micrófono de las manos y escucha una voz que dice: “No hay nada como un sol que parte las piedras…” y ve al lagarto devolviéndole el micrófono, colocándose con mucha parsimonia y estilo las gafas de sol y dedicándoles un saludo antes de marcharse.

—¿Has visto eso?¿Lo has grabado?

—¡Jorge, Jorge, despierta!— Le dice el cámara mientras le da palmaditas en la cara— ¡Estás delirando, te ha dado un vahído, me has dado un susto de muerte y entramos en treinta segundos!— Y el reportero, profesional como él solo, se incorpora, se sacude un poco la ropa, sonríe a la cámara y comienza su crónica en tres, dos, uno…

37. Juana, siempre Juana

El calor de la hoguera le recordó su nombre. Y fue justo en su centro, cuando del cuerpo solo quedaba el corazón, que el último latido se hizo el primero en otra Juana.

Rodeada del calor y la humedad de la selva de alacle y chicalote blanco, la otra Juana regresa una y otra vez a su propia hoguera, azuzada con las palabras que se clavan en los corazones de su tiempo, para convertirlos en leños y hacer del fuego su paraíso personal y terreno.

36. Vasos comunicantes

Ha conseguido un pequeño papel en la película: se festeja el regreso del héroe y nuestro personaje sale de la multitud y se le acerca mostrándole una foto; el protagonista la mira, asiente, le palmea el hombro; sigue su recorrido mientras al otro se le humedecen los ojos.

La escena no tiene diálogo. El debutante ensaya antes del rodaje, empeñado en dotar de sentido dramático a su actuación: unos pasos tímidos, su mano temblorosa, el gesto exultante. Lo ayudaría saber qué contiene la instantánea, pero el guion no lo precisa.

Se estrena el filme y su intervención no pasa desapercibida. Sus paisanos lo felicitan, algún impulsivo le pide un autógrafo.

Firma un contrato para rodar en el extranjero varias producciones de elevado presupuesto. Público y crítica especializada ensalzan sus dotes interpretativas.

Vuelve a casa convertido en una celebridad, pasea por sus calles y es aclamado por la multitud. Alguien se le acerca para mostrarle una foto. Él la mira por cortesía, sin fijarse en su contenido. De sobra sabe que en los ojos y en el semblante del joven admirador se encuentra la única certeza.

35. ESPERANZA

-¡Hace caló!
-Sí, y mucho, nos estamos achicharrando y todo lo que nos rodea está quemándose. Es algo mi vida que nos está pasando y no prestamos la debida atención. La situación va empeorando conforme el tiempo pasa. No sé cómo vais a manejar esto cuando os toque tomar las riendas de este mundo loco y testarudo.
La mamá resignada, mientras le da un vaso de agua fría a su hijita, mira desconsolada a su pareja, que tiene que ir a trabajar de sol a sol a unos campos en los que ese líquido y preciado bien no cae desde hace meses.
El mundo sigue como esa familia, a la espera de que también la ilusión por uno mejor no se seque.

34. MI CASA… (Nani Canovaca)

Volvíamos a casa con la alegría de recuperar el aire fresco y disfrutar el bajo de casa. El que normalmente usamos en verano y que deseamos dejar de ver, cuando se acercan las vacaciones y los días de playa.
Con el calor que hemos pasado, cansados por no poder conciliar el sueño, encontrarnos acribillados por los mosquitos y con algún quebradero de cabeza ocasionado por los gemelos, todos ansiábamos poder dormir en las colchonetas del suelo y arroparnos con una sabanita por encima.
Bajamos del coche, entramos cada uno su propio macuto y como habíamos tomado un picoteo por el camino, dejamos todo en el pasillo principal y nos dirigimos al sótano como si no hubiera otra cosa más preciada. Deseábamos dormir hasta que el cuerpo nos doliera.
Bajaron los peques y gritaron. Al escucharlos, como una posesa bajé y entonces fui yo la que grité. Llego papá con Marina envuelta en una toalla tras ducharse, asomaron sus cabezas y gritaron.
Nuestro querido y anhelado refugio, era una piscina sucia y mal oliente.
A otro día supimos de una riada debido a una tormenta y nuestro paraíso, se había convertido en una tortura.
¡Dios mío, necesito unas vacaciones!

33. La primera vez

Con cada paso que daba acortaba la distancia. En su mente, en vez de avanzar, retrocedía. Sus pies se acercaban al futuro, sus recuerdos lo llevaban de vuelta al pasado, al ayer. Las manos le temblaban. Mentiría, diría que era por el frío de febrero que se cernía sobre la ciudad. Solo él conocería la realidad, como sus dedos se agarrotaban, como los huesos de su palma crujían ante una presión imaginaria. La presión del recuerdo, un dolor añejo que debía haber dejado atrás, pero que siempre lo esperaba en la esquina más oscura de su vida; solo para tirarlo una vez más al abismo.

Regreso o llegada, se debatía en su mente. Las calles por las cuales caminaba le eran tan conocidas, como si fuera solamente ayer que corría con sus amigos; refugiándose en el calor de las tiendas de la lluvia que, por ahí, llegaba sin avisar. Las calles eran iguales, a pesar de los años pasados, a pesar del agua que corrió. Él no era el mismo; el chico que se fue un día de otoño para, aunque no lo sabía, nunca más volver. Por eso, ese regreso suyo sabía a primera vez.

32. RETORNIA (Belén Sáenz)

Cada viajero divisa Retornia desde un recodo diferente de su itinerario, así que su perfil no consta en ningún atlas. Desde la perspectiva del águila tiene forma de canal de parto invertido, pero su realidad palpita oculta en el entramado antiguo de todas las poblaciones. Al  final de un callejón sin salida. Sus moradores, heridos por arrollamiento y cubiertos de cicatrices, se sientan a la puerta de sus casas y nunca pasean por no encontrarse con su reflejo en el azogue con que están pintados los muros. Con la frente marchita, los vestidos apolillados y de talla más grande o más pequeña que la que corresponde, hablan de lado a lado de las calles en un galimatías común que llaman Recuerdo. Así transcurren los años de veinte en veinte, mientras el soplo que es la vida dobla las esquinas, revolviendo hojas secas y fotografías arrugadas. No hay música ni niños en Retornia; el único sonido es la radio encendida. Y dicen que reina un otoño eterno en las cuatro estaciones, porque todos los que habitan este lugar infeliz presienten que volver siempre es un fracaso.

31. Un nuevo comienzo.

Lo que la vida nos ofrece cuando somos jóvenes, y lo que pactas con ella años después, no suelen parecerse demasiado.

Y en cierto modo, el día en que tuvieron que decirse adiós, en los albores de su juventud, apenas conocían el verdadero significado de esa palabra, y el dolor tan grande que podía conllevar.

Sus vidas transcurrieron por los caminos que les fueron marcados, al abrigo de los sobrios dictados de la corrección, forjando una fachada de impostada felicidad que no se atrevieron a derribar, pero que poco a poco el tiempo fue resquebrajando.

Gloria había colgado los hábitos, y Lucía ya no tenía a nadie a quien rendirle cuentas. Y allí estaban, de nuevo, 40 años después, ya invisibles para el resto del mundo, en el mismo banco y con los mismos nervios, intentando recuperar ese primer beso que marcara un nuevo comienzo en sus vidas.

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