Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

69. Y le he perdonado

El confesionario me recordaba a la pequeña cabaña en la que me refugiaba cuando mis padres explosionaban.

Tras el “Ave María” y el “Sin pecado concebida” comencé a intentar expiar mis pecados.

Le conté lo mucho que odiaba a mi padre.

—Muchacha, eso es muy grave. Dios no lo acepta hacia cualquier persona y mucho menos a tu progenitor.

Le expliqué los porqués. Que era un borracho, maltratador y jugador, y que para esto último le robaba el dinero a mi madre, la cual se mataba a trabajar todo el día, cuidando la casa y ocupada en míseros trabajos para poder llevarnos algo a la boca.

—Hija, entiendo los motivos, pero debes tener sobre todo capacidad de perdón y poner de tu parte para que las cosas se arreglen. Si tu lo haces, la divina providencia hará el resto. Es cuestión de fe.

Volví a casa mascullando las palabras del sacerdote para encontrarles el sentido y poder ayudar a papá a dejar jugar.

Esa noche, cuando volvía tambaleante de su timba de póker, acabó rodando por la escalera con malas consecuencias.

Me miré el pie sin saber que proporción del movimiento había sido mía y cual por intervención divina.

68. Amor sin fronteras

Faltaba una hora para abrir el Gran Casino y la jefa de sala estaba inquieta, muy inquieta. Llevaba así varios días esperando una nueva remesa de naipes que llegaban tarde. Por fin le avisaron que ya estaban separando y clasificándolos, esperando su conformidad para distribuirlos según el juego. Ella llegó arrebolada, conteniendo la respiración y las dudas que le amordazaban los pensamientos. Pero, allí estaba. Como en los últimos pedidos desde su visita a la fábrica: una baraja roja con las cincuenta y dos cartas iguales. No traía ningún distintivo, más ella se sabía la destinataria.

A kilómetros de allí, en la planta de producción de la empresa más famosa del país estaban desorientados. Desde hacía unos meses, en cada expedición al Casino, la máquina lanzaba un mazo completo con la misma figura, la Reina de corazones, que desaparecía antes del control en un recodo del mecanismo. No habían conseguido encontrar el fallo.

67. PURA GENÉTICA

Después de pasar una mala racha en el juego fue a una vidente esperando que le pronosticase que sería muy afortunado en el amor. Las cartas no le defraudaron, es más, en ese mismo instante supo que se había enamorado y sólo necesitó un rápido cruce de miradas para confirmar que era correspondido. Tenían muchas cosas en común, su pasión por las cartas les unía mucho, las barajas para ellos era casi un objeto sagrado, no en balde era su principal herramienta de trabajo.

Desde aquel día en que se conocieron no se han separado, su vida en común ha sido muy azarosa, han dormido en mansiones y en la calle, han viajado en descapotables y han hecho autostop, han comido en restaurantes de cinco tenedores y han pasado hambre…

Ahora su mayor alegría es su hijo Sotero, al que todos llaman “carapóker” porque es un niño especial, jamás sonríe ni se muestra triste, por mucho que lo mires nunca sabes cómo está. Sus padres no pueden estar más contentos con él, son conscientes de que en sus manos tienen una mina de oro, no paran de hacer planes para convertirlo en el mejor jugador del mundo.

66. Barajando…

En el grupo de amigos, todos esconden sus cartas.

PICAS
“Las lanzas están en alto por Claudia. Hace tiempo que no pienso en Roberto como colega, sino como competidor. Todavía conservo la esperanza de que ella me elija a mí.”

DIAMANTES
“Paula está muy buena, pero he de ganarme el cariño de Claudia pasando de Andrés. Con la pasta de su familia tendría el futuro resuelto sin dar un palo al agua en la vida.”

TRÉBOLES
“Todos van detrás de Claudia. ¿Cómo podría mostrarle mis sentimientos? No quiero abordarla directamente, quizá me rechazaría de entrada… A ver si, con un poco de suerte, ella se da cuenta de lo que siento.”

CORAZONES
“Algunos de mis supuestos amigos son unos cazafortunas, mi madre ya me lo advirtió. Aunque no sé qué opinarán mis padres sobre mi elección de pareja si, reuniendo valor, me declaro a Paula y me dice que sí.”

65. Dadas o tomadas -Calamanda Nevado-

-Mejor-, espeta mamá después de hacerme  caminar, erguida y  elegante, como si estuviera en    el casino. -Ahora descansa-, murmura. Y me tapa con la manta  apartando  los mazos de   naipes que  dejó  sobre los pies de la cama. Los mira. La tensión    se refleja en su  rostro. -Qué pasa ¿Ocurre algo?-  Niega con la cabeza. -No  me engañas-. –No, lo de siempre-.

Lo de siempre son sus sensaciones,   antes de mis partidas. Quiere irse pronto a la cama, me dice,  levantarse temprano,  meterme en la ducha y lavarme el pelo; lo hace  a diario. Aunque disimulo mi malestar,  acepto. El estómago me duele, otra vez.  No  puedo dormir. Recuerdo como desde niña, me entretenían ella y papá  con partidas de cartas de la baraja española, según  su opinión la más antigua,  porque estimulaba mi imaginación.  Me recuesto y  repaso algunos detalles de bazas, rondas y apuestas.  Espero   que nadie mire las cartas lentamente,  o las tenga demasiado tiempo en la mano. Deberé intervenir.  Mañana, a primera hora,  tengo reunión con el comité de empresa.  Como jefa de mesa, procederán a darme a conocer el cómputo de propinas de la semana pasada, que no introduje en la ranura  destinada a eso.

64. Paola la portuguesa (Nuria Rodríguez)

Cuando Paola llegó al pueblo, arrasó con todo. Las mujeres la rechazaron de inmediato por su aspecto desvergonzado y sucio que denotaban su peludas axilas. En realidad, era la envidia la que hablaba por ellas a través de sus viperinas lenguas ya que no podían soportar  la forma descarada y lasciva  con la que sus maridos miraban  embobados el baile de sus sensuales caderas al pasar frente a ellos. 

Para mi desgracia, yo fui uno de sus elegidos. 

Me amó, si, pero de una forma egoísta solo comparable a la de un gato.

Su indiferencia y ausencias me mataban lentamente.

Cuando se enroscaba entre mis piernas y me miraba con sus preciosos ojos verdes, la poseía salvajemente hasta satisfacer su celo. Esa noche dormía como un bebé a pesar de saber que al despertar ya no estaría a mi lado lo que haría que yo me rompiese un poco más.

En los momentos más bajos, barajaba la posibilidad de acabar con ella, de acabar con todo, pero solo era un farol para engañar a mi mente, ya que siempre fui consciente de que, al contrario que el gato, Paola solo poseía una vida.

63. MEZCOLANZA

– ¡Envido a chica!

La muchacha parpadeó, sorprendida, y detuvo su paseo matutino ante aquel desconocido con extraño acento que le bloqueaba el paso. Era alto, rubio y de ojos azules. “Nórdico, seguro”, pensó, meneando la cabeza al tiempo que lo esquivaba y reanudaba la marcha. Pero el joven no se rindió: corrió para alcanzarla, rebasarla y saltar de nuevo ante ella, con las piernas separadas y los brazos en jarras.

– ¡Veinte en copas!

La muchacha no sabía si echarse a reír o soltarle un bofetón. Con un resoplido ambiguo, que a nada la comprometía, lo esquivó por segunda vez y siguió andando, esperando la tercera acometida, que no se hizo esperar más allá de quince segundos.

– ¡Siete y media!

La muchacha se encaró con él.

– ¿Pero a ti qué te pasa?

El joven, sonriente, sacó de su pecho un as de corazones. Enternecida, la muchacha le tomó de la mano y paseó junto a él, ese día y todos los demás, compartiendo oros y diamantes, despreciando picas, espadas y bastos, regalándose mutuamente tréboles de cuatro hojas hasta apurar la copa de la vida de ambos.

Dos barajas, un solo destino.

62. Complejo enemigo

Cuando Kunumi recobró el sentido comprobó espantado que yacía entre los cadáveres del resto de su tribu. Los desconocidos, que momentos antes habían llegado disparando indiscriminadamente, tenían preparada ahora una hoguera en la que iban arrojando los cuerpos.

Kunumi debía darse prisa, zafarse cuanto antes del abrazo inerte de los suyos y huir sin ser visto. Pero perdía tanta sangre que dudaba de poder hacerlo. Tuvo que esperar a no tener peso encima, a punto de ser arrojado él también, para arrastrarse a duras penas y desaparecer entre la maleza.

Pasó meses agazapado en la selva sanando sus heridas. Fabricó armas y amuletos. Efectuó rituales sagrados. Recuperó su acostumbrada fuerza. Y ataviado como el gran cazador que era, con el alma y el arco tensados para la venganza, empezó a subir un día la gran montaña que lo separaba del enemigo.

La noche cayó cuando encaraba el último tramo, mostrándole un extraño fulgor que perfilaba la cumbre. Su paso fue cobrando cautela. Hasta detenerse abruptamente al llegar arriba. Su brava figura parecía de bronce iluminada por las luces de la jungla de hormigón que vio. Un portentoso rótulo, indescifrable para él, resplandecía sobre todo ello: «El indígena, hotels & resorts».

61. La apuesta (Salvador Esteve)

La primera vez no me dolió, muy al contrario, fue una liberación: mi marido era un borracho maltratador. Pero Lucía, mi hija, lloró desconsolada, por aquel entonces tenía tan solo cuatro años y adoraba a su padre. Aunque realmente fue muy chocante oír la puerta y ver entrar a un extraño para tomar posesión de sus ganancias en la partida de póker.  Era algo mayor, pero buena persona, por lo que cuando, pasado un tiempo, irrumpió otro hombre lo sentí un poco. Las cartas, tarde o temprano, siempre se tuercen y todo el lote, vivienda, enseres materiales y humanos, pasábamos  de  mano  en mano. Al final te acostumbras. Recuerdo con especial cariño a Patricia, una jugadora de primera, una despampanante rubia que me hizo percibir diferentes matices del placer y que para mi pequeña fue una segunda madre.

Pero los naipes no entienden de emociones ni arraigos.  La cerradura de la puerta nos despierta, y allí está un joven con cuerpo de atleta, un ramo de flores en la mano derecha y un osito de peluche en la izquierda, todo ello aderezado con una sonrisa.  Lucía y yo nos miramos esperanzadas, y solo esperamos que no vaya de farol.

60.- Viaje en familia

Recorrer Estados Unidos. La propuesta de papá para aquel verano nos dejó mudos. Jamás habíamos volado: con el sueldo de empleado de banca nunca pasamos de Benidorm. Pero allí estaban los cuatro billetes de avión, en abanico, sobre la mesita de la sala.

Nuestra emoción se multiplicó cuando aterrizamos: pasaríamos quince días viajando en autocaravana. Partimos de la costa este sin ningún plan: nos deteníamos cuando anochecía y retornábamos a la autopista al amanecer. Lagos, ciudades, montañas y llanuras componían el escenario perfecto para nuestra fantástica aventura. Papá se dejó crecer la barba e insistió en ponernos nombres americanos. Al principio nos resistimos, pero luego, entre risas, le seguimos la corriente. Hasta que llegamos a California.

Allí nos tiñó el pelo, quemó los pasaportes y con los nuevos nos dirigimos al sur. Antes de cruzar la frontera con México se deshizo de todos los móviles y ocultó en los bajos una de las maletas, la más grande. Nuestros quince días se agotaron pero el viaje continuó. Papá nos dijo que dejábamos de ser turistas, que a partir de ahora seríamos para siempre extranjeros.

También dijo que regresar a casa ya no era una opción. Y mucho menos al banco.

59. El cambio y las cartas

—El plan es sencillo: las cartas boca arriba. Nada de políticas ni rollos —soltó el humo del cigarro como una locomotora al acelerar y barajó las cartas—. Fijate bien, vamos a cambiar miedo (miedo a perder la patria, miedo al extranjero) por odio, ¿te enteras, chaval? —se sirvió más coñac–. Fundaremos una nueva era sin politiqueos baratos: pasaremos a la acción. Me han dicho que vales. Venderemos emociones. Nos votarán con las tripas, no con el cerebro y así lograremos el poder —dejó el mazo de cartas en el centro del tapete con violencia. Entonces colocó un revólver junto a los naipes. El silencio llenó la habitación igual que el aire de un globo a punto de reventar—. Es hora de crear inseguridad —anunció. La sonrisa se le partió al mirar a los ojos del joven y calibrar su reacción frente al arma, pero la retiró veloz como un pacífico tahúr—. Ahora son otros tiempos. Solo requerimos tu arte en el manejo de nuestras redes sociales. Necesitamos miedo y odio. Puedes empezar a sembrar. ¡Comienza la partida!

58. El extranjero

A mi paso, las ventanas se cierran y las calles se vuelven silencio. Los vecinos esconden a sus hijas y a sus mujeres, las miradas matan desde los portales, el temor acecha tras los visillos. Los únicos ruidos, la cadencia de mis pisadas, la carga de una escopeta y el ladrido de algún perro. Desde el puente que levantó mi abuelo, echo la vista atrás para ver cómo el pueblo se recompone sin mi incómoda presencia. Sigo el camino. Me alejo de la tierra de mis antepasados, donde todos esos colonos pisotean ahora el suelo en el que nací.

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