Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

20. Silencios sordos (Aurora Rapún Mombiela)

No acababan de encajar. Ni entendían ni se hacían entender. Se encontraron inevitablemente, reconociéndose en un mundo que les era ajeno. Se intuyeron complementarios, sin palabras. Dos extranjeros que se enamoran en tierra extraña. La ciudad escupía su ruido infernal el día en que ellos se besaron por primera vez, únicamente envueltos por ese silencio tan familiar que les había acompañado a ambos desde su nacimiento.

19. Futuro fantasma

‘No hay futuro en tu vida’, sentenció, agitando sus miles de pulseras y abalorios, que decoraban su disfraz a lo Whoopy Goldberg en ‘Ghost’, mientras su oronda figura barajaba ante mis ojos unos ajados naipes una y otra vez.

Algún conocido me había comentado la existencia de la supuesta adivina. No recuerdo quién ni por qué le hice caso, ya que no creía en esas monsergas del más acá o allá. Pero, sin nada mejor que hacer un caluroso viernes por la tarde, allí me planté. Viendo pasar cartas llenas de soles, rayos, estrellas y calaveras sonrientes.

Qué absurda es la vida, pensé, mirando casi hipnotizado a las calaveras que parecían mirarme burlonas.

Con educación exquisita, ocultando mi cara de póker, pagué los cien euros de la ‘consulta’. Me despedí, sabiendo que acababa de ser estafado, y convencido de no volver jamás. Salí, sintiendo a mi espalda cómo los huesos de las calaveras se entrechocaban en una risa maligna.

Lo que no escuché fue el claxon del bus urbano que cruzaba el paso de cebra a la vez que yo.

18. PERMANENCIA – M. Arranz

Perdí a mi madre al nacer. Según escuché  escondida detrás de unas cortinas, fue la “Crónica de una muerte anunciada”….el Tarot jamás miente en las sabias manos de Romelia.

Desde entonces, dentro de mi dulce almohada de pura lana de oveja, estuvo durante años custodiando mi sueño infantil, el amuleto que me protegería de malas influencias. Cuando se enteró mi padre, la tiró directamente al cajón de la leña para que ardiera hasta consumirse. ¡Cuánto me costó acostumbrarme a la suplente!

Fruto del primer paseo con mi hija por el mercadillo, obtuvimos una almohadita que agarró desde su silla y no soltó hasta llegar a casa.

Nos ha acompañado a todos lados durante casi tres años, ha soportado lavadoras, suelos de todo tipo, hasta bocados de varias mascotas, saliendo indemne. Hoy por enésima vez, quise reparar un descosido, cuando descubrí esa pequeña bolsa de raso blanco, bordada con mis iniciales, hecha por encargo expreso de mi madre, que contenía aquel amuleto.

Ahora sé que las cartas solo dicen la verdad, la última vez que hablé con la anciana Romelia creí que desvariaba:

—La Sacerdotisa me ha dicho que regresará. El Amor de tu madre os acompañará por siempre.

17. Sorprendente ¿o no?

El día de su jubilación, junto con la protocolaria placa de reconocimiento a toda una vida de servicio a la empresa, recibió como regalo una baraja de cartas. El obsequio que pretendía ser una broma en referencia a su recién estrenada nueva etapa, acompañaba a todas horas al jubilado. Acostumbrado a los retos, no tardó en cambiar el solitario o el cinquillo por los juegos de magia. Elige una carta – asaltaba al primero con el que se cruzaba poniéndole delante el abanico de naipes. Fue tal su obsesión que cuando no estaba practicando nuevos trucos, se entregaba a la lectura de libros acerca de los más importantes magos. Por lo tanto, no debería haber sorprendido que acordado por parte de los hijos su ingreso en una residencia, desapareciera sin dejar rastro. Y con él todos sus ahorros además de enseres personales. Salvo la placa con el logo de la empresa abandonada en la mesilla junto a la foto familiar.

16. Visión de futuro

Yo soy un hombre con los pies en el suelo. Cuando los veía por televisión, de madrugada, siempre pensaba que eran unos sacacuartos. Pero aquel tipo era diferente, la gente llamaba porque no fallaba una: adivinó que me arruinaría, después el divorcio y el despido. Decía verlo todo en su baraja de naipes.

Antes de poner en marcha otro negocio y rehacer mi vida, fui al plató donde grababa. Hice lo correcto, un cenizo así en la sociedad era un peligro.

15. HOMENAJE

Me fascinó su particular modo de vestir , su corte de pelo, un aire parisino que fue el primer contacto con lo extranjero de una niña pequeña de un pueblo “muy pueblo”. Cuando nuestras familias se hicieron inseparables, descubrí embelesada que escuchaba canciones francesas  y ópera, que entre sus parientes había pintores y músicos, que al cumplir los dieciocho se fue a París a trabajar en la clínica de un dentista, que  también cosió botones en una empresa suiza,  en un viaje por Europa que duró poco más de un año.

En la pared un retrato suyo  en Montmartre y una foto infantil vestida de fallera. El primero trasminaba estilo, vida y libertad, el segundo era la viva imagen de una familia católica tradicional; en esa dualidad se debatió siempre. Cuando me hice adulta no entendí muchas veces que aquella persona que había idealizado de niña fuera la misma que en su madurez acabó abrazando un ideario bastante retrógrado y tuvimos múltiples ocasiones de confrontar nuestras diferencias.

Aquel día no supo argumentar en una de nuestras muchas conversaciones y sospeché…luego vino el diagnóstico.

Hace muy poco se fue una muy buena persona que ya sólo sonreía cuando oía música francesa…..

14. París

Me asomo a los almuerzos pausados de los fantasmas y envidio su bienestar. Al principio, iluso de mí, me gastaba alguna moneda en esos preciosos cafés tratando de emularles. Un día tuve la suerte de recalar en una mesa recién abandonada. Tal vez demasiado apresuradamente. Pero no recabé en el hecho de que su salida acelerada fuera provocada precisamente por mí. ¡Cómo podía imaginarme yo que mi sola presencia iba a espantar a alguien! No lo vi venir. Y cuando los camareros empezaron a alentarme a que me marchase, yo al principio no comprendía.

Delante de mí veo a un gendarme que se acerca pausado y no deja de mirarme. A mi vez le miro a los ojos. Un brillo de desafío recorre la calle. Parece que todo se detenga. Incluso la gente parece apostar en ese duelo imposible. Casi puedo oírlos jalear, y yo, trémulo y sudoroso, ya no puedo defraudarles.

Tengo miedo al dolor. Y tengo mucho miedo a la cárcel. No soy bien recibido allí. Y no quiero más albergues ni expulsiones, ni multas, ni desprecios. Cuando hui de mi país me engañaron los oropeles. Nunca imaginé que hubiese algo peor que el hambre.

 

13. Catalepsia (Susana Revuelta)

—«Las siete y media es un juego vil, y un juego que no hay que jugarlo a ciegas, pues juegas cien veces, mil, y de las mil ves, febril, que o te pasas o no llegas» —se burlaba siempre que ganaba doña Elvira, recitando las estrofas de don Mendo.

Mientras llegaban la parentela y vecindario, doña Elvira y su hija, con velos negros y rosarios enroscados en las manos, esperaban en el velatorio improvisado en el salón jugando a las cartas. Ni  el réquiem que se repetía en el disco rayado, ni el tufo a incienso, bálsamos y cirios, les distraían. Fueron los gritos de Laurita lo que les hizo dar un respingo.

―Qué inoportuna la puñetera cría ―gruñó la abuela mientras se giraban hacia el ataúd.

Vieron entonces a la niña, que se había encaramado al féretro del abuelo y se entretenía arrancándole uno a uno los pelos de la nariz.

—¡Ha resucitado, mirad, está llorando!

Una lágrima involuntaria, eso era todo. Un acto reflejo causado por la depilación, le explicaron ambas, enviándola a la cocina. Antes de sellarle con cera derretida los labios, le taponaron con dos bolas de algodón la nariz y después regresaron a su partida.

 

12. SERENDIPIA (A. BARCELÓ)

Nunca había vuelto a saber nada de los amigos que hice en aquel campamento de verano en Irlanda.

Hace mucho tiempo, pero recuerdo perfectamente esa tarde de lluvia. Erika propuso el juego y todos coincidieron en que la maestra de ceremonias debía ser yo. Mi alocada forma de ser y mi clásica baraja española, tan peculiar para ellos, me hacían la candidata perfecta.

El conejillo de indias fue Susan. Le hice dividir el mazo en dos montones y poner las últimas cartas boca arriba, salieron dos sotas: una de bastos y otra de oros. Me inventé que se enamoraría de un hombre que la haría sufrir, pero luego cambiaría para hacerla feliz. Cuando le tocó a Patrick, le propuse extraer tres cartas al azar, sacó un tres de bastos, un rey de copas y un as de oros y con ellas hice su predicción. No resultó difícil inventar un ritual y una historia distinta para cada uno.

Hoy, leyendo una revista, he podido reconocer la odisea de un rico empresario extranjero que, tras arruinarse tres veces y hacerse adicto al alcohol, ha podido rehacer su vida ayudado por su exmujer. No podía creerlo, el artículo hablaba de Patrick y Susan.

11. SALTO AL VACÍO – EPI

Todavía la casa estaba a oscuras, me levanté y fui a las habitaciones de mis hijos.
Sabía dónde estaban, a tientas cogí las cartillas.
En el bar de enfrente del Banco, me tomé tres cazallas a la espera de que abrieran.
Ya en la plaza de Colón, entré en el Casino.
Me gusta el Black Jack y la crupier me saludó como tantos días.
Hoy va a ser diferente, voy a jugar con cabeza, las deudas que tengo son acuciantes.
Estamos los dos solos, me pido una Ginebra preparada y empiezo pidiendo carta, 21, pide ella y pierde, recojo la ganancia.
En la siguiente me salen dos figuras, me abro y duplico la apuesta, pido cartas y me salen dos 21, ella vuelve a perder y recojo las fichas.
Tengo una buena mañana y dos horas más tarde las fichas van a pagar las deudas, me levanto.
Al salir, paso por la ruleta americana cuando la bolita está dando vueltas, me paro y antes de que diga, no va más, coloco todo en el 12, mi cumpleaños.
Salgo a la calle, el 13, por la izquierda viene un autobús muy deprisa y salto a su encuentro.

10. GENIO Y FIGURA

Aseguraba que mataría con sus propias manos a quien osara tocarme un pelo, que siempre me protegería, aunque le costara la vida. Padre se ponía así de dramático para tranquilizarme cada noche de timba. Las primeras veces sus palabras contribuían a inquietarme aún más, pero me fui acostumbrando a su retórica fatalista y también a su estrategia de fullero. En cada mano se dejaba ganar hasta que no le quedaba nada por perder. Entonces, aparentemente desesperado, apostaba a su hija. Los billetes de los menos escrupulosos, que eran los más, se amontonaban sobre el tapete mientras que sus ojos lascivos recorrían mi cuerpo apenas adolescente. Entonces mostraba las cartas mirando al techo y aseguraba que era la Providencia, protectora de la virtud de su angelito, la que le había favorecido con esa “escalera real”. Más de una vez tuvimos que escapar corriendo.

Ahora cuando voy a verle, le encuentro en plena partida. No le hace falta marcar la baraja para ganar a sus compañeros del asilo. A veces, recordando los viejos tiempos, me guiña un ojo y dice: me juego a mi hija. Todos ríen, pero siempre hay alguno que acepta la apuesta contra todos sus Sugus.

09. La justa lucha del paladín

Desde que un día de mala suerte el Rey de Bastos exiliara a la Reina de Copas, tras una mala jugada en que le hizo perder una partida de brisca, vive encerrada en un terrible castillo de naipes. La fortaleza tiene cuatro plantas, su alzado es triangular y está rodeada por un jardín de tréboles que le dan un falso aspecto amable. Pero todo es mentira, en la planta baja las picas frenan a curiosos e intrusos, y a ladrones atraídos por los diamantes del primero, en el siguiente nivel están las estancias donde se asientan los corazones indecisos, que descansan desorientados y  dominados por el influjo magnético del malvado Joker, ese ser deforme de risa cínica que tanto odia a la noble baraja española y que desde el tercero, ocupado solo con una estancia, controla a sus habitantes y vigila el edificio y el verde prado que lo rodea.

Y aquí estoy yo, la valerosa Sota de Espadas, en la base de la construcción, empujando con mi tizona las frágiles paredes del edificio, para derrumbar la obra con el viento de mi ira y que los invasores bárbaros caigan bajo el peso eterno de la tradición.

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