Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
días
1
4
horas
1
2
minutos
5
7
Segundos
0
9
Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

46. INMOLACIÓN (Mødes)

No soporto verla sufrir.
Por eso he hecho un pacto con Dios.
Y ahora el calvo sin alas soy yo.
Y, mientras agonizo, miro a la niña y sonrío.
Está preciosa con su flamante cabello de ángel.

45. Términos y condiciones

Debí sospechar de aquella aplicación que prometía éxito y felicidad instantáneos, pero acostumbrado desde niño a la inmediatez digital, la descargué sin dudarlo. Los cambios no tardaron en llegar. Sin el peso de las cadenas de la moral por fin pude caminar erguido. Me recosté en verdes praderas y bebí de todas las fuentes, pero no elegí senderos justos. Fui un lobo para el hombre, una fiera en la cima de la cadena trófica del placer. Mis amigos me evitaban, ¡cómo odiaba sus vidas grises sin más emoción que el chequeo anual de próstata! Llegué donde pocos se atreven a llegar, hasta el abismo más tenebroso, el que está dentro de cada uno. Qué difícil ser bueno cuando sabes que tus actos no tendrán consecuencias. El tiempo se me escapaba como agua entre las manos, tan rápido como aquel todoterreno sin luces que de un golpe seco alteró las cláusulas del contrato. Vi pasar mi vida en un instante, una sucesión de pecados a prueba de indulgencia plenaria.
Ahora tengo una deuda pendiente y una eternidad para saldarla. Me había dejado engañar por el mayor embaucador de todos los tiempos, el Angel caído. Siempre hay que leer la letra pequeña.

44. Experimento con gigantes

Considerados tradicionalmente rudos, hostiles y desalmados, estos seres escapaban al estereotipo de la felicidad, el amor y la belleza, de ahí que constituyeran mi mayor reto.
Esta vez, yo había puesto la mira en Polifemo, así que fui observándolo y tomando notas discretamente.
Al principio me ignoró. Resoplaba mientras descargaba su agresividad haciendo trazos sin sentido en un lienzo.
Al tercer día me miró de soslayo. Los rayajos coloridos del lienzo iban resultando conocidos y él parecía menos furioso.
El quinto día fue definitivo. La ira había desaparecido y su rostro tenía una expresión placentera. El entusiasmo que ponía en los trazos de lo que resultó ser una mujer era tal, que el lienzo parecía vivo y por primera vez se comunicó conmigo, pidiéndome con elegancia y lucidez que me acercara a contemplar la belleza de su amada.
Mientras iba retocándola, observé que su ojo desprendía el mismo éxtasis que yo había visto en el Rey Salomón por la Reina de Saba o en Julio César por Cleopatra: una pasión torrencial.
Esa evidencia para mí fue concluyente. Por eso, antes de volar en busca de los Hecatónquiros hice una última anotación: “la flecha es efectiva también en los gigantes”.

43. Divina burocracia (Nuria Rodríguez)

Había oído hablar tanto de lo maravilloso del paraíso que tenia altas expectativas del más allá, pero al final resultó, que tanto allí como aquí, todo era la misma mierda.

En su primera misión, le asignaron un adolescente. Ni que decir tiene que tuvo que emplearse a fondo, hacer horas extras y echar mano de su sexto sentido, el cual mantenía intacto a pesar de haber pasado a “mejor vida”. La tarea resultó tan extenuante, que tuvo que recurrir al supremo para suplicarle una adecuación de puesto. Fueron meses de trámites y papeleos, y lo único que consiguió fue, un cambio de protegido.

Durante años, pasó de un usuario a otro. Ancianos con Alzheimer, bebés y algún que otro deportista de riesgo.

Ahora, agotada física y mentalmente, cada día se arrepiente más de no haber marcado la casilla de reencarnación en vez de la de ángel de la guarda al rellenar el formulario A-672 en la cola del purgatorio.

42. DESTINADOS (Belén Sáenz)

Cuando aún son huérfanos de padre eterno. Mucho antes de ascender a los frescos de salones palaciegos, mofletudos y casi en cueros, y tener que aprender a base de chichones que el cielo limita por el norte con mortero de cal. Incapaces de imaginar que quienes se dicen artistas pretendan eternizar su piel incorpórea en madera tallada para luego arrinconarla en una polvorienta sacristía. Con licencia para soñar que vuelan en el azul Patinir, jugar a la peonza con Saturno, dejar desatendida la esquinita de mi cama. Sin jerarquías ni encomiendas, buscando acomodo en nubes recién tejidas, aferrados al vértigo de la estela de las cometas que roba el viento.

Todo esto les sucede a los ángeles niños cuando apenas asoma una leve pelusa blanca entre sus omóplatos, cuando no sospechan todavía que unos serán salvos y otros serán caídos.

41. VESTIDITO DE AZUL Y AMARILLO (J.A. Iglesias)

Las yemas de sus dedos, paseaban por mi rostro de forma diferente, lentas y temblorosas.

Esta vez me vestían mi abuela y mi tía, en silencio circunspecto, con la chaquetita de lana azul y mayas y patucos amarillos. Como siempre, me llamaban angelito mío, pero sus voces sonaban lánguidas y entrecortadas.

Me alzaron con delicadeza entre sus manos y me dejaron sobre los brazos de mi madre, que estaba tendida e inmóvil sobre su cama. Me sentí infinitamente más tranquilo, eternamente tranquilo.

Nos enterraron en jardín, detrás de la casa medio destruida, alcanzada por un misil la noche anterior, lanzado por un gigante sátrapa.

40. La presa

Las trenzas me las hizo mi madre con su innegable gracia, rematándolas con unos lacitos rosas.

Me maquilló sutilmente mi hermana, que estaba estudiando un módulo de estética en Pamplona.

Mi abuela se encargó del vestido con la sorprendente vista que todavía le quedaba. Falda de volantes y camisola recta. Blanco impoluto.

Observándome en el espejo me vi extremadamente más joven. Un angelito, corroboraron las tres uniéndose a mi sonrisa.

Me despidieron desde la puerta lanzándome un beso cómplice casi al unísono.

La verbena estaba en su momento álgido y no pasé desapercibida. Eran muchos los que al bailar conmigo intentaban obtener más, pero a todos les fui parando los pies. Hasta que llegó él, con su madurez seductora, y estuve dispuesta.

Me acompañó a casa y le invité a pasar. El salón oscuro de repente se iluminó y nos tuvo a las cuatro mirándole con la severidad más penetrante.

Previo al desenlace, le mostramos una fotografía de las cinco. Por el terror en su rostro supimos que reconoció a la ausente, la más pequeña.

39. CUATRO ESQUINITAS (Paloma Casado)

A Jenny su madre nunca le había obligado a rezar. Por eso, la primera noche fuera de casa se negó a repetir las oraciones que esa Madrastra pretendía enseñarle. No quería darle su corazón a Jesusito, aunque fuera niño como ella, ni tampoco que cuatro angelitos guardaran su cama.

Solo deseaba volver con mamá. No entendía por qué la habían traído aquí, separándola de ella ¿Sería por culpa de la mujer que vino a visitarlas? Después de hablar con su madre se puso a fisgar por toda la casa, señalando las botellas vacías y alguna cucaracha que correteaba por la cocina mientras escribía en unos papeles. Recuerda que cuando se fue, mamá la abrazó muy fuerte.

En la habitación, esperó a que se apagaran las luces para escapar. Había aprendido de memoria la dirección de su casa y seguramente encontraría a alguien que la llevara. Bajando las escaleras se topó con el Gigante.

“¿A dónde te crees que vas?” preguntó con voz de tormenta. “Anda niña, sube a tu habitación” le ordenó mientras cerraba con llave.

El cansancio consiguió rendirla a un sueño agitado, en el que cuatro ángeles sombríos le enseñaban sus dientes afilados, voraces, terribles.

 

 

 

38. Querubines

Todos respiramos una infancia de hielo. Cantamos para distraernos de los temblores. También para ahuyentar las sombras que el arcángel Gabriel distingue con sus ojos de cristal. Espíritus malignos que acechan ahí abajo.

La nuestra es una niñez de escarcha y melodías repetidas hasta que el invierno se derrita, aunque nunca sucede. Y aquí seguimos, con la misma voz por siempre jamás.

A veces alguno sufre afonía y solo mueve los labios, aunque el silencio le hace crecer sin mesura. Le germinan las alas y la ropa se le estrecha. Pero simula que sigue siendo pequeño hasta que recupera la voz, que le nace grave como una tormenta. Es entonces cuando el arcángel lo expulsa y contemplamos durante un instante ese mundo extraño que nos quiere morder la inocencia.

37. IMAGINAR DA HAMBRE

Era sábado, día de visita al abuelo.

El abuelo está en un mundo de fantasía al que le gusta llevar a Miguel y éste, como niño que es, queda embobado con las magníficas historias que le cuenta ese viejo encogido y feliz.

Hoy le hablaba de los cíclopes, que tienen un solo ojo y del tamaño escultural de un coloso y de ese medio-dios, medio-humano que era un titán…El abuelo y sus superhombres.

Miguel disfrutaba escuchando esas historias fantásticas y era feliz imaginando esos seres enormes y poderosos. ¡Tal vez algún día…!

 El abuelo necesitaba descansar el músculo de su boca; miró a su nieto y le dijo que era la hora de comer. Miguel asintió con la cabeza, con los ojos muy abiertos por buscar  tanto monstruo de leyenda. Muerto de hambre, caprichosamente, se pidió una hamburguesa gigante con mostaza.

36. APÓCRIFO

La noche anunciaba la inminente primavera y oreaba el jardín con olores innúmeros. No obstante, mi alma estaba intranquila, como presintiendo un destino terrible. Por alguna secreta razón, me encontraba solo, aunque al lugar había llegado –bien lo recordaba– acompañado de mis amigos.

Entonces surgió de la oscuridad. Venía a confortarme, dijo. Que reclinara mi cabeza en su pecho, me conminó, mientras, en efecto, con el brazo izquierdo rodeaba mi cintura y, con el derecho aferrándome el hombro, me atraía hacia sí, tan cerca que podía sentir crepitar las plumas de sus alas. Luego acercó sus labios a mi oído y empezó a susurrar frases inconexas que, cuando al fin tomaron forma, trajeron una vez más a mi mente el abandono de mi padre.

Solo un instante después, el espeso olor a especias de su sangre se unía y sobrepujaba al resto de fragancias del huerto, mientras al género humano se le vedaba, una vez más, cualquier posibilidad de salvación.

 

35. Giganta

Son las tres de la tarde cuando la mujer se sienta a comer frente al televisor y ve que retransmiten en directo desde el lugar de la catástrofe. Sube el volumen para oír bien la noticia pero enseguida interrumpen la conexión con entrevistas a personajes de moda, todos ellos han transferido cantidades colosales de dinero para ayudar a las víctimas.

La mujer los escucha con atención hasta que se cansa, entonces silencia el aparto como hace siempre que no le interesa algo y continúa mirando la pantalla a la vez que come un insípido arroz sin pollo.

De postre se saca del bolsillo un caramelo que había cogido esta misma mañana en la sucursal bancaria. Lo saborea de buena gana mientras hace un avión con el comprobante que le dieron en el banco, un justificante por donar los seis euros que le quedaban de su pensión. Después se levanta de la mesa y, con sumo cuidado, lo coloca en el inmenso hangar de papel que decora su secreter.

 

Nuestras publicaciones